DECÍAMOS HACE 40 AÑOS
El Nacional, 20 de abril de 1980. Pág. A/5
GRITOS Y SEÑAS DEL 19 DE ABRIL DE 1810
-La trampa-engaño republicano-independentista en
marcha-
Agustín Blanco Muñoz
El cuadro de los sucesos del 19 de abril
de 1810 está en la mente de la mayoría de los venezolanos. Es el primer gran
capítulo sobre la supuesta decisión de libertad, soberanía e independencia. Es
además el inicio de una historia narrada de modo tal que merecería estar
inserta en las mejores páginas del romanticismo. Se quiere hacer ver la
importancia de la resolución de un pueblo para acabar con una forma de
gobierno, con una forma específica de Estado, partiendo de la expresión directa
y terminante de su voluntad.
Pero en el propio comienzo de la ‘gesta
emancipadora’ se advierte el papel que se le asigna al pueblo en el proceso
denominado republicano-nacional. El pueblo no decide la expulsión de Emparan
por cuenta propia, por su arbitrio. El pueblo actúa simple y llanamente en la
forma en que se le indica. Esta en la versión que sirve la llamada
historiografía tradicional y buena parte de la ¨nueva¨.
De acuerdo a esa referencia, la
conspiración está totalmente montada para el momento en que algunas ‘personas
extrañas’ (en nombre del clero, el pueblo y el gremio de los pardos) se
incorporan al Ayuntamiento. De este modo, la situación se tornó conflictiva
para el capitán general: el grupo de los independentistas (partidarios de la
ruptura absoluta), que estaban en contraposición al grupo de los
¨autonomistas-pacifistas¨, se vio aumentado.
Entre los primeros se destaca el papel
preponderante del canónico chileno José Cortés de Madariaga, quien se
constituye en la primera voz de oposición a las fórmulas pacíficas según los
cuales se habría de establecer una junta suprema presidida por el propio
Capitán General. Su argumento es terminante: Emparan nada garantiza, una junta
presidida por él puede ser disuelta a su arbitrio. Se impone, en consecuencia,
su inmediata deposición. Emparan se siente perdido y por ello acude al pueblo,
que dirigido por la ‘juventud revolucionaria’, estaba a las puertas del
Ayuntamiento. Es entonces cuando adviene la pregunta sobre si existe o no
conformidad con su mandato.
Es este un momento que pudiera
determinarse de confusión y de un
ambiente contrario al Estado metropolitano. Emparan apela a aquello en lo cual
no cree: la voluntad popular. Esta es una acción que no tiene cabida en los
marcos del orden colonial explotador.
Sin embargo, es de interés advertir la
versión sobre la consulta de Emparan y de la forma cómo se produce la respuesta
popular: ¨Sus palabras llevan el sello de la grave cortesía hispánica y
corresponden al blanco y paternal carácter del viejo hidalgo: ´Señores: ¿están
vuestras mercedes contentas conmigo? ¿Quieren vuestras mercedes que los
gobierne? Y ya comenzaban los más cercanos a decir que sí, cuando Madariaga,
situado detrás hace señas a la gente de contestar negativamente, en lo cual
acompañándole Anzola y el regidor Palacios, también con expresiva mímica¨… Esta
es la relación que recoge Caracciolo Parra Pérez: la más generalizada y hasta
el presente no desmentida.
Madariaga, Anzola y Palacios detrás de
Emparan para hacer la mímica necesaria: y, junto al pueblo que estaba a las
puertas del Ayuntamiento -apunta Gil Fortoul- el médico yaracuyano Villareal
dispuesto para su grito oportuno y necesario: … ¨Madariaga hace signos
negativos, y al punto el doctor José Rafael Villareal grita desde la plaza:
‘no, no’: grito que la muchedumbre repite en coro: Emparan exclama: ‘pues yo
tampoco quiero mando’. La revolución había triunfado¨.
El cuadro estaba completo. La mímica y
los gritos habían sido decisivos. El pueblo le había dicho ‘no´ a Emparan y la
¨Revolución¨ había triunfado. Pero ¿quién había actuado? ¿Un pueblo consciente o
un pueblo manejado por la mímica y el grito? Madariaga y Villareal, desde
puestos claves, inducen al pueblo al ¨NO¨ a Emparan. Se convertían en los
máximos ¨conductores populares¨ del momento, en los hombres llamados a decirle
al pueblo lo que debe hacer, cuanto debe decir.
En el fondo de todo hay algo definitivo:
los ¨dirigentes populares¨ tienen interés en establecer muy claras diferencias
entre el orden colonial y el independentista, al cual se aspira. Sin embargo,
se pone de relieve la incapacidad de estos sectores populares para entender la
diferencia real entre ambos órdenes sociales. Y es por ello que la señal, el
gesto teatral, es suficiente para llevarlos de un extremo a otro: ya el pueblo
comenzaba a decir que sí cuando aparece la seña y el grito: dos componentes que
adquieren desde entonces permanencia en la historia del país.
Y esto es particularmente importante si
tomamos en cuenta que tanto el orden colonial como el independentista tienen su
soporte principal en las acciones dirigidas hacia el control de la forma de
actuar de las masas populares.
La del 19 de abril es, en definitiva,
una imposición en base a la seña y el grito. Más allá de la decisión popular
está el primer grito y la señal ejemplares. Y no es tampoco el pueblo quien
escoge después entre las posibilidades que ofrecían los ejércitos
‘republicanos’ o ‘realistas’. No había ni decisión ni voluntad: de la coacción
se pasaba al grito, a la señal o al ofrecimiento.
De allí que haya que apreciar el
¨Decreto de Guerra a Muerte¨ como máxima señal y magnífico grito, la Batalla de
Carabobo como grito triunfal y los sucesivos gritos, señales y acuerdos como
los medios por los cuales los ¨dirigentes populares¨, ahora republicanos, podía
conducir, guiar la acción de las masas hacia los cometidos de un orden que
estaba muy por encima de ellas.
Así podemos apreciar el grito de la
Guerra Federal y luego el Acuerdo de Coche. El primero para acusar y el segundo
para contener, no fuera a ser que el coro de los gritos ¨federales¨ no dejase
hablar entonces a los ‘verdaderos dirigentes’. Gritar hasta desgañitarse para
resistir la tiranía y después impulsar el silencio para que el orden
constitucional acordado de nuevo la señal para gritar. Y gritó lo
suficientemente alto como para que no se escucharan los acuerdos, las
negociaciones de los mismos ¨dirigentes populares¨, vestidos ahora con un nuevo
traje, que desde adentro (desde el Palacio de Miraflores) convenían las nuevas
señales para el ordenamiento institucional, democrático y representativo del
grito del pueblo.
Ellos mismos saldrán luego a los
balcones para decirle al pueblo que volvieran a sus casas a aguardar una ¨nueva
convocatoria¨. Y con ello, el pueblo que desde mucho antes de Emparan ha hecho
presencia en espera y procura de hacer directamente su historia, ha seguido
apegado a aquellos ¨símbolos¨ del 19 de abril de 1810. ¿Hasta cuándo?
Entendemos que será el propio pueblo quien habrá de avanzar hasta la
conformación de nuevas señales que lo incorporen, de modo decisivo y creador, a
la realización de su propia y verdadera historia.
El Nacional, 20 de abril de 1980. Pág. A/5
Nota:
Vea sobre el tema nuestros
Materiales para el Estudio del 19 de Abril de 1810