martes, diciembre 13, 2005

CHIMIRO EN TIEMPOS DE SILENCIO


Se cumple un nuevo año de la ausencia de Chimiro. Pero su gesto, su hacer y la hazaña de su vida, dibujan sobre los días de este expaís, un entramado silencioso, que trabaja subterráneamente para insurgir de nuevo, hecho solar y palabra-flor. Mientras, marchamos, como avisoraba Argimiro en 1948, al borde del precipicio de las inconsecuencias, a dedos del abismo, sobre una tierra en los que los arneses de la ilusión se volvieron humo impalpable. Nunca quiso cambiar su caballo de palo por la cureña de un cañón. Y ojalá que sus bridas de esperanza, enjaezadas de ilusión, nos guíen para que no vuelva a abrirse jamás la espita de los cañones ciegos.

Ahora sin caballo ¿cómo andar? ¿En la cureña de un cañón? El caballo era de palo. Estaba hecho de mentiras hermosas como frutas de cera. Enjaezado de ilusiones. Con bridas de esperanza. A pesar de todo había una apariencia de marcha, de avance. Al borde del precipicio siempre. A dedos del abismo. Ahora el palo se ha trocado en astillas y la mentira ha quedado desnuda. Los arneses de la ilusión se volvieron humo impalpable. Las esperanzadas bridas se enredaron entre los dedos como hilos de una tela de araña. En el fondo del precipicio de las inconsecuencias, el jinete mira hacia el pasado y llama la cureña, pesada. Todavía blande la estaca pero se lacera la mano. Se siente el ruido cada vez más cercano, cada vez más bronco, cada vez más tenebroso, de la cureña que avanza, que viene desde el pasado.

¡Sin caballo se anda a tientas! ¡Los ojos de los cañones son ojos ciegos!

Argimiro Gabaldón
*

* El reflector del Obelisco. Caracas, 1948,

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