Rafael Franceschi fue un personaje de esos que convierten la vida en una aventura sin confines. Armado con una capacidad para crear e inventar, saltó todos los linderos en su afán por guarecer una libertad que requería para darle rienda suelta a su corazón atormentado.
La residencia de tierra que no pudo construir en el espacio de sus suspiros, la dibujó en todas las formas de colores y líneas, rostros y ángeles, lirios y violonchelos, derramados sobre lienzos que no concluyeron jamás.
No tenía orden ni concierto ni lo buscaba, su armonía quedaba rota en el trozo de papel de una servilleta arrugada en el rincón de cualquier oscuridad. Cambiaba imágenes por sonrisas a los niños que se llevaban sus pinceles para que les sirvieran de caballitos alados, como si adivinaran que todo lo que Rafael tocaba, emprendía rauda travesía por los cielos del mañana.
En un diciembre como éste de hace once años, se marchó, a destiempo, como suelen hacerlo los hombres que viven a la velocidad de sus sueños. Nunca pudo reunir su obra. Quedó dispersa en los muros de casas amigas,
en talleres desvencijados, en papeles sin marco, en las exposiciones que no hizo.
Difícil resulta entonces a los especialistas en estas artes, otorgarle un espacio o un nombre dentro de la plástica. Tal vez eligió que sus lienzos tuvieran la libertad que él buscó en su propio frenesí. Y allí andan, aguardando que se les aglutinen para que recobren la fuerza marina que les dio origen y vida.
Quienes lo conocimos, lo quisimos profundamente, a pesar de los despliegues de sus destemplanzas. Nos sembró en el corazón el violeta de sus lirios, la movilidad de sus ángeles, el resplandor de los rostros de los niños, el vendaval de sus colores desconcertados, un tiempo sin medida lanzado hacia el mañana.
Un día lo descubrimos a orillas de unos de sus lirios y nos quedamos prendidos de sus telas. Lo acompañamos en tiempos terribles y se nos fue de las manos, como un pájaro herido de certezas, cuando bordábamos la ilusión de hacer perdurar sus sueños aún en medio de toda tristeza.
Pudimos reunir en un libro sus poemas, Sueños de Mar, y ofrecérselo como una ofrenda a sus sinsabores. Sus versos pintan las silabas como si fuesen pinceles. Sus cuadros aguardan ser mostrados un día en la totalidad de su derroche solar.
Hoy lo invocamos, como cada diciembre de su lejanía, para que reaparezca entre la cresta de sal de los cangrejos y en el piquito de los curruñatá.
El texto que sigue lo leímos, a la hora de una despedida con la que nunca hemos cumplido.
Al fin llegaste al territorio
de las armonías
al jardín de los lirios que
emerge del mar de los cielos
a la mágica acuarela
de las auroras
Allí podrás deshacerte
de penas y pesares
trajes ajenos
equipajes prestados
y vestirte del color de tus lienzos
cabalgar sobre las alas
de tus ángeles
sembrarte en las sonrisas
que brotan de las cuerdas
de tus violonchelos
Difícil y duro te fue
el trayecto
hasta la vastedad
del silencio
hasta el espacio donde
moran los aleluyas
hasta el tránsito de volverte
volátil como el rocío
Combatiste sin tregua
la alegría
te empeñaste
con perseverancia
en quebrar los ramajes
de los árboles
que te cobijaron
hiciste de tu corazón
un recinto de ira
de tu vivir
un incesante recorrido
por las sombras
Y sin embargo
entre tus manos
los pinceles refulgían
como soles
de tus dedos volanderos
insurgían africanías
de luz
rostros florales
mágicas líneas
que iban bordando
océanos encantados
en los que no quisiste
navegar
Más acá del tizón
que te hirió de muerte
te derramabas sobre
las telas
como un remolino de amor
una tempestad de violetas
un río vegetal surcado
de sueños
y luego te retraías
a tu cáscara marina
de orillas deshabitadas
a desandar tristezas
apagar fogatas
y cerrar compuertas
Ahora ya llegaste
a la raíz del infinito
donde se va moldeando
el tiempo
como si fuera una vasija
al fin arribaste
a los lugares donde nace
el color
donde la vida es eterna
transformación
donde la noche
es un horno de leña
donde se cuecen luceros
Y sé que ahora tendrás
la sonrisa
que no pudimos construirte
que andarás liviano
como las goticas de polen
en el oleaje del viento
que estarás
inventando tonos de sepia
con Reverón
que estarás trenzando
pinceles con los cabellos
de Leonardo
que andarás cubierto
con los paisajes de agua
de monet
que habrás encontrado
a un pascual sideral
y a tus viejos amigos
preparando con la lluvia
infusiones de malva
y hierbabuena
Y sé que ahora
los dioses de la vida
te designarán
maestro de obra
de los cielos
y que volverás en las
mañanas
en los pasteles naranja
del alba
que te aparecerás en
las tardes prendido
del último rayo solar
que te tenderás
en los mediodías
en la cresta de sal
de los cangrejos
a susurrarle versos
al mar
y que izarás tus velas
en el piquito
de los curruñatá
Pero por sobre
todas las cosas
sé que regresarás
cada día
a decirle a los hombres
que sólo saben morir
que en el interior
de cada quien
pervive
un gran lienzo blanco
que es menester
dibujar de arcoiris
colmar de bienhechurías
bordar con los hilos de hierba
del vivir enamorado
para ser residente
en las granjerías
de este mundo de penas
hasta que algún día
la tierra toda
sea una acuarela de alegrías
un campo de lirios
el autorretrato
de una humanidad
colmada de amor
por siempre
y para siempre
amén
diciembre / 1994
Difícil resulta entonces a los especialistas en estas artes, otorgarle un espacio o un nombre dentro de la plástica. Tal vez eligió que sus lienzos tuvieran la libertad que él buscó en su propio frenesí. Y allí andan, aguardando que se les aglutinen para que recobren la fuerza marina que les dio origen y vida.
Quienes lo conocimos, lo quisimos profundamente, a pesar de los despliegues de sus destemplanzas. Nos sembró en el corazón el violeta de sus lirios, la movilidad de sus ángeles, el resplandor de los rostros de los niños, el vendaval de sus colores desconcertados, un tiempo sin medida lanzado hacia el mañana.
Un día lo descubrimos a orillas de unos de sus lirios y nos quedamos prendidos de sus telas. Lo acompañamos en tiempos terribles y se nos fue de las manos, como un pájaro herido de certezas, cuando bordábamos la ilusión de hacer perdurar sus sueños aún en medio de toda tristeza.
Pudimos reunir en un libro sus poemas, Sueños de Mar, y ofrecérselo como una ofrenda a sus sinsabores. Sus versos pintan las silabas como si fuesen pinceles. Sus cuadros aguardan ser mostrados un día en la totalidad de su derroche solar.
Hoy lo invocamos, como cada diciembre de su lejanía, para que reaparezca entre la cresta de sal de los cangrejos y en el piquito de los curruñatá.
El texto que sigue lo leímos, a la hora de una despedida con la que nunca hemos cumplido.
Al fin llegaste al territorio
de las armonías
al jardín de los lirios que
emerge del mar de los cielos
a la mágica acuarela
de las auroras
Allí podrás deshacerte
de penas y pesares
trajes ajenos
equipajes prestados
y vestirte del color de tus lienzos
cabalgar sobre las alas
de tus ángeles
sembrarte en las sonrisas
que brotan de las cuerdas
de tus violonchelos
Difícil y duro te fue
el trayecto
hasta la vastedad
del silencio
hasta el espacio donde
moran los aleluyas
hasta el tránsito de volverte
volátil como el rocío
Combatiste sin tregua
la alegría
te empeñaste
con perseverancia
en quebrar los ramajes
de los árboles
que te cobijaron
hiciste de tu corazón
un recinto de ira
de tu vivir
un incesante recorrido
por las sombras
Y sin embargo
entre tus manos
los pinceles refulgían
como soles
de tus dedos volanderos
insurgían africanías
de luz
rostros florales
mágicas líneas
que iban bordando
océanos encantados
en los que no quisiste
navegar
Más acá del tizón
que te hirió de muerte
te derramabas sobre
las telas
como un remolino de amor
una tempestad de violetas
un río vegetal surcado
de sueños
y luego te retraías
a tu cáscara marina
de orillas deshabitadas
a desandar tristezas
apagar fogatas
y cerrar compuertas
Ahora ya llegaste
a la raíz del infinito
donde se va moldeando
el tiempo
como si fuera una vasija
al fin arribaste
a los lugares donde nace
el color
donde la vida es eterna
transformación
donde la noche
es un horno de leña
donde se cuecen luceros
Y sé que ahora tendrás
la sonrisa
que no pudimos construirte
que andarás liviano
como las goticas de polen
en el oleaje del viento
que estarás
inventando tonos de sepia
con Reverón
que estarás trenzando
pinceles con los cabellos
de Leonardo
que andarás cubierto
con los paisajes de agua
de monet
que habrás encontrado
a un pascual sideral
y a tus viejos amigos
preparando con la lluvia
infusiones de malva
y hierbabuena
Y sé que ahora
los dioses de la vida
te designarán
maestro de obra
de los cielos
y que volverás en las
mañanas
en los pasteles naranja
del alba
que te aparecerás en
las tardes prendido
del último rayo solar
que te tenderás
en los mediodías
en la cresta de sal
de los cangrejos
a susurrarle versos
al mar
y que izarás tus velas
en el piquito
de los curruñatá
Pero por sobre
todas las cosas
sé que regresarás
cada día
a decirle a los hombres
que sólo saben morir
que en el interior
de cada quien
pervive
un gran lienzo blanco
que es menester
dibujar de arcoiris
colmar de bienhechurías
bordar con los hilos de hierba
del vivir enamorado
para ser residente
en las granjerías
de este mundo de penas
hasta que algún día
la tierra toda
sea una acuarela de alegrías
un campo de lirios
el autorretrato
de una humanidad
colmada de amor
por siempre
y para siempre
amén
diciembre / 1994
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