Con esta cita de Henry David Thoreau iniciamos hoy la divulgación de una serie de ideas, propuestas, que se constituyen en excelente material para el debate, la discusión sobre el presente-futuro de este expaís, en un tiempo en el cual reina una confusión-incertidumbre que pretende ser conducida al reino de las verdades impuestas, los estereotipos, los clisés y los discursos grandilocuentes. Más allá perdura un gigantesco vacío teórico, ideológico, político, que no puede ser suplantado por esquemas tradicionales, dogmáticos y mecanicistas.
Hoy como nunca el hombre requiere repensar el mundo en el cual sobrevive. Replantear las ideas por las cuales ha regido hasta ahora sus destinos. Interrogar las verdades por las que hemos conducido nuestro vivir, como individuos, como nación, como miembros de un planeta en carrera hacia su autodestrucción.
Se requiere inventiva, creación y disposición dejar atrás la domesticación de todo tipo para avanzar en la generación de un pensamiento que tenga como meta el futuro, que aborde el mundo que tendrá que ser, que se disponga a abrir las compuertas de la inutilizada potencialidad del ser humano, para cumplir las funciones que corresponden a su estadio de desarrollo vital.
Mucha gente, venida de tiempos y paisajes diferentes, han aportado ideas-acciones, ideas-fuerzas, como las llama Salvador de la Plaza, para la siembra de un porvenir que aún no vislumbramos. Muchos, en silencio, han aportado sus vidas, su hacer, al sueño de un tiempo y una historia distintos. Hay que recoger ese polen esparcido, y comenzar colectivamente a plantar un solar de ideas-transformadoras que permita, algún día, cumplir la misión de hacer reverdecer la vida y la alegría sobre este triste planeta.
Hoy traemos a este recinto floricultor a Henry David Thoreau. Sus palabras tocan problemas esenciales a nuestra realidad de hoy. Ojalá que sirvan para que cada quien se interrogue a sí mismo y comience a escribir, a realizar, a producir sus propias respuestas.
Creo que primero debemos ser hombres y después ciudadanos. No es conveniente cultivar tanto respeto por la ley como por lo correcto. La única obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en todo momento lo que creo correcto.
Se ha dicho con verdad que la corporación no tiene conciencia, pero una corporación de hombres conscientes es una corporación con conciencia. La ley jamás hizo a los hombres ni un ápice más justos; además, a través de su respeto por ella, hasta los bien dispuestos son convertidos día a día en agentes de injusticia, Un resultado común y neutral del indebido respeto por la ley es que podemos ver una fila de soldados: coronel, capitán, cabo, soldados,, barriles de pólvora y todo, marchar en admirable orden cerro arriba y lanzarse a las guerras, contra su voluntad, contra su propio sentido común y conciencia, lo cual transforma esto en marcha muy ardua de veras y les hace palpitar el corazón. No abrigan la menor duda de que están desempeñando una ocupación maldita: todos tienen inclinaciones pacíficas. Ahora bien, ¿qué son? ¿Son hombres? ¿O son pequeños fuertes y polvorines portátiles al servicio de algún hombre inescrupuloso en el poder?*
HENRY DAVID THOREAU 1817-1862
* Henry David Thoreau, “Desobediencia civil” (1849). Escritos selectos sobre Naturaleza y Libertad. Buenos Aires, Agora, 1960, pp. 36-37.
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