viernes, junio 01, 2007

PIO TAMAYO ES UN GRITO DE LIBERTAD






Hace 79 años, un 06 de febrero de 1928, José Pío Tamayo, recitó este poema en el Teatro Municipal de Caracas, en ocasión de los actos de la Semana del Estudiante y la coronación de la reina Beatriz I.

No había, sin embargo, nada festivo en su voz ni en sus palabras. Tenía conciencia plena del momento que se vivía y de la necesidad de que una conciencia colectiva, una visión porvenirista, le permitiera a los jóvenes, a los estudiantes ir a buscar a su novia perdida: ¡la libertad! La petición a su majestad es muy intensa: decidle a vuestros súbditos –tan jóvenes que aún no pueden conocerla- que salgan a buscarla / que la miren en vos. Este es el grito de libertad de Pío que le acarrea la condena a muerte.

Tenía la esperanza de que en la ausencia de liderazgos, en el vacío ideológico de muchos de quienes adversaban el tirano, y de quienes sólo pretendían suplantar al viejo caudillo por uno de nuevo corte, la voz, el sentimiento, la rebeldía y los sueños de redención de los estudiantes, de los jóvenes, cumplirían la labor de rescatarla.

Este poema lo podemos considerar el primer manifiesto antigomecista y significó la condena a muerte de aquel joven tocuyano, dispuesto a sembrar escuela de idealidad avanzada y a dejar las señales de una historia cuyo actor fundamental debía ser el pueblo.

Fue suficiente para que Juan Vicente Gómez lo encerrara en el Castillo de Puerto Cabello hasta cumplir una sentencia que acabó con la vida física, cuando apenas tenía 37 años. Pero no pudo silenciar su demanda ni su mensaje, cuya vigencia hoy en el 2007, es más que evidente.


HOMENAJE Y DEMANDA DEL INDIO


A su Majestad Beatriz I
Reina de los Estudiantes


Sangre en sangres dispersa
almagre oscuro y fuerte
estirpe Jirajara,
cacique Totonó,
-baile de piaches, rezo de quemas-
Soy un indio Tocuyo
Yo.

Meseta brava y bella
que abre su arcada a los llanos
y sus patios a la luna;
patíbulo de Carvajal,
espina de cardonales,
polvo y sol.
Altiplano tocuyano
que nutre su carne en jugos
blancos de cañamelar.
Y los hace sangre roja
en la flor del cafetal;
bueno y santo
por la madre,
y porque me enlaza hermano
del de la selva en oriente
y del de la sierra al sur.

Yo llegué de este altiplano
A avivarme en mis hermanos
Los de la universidad,
-savia en afanes quemada,
delirio del roble erguido-
y a rendirte mi homenaje
de indio triste,
Majestad.


Fracasa entre mi canto y mi altivez indígena
La intención en hinojos.
Humo leve de inciensos
como el que ardió en las aras de Tenochtitlán,
quemo en mi corazón,
y humillo el desgreñado orgullo de los vientos
con agua de remansos,
cenizas de volcanes
y cánticos de amor.
-Así en la tierra antigua donde voló el faisán
usaba la liturgia de la proclamación-.

Los miles de estudiantes,
cada estudiante, reina,
en un mundo en promesas y un trajín de tormentas-
han abierto hoy sus pechos sobre más infinitos,
al ver que oraculiza en tus manos llaneras
el tripartito escudo de su federación.
Mañana, anhelo, pueblo,
Mirandinos colores de la emancipación.

Beatriz del estudiante,
cetro de rebeldías,
corona de futuros;
bajo el patio de auroras de nuestro trono eres
la juvenil canción de amanecer.
El ensueño durmiente al amparo del alma
jubilosa y dinámica de la Federación,
hecho viva esperanza
en tu luz de mujer.

Y digan con mis voces palabras de tus súbditos
que es tu reinado, Reina, el único que no hace
cesarismo anacrónico,
en esta nutrida selva de Guaicaipuro,
de Mara y Yaracuy,
y del equino trueno
de los cien mil corceles,
sobre el que galoparon libertadas naciones.

Fugitivo perfil de la garza morena,
¡Oh, perfume caliente de las mazorcas tempranas!
Durazno de oro en rama;
Cosa dulce y romántica cuando se dice ‘amada’;
Ternura inacabable de la venezolana;
Orgullo de nosotros.
Reina en cuya belleza
riman nobles y claras mis palabras agrestes,
divinizo tu boca
tan ingenua y traviesa
diciendo la dulzura que oí yo ayer.

“Cuando yo sea abuelita
luciré mis trofeos y le diré a mis nietos
que fui Reina una vez”.
¡Nuncio cándido y bello que sube a vuestros labios
la ternura sagrada que hará de vuestro ocaso
epílogo adorable de un cuento de Perrault!
Os verán esos nietos luciendo edades regias
y sonreirán con vos.
El mejor cortesano
-tendrá una voz mimada de Delfín- sonriente exclamará:
Abuelita: Santa Isabel de Portugal,
que convirtiera en rosas en pan de su bondad,
una noche de Reyes se entretuvo en decirme
que tú eras heredera de su linaje real.
Abuelita: desde aquel día te he visto
de reina el corazón.
Oyéndolo, el más pícaro de ellos
Vencerá en pugilatos:
¿desde aquel día? ¡Si ella nació con él!
Santa Isabel tenía muchísima razón.

Y ahora, Majestad.
con el sollozo esclavo de un jacaney rendido
el súbdito presenta su demanda ante vos
descarnado de insomnios
se consume mi rostro
y los tiempos incrustan sus cauces en mis sienes.
Retornan a romper las obras de los montes
baladros caquetíos.
Se desatan los ecos de vencidos lamentos
y corren sobre el área salvaje de los llanos
o se extinguen muriendo en los senos intactos
de un Pacaraima hermético.

¡Me han quitado mi novia!
La novia que me quiso: ¡mi novia enamorada!
Palabras que se dicen con la pena infinita
de quien ya no podrá volverlas a cambiar...

Qué bien decirte tú,
como a mi novia, Reina.
En ti la miro a ella
Y al mirarte me acuerdo...
Era de sol su carne y de un frágil metal.
El eco de sus voces era de acero azul.
Estaba hecha de alturas. A ti se parecía.

Yo fui su novio niño,
-ya lo hemos sido tantos-,
cantar, correr, soñar,
en el soleado campo, en la vega porosa,
junto al lirio morado,
al laurel
y al signo rojo de las rosas.

Se adornaron mis labios con su nombre armonios,
con su nombre que es música de banderas y estrellas.
Se miraron mis ojos en el ópalo grande
de sus ojos
iguales al fanal de los tuyos.
¡Y el abrazo materno que de la tierra avanza
la confiaba amorosa sobre mi corazón!

¡Como me acuerdo, Reina!
Temblando bajo sombras la amaba con angustias.
En mis venas corrieron los miedos por su vida.
Y un día me la raptaron.
Un día se la llevaron.

Desde los horizontes,
allá donde hace señas de adioses el crepúsculo,
vi encenderse los últimos luceros de sus besos.

Aprestarse a la andanza, porque la hemos perdido
¡y salir a buscarla!
¡Mirar cómo levantan asfixias hasta el cielo
las crestas de los cerros!

Agotarse llamándola en los senderos mudos.
Oscurecerse en noches solitario y rendido,
¡y sentirla que sufre y que se está muriendo!
¡Ah! Ya no puedo más, reina Beatriz. ¡No puedo!
Vuelve a llorar el indio con su llanto agorero...

Pero no, Majestad
que he llegado hasta hoy,
y el nombre de esa novia se me parece a vos!
Se llama: ¡LIBERTAD!
Decidle a vuestros súbditos
-tan jóvenes que aún no pueden conocerla-
que salgan a buscarla, que la miren en vos,
¡vos, sonriente promesa de escondidos anhelos!
Vuestra justicia ordene.
Y yo, enhiesto otra vez,
-alegre el junco en silbo de indígena romero-
armado de esperanzas como la antigua raza,
proseguiré en marcha.
Pues con vos, Reina nuestra,
juvenil, en su trono, ¡se instala el porvenir!

TEATRO MUNICIPAL / FEBRERO DE 1928 Con motivo de la Coronación de la reina de los Estudiantes



OTROS ENLACES

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A setenta años del asesinato de Pío Tamayohttp://historiactual.blogspot.com/2005/10/setenta-aos-del-asesinato-de-pio.html
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1 comentario:

  1. Anónimo8/5/08

    EN LA CATEDRA PIO TAMAYO EXISTE O EXISTIO UN TIPO DE GRAN AFRO DE APELLIDO BLANCO
    A ESE TIPO PARECE QUE SE LE OLVIDO QUE DE BLANCO SOLO SU APELLIDO Y SU ADEQUISMO DEL CARAJO
    COMO VIENEN A HABLAR DE TAN INSIGNE HOMBRE CUANDO EL MAL LO LLEVAN DENTRO
    PIO TAMAYO PIO TAMAYO
    CREEN ACASO QUE HAY GUEVONES QUE NOS COMEMOS LOS DEDOS
    DENUNCIO ESTA CATEDRA DEL COÑO PUES SU DISFRAZ ME HACE UN HUECO
    ASI QUE DECLARO AQUI SOLITO
    MEJOR VALLANSE PAL COÑO!.
    QUE POR AHI VAN DERECHO

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