En tiempos de Caldera II dijimos que la lucha armada estaba en el poder. Algo que ocurría en un contexto de absoluta normalidad. Para los actores directamente comprometidos y observadores no tenía nada de extraño que se produjese una coalición gubernamental entre social cristianos disidentes -Convergencia.. el partido fundado por el expresidente a su salida de COPEI para lanzarse a la búsqueda de la nueva candidatura, y las llamadas fuerzas de izquierda, directa o indirectamente ligadas a la lucha armada que se inicia en los 60 y que tiene ramificaciones hasta los 80.
En realidad esta alianza se adecuaba a los contenidos y principios de la política que se producía en ese momento, sin diferencias sustanciales con el pasado ni con lo que hoy ocurre. Lo que se califica como política unitaria, diseñada para enfrentar la dictadura perezjimenista, tiene un contenido ideológico y político del mismo corte del que dice combatir. El mismo positivismo en otra vertiente.
Y después de la huída del general que tanto impulsó la política del ‘orden y progreso’, se implanta otro régimen con objetivos similares pero ubicados en la perspectiva de la democracia representativa y poniendo el acento en el liberalismo.
El Pacto de Punto Fijo reúne a los ‘partidos del status’: AD, COPEI y Unión Republicana Democrática. Se deja fuera al PCV porque, el decir de Rómulo Betancourt, su filosofía política no compaginaba con la democracia.
En marzo de 1961, el PCV decide que su próximo congreso lo celebraría en el poder al cual llegaría por la fuerza de las armas. A esta decisión se une el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Las dos fuerzas claramente inspiradas en lo que ya se denomina como ‘revolución cubana’, entienden que es obligado enfrentar ‘la traición del betancourismo’ e impulsar la revolución social.
Es el tiempo en el cual Cuba se dedica a exportar su revolución porque contaba con fondos que le suministraban sus ‘aliados internacionales’.
La política ‘subversiva’ estaba directamente conectada con el gobierno y el partido comunista cubano. Los dirigentes de las dos organizaciones contaban con todo tipo de privilegios en La Habana. Eran una especie de poderes dentro del poder que tenían el más profundo convencimiento de que la revolución aquí era cuestión de tiempo.
La derrota de los intentos golpistas de Carúpano y Puerto Cabello en 1962, planteados de manera absurda como movimientos insurreccionales cívico-militares, es el punto de partida de la debacle de un movimiento que nace fracasado debido a que su objetivo, más allá de su discurso revolucionario, lo que se propone, unido a las prácticas golpistas, es el derrocamiento del gobierno.
Es de advertir que la casi totalidad de los militares que se suman a una declarada subversión que esconde un propósito eminentemente golpista, no tiene identificación alguna con Cuba y ‘su revolución’. Cualquier identificación ‘castrista’ es posterior a 1962 y está más bien ligada a unos oficiales, convertidos en figuras publicitarias y en tal sentido nombrados en altos cargos en unas Fuerzas Armadas de Liberación Nacional que eran más nombre que realidad.
A fines del 64 ya se perfila la línea del ‘repliegue táctico’. Se propone una tal paz democrática que significaría un tiempo para reorganizar las fuerzas y volver al combate. Un alto en la actividad armada. Este es el mensaje con el cual traficaba la ‘dirigencia revolucionaria’. Posteriormente quedó al descubierto que se planteaba un simple y vulgar acto de rendición.
En realidad esta alianza se adecuaba a los contenidos y principios de la política que se producía en ese momento, sin diferencias sustanciales con el pasado ni con lo que hoy ocurre. Lo que se califica como política unitaria, diseñada para enfrentar la dictadura perezjimenista, tiene un contenido ideológico y político del mismo corte del que dice combatir. El mismo positivismo en otra vertiente.
Y después de la huída del general que tanto impulsó la política del ‘orden y progreso’, se implanta otro régimen con objetivos similares pero ubicados en la perspectiva de la democracia representativa y poniendo el acento en el liberalismo.
El Pacto de Punto Fijo reúne a los ‘partidos del status’: AD, COPEI y Unión Republicana Democrática. Se deja fuera al PCV porque, el decir de Rómulo Betancourt, su filosofía política no compaginaba con la democracia.
En marzo de 1961, el PCV decide que su próximo congreso lo celebraría en el poder al cual llegaría por la fuerza de las armas. A esta decisión se une el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Las dos fuerzas claramente inspiradas en lo que ya se denomina como ‘revolución cubana’, entienden que es obligado enfrentar ‘la traición del betancourismo’ e impulsar la revolución social.
Es el tiempo en el cual Cuba se dedica a exportar su revolución porque contaba con fondos que le suministraban sus ‘aliados internacionales’.
La política ‘subversiva’ estaba directamente conectada con el gobierno y el partido comunista cubano. Los dirigentes de las dos organizaciones contaban con todo tipo de privilegios en La Habana. Eran una especie de poderes dentro del poder que tenían el más profundo convencimiento de que la revolución aquí era cuestión de tiempo.
La derrota de los intentos golpistas de Carúpano y Puerto Cabello en 1962, planteados de manera absurda como movimientos insurreccionales cívico-militares, es el punto de partida de la debacle de un movimiento que nace fracasado debido a que su objetivo, más allá de su discurso revolucionario, lo que se propone, unido a las prácticas golpistas, es el derrocamiento del gobierno.
Es de advertir que la casi totalidad de los militares que se suman a una declarada subversión que esconde un propósito eminentemente golpista, no tiene identificación alguna con Cuba y ‘su revolución’. Cualquier identificación ‘castrista’ es posterior a 1962 y está más bien ligada a unos oficiales, convertidos en figuras publicitarias y en tal sentido nombrados en altos cargos en unas Fuerzas Armadas de Liberación Nacional que eran más nombre que realidad.
A fines del 64 ya se perfila la línea del ‘repliegue táctico’. Se propone una tal paz democrática que significaría un tiempo para reorganizar las fuerzas y volver al combate. Un alto en la actividad armada. Este es el mensaje con el cual traficaba la ‘dirigencia revolucionaria’. Posteriormente quedó al descubierto que se planteaba un simple y vulgar acto de rendición.
El VII Pleno del Comité Central del PCV oficializa la aceptación de la derrota en 1967. Cuba condenó lo que calificó como una ‘inmensa traición’ y se enfrentó a los ‘rajados’ del PCV y el MIR.
Desde entonces se comienza a conformar una fuerza que se aleja cada vez más de la ‘revolución cubana’ y a la propia lucha armada radical en la cual muchos de ellos decían haber participado. La idea era alinearse de nuevo en las instituciones democráticas.
El ‘jefe de la guerra’ de los 60, Guillermo García Ponce, estuvo junto con Eduardo Machado al frente de Vanguardia Comunista, un grupo político que se forma con el fin expreso de que excomunistas votasen por Rafael Caldera. Este es el inicio del acercamiento directo y la propia identificación política con quien se considera desde la década de los 30 como uno de los máximos dirigentes de la ‘derecha’ y principal enemigo ideológico del comunismo.
A tal punto llegó la confrontación con este alto dirigente del PPF que el antiguo centro de reclusión gomero conocido como ‘Isla del Burro’ ahora sede de presos políticos, se le bautizó como Campo de Concentración Rafael Caldera.
Esto da la medida de lo que significaba este personaje para la militancia comunista y permite apreciar a la vez el superficial contenido de la dirigencia de esa organización que ahora considera al mismo personaje que antes condenó como la salvación para la problemática planteada en esta Venezuela.
Caldera a la vez se exhibe como un político sagaz, capaz de montar, nada menos, que la política de pacificación que los ‘extremistas’ ven como una especie de regalo y muestras de un político amplio y generoso.
De esa manera se libra el presidente bonachón de la oposición más radical. Y mientras, continuaba su política de represión y muerte contra todo el que no se acogía ‘al perdón’. ¡O te acoges a lo que yo decidí o mueres!
Caldera vuelve al escenario presidencial a propósito de la ‘conspiración bolivariana’ que tiene su punto culminante el 04F-92 y de la cual parece formar parte. En efecto, no puede ser casual su discurso de esta fecha dando un espaldarazo al golpismo. Pero tampoco lo será el ofrecimiento que le hace a Chávez para que sea su sucesor en la presidencia (ABM, Habla el Comandante, p.82) ni en el sobreseimiento concedido a los golpistas una vez que es presidente.
Pero se impone ahora revisar los apoyos con que contó Caldera para conquistar la presidencia. Este es el triunfo de Convergencia, el COPEI de Caldera, del ‘chiripero’ un puñado de grupos de ‘izquierda’ que provienen de la lucha armada y del golpismo autodenominado bolivariano.
A esta hora es más que evidente la conexión del golpismo con el calderismo. Son una y la misma cosa. Y esto se explica en lo fundamental por la propia composición del movimiento que tiene como cabeza a Caldera.
Y esta conexión-unidad se ve más claramente cuando el jefe del golpismo deviene en presidente gracias al vacío prevaleciente desde el 27F-89 y al apoyo del ‘chiripero’ y los grupos lucha armada en general, la banca, la industria, el comercio y componentes del capital extranjero y el visto bueno del ‘imperio’.
A esto se suma la estampida que se produce en AD y COPEI. La gente deja de creer en los viejos partidos y se afilia a una esperanza, una posibilidad. Es otra promesa pero el actor es de una nueva escuela y por ello es posible su cumplimiento. A la larga esta es la repetición de todos los conocidos fracasos.
¿Y quién está hoy en el mando-poder? El ‘golpismo cívico-militar’, los factores que lo promueven y mantienen, de procedencia nacional e internacional, la lucha armada golpista de los 60 y tiempos posteriores, el chiripero de Caldera que ahora se vuelve chavista y los factores económicos nacionales e internacionales que hacen de este ex..país un objetivo clave en el marco del cultivo y aprovisionamiento energético.
Ya no son los tiempos de Caldera II con su chiripero y sus ministros excomunistas, Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez. Hoy es el golpista-presidente con una inmensa carga de pasado positivista, que incluye la lucha armada repleta hoy de ‘comunistas’ y anticomunistas, que ahora convierte en socialismo igualmente positivista del siglo XXI.
La suerte para revivir el pasado y el atraso, disfrazados de orden y progreso, está en la agenda fundamental de esta ‘revolución’. abm333@gmail.com
El Universal, 17 de agosto del 2007
No hay comentarios.:
Publicar un comentario