La pregunta podría sonar extemporánea. Porque después de la muerte natural del general Juan Vicente Gómez, se tuvo la conciencia-sensación de que atrás quedaba el mandato de fuerza que había llenado 27 años de la vida política venezolana y que constituye la síntesis de un proceso caudillista que se desarrolla a partir del llamado período independentista.
En efecto, sería elemental querer explicar la formación y desarrollo del caudillo como producto de una decisión de orden personal o grupal. Esto toca la relación colectivo-individuo, la ‘masa’-líder. Y son varias las explicaciones que se han adelantado sobre este fenómeno.
Lo primero es el carácter mítico-religioso que adquiere un hombre que, por ser continuación o producto de los altos poderes espirituales y creadores, se convierte precisamente en una especie de enviado de la divinidad a la tierra o réplica del mesias. Es la concepción teleológica en la cual los ‘elegidos’ son los llamados a hacer historia.
MATERIALISMO Y POSITIVISMO SE IDENTIFICAN
La concepción materialista proclama que la historia la hacen los hombres. Y a su lado, se sitúa el positivismo para mantener y profundizar el esquema según el cual hay unos hombres superiores, indispensables para mantener y conservar los propios cimientos de la sociedad, el orden, la paz y el progreso.
Y en todo esto es esencial la actuación del ‘gendarme necesario’, única entidad capaz de garantizar la pervivencia del ‘mesías’ de turno. En la práctica el materialismo histórico se confunde e identifica con el positivismo.
Y por encima de la teoría revolucionaria que pone el acento en el colectivo, se pondera y justifica el papel del individuo, como base-fundamento para la conformación de los ‘grandes líderes’ que terminan por formar los regímenes personalistas, autoritarios y totalitarios. Todo recubierto con el manto que otorga una actuación que se hace en nombre y a favor de la causa del proletariado.
¿Pero cómo negar que las figuras de los grandes dictadores tipo Juan Vicente Gómez tienen un inmenso parecido en sus sueños, imágenes y propósitos?
En efecto, sería elemental querer explicar la formación y desarrollo del caudillo como producto de una decisión de orden personal o grupal. Esto toca la relación colectivo-individuo, la ‘masa’-líder. Y son varias las explicaciones que se han adelantado sobre este fenómeno.
Lo primero es el carácter mítico-religioso que adquiere un hombre que, por ser continuación o producto de los altos poderes espirituales y creadores, se convierte precisamente en una especie de enviado de la divinidad a la tierra o réplica del mesias. Es la concepción teleológica en la cual los ‘elegidos’ son los llamados a hacer historia.
MATERIALISMO Y POSITIVISMO SE IDENTIFICAN
La concepción materialista proclama que la historia la hacen los hombres. Y a su lado, se sitúa el positivismo para mantener y profundizar el esquema según el cual hay unos hombres superiores, indispensables para mantener y conservar los propios cimientos de la sociedad, el orden, la paz y el progreso.
Y en todo esto es esencial la actuación del ‘gendarme necesario’, única entidad capaz de garantizar la pervivencia del ‘mesías’ de turno. En la práctica el materialismo histórico se confunde e identifica con el positivismo.
Y por encima de la teoría revolucionaria que pone el acento en el colectivo, se pondera y justifica el papel del individuo, como base-fundamento para la conformación de los ‘grandes líderes’ que terminan por formar los regímenes personalistas, autoritarios y totalitarios. Todo recubierto con el manto que otorga una actuación que se hace en nombre y a favor de la causa del proletariado.
¿Pero cómo negar que las figuras de los grandes dictadores tipo Juan Vicente Gómez tienen un inmenso parecido en sus sueños, imágenes y propósitos?
En el caso latinoamericano la imagen del creador-inventor se empieza a conformar con Colón y se continúa con los Bolívar, Páez, Monagas, Guzmán Blanco, Castro, Gómez y con el ciclo de los buscadores y militantes democráticos que no dejan a un lado la figura mítica, mágica y todopoderosa del positivismo.
Allí se echan las bases para el surgimiento de un proceso que con el mote de revolucionario, será el encargado de presentarnos la figura elegida para dar continuación, por otras vías, al proyecto que hace de un hombre superior el arma de control-dominación más claro y terminante que recae sobre una sociedad. Pero no perdamos de vista que hablamos de contenidos que tienen un añejo registro.
La figura de fuerza-autoridad o jefatura única está en el plano general de la acción militar y política. Es el ejercicio del orden cerrado y jerárquico. El superior y el inferior. De los hombres indispensables y necesarios emana toda la decisión-autoridad, y proyectos de los nuevos tiempos. El colectivo pasa a formar parte del contingente que está a las órdenes de la entidad superior.
LA REPÚBLICA COMO HABER MILITAR
Esto se ve con mucha nitidez en la ‘Venezuela independentista’ que se levanta bajo la égida de una autoridad. Por ‘reglas de juego’, todo transcurre bajo el control-dirección del jefe supremo. ¿Pero cómo se crea y mantiene esta instancia? En su propia gestación está el componente económico-social y los intereses de clase.
Un poder, como el de Bolívar, se mantiene a partir de enfrentar todo tipo de ‘obstáculo’, como por ejemplo Miranda y Piar, o adelantando acuerdos-negociaciones para que la cantera-escuela de los caudillos regionales acepte un mando central. Y en este camino el ‘Padre de la Patria’ llega a crear instrumentos de defensa como la dictadura o la presidencia vitalicia que no logra concretar para darle vida a su sueño de integración gran-colombiana.
Desde La Cosiata-Páez queda claro el surgimiento de una ‘república nuestra’ con dueños-propietarios. Antes que república es haber militar. Una manera de pagarle a los héroes los servicios prestados.
Y este ciclo que se inicia con Páez, crece y se desarrolla con Guzmán Blanco, Castro-Gómez y cambia de forma con el desarrollo político posterior.
En este sentido, JVG es la síntesis-culminación del ciclo caudillista del siglo XIX. Él recoge los sentimientos e intereses dictatoriales del pasado que pudieron quedar truncados para convertirlos en vitalicios. Su ingreso a la escena militar y política ocurre en un momento en el cual todo apunta hacia la descomposición. Son los tiempos de la ‘república de las montoneras’.
EL MANDO-PODER DE JVG SIGUE VIGENTE
Esa es la lógica que rige toda acción gubernamental. De modo que la figura de JVG, ese hombre que nace en La Mulera, Estado Táchira el 24 de julio de 1857 y muere el 17 de diciembre de 1935 y que desciende de militares devenidos en hacendados, manifiesta algo común: su ‘disposición a servirle a la patria’. Y eso significa al momento formar filas en un montón con fuerza suficiente para alcanzar el predominio-hegemonía.
Y su decisión lo lleva a plegarse al ‘Ejército del general Castro’ que ya tenía un buen tiempo ejerciendo la jefatura de montoneras y que llegará a la presidencia contando con su compadre y general JVG como hombre de guerra, capaz de detener la embestida de la ‘Revolución Libertadora’ encabezada por el banquero Manuel Antonio Matos, en procura de un gobierno menos contradictorio que el de Castro para el mejor desenvolvimiento del capital extranjero en el país.
Y lo esencial es entender que lo planteado en este momento de la ‘república montonera’ es lo relativo a la inscripción del petróleo en el cuadro histórico venezolano a partir de 1914. Y en este punto hay que referir que la unidad inicial Castro-Gómez termina por quebrarse ante unos intereses petroleros extranjeros que juegan al mejor postor. JVG y su equipo conformarán el primer régimen de y para el petróleo.
Una nueva riqueza para la siembra de una república petrolera que se conecta con un mercado y unos intereses extranjeros que van a determinar cambios importantes. Desde entonces el curso de esta historia está determinado por la entrega de esta riqueza a los grandes consorcios trasnacionales. Y en ese sentido y dirección el pacto-entrega de nuestra mayor riqueza goza de muy buena salud.
Y su mando-poder del dictador, que debió combatir a sangre y fuego, torturas y muertos, una oposición civil y militar que se expresa, por ejemplo, en los acontecimientos de la Semana del Estudiante de 1928 o en el intento de golpe del 07 de abril del mismo año, no se ha desdibujado luego de 72 años de permanencia en su panteón del viejo cementerio de Maracay, donde gobernó hasta el día de su desaparición física.
¿HACIA UNA NUEVA DICTADURA VITALICIA?
Y hoy, y por encima de su ausencia física, se hace evidente que tiene plena presencia hasta en la llamada revolución socialista del siglo XXI, que sigue y festeja los lineamientos positivistas, hoy adoptados por quien ya se erige como nuevo dictador vitalicio de este ex-país, en nombre de los mismos libertadores, la misma libertad, independencia, soberanía, dignidad, justicia, orden, paz y progreso.
Nuestra república del atraso-dolor, ahora, a dos siglos de existencia, soporta una ‘revolución bolivariana’, que viene a salvar y cambiarlo todo, a partir de la implantación de un tal socialismo del siglo XXI que apenas transita por la primera reforma constitucional. ¿Estará dispuesto este colectivo a permitir que esta dictadura en cierne complete las siete reformas de JVG? ¿Se aceptará otro dictador vitalicio después de su criminal imperio?
Hoy se perfila el ascenso de un gobernante que tendrá en sus manos poderes sin precedentes. Podrá decidir sobre economía, las fuerzas armadas, el ordenamiento territorial, el contenido y proyección del ‘poder popular’, las relaciones internacionales, la hacienda pública, los planes y funcionamiento de PDVSA, el Banco Central y los poderes públicos. Nada ni nadie debe oponerse a sus poderes.
Es la reencarnación, tal y como lo pudo haber dispuesto Maisanta, del propio Juan Vicente Gómez, pero con poderes sobre dimensionados. Y de allí la obligada pregunta en relación a si le llegó a este ex país la hora de un nuevo dictador vitalicio. abm333@gmail.com
Allí se echan las bases para el surgimiento de un proceso que con el mote de revolucionario, será el encargado de presentarnos la figura elegida para dar continuación, por otras vías, al proyecto que hace de un hombre superior el arma de control-dominación más claro y terminante que recae sobre una sociedad. Pero no perdamos de vista que hablamos de contenidos que tienen un añejo registro.
La figura de fuerza-autoridad o jefatura única está en el plano general de la acción militar y política. Es el ejercicio del orden cerrado y jerárquico. El superior y el inferior. De los hombres indispensables y necesarios emana toda la decisión-autoridad, y proyectos de los nuevos tiempos. El colectivo pasa a formar parte del contingente que está a las órdenes de la entidad superior.
LA REPÚBLICA COMO HABER MILITAR
Esto se ve con mucha nitidez en la ‘Venezuela independentista’ que se levanta bajo la égida de una autoridad. Por ‘reglas de juego’, todo transcurre bajo el control-dirección del jefe supremo. ¿Pero cómo se crea y mantiene esta instancia? En su propia gestación está el componente económico-social y los intereses de clase.
Un poder, como el de Bolívar, se mantiene a partir de enfrentar todo tipo de ‘obstáculo’, como por ejemplo Miranda y Piar, o adelantando acuerdos-negociaciones para que la cantera-escuela de los caudillos regionales acepte un mando central. Y en este camino el ‘Padre de la Patria’ llega a crear instrumentos de defensa como la dictadura o la presidencia vitalicia que no logra concretar para darle vida a su sueño de integración gran-colombiana.
Desde La Cosiata-Páez queda claro el surgimiento de una ‘república nuestra’ con dueños-propietarios. Antes que república es haber militar. Una manera de pagarle a los héroes los servicios prestados.
Y este ciclo que se inicia con Páez, crece y se desarrolla con Guzmán Blanco, Castro-Gómez y cambia de forma con el desarrollo político posterior.
En este sentido, JVG es la síntesis-culminación del ciclo caudillista del siglo XIX. Él recoge los sentimientos e intereses dictatoriales del pasado que pudieron quedar truncados para convertirlos en vitalicios. Su ingreso a la escena militar y política ocurre en un momento en el cual todo apunta hacia la descomposición. Son los tiempos de la ‘república de las montoneras’.
EL MANDO-PODER DE JVG SIGUE VIGENTE
Esa es la lógica que rige toda acción gubernamental. De modo que la figura de JVG, ese hombre que nace en La Mulera, Estado Táchira el 24 de julio de 1857 y muere el 17 de diciembre de 1935 y que desciende de militares devenidos en hacendados, manifiesta algo común: su ‘disposición a servirle a la patria’. Y eso significa al momento formar filas en un montón con fuerza suficiente para alcanzar el predominio-hegemonía.
Y su decisión lo lleva a plegarse al ‘Ejército del general Castro’ que ya tenía un buen tiempo ejerciendo la jefatura de montoneras y que llegará a la presidencia contando con su compadre y general JVG como hombre de guerra, capaz de detener la embestida de la ‘Revolución Libertadora’ encabezada por el banquero Manuel Antonio Matos, en procura de un gobierno menos contradictorio que el de Castro para el mejor desenvolvimiento del capital extranjero en el país.
Y lo esencial es entender que lo planteado en este momento de la ‘república montonera’ es lo relativo a la inscripción del petróleo en el cuadro histórico venezolano a partir de 1914. Y en este punto hay que referir que la unidad inicial Castro-Gómez termina por quebrarse ante unos intereses petroleros extranjeros que juegan al mejor postor. JVG y su equipo conformarán el primer régimen de y para el petróleo.
Una nueva riqueza para la siembra de una república petrolera que se conecta con un mercado y unos intereses extranjeros que van a determinar cambios importantes. Desde entonces el curso de esta historia está determinado por la entrega de esta riqueza a los grandes consorcios trasnacionales. Y en ese sentido y dirección el pacto-entrega de nuestra mayor riqueza goza de muy buena salud.
Y su mando-poder del dictador, que debió combatir a sangre y fuego, torturas y muertos, una oposición civil y militar que se expresa, por ejemplo, en los acontecimientos de la Semana del Estudiante de 1928 o en el intento de golpe del 07 de abril del mismo año, no se ha desdibujado luego de 72 años de permanencia en su panteón del viejo cementerio de Maracay, donde gobernó hasta el día de su desaparición física.
¿HACIA UNA NUEVA DICTADURA VITALICIA?
Y hoy, y por encima de su ausencia física, se hace evidente que tiene plena presencia hasta en la llamada revolución socialista del siglo XXI, que sigue y festeja los lineamientos positivistas, hoy adoptados por quien ya se erige como nuevo dictador vitalicio de este ex-país, en nombre de los mismos libertadores, la misma libertad, independencia, soberanía, dignidad, justicia, orden, paz y progreso.
Nuestra república del atraso-dolor, ahora, a dos siglos de existencia, soporta una ‘revolución bolivariana’, que viene a salvar y cambiarlo todo, a partir de la implantación de un tal socialismo del siglo XXI que apenas transita por la primera reforma constitucional. ¿Estará dispuesto este colectivo a permitir que esta dictadura en cierne complete las siete reformas de JVG? ¿Se aceptará otro dictador vitalicio después de su criminal imperio?
Hoy se perfila el ascenso de un gobernante que tendrá en sus manos poderes sin precedentes. Podrá decidir sobre economía, las fuerzas armadas, el ordenamiento territorial, el contenido y proyección del ‘poder popular’, las relaciones internacionales, la hacienda pública, los planes y funcionamiento de PDVSA, el Banco Central y los poderes públicos. Nada ni nadie debe oponerse a sus poderes.
Es la reencarnación, tal y como lo pudo haber dispuesto Maisanta, del propio Juan Vicente Gómez, pero con poderes sobre dimensionados. Y de allí la obligada pregunta en relación a si le llegó a este ex país la hora de un nuevo dictador vitalicio. abm333@gmail.com
La Razón, 18 de noviembre del 2007
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