La noche, mala madre,
abandonó, estudiante,
como expósito en quicios incluseros,
a su hija desnudita.
Estudiante:
la mañana, transida de ternuras y temores
te espera en el balcón.
Te trae el beso fresco de la aurora;
el canto de los pájaros lejanos e insurgentes,
su pureza
y el nuncio tormentoso de dolor.
Recíbela estudiante
y bríndale su amor,
Piensa que la persigue
la saña cruel del día,
tirano obeso y sucio
deseoso de violencias.
Su alegría –blancura de abstracción-
y su brillo –ternura de cristal-
guárdalos en tu pecho.
Después cuando seas viejo
llevarás la mañana escondida en el alma
y en la espuma lunar de tus cabellos
un orgullo de ensueño y bondad.
¡Oh mocedad de batalla,
estudiantil mocedad,
que lleva sus venas henchidas
de auroras!
Yo canto en mi amanecer,
vuestro amanecer de boinas
que han ganado su linaje
en la cabeza truncada y en la jaula
de la Puerta de Caracas
y son como el gorro frigio
sobre el fuego desgreñado
del nuevo universitario.
Ser estudiante que es ser
renovadora urgencia de romper derroteros,
ansiedad juvenil de los pueblos que nacen,
grito rojo de Méjico y Moscú,
guitarra bordoneando las protestas del pobre
presentimiento bello de triunfo y de catástrofe.
Ser muchacho claro y rico
de sol y de pasión.
Baile nuevo,
moda nueva,
arte henchido de amor y de verdad,
placer musical de la metáfora,
necesidad arcaica de pecar
y moderna indulgencia en perdonar.
Lámpara viva y ardiente,
manos que sean amenazas
y que prodiguen caricia,
promesa al libre vivir;
himno y raudal de canciones,
torbellino arrebatado
para la revolución;
ardor eléctrico, chispa,
sed de hoguera y de infinito.
Todo has serlo, estudiante,
para que puedan mirarte
ojos en contemplación.
Pavor de ley y de castigos
bajo la tela y gruesa del casimir burgués
prende la luz de tu sonrisa
y sea tu dicho guillotina
que decapite conciencias
bajo el rojo de sangre de un ocaso.
Llena con tu cariño de niño
el Universo.
Ama a Cristo y al Diablo;
-los dos son necesarios-
Apóstrate en Juliano
por lo bello y lo altivo
y no viajes con Pablo.
Admira el arte trunco de Samotracia
y ante todas las mujeres
medita en el enigma de Mona Lisa.
Lee a Platón y a Esquilo
y a los autores rusos,
al santo de Romaín
en la pensión, descanse tu pan
sobre Quijano.
Lee a Marx y a Lenin
y en verso a Nazariantz,
a Esenin y a Hidalgo.
Duda un poco de Spengler
y de todo filósofo.
Ama al indio, al ilota;
enlístate en los fieros y ardientes sindicatos
en dónde los obreros fabrican el futuro.
No olvides a Simón
y domina con él
tus ansias ambiciosas por tu ambición de ser.
Sé siempre Tú,
y piensa como Herzog,
que si un día te levantas poeta,
“conducirás la Retórica
al Museo de Historia Natural
a estudiar Ciencias Biológicas,
un poco de Mecánica
y mucha Economía Social”
para después cantar
con voces de agua fuerte,
el valor roji-negro
“de este momento histórico
roído de inquietud”.
Estudiante:
la mañana transida de temores y ternuras
te espera en el balcón.
Recíbela, estudiante
y ábrele tu corazón.
Y al dejarte su lumbre
encerrada en el pecho
vivirán inquietando
con la misma inquietud
de un poema empezado.
Yo quisiera, estudiante,
lucir tu boina azul
aunque me exponga así
a no ser hombre serio
y a recibir un día
-nuevo abate Coignard-
el apóstrofe horrible del palatino ujier:
“Veo con pena, mi señor,
que os contenta marchar con la canalla”.
(1928)
Agustín Blanco Muñoz, Mery Sananes, Clementina Tamayo, Jesús Mujica
Pío Tamayo. Un combate por la vida.
Caracas, CPT, 1984.
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