Hoy, a 198 años de lo que se dado en llamar independencia de Venezuela, estamos ante una realidad que corresponde a un ex-país en el cual aún se vive de los mitos que provienen de una tal fundación de lo que se ha considerado como la nacionalidad, que implica además soberanía, libertad y autodeterminación. Una realidad además en la cual el ‘pueblo’ ejerce el más elevado protagonismo.
Este es el discurso que se ha repetido a lo largo del período. Según el mismo, declarada la independencia, se pasó al disfrute correspondiente. Sin embargo, la política de estos 200 años, y aún la actual, permite observar una misma búsqueda: la sucesión de independencias.
EL CICLO DE LAS INDEPENDENCIAS
La primera es la que se logra en tiempos de la espada del todopoderoso Libertador. Le sigue la independencia paecista que tiende a borrar o desplazar la propiamente bolivariana. Se suman a éstas las independencias de Monagas, la Federal, la guzmancista, la del ‘caudillismo desintegrador’ de fines del siglo XIX, la de Castro y Gómez, la transición, ‘revolución de octubre’, la perezjimenista, la democracia de los 40 años y hasta la del socialismo de la ambición siglo XXI. Todo un ciclo de ‘independencias’ que terminan en una especie de competencia para ver quién logró una mayor aproximación a esa entidad.
En ese sentido, desde aquella primera independencia y hasta hoy, se pregona el discurso legitimador, sin que nadie se atreva a preguntar si se ha llegado a la auténtica realización del acta que se firmó el 05 de julio de 1811. Porque en una comunidad de Libertadores todos sienten que su labor sirvió para completarla.
LA INDEPENDENCIA NEGOCIADA
A esta hora, cuando se prepara el magno festejo de los 200 años de esas independencias, se toma como punto de origen el 19 de abril de 1810, que es la llamada Declaración que se confirma y corrobora con la firma del acta respectiva. Son los dos primeros momentos del mismo proceso: la independencia negociada por la llamada aristocracia ante un poder central que el demandante comienza por reconocer con una Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII, que a su vez le ayude a defender sus intereses y privilegios de un colectivo que estaba permanentemente en conflicto con la clase mantuana.
La instancia por la defensa de los intereses del Fernando VII es, a la vez, la búsqueda de un pacto-negociación que permita a la clase adinerada, los blancos criollos, dejar la posición de subordinados para pasar a la de administradores directos de los beneficios que produce la sociedad venezolana. Unos funcionarios que seguirían en las mejores relaciones con ‘La Corona’. Lo que está planteado entonces es el avenimiento que permite el control interno.
¿Pero cuándo, cómo y por qué se rompe el propósito de acuerdo-negociación y se pasa a una guerra abierta y cruenta? ¿Qué impidió el darle continuación a un acuerdo amistoso, al propio desarrollo de los planes de la Junta encargada de defender los intereses de Fernando VII?
La clave del asunto no parece estar en la cláusula de independencia absoluta que se incorpora en el acta de 1811. ¿Qué podían hacer las fuerzas declarantes de la independencia frente a un poder central que, por más y que estuviese atacado, podía mantener el control invasor?
EN 1811 EL RECLAMO COLECTIVO SE
REFUGIA EN EL INVASOR
Y a la vez, ¿por qué el Estado Metropolitano decide dar continuación a la acción invasora, incorporando ahora contingentes militares que implicaban una considerable inversión económica? ¿Cómo se explica que una nación, atacada por las fuerzas napoleónicas, disminuida en sus haberes, se lance a una empresa de grandes desgastes para intentar continuar con el dominio de sus posesiones?
¿Cómo explicar que España no haya entendido que lo rentable para su política no era la guerra sino la intensificación de acuerdos y negociaciones? La realidad social y política existente aquí es lo que le permite armar contingente para la guerra. El reclamo clasista del colectivo se junta a los intereses del “imperio”.
Por ello, la situación se vuelve cada vez más compleja y la independencia de Venezuela ahora tenía que pasar por el enfrentamiento a un colectivo que veía en el invasor una instancia que podía favorecerlo. Este es el tiempo de lo que se ha conocido como ‘guerra social’ -Monteverde-Boves- que conduce al llamado deslinde coercitivo de intereses que se expresa en la Guerra a Muerte o Crimen contra Crimen.
A la hora de establecer las conclusiones se sabe que la metrópoli queda derrotada. Triunfa esta ‘colonia’ y se convierte en ‘nación independiente’ pero con nuevos propietarios.
¿GUERRA DE INDEPENDENCIA O
GUERRA DE DISTRACCIÓN?
Por esta razón nos colocamos ante un cuestionamiento que se sintetiza en interrogantes que perduran. ¿Cuál independencia? ¿Cuál libertad? ¿Cuál soberanía? Y de inmediato se vuelve inevitable preguntar también si en realidad hubo una guerra de independencia o una guerra de distracción para que continuaran los vínculos que había establecido el proceso invasor que se instala en estas sociedades desde el momento en el cual se produce la invasión colombina.
Cuando se plantea el llamado sello o consolidación de la independencia con la Batalla de Carabobo, es muy difícil captar lo que ocurre. Terminada una batalla, culminación de un proceso profundamente sanguinario, se acepta la derrota y se reconoce la nacionalidad. Pero esto a sabiendas de que no se ha derrotado a un enemigo político, ideológico ni económico. ¿Cuál es entonces el sentido del triunfo independentista?
¿A quién benefició en definitiva? ¿Cómo negar que esa independencia significa la continuación del proceso invasor que llega hasta el presente y que amenaza con prolongarse por mucho tiempo más?
LA INDEPENDENCIA DE LOS HÉROES Y CAUDILLOS
Tal vez la respuesta más clara a esta situación está dada por la aparición del nuevo cuadro político-administrativo que ve aparecer el Estado de los héroes y caudillos de la independencia, que vienen a sustituir al poder central metropolitano.
Y desde entonces a esta parte nos conseguimos con los administradores del festín independentista. Una vez es la carpa de los caudillos liberales o conservadores, en otra es la carpa de los civilizadores, de las montoneras, de los nacionalistas, dictatoriales, transicionistas. revolucionarios, democráticos o ‘socialistas’.
En ningún caso se ha logrado trascender la tal independencia. Seguimos atrapados en sus cánones. No hay ruptura alguna. Y por ello el gran jolgorio que se avecina para dejar, ahora sí, claramente establecido, que llegó la hora de la auténtica independencia, con la capacidad suficiente para adquirir el nivel de profundidad que haga posible completar la obra que dejó inconclusa el Libertador Simón Bolívar.
200 AÑOS DE NO INDEPENDENCIA
Este es el planteamiento que se debe en lo fundamental al esquema liberal-positivista que ha regido la totalidad del discurso histórico-historiográfico a lo largo de estos 200 años de independencia sin independencia, pero con suficiente carga populista y demagógica para vender la imagen de la independencia que no fue y que en la actualidad conforma una situación aún más urgente por resolver en este mundo tomado por la global -explotación.
Si a 200 años de discurso independentista es posible preguntar por una independencia que no ha sido, es porque estamos ante una realidad que adquiere la forma y contenido de un vacío cada vez más dimensional. Una historia de 200 años de luchas y lamentos independentistas que sólo han servido para ratificar y apuntalar la no independencia. abm333@gmail.com
Este es el discurso que se ha repetido a lo largo del período. Según el mismo, declarada la independencia, se pasó al disfrute correspondiente. Sin embargo, la política de estos 200 años, y aún la actual, permite observar una misma búsqueda: la sucesión de independencias.
EL CICLO DE LAS INDEPENDENCIAS
La primera es la que se logra en tiempos de la espada del todopoderoso Libertador. Le sigue la independencia paecista que tiende a borrar o desplazar la propiamente bolivariana. Se suman a éstas las independencias de Monagas, la Federal, la guzmancista, la del ‘caudillismo desintegrador’ de fines del siglo XIX, la de Castro y Gómez, la transición, ‘revolución de octubre’, la perezjimenista, la democracia de los 40 años y hasta la del socialismo de la ambición siglo XXI. Todo un ciclo de ‘independencias’ que terminan en una especie de competencia para ver quién logró una mayor aproximación a esa entidad.
En ese sentido, desde aquella primera independencia y hasta hoy, se pregona el discurso legitimador, sin que nadie se atreva a preguntar si se ha llegado a la auténtica realización del acta que se firmó el 05 de julio de 1811. Porque en una comunidad de Libertadores todos sienten que su labor sirvió para completarla.
LA INDEPENDENCIA NEGOCIADA
A esta hora, cuando se prepara el magno festejo de los 200 años de esas independencias, se toma como punto de origen el 19 de abril de 1810, que es la llamada Declaración que se confirma y corrobora con la firma del acta respectiva. Son los dos primeros momentos del mismo proceso: la independencia negociada por la llamada aristocracia ante un poder central que el demandante comienza por reconocer con una Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII, que a su vez le ayude a defender sus intereses y privilegios de un colectivo que estaba permanentemente en conflicto con la clase mantuana.
La instancia por la defensa de los intereses del Fernando VII es, a la vez, la búsqueda de un pacto-negociación que permita a la clase adinerada, los blancos criollos, dejar la posición de subordinados para pasar a la de administradores directos de los beneficios que produce la sociedad venezolana. Unos funcionarios que seguirían en las mejores relaciones con ‘La Corona’. Lo que está planteado entonces es el avenimiento que permite el control interno.
¿Pero cuándo, cómo y por qué se rompe el propósito de acuerdo-negociación y se pasa a una guerra abierta y cruenta? ¿Qué impidió el darle continuación a un acuerdo amistoso, al propio desarrollo de los planes de la Junta encargada de defender los intereses de Fernando VII?
La clave del asunto no parece estar en la cláusula de independencia absoluta que se incorpora en el acta de 1811. ¿Qué podían hacer las fuerzas declarantes de la independencia frente a un poder central que, por más y que estuviese atacado, podía mantener el control invasor?
EN 1811 EL RECLAMO COLECTIVO SE
REFUGIA EN EL INVASOR
Y a la vez, ¿por qué el Estado Metropolitano decide dar continuación a la acción invasora, incorporando ahora contingentes militares que implicaban una considerable inversión económica? ¿Cómo se explica que una nación, atacada por las fuerzas napoleónicas, disminuida en sus haberes, se lance a una empresa de grandes desgastes para intentar continuar con el dominio de sus posesiones?
¿Cómo explicar que España no haya entendido que lo rentable para su política no era la guerra sino la intensificación de acuerdos y negociaciones? La realidad social y política existente aquí es lo que le permite armar contingente para la guerra. El reclamo clasista del colectivo se junta a los intereses del “imperio”.
Por ello, la situación se vuelve cada vez más compleja y la independencia de Venezuela ahora tenía que pasar por el enfrentamiento a un colectivo que veía en el invasor una instancia que podía favorecerlo. Este es el tiempo de lo que se ha conocido como ‘guerra social’ -Monteverde-Boves- que conduce al llamado deslinde coercitivo de intereses que se expresa en la Guerra a Muerte o Crimen contra Crimen.
A la hora de establecer las conclusiones se sabe que la metrópoli queda derrotada. Triunfa esta ‘colonia’ y se convierte en ‘nación independiente’ pero con nuevos propietarios.
¿GUERRA DE INDEPENDENCIA O
GUERRA DE DISTRACCIÓN?
Por esta razón nos colocamos ante un cuestionamiento que se sintetiza en interrogantes que perduran. ¿Cuál independencia? ¿Cuál libertad? ¿Cuál soberanía? Y de inmediato se vuelve inevitable preguntar también si en realidad hubo una guerra de independencia o una guerra de distracción para que continuaran los vínculos que había establecido el proceso invasor que se instala en estas sociedades desde el momento en el cual se produce la invasión colombina.
Cuando se plantea el llamado sello o consolidación de la independencia con la Batalla de Carabobo, es muy difícil captar lo que ocurre. Terminada una batalla, culminación de un proceso profundamente sanguinario, se acepta la derrota y se reconoce la nacionalidad. Pero esto a sabiendas de que no se ha derrotado a un enemigo político, ideológico ni económico. ¿Cuál es entonces el sentido del triunfo independentista?
¿A quién benefició en definitiva? ¿Cómo negar que esa independencia significa la continuación del proceso invasor que llega hasta el presente y que amenaza con prolongarse por mucho tiempo más?
LA INDEPENDENCIA DE LOS HÉROES Y CAUDILLOS
Tal vez la respuesta más clara a esta situación está dada por la aparición del nuevo cuadro político-administrativo que ve aparecer el Estado de los héroes y caudillos de la independencia, que vienen a sustituir al poder central metropolitano.
Y desde entonces a esta parte nos conseguimos con los administradores del festín independentista. Una vez es la carpa de los caudillos liberales o conservadores, en otra es la carpa de los civilizadores, de las montoneras, de los nacionalistas, dictatoriales, transicionistas. revolucionarios, democráticos o ‘socialistas’.
En ningún caso se ha logrado trascender la tal independencia. Seguimos atrapados en sus cánones. No hay ruptura alguna. Y por ello el gran jolgorio que se avecina para dejar, ahora sí, claramente establecido, que llegó la hora de la auténtica independencia, con la capacidad suficiente para adquirir el nivel de profundidad que haga posible completar la obra que dejó inconclusa el Libertador Simón Bolívar.
200 AÑOS DE NO INDEPENDENCIA
Este es el planteamiento que se debe en lo fundamental al esquema liberal-positivista que ha regido la totalidad del discurso histórico-historiográfico a lo largo de estos 200 años de independencia sin independencia, pero con suficiente carga populista y demagógica para vender la imagen de la independencia que no fue y que en la actualidad conforma una situación aún más urgente por resolver en este mundo tomado por la global -explotación.
Si a 200 años de discurso independentista es posible preguntar por una independencia que no ha sido, es porque estamos ante una realidad que adquiere la forma y contenido de un vacío cada vez más dimensional. Una historia de 200 años de luchas y lamentos independentistas que sólo han servido para ratificar y apuntalar la no independencia. abm333@gmail.com
ciao dall'italia
ResponderBorrar¿Y es que alquien todavía piensa que aquí ha habido independencia? Creo que lo que estamos viviendo dice bien claro que ahora es cuando hay que luchar por independezarnos...
ResponderBorrarJosé Javier