UNA CONFRONTACIÓN DIALOGADA ENTRE ENTREVISTADOR Y TESTIMONIANTE
Entre el entrevistado (coprotagonista del montaje) y el entrevistador, se advierte una especie de “confrontación” dialogada que pudiéramos calificar casi como virtual; se “enfrentan” en un diálogo con preguntas y respuestas, cargado de denuncias y acusaciones relacionadas con los eventos en cuestión; ello es razón para que la finalidad-propósito difiera en ambos, el coprotagonista se preocupa por saber las razones por las cuales está condenado a más de 12 años de cárcel, mientras, sin delación, insinúa casi con ingenuidad, culpabilidad del grupo de compañeros (actores de reparto), que actuaron no como él esperaba, sino de acuerdo a los arreglos del guionista-Director-primer actor, que el entrevistado desconocía, razón por la cual su actuación fuese verdaderamente brillante como espontánea y rigurosa, tal como esperaba dicho Director.
Para el entrevistador, historiador de la actualidad política en Venezuela, el propósito es lograr que el entrevistado denuncie con nombre y apellido a los culpables en cada escena del macabro montaje del 11 de abril de 2002. Esta parte de la obra transita en unas 500 páginas sin que el entrevistado ceda a los objetivos-requerimientos del entrevistador, sin que el lector, ávido del desenvolvimiento de la trama espaciada entre ambos personajes, logre satisfacer la “ansiedad” generada por los mismos.
DEL MONTAJE TEATRAL A LA INGENUIDAD POLÍTICA
Si la DIM no logró obtener con torturas al protagonista entrevistado, el nombre de implicados en la trama “golpista” del 11-04-02, cómo pensar que el entrevistador lograría mejor resultado, no porque este último estuviese empeñado en comprobar su hipótesis del montaje teatral, sino que el entrevistado también estuvo empeñado en demostrar su verdad, totalmente diferente, sin lograr trascender en momento alguno, lo que percibimos como fuerte carga de ingenuidad política, su verdad sigue la ruta aprehendida desde niño, la inculcada por el padre alemán que le forjara rectitud y honor como divisas.
En consecuencia, el libro es síntesis de dos verdades, dos caminos y dos posiciones coherentes, más no coincidentes.
El “enfrentamiento”-diálogo entre entrevistado y entrevistador, logra lo que pudiéramos asumir como lo hermoso de la obra escrita, fina y sutil didáctica que solo logran los buenos directores de cintas fílmicas, brindarle la oportunidad al público, en este caso, al lector, de involucrarse en el diálogo fundamental de la obra y discutir con los autores del libro y los actores de la obra-montaje como si cada lector se convirtiese en un tercer “autor” indiscutible del mismo.
EL OBJETIVO: LA REFLEXIÓN CONTINUA QUE LLEVE A ENJUICIAR
A LOS ACTORES PRINCIPALES DEL 11A-02
Este último “actor”, quien menos ha tenido que ver con todo el trabajo que se ha venido montando desde 2005, recibe la oportunidad de convertirse en juez, sacar sus propias conclusiones, emitir juicio y condenar a quien y quienes considera son los culpables de la trama en la vida real, sin dejarse arrastrar por la virtualidad. Los dos primeros y reales autores del libro, invitan al “tercero”, entre preguntas y respuestas, a dedicar parte de su silencio, según permitan las circunstancias, para imaginar y construir un íntimo diálogo-entrevista, exento de compromisos y complicidades, de temores y presiones que hagan posible la reflexión continua, hasta ser capaz de enjuiciar a los actores principales de lo acontecido el 11 de abril de 2002, y días después.
EL ¡NO MENTIRÁS! DE OTTO GEBAUER
PERFIL DEL ENTREVISTADO
Actor seleccionado “en votación secreta y en secreto”, por y entre los actores de reparto, para coprotagonizar la obra montada el 11-04-02; sería a la vez, una especie de “sombra” del protagonista, lo vigilaría, iría junto a él a los diferentes ambientes del rodaje-montaje y al final, pagaría por cuanto percance ocurriese en el montaje de la obra); dicho perfil, sin embargo, no garantiza la conexión con lo real por tratarse de la percepción de un lector que ha hecho deducciones de la lectura de la obra en cuestión:
Otto se nos presenta como poseedor de fuerte carácter, producto de la crianza recibida de un padre de origen alemán cargado de principios y valores propiciadores de la rectitud conductual del niño, del hombre, del militar; crianza que bien pudiera armonizar, dada la circunstancia, con la de los espartanos de la Grecia antigua. Un mandamiento sintetiza esa formación, ¡no mentirás!
Otto se encuentra entre dos columnas clavadas en la tierra, inamovibles, su fortaleza, su ego, le impiden ceder ante los requerimientos de otros, es capaz del sacrificio, no por voluntad consciente, simplemente, no sabe mentir, muestra de ello, es haber fallado en la construcción de su proyecto de vida al tomar el camino de la profesión menos adecuada a su personalidad.
La manera de conformar su conducta no ha dejado de ser obstáculo para construir amistades, debiendo conformarse con pocas manifestaciones amigas, aunque, cualitativas (posiblemente, Otto se repetirá: no importa cuántas amistades he construido, importa la calidad de las mismas).
RECTITUD E INGENUIDAD POLÍTICA
Esa conducta, cuyos parámetros le fueron forjados desde niño, para orgullo del hombre y del “militar”, no escapa de ser al mismo tiempo, la causa de su gran “debilidad”, cierto grado de ingenuidad, fundamentalmente política, escondido en la fachada de la rectitud de quien ha cultivado una fuerte moral que le obliga a ser honesto mientras más cerca se encuentra de la verdad. Condición indudablemente, tomada en cuenta por el Director y sus ayudantes, para darle el segundo papel en importancia, del montaje referenciado.
La lectura del libro que nos ocupa ha permitido “adentrarnos” perceptivamente en la personalidad de Otto; podemos estar equivocados pero, su apego a la conducta recta, con todo respeto, permite evocar al gran actor humorista argentino Luís Sandrini, en su hermosa película de mediados del siglo XX: “La chicharra no es un bicho”, donde el autor, dado un decreto de cuarentena, es tomado por sorpresa dentro de un motel con una chica y desde allí llama a la esposa y cuenta todo lo que está ocurriendo a riesgo de quedar sin familia, sin trabajo y en la mirilla de todo aquel que sonríe a su paso.
EL COMPORTAMIENTO DE POCOS ES LO QUE NOS HACE GRANDES
Por lo visto amigo mío, en nuestra sociedad, la honestidad-ingenuidad pesa demasiado y produce más daño moral que la corrupción porque mediante la práctica de esta última, alcanzas la gloria material y el respeto de las personas que desean lograr cuanto has alcanzado; con la honestidad-ingenuidad, pecas tanto en esta sociedad que pudieras merecer el desprecio de los demás con un comportamiento que resulta “irregular” para buena parte de la ciudadanía. Es el comportamiento de pocos, sin embargo, lo que nos hace grandes.
Otto es un hombre tan obcecado por la verdad y la rectitud en el comportamiento conductual militar que ante las presiones por convertirlo en militar “sapo”, solo reacciona cuando nombran a su hija los miembros de la DIM que le torturan para que responda cuanto ellos desean oír. Reclama tal actitud, pero continúa aferrado a sus principios y sueña en el devenir, por consiguiente, es optimista porque confía en sus valores y principios. No cede en momento alguno, no parece inmerso en el sistema capitalista, sus principios no son mercancía, solo tienen valor de uso. Como él mismo afirma: “he perdido casi todo, mi carrera, mi trabajo, solo me quedan: el honor que profeso a la verdad, el estandarte de la dignidad y la familia, aunque me han convertido en un mantenido de mi esposa y no haya podido ser padre para mi hija.
LOS HOMBRES QUE CULTIVAN LA VERDAD SON COMO EL MIURA
QUE SE ENFRENTA AL TORERO SIN SABER QUE OCULTA EL ESTOQUE
Amigo mío, los hombres que cultivan la verdad en esta sociedad, son como el miura que se enfrenta al torero sin saber que oculta el estoque que le matará, en el reverso de la muleta.
La moralidad que tanto molesta al común en nuestro país, es la clave de la personalidad de Otto, al punto de preocuparle más que lo hubiesen enjuiciado por faltas al “Decoro” que por “insubordinación” y “secuestro” al Presidente de la República, y hasta, por haber “intentado” el magnicidio.
Su ingenuidad, entre varios ejemplos posible, se percibe claramente en la p. 308, cuando dice al entrevistador: …”pienso que nos hicieron esto porque no quisimos ser parte de la trama…”. Precisamente, en ese momento se consagró como coprotagonista del montaje, el hombre perfecto para cargar con toda la mentira tramada en la obra, el que podía ser enjuiciado como culpable de cuanta acusación se le hiciera en los Tribunales Militares, siempre apegado a su verdad; por eso continuará cumpliendo su sentencia de 12 años y afirmando siempre que no participó a consciencia en los eventos del 11 de abril de 2009.
Pero, tal vez su mayor grado de ingenuidad radique en creer en la dignidad de las FA, pensando que como parte que fue de la misma, él la representaba.
BREVE PERFIL DEL ENTREVISTADOR ABM
Es observador, imaginativo, impulsivo y consecuente con sus ideas, cuestión determinante en su “decisión” de ser agente y director de sus proyectos investigativos.
El deseo de ver coronada la comprobación de su hipótesis sobre el montaje de la obra del 11-04-02, le lleva casi de manera constante a intrusionar el discurso-respuesta del entrevistado, bien al comienzo, intermedio o final de algunos párrafos, buscando la manera de “cambiar” pareceres del entrevistado que definitivamente no cuadra con su manera de pensar.
ENFRENTAMIENTO ENTRE DOS ESGRIMISTAS
Hay momentos en los que percibimos la angustia del entrevistador por lograr un fin-propósito que defina su victoria, para lo cual no halla respuesta adecuada del entrevistado, poseedor de su propia “verdad”, galardonada con principios y valores que pocos podrían hacer alarde de ello. No obstante, esa diferencia “irreconciliable” es la causa por la cual, el entrevistador, precisando el manejo de una determinada lógica de la historia que no es la misma en Otto, llegado el momento, exclama al entrevistado: “No puedo reconstruir esta historia como una suma de absurdos que es lo que hemos estado compartiendo” (p. 240).
Apenas transcurría poco más de la tercera parte del libro y el historiador daba muestras de “inconformidad” con el entrevistado a quien “fustigaba” con nuevas preguntas y juicios que nunca produjeron quiebra en la rectitud de pensamiento del entrevistado (se enfrentaban dos esgrimistas, dos estilos, dos posiciones, dos lógicas).
Tal vez, el óptimo de la ansiedad en Agustín cobra vida cuando reclama la actitud del entrevistado por algunas de las respuestas dadas a las preguntas sugeridas y dice: …”mientras más los oigo a ustedes los actores, más me confundo como investigador. Es algo tan intrincado…” (p. 243), no hallaba la manera de lograr que las respuestas del entrevistado coincidieran con su pensamiento, mientras tanto, el libro iba acumulando horas intensas de trabajo.
UN INTERROGADOR IMPULSIVO
La percepción dice que el entrevistador, llegado el clímax de la ansiedad, se convirtió figuradamente, en un miembro de la DIM, pretendiendo sacarle el máximo de provecho al entrevistado; lo extenso de la obra y su contenido son prueba de ello. Agustín se convierte en interrogador impulsivo, abandona por momentos la condición de dialogante ante el prisionero que se defiende con una verdad particular e inmutable; la trama de la obra es montada entre cuatro paredes del recinto carcelario, donde entrevistador y entrevistado conciben y coinciden en la idea de construir parte de la historia actual en Venezuela, pero, no les queda otra cosa que compartir verdades.
La prueba de cuanto hemos percibido en la lectura del libro que nos ocupa, puede obtenerse con la lectura de la segunda parte del libro (la otra vertiente), donde la participación de Otto como entrevistado es mínima o ninguna, es donde Agustín piensa, reflexiona y produce ideas a su “antojo” y parecer; la escritura corresponde al entrevistador, “sin” entrevistado, ya no hay manifestaciones de ansiedad ante la
CARACTERÍSTICAS DE LA OBRA
A juicio nuestro, el libro se encuentra dividido en dos vertientes: una, extensa, relacionada con los acontecimientos del 11 de abril de 2002 y otra, equivalente a una quinta parte de la anterior, referida a la situación política del país, presentándose como divisoria entre ambas, el corto e interesante periplo realizado por los capitanes Otto y Blondel por América del Sur, tiempo en el cual se pretende huir de la “justicia” impuesta en nuestro país.
Sin embargo, considerándose poseedores de la verdad, creyeron no temer ni ofender a sus semejantes y decidieron retornar al país, donde Otto termina su aventura de viajero, para iniciar otra: la de prisionero, al ser entregado por un ciudadano de origen portugués, dueño de una ferretería.
EL QUE TENGA OJOS QUE VEA
El montaje de la obra real se hace considerando cinco o seis ambientes: El Palacio Miraflores, El Fuerte Tiuna, La Comandancia de las FA, la bahía Turiamo (Norte de Aragua), la isla La Orchila, de nuevo, el Palacio Miraflores. Era imprescindible durante el montaje de la obra, pasear al “secuestrado” por cada uno de los ambientes referenciados a manera de llamar la atención y lograr abundancia de testigos. Como siempre ha dicho el Director, “el que tenga ojos que vea”.
Entre otras cosas, resulta interesante el relato casi “novelesco” que realiza Otto, no en sentido peyorativo, dado el respeto y admiración que sentimos por esta especialidad literaria, por el contrario, el libro ofrece un rico material que bien pudiese servir para la construcción de una novela historiada. El relato en cuestión pone de manifiesto el desacuerdo entre Otto y Agustín en relación a los planificadores de tales eventos, sin embargo, ambos dan “demostración”, según síntesis discursiva, que uno de los grandes males de la República es la corrupción y la base de sustentación del gobierno militarista, es la mentira demagógica y populista, esencia de poder y poderes.
UNA NÓMINA COMPLETA DE LOS GRANDES MENTIROSOS DE LA OBRA TEATRAL
Muchos son los actores en el evento referenciado, basta con revisar en el libro el Índice de Nombres, confrontarlo o cotejarlo en las páginas respectivas para obtener la nómina completa de los grandes mentirosos que actuaron en la obra teatral, ocultando su rostro detrás del antifaz de la cobardía y la traición, mercenarios casi todos, héroes de la “revolución” “bonita”, y como dirían entrevistado y entrevistador, “próceres” de la historia actual que sin el menor reproche aceptaron durante los momentos del montaje, la inversión de la pirámide jerárquica de la “dignidad” militar, para forjar lo acordado, hasta alcanzar “la restitución de la dignidad nacional”.
A juicio de Otto, se ha fracturado la dignidad de las FAN, donde la plana mayor “lucha” tenazmente por alcanzar la “gloria revolucionaria”, sin miramiento de medios como lo dibujara Nicolás Maquiavelo, sin ponderar el futuro cuando la deuda debe ser cancelada por los hijos, más cuando esa deuda contraída por los padres es moral y están en juego la dignidad y el honor.
Como en casi toda obra teatral, los comienzos son los de mayor dificultad, hay confusión entre actores por el papel designado y la actuación, hay problemas de adaptación y concienciación del papel a ejecutar. En los sucesos referenciados, parece haber ocurrido lo mismo, con la diferencia que marca la intencionalidad y la complicidad del grueso actoral con el Director de la obra: capitanes determinando mando por encima de la “voluntad” de los generales que además, se mostraron complacido por ello.
UNA DEBILIDAD DE MANDO QUE PONE DE MANIFIESTO LA DECADENCIA DE LAS FUERZAS ARMADAS
Uno de los capitanes, Otto, enjuiciado como culpable, capaz de secuestrar al Presidente de la República, pasearlo como trofeo ganado en campaña entre los diferentes ambientes referenciados, casi “someterlo” a fusilamiento, dar órdenes al traslado de helicópteros, etc., etc.; un general de brigada, compadre del Presidente “secuestrado”, trascendiendo la meritocracia y antigüedad de generales de división, lanza la “Operación rescate de la dignidad” o “Rescate del compadre”; era tiempo de concluir la obra (La palabra dignidad constituye la esencia del lenguaje del gremio militar que hace honor al “respeto” de sí mismo y del resto de la ciudadanía), en resumen, tal debilidad de mando pone de manifiesto la decadencia de las FAN.
CARMONA ESTANGA: EL INTRUSO
Aun cuando el caso de Pedro “el breve” fue retomado apenas en el diálogo de la entrevista; por las cosas que refleja el contenido, nos atrevemos a señalar que el empresario Carmona Estanga asumió el papel de intruso en una obra donde no tenía cabida su participación, aupado por actores de reparto que pensaron en dañar el montaje preconcebido y en ese momento soñaron con cargos administrativos que los llevó a pelearse unos a otros según la antigüedad, y queriendo respaldar al personaje en cuestión, generaron cambios violentos y circunstanciales no contemplados en el guión inicial.
Esto ocurre cuando el resto de actores que forman la parte principal del elenco, llegada la hora prevista, se prestan a tomar la iniciativa de convertirse en rescatista del galán o primer actor que supuestamente lo tienen “prisionero” en la casa presidencial de La Orchila, mismo momento en el cual, los capitanes que realizan el papel de malos en la obra, quedan sin voz de mando, acusados y perseguidos por sus compañeros de fuerza y la “justicia” nacional.
El héroe de la obra cumple con su papel, se deja pasear por los diferentes ambientes donde se ejecuta la obra, charla con diferentes personajes de la vida militar, inventa un pelotón de fusilamiento, acusa que lo querían matar, pero él repetía con gallardía una frase contenida en el libreto: “si eso ocurre lo hago por mi pueblo”; no obstante, a Otto le preocupaba tanto la caracterización del primer actor porque al parecer sobreactuaba transmitiendo exceso de angustia y pesar, pensaba Otto que en realidad había sufrimiento en el Director y primer actor de la obra, cuestión inaceptable para el historiador entrevistador.
¿NOBLEZA DEL QUIJOTE O INGENUIDAD DE SANCHO?
Finalmente, nuestra inquietud perceptiva se detiene en la figura y actuación del coprotagonista, reflexionamos, culpamos y enjuiciamos pero, nos queda la duda: comprender la nobleza en la acción de El Quijote o consentir la ingenuidad en la acción de Sancho.
Ramón Santaella Yegre