Hay palabras que se quedan grabadas en el crucifijo de los días. Que vienen siempre de regreso en los tiempos difíciles. Que se aposentan en el alma y cuajan el dolor en tonalidad mayor, como si fuese nuestra única vestimenta. Detrás de ellas siempre hay una injusticia, vidas que se quiebran y deshacen en un infortunio que se viene encima como un aluvión de pesares. Una lección que no se aprende. Una realidad que se repite interminablemente en todas las lenguas del planeta, como si el hombre hubiese olvidado hablar el lenguaje que le pertenece.
Este Réquiem de Anna Ajmátova, poeta rusa (1889-1966) es uno de esos textos que descifra lo que queda después que la muerte deshace los párpados, dinamita los sueños, hiere la vida en su inocencia. Y por ello, más allá de las tormentas de nieve siberiana y lo que se logra imaginar en el círculo lunar de una esperanza que no tiene tiempo de erguirse, ese réquiem habla por nosotros sobre nuestras propias muertes. Y nos da la medida de lo vulnerables que somos ante el vasallaje y la imposición.
Y como todo conjuro, tendrá sentido si golpea el corazón del lector para hacerlo leer los réquiem que cada día escribimos en nuestra propia y silente inutilidad. Y logra convertirse en instrumento para escalar la vida y ascender a los predios de una humanidad que aún no imaginamos.
Esta versión del Réquiem me viene de manos de un amigo, compañero y poeta, Luis Alejandro Contreras (http://letrascontraletras.blogspot.com/2010/09/anna-ajmatova-requiem-sin-mayores.html), quien se tomó el trabajo de revisar, comparar y estudiar diversas traducciones del texto, para entregarnos esta versión que, más allá de las sintaxis particulares, transmite la palabra en el tono exacto de la sonoridad que invoca el silencio insurgente de donde brotan. Tuvo la generosidad y el afecto de dedicarme esta interpretación, porque tal vez surgió de las conversaciones que mantuvimos sobre este texto conmovedor.
Y hoy, cuando se cumple un mes del asesinato de Franklin Brito, cuando nuevamente el horror se afinca en las cárceles de este expaís descompuesto, y la muerte corre libre por los predios del desahucio y la desesperanza, queremos hacer de este réquiem, una vez más la memoria viva del dolor que habrá que detener alguna vez. ms
RÉQUIEM
ni bajo el amparo de unas ajenas alas,
estaba entonces con mi pueblo,
allí donde mi pueblo, por desgracia, estaba.
[1961]
EN LUGAR DE UN PRÓLOGO
En los terribles años de Yezhov[i] hice fila durante diecisiete meses delante de las cárceles de Leningrado. Una vez alguien me "reconoció". Entonces una mujer que estaba detrás de mí, con el frío azul en sus labios y que, evidentemente, nunca había oído mi nombre, despertó del desasosiego habitual en todas nosotras y me preguntó al oído (allí todas hablábamos entre susurros):
-¿Y usted puede describir esto?
Y yo dije:
-Puedo.
Entonces algo similar a una sonrisa se asomó en lo que una vez había sido su rostro.
[1ro de Abril, 1957. Leningrado]
DEDICATORIA
Las montañas se postran ante tanta desgracia
y el impetuoso río ya no fluye.
Pero fuertes son los cerrojos de la prisión,
y tras ellos sólo están las mazmorras de los presos [ii]
y una mortal nostalgia.
Para quién sopla la brisa ligera,
para quién es una caricia el ocaso –
Nosotras no sabemos, somos las mismas por doquier,
sólo oímos el odioso repique de las llaves
y el pesado paso del soldado.
Nos levantábamos como para la misa del alba
y caminábamos por la ciudad salvaje,
y allí nos encontrábamos, unas y otras, sin aliento,
con el sol cayendo y el Neva más nublado,
mas la esperanza siempre cantando a lo lejos.
La sentencia… y las lágrimas brotan súbitamente,
ella se aparta de todas,
como si de su corazón le arrancaran dolorosamente la vida,
como si brutalmente la abatieran por la espalda,
pero anda… se tambalea… desolada…
¿Dónde están ahora aquellas amigas impensadas
de mis dos años furiosos?
¿Qué auscultarán en la tormenta de nieve siberiana,
qué imaginarán en el círculo lunar?
A ellas envío mi saludo y mi despedida.
[Marzo, 1940]
INTRODUCCIÓN
Esto pasó cuando apenas sonreía
el difunto, sosegado en su paz,
y como un inútil emblema colgaba
con sus cárceles Leningrado.
Y cuando locos del tormento
caminaban en cuadrillas los condenados,
y los silbidos de las locomotoras
cantaban lacónicas canciones de despida.
Las estrellas de la muerte se alzaban,
y la inocente Rusia se retorcía de dolores
bajo las botas salpicadas de sangre
y las ruedas de negras furgonetas.
1
Al alba te llevaron,
fui tras de ti como en un entierro,
en la cámara oscura lloraban los niños,
y ante el santuario la vela se derretía.
En tus labios el frío del icono.
Sudor de muerte en la frente… ¡no lo olvido!
Como las mujeres de Streltsy [iii]
aullaré bajo las torres del Kremlin.
[Noviembre, 1935, Moscú]
2
El Don apacible [iv], fluye apacible,
la luna amarilla entra en la casa.
Entra, con gorra ladeada,
la luna amarilla ve una sombra.
Esta mujer está enferma,
esta mujer está sola.
El marido en la tumba, el hijo en la cárcel,
ruega por mí.
[1938]
3
No, no soy yo, es otra la que sufre.
Yo no podría soportarlo. Que un
velo negro cubra lo ocurrido
y que se lleven las farolas…
Noche.
4
Si te hubieran dicho a ti, la jovial,
la adorada de todos sus amigos,
la alegre pecadora de Zárskoe Seló,[v]
lo que pasaría con tu vida!
Que con el número trescientos y un presente,
harías la fila ante Las Cruces [vi]
y cómo con tus ardientes lágrimas
fundirías el hielo de año nuevo..
El álamo de la prisión se balancea
y nada se oye! Pero cuántas
vidas inocentes allí acaban…
[1938]
5
Diecisiete meses de clamar,
a la casa te convoco,
a los pies del verdugo me he arrojado,
mi hijo y mi horror.
Todo se ha dañado para siempre
y ahora no puedo discernir
quién es la bestia y quién el hombre,
ni cuanto he de esperar para la ejecución.
Y sólo las bellas flores,
el incienso, las campanas
y las huellas en algún lugar de la nada.
Y una enorme estrella me mira
firmemente a los ojos y con una muerte
inminente me amenaza.
[1939]
6
Las semanas van de vuelo,
lo ocurrido no lo comprendo.
Cómo, hijo mío, te buscaban
las noches blancas en la cárcel.
Y cómo ellas de nuevo te contemplan
con su ardiente ojo de halcón,
y de tu alta cruz
y de la muerte hablan.
[Primavera – 1939]
7. EL VEREDICTO
Y cayó como una piedra la palabra
sobre mi pecho vivo todavía.
No importa, de hecho estaba avisada,
de algún modo, le haría frente.
Muchas cosas he de hacer hoy todavía:
he de matar la memoria,
convertir el alma en piedra,
y debo aprender a vivir de nuevo.
O si no… El caluroso susurro del verano,
celebra su fiesta frente a mi ventana.
Durante mucho tiempo tuve el presentimiento
de este día radiante, y la casa vacía.
[22 de junio, 1939 – Casa Fontanny [vii]]
8.- A LA MUERTE
¿Si has de venir, por qué no ahora?
Aguardo por ti – difícil tarea.
He apagado la luz y te abrí la puerta,
a ti, prenda sencilla y maravillosa.
Toma el aspecto que quieras,
penetra como un proyectil envenenado,
o allégate sutilmente, como un experto ladrón,
o con el vaho venenoso del tifus.
O con un cuento de hadas inventado por ti
y tan nauseabundamente familiar –
para que yo vea el ápice de la gorra azul[viii]
y al portero, pálido de miedo.
A mí me da lo mismo ya. Se eleva el vapor
del río Yeniséi. Radia la estrella polar.
Y un último horror cubre
el brillo azul de los ojos amados.
[19 de agosto, 1939 - Casa Fontanny]
9
Ya la locura ha cubierto,
con sus alas, la mitad de mi alma,
le da de beber vino de fuego,
y la atrae hacia el negro valle.
He comprendido que a ella
he de ceder la victoria,
dando oídos a mi delirio
como si fuera el ajeno.
Y no me permitirá
llevar nada conmigo
(por mucho que le suplique
y le importune con mi ruego):
ni los terribles ojos de mi hijo,
petrificados por el sufrimiento,
ni el día en que llegó la tormenta,
ni el adiós al concluir la hora de visita.
Ni la amada frescura de sus manos,
ni las sombras agitadas de los tilos,
ni el tenue y remoto sonido…
de la última palabra de consuelo.
[4 de mayo 1940 - Casa Fontanny]
10
CRUCIFIXIÓN
No llores por mí, Madre,
Estoy en el sepulcro.[ix]
I
El coro de los ángeles la gran hora ha glorificado,
Y los cielos se han fundido en fuego.
Al padre le ha dicho: «¿Por qué me has abandonado?»
Y a la madre: «No llores por mí.»
[1940, Casa Fontanny]
II
Magdalena se retorcía y lloraba,
el discípulo amado convertido en piedra ,
y allí, donde la madre silenciosa estaba,
nadie se atrevió a dar una mirada.
[1940, Casa Fontanny]
EPÍLOGO
I
Ahora sé cómo caen las personas,
cómo, debajo de los párpados, asoma el miedo,
cómo el sufrimiento pone en las mejillas
duras páginas de escritura cuneiforme.
Cómo los rizos negros o cenicientos
se tornan plateados de repente,
la sonrisa se desvanece en labios obedientes,
y en la risa marchita tiembla el pavor.
Y no ruego por mí sola,
sino por todos los que allí estuvieron conmigo,
en el frío glacial, y en el calor de julio [x]
en los ciegos muros de color rojo.
II
De nuevo se acerca la hora de conmemorar.
Te veo, te oigo, te siento:
Y aquella que apenas pudo llegar a la ventana,
Y quien no pisa su tierra nativa,
Y aquella, que sacudía su hermosa cabeza,
ha dicho: «¡Vuelvo aquí como a mi casa!»
Quisiera llamarlas a todas por sus nombres,
pero se han robado la lista y no hay donde buscar.
Les he tejido un ancho manto
de las pobres palabras que les escuché.
De ellas me acuerdo siempre, en todas partes,
y no las olvidaré en una nueva desgracia,
y si amordazan mi boca atormentada,
por la que cien millones de vidas gritan,
que así ellas por mí rueguen y me rememoren
en la víspera de mis funerales.
Y si alguna vez este país decidiera
erigirme un monumento,
Doy mi venia a este honor,
pero sólo con una condición – que no lo planten
junto a la costa donde nací:
rotos están mis últimos lazos con el mar, [xi]
ni en el jardín del Zar, cerca del árbol truncado,
donde una sombra inconsolable me busca,
sino aquí, donde pasé trescientas horas
y no me abrieron los cerrojos.
Porque en la bienaventurada muerte temo
olvidar el mugido de las negras furgonetas,
la odiosa puerta cerrada con estrépito,
y el alarido de la anciana como una bestia herida.
Y ojalá que de mis inertes párpados de bronce
fluyan las lágrimas, como nieve derretida.
Y que la paloma de la prisión arrulle a lo lejos
y en silencio naveguen los barcos por el Neva.
[Marzo – 1940 - Casa Fontanny]
Apostilla: No se pretende corregir a traductores o a conocedores de la lengua madre de la poeta Ajmátova, pero sí matizar ciertos giros de la lengua castiza para hacer este memorable poema más legible para el mundo hispano-parlante o (¿por qué no?) hispano-escuchante (todo lector de poesía es un escucha). Y, como toda versión es una “di-versión” (al igual que todo ensayo va inducido por la adhesión), convenimos con humildad que este trabajo haya de ser perfectible. Se han tomado en cuenta las siguientes traducciones o versiones del poema Réquiem de Anna Ajmátova:
Español.-
Jesús García Gabaldón, Ediciones Cátedra, S. A. 1994
José Luis Reina Palazón, Grijalbo Mondadori, 1998
La monografía ANNA AJMATOVA, O TRES TRADUCTORES EN BUSCA DE UN AUTOR
Maria SANCHEZ PUIG, Universidad Complutense de Madrid.
-Nota: Desafortunadamente, no disponemos de la traducción que recomienda Sánchez Puig en su monografía, realizada por Carmen Alonso y Gloria García.
Inglés.-
Judith Hemschemeyer, Akhmatova, Anna. The Complete Poems of Anna Akhmatova. Ed. Roberta Reeder. Boston: Zephyr Press, 4th printing, 2000. pp 384 – 394
Sasha Soldatow, First published Sasha Soldatow Mayakovsky in Bondi
BlackWattle Press 1993 Sydney.
Ruso.- La página oficial de Anna Ajmátova: http://www.akhmatova.ru/
[i] Nikolai Yezhov, jefe de la policía política (NKVD) de 1936 a 1938, período signado por las grandes purgas del Estalinismo. Fue sustituido por Beria en 1938 y ejecutado en 1939, víctima de la insaciable bestia que él mismo ayudó a criar.
[ii] Cita el poema de Pushkin: Mensaje a Siberia, en homenaje a los poetas decembristas desterrados a Siberia, luego de la rebelión contra el sistema imperial ruso, durante el reinado de Alejandro I de Rusia, el 26 de Diciembre de 1825.
[iii] Streltsy. Cuerpo élite de las milicias rusas instituido por Iván El terrible. Se sublevaron contra Pedro El Grande en 1698, quien al final se impuso y derrotó a los rebeldes. Prácticamente todos los Streltsy fueron ejecutados ante el Kremlin, a pesar de los ruegos de sus esposas.
[iv] El río Don sirve a la poeta como alegoría de una pisoteada Rusia; Ajmatova cita la novela de Shólojov, El Don Apacible, para ironizar en torno al Realismo Socialista, al contrastarlo con el escenario real del pueblo ruso.
[v] Su pueblo natal.
[vi] Prisión de Leningrado adonde iban a parar los presos políticos. Se le dio ese nombre en virtud a la similitud de sus edificaciones con la cruz.
[vii] Ese día, Lev Gumiliov, hijo de Anna Ajmátova fue sentenciado a un campo de trabajos forzosos.
[viii] Gorra de la policía política.
[ix] En eslavo eclesiástico, en el texto original.
[x] Hace alusión al mes de Julio de 1938, acaso uno de los años más terribles de las persecuciones políticas perpetradas por la policía política del sistema estalinista.
[xi] Tal como hiciera Pushkin en su momento, Ajmátova se despide del mar para siempre.
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