Ni a la hora de su muerte Carlos Andrés Pérez deja de ser centro de la polémica. En la tarde del 25/12, cuando recibimos la noticia de su fallecimiento, debido a un paro respiratorio en un centro de salud de Miami, dábamos por descontado que en ese lugar quedaría sepultado.
Y esto lo deducíamos de palabras del propio CAP al responder una pregunta que le hiciéramos sobre sus deseos de regresar a su país. En eso fue tajante: ¡Cuando haya democracia!
No podía ser antes porque el régimen actual había solicitado en varias oportunidades su extradición para juzgarlo por los delitos que se le atribuyen, entre ellos, por la masacre del 27F-89 y por la supuesta organización de un golpe-invasión contra la revolución bolivariana.
En marzo de este año el TSJ aprobó la última solicitud de extradición. En USA el asunto ni siquiera llegó a considerarse.
Era difícil pensar que luego de un exilio cargado de tantas amenazas se planteara la repatriación de CAP, apenas se produjese su defunción. En esto debía contar su deseo de volver sólo cuando aquí imperase una democracia.
Luego de varias conversaciones realizadas entre las familias de CAP de Caracas y Miami el 26/12 parece haber habido un acuerdo inicial: se le sepultaría en Miami y se trasladaría a Caracas al cambiar el régimen.
Pero horas después, la familia Pérez Rodríguez, haciendo valer recursos legales, tomó la decisión de exigir el traslado de los restos. Entraron en contacto con el Canciller Maduro para solicitar permiso para repatriar a este enemigo de la “revolución”.
Al caer en cuenta el régimen de la rivalidad existente entre las familias Pérez Rodríguez y Pérez Matos y que la primera pide su ayuda, decide sacarle partido político en forma inmediata.
En estos tiempos de tantas dificultades y contradicciones a lo interno del régimen, se plantea como tarea contrarrestar la exaltación que se hace de CAP como líder de una democracia que permanece en la mentalidad del colectivo venezolano.
Ante el fracaso de esto que se ha dado en llamar ‘revolución’, resurgen cada vez con mayor fuerza legados que se suponían agotados en el pasado.
Es por ello que al publicar nuestro libro Yo Sigo Acusando, habla CAP, se nos señala como autores de un plan para reivindicar al ex-presidente. Eso significa que estaríamos contribuyendo a levantar figuras caídas.
A esto respondimos que no es un libro, sino la gestión fracasada de esta llamada revolución, lo que hace posible que el colectivo devuelva la mirada hacia el pasado y reivindique actuaciones que parecían olvidadas.
Ante este cuadro es explicable el doble manejo del discurso oficialista. A la hora de la muerte de CAP, el golpista-presidente (GP) esboza una supuesta condolencia que más que una burla, significa el reconocimiento de su propio fracaso.
Su palabra es muy clara: “Que en paz descanse, pero que con él descanse en paz y se vaya para siempre la forma que en él se encarnó de hacer política, atropellando los derechos de los pueblos y entregando la dignidad de los pueblos al imperio yanqui. Nosotros vamos al futuro haciendo la patria socialista”.
Y agrega: “Enviamos a sus familiares nuestro pesar, y nuestro deseo porque más nunca retorne a Venezuela esa manera entreguista y egoísta de hacer política que causó, entre otros, la explosión del Caracazo.”
El GP quiere presentarse como el autor y actor mayor de una historia de paz, entendimiento, comprensión y amor, pilares fundamentales de su socialismo siglo XXI
Por esto, a 12 años de “revolución” es inevitable acabar de enterrar la figura-imagen-ascendencia de CAP. Y estamos hablando de un político acusado de policía, asesino, masacrador. Pero un político a la vez que termina dando una lección de democracia cuando le toca enfrentar los pelotones legales de una conspiración que terminará por defenestrarlo.
Y a la hora de su fallecimiento, dada la circunstancia interfamiliar reinante, el régimen se da el lujo de contribuir a enterrar en cristiana sepultura a quien considera su máximo enemigo. Aquel que lo derrotó el 04F-92.
Y de este modo la inversión de la “revolución” en la “repatriación” de su máximo enemigo pagará buenos dividendos. El vicepresidente ha dicho que la oposición utiliza su muerte para manipular, para presentarlo como un gran demócrata (Correo del O, 28/12/10).
Con el gesto del oficialismo de ayudar a una parte de la familia para que haga un gran litigio por la “propiedad del cadáver” se arma una distracción que en alguna medida desfigura la imagen de CAP.
Este litigio tiende a tapar el debate sobre el significado de su obra, la misma que combatió el GP y su conspiración con el apoyo de notables, y militantes de izquierda que ejercían venganzas contra él aunque por razones diferentes.
Queda claro entonces que el regreso de CAP a este ex-país nada tendrá que ver con su deseo y si con una especie de venganza de una parte de su familia que parece haber encontrado ayuda en el chavismo y que cuenta así con suficientes recursos para ganarle la pelea jurídica a la otra.
Carolina Pérez Rodríguez (EU, 29/12/10) señala: “Mi papá debe ser enterrado en Venezuela, merece un digno sepulcro aquí”. ¿Pero un digno sepulcro unido a unos perseguidores, que aún moribundo pedían su extradición?
¿No es esta una manera de negociar la extradición post mortem con los grandes enemigos de CAP?
¿Para nada cuenta la voluntad de CAP de no querer regresar mientras impere aquí un régimen negador de la democracia y la libertad?
¿Cómo ocultar que para el GP y el chavismo en general es un gran mérito ser los sepultureros de CAP y cuidadores de su muerte?
Este duro y terrible cuadro da continuación a la polémica obra de un hombre que, al parecer, está dispuesto a seguir caminando en medio de la sobre-descomposición social y política vigente en este ex país. Twitter: @ablancomunoz
El Universal, 31 de diciembre del 2010