jueves, marzo 31, 2011

ANÍBAL SÁNCHEZ PADRINO - ¡MAESTRO DEL REÍR DE SIEMPRE Y TODAVÍA!



con un abrazo grande
para zoraida
andrés eloy
anibal y alexis

Aníbal, hay golpes que sorprenden, conmueven, asustan, que alteran nuestra respiración, que nos acongojan, exaltan, nos vuelven silentes. Y hay otros, sin medida ni anticipación, a los que uno tiene que responder de frente y de inmediato. Sin tiempo para que se apaciguen, se asienten, se hagan realidad.

Y así nos ocurre hoy contigo, Anibal. Apenas ayer dejamos una conversa a medio hacer, porque no había prisa para concluirla, en su travesía permanente por las noticias de la vida compartida. Y de pronto la interrumpes, te marchas sin aviso y cuando vamos a tu encuentro, el día se oscurece. ¿De dónde y cómo se te ocurrió irte así,  sin decirnos nada,  como si no te importaran los pactos de permanencia que hiciéramos desde los días del liceo en aquel Maracay que tanto nos llenó?

¿Cómo se te ocurre poner de lado tu ser de pura risa y cuento, alegre como el que más, para asumir adioses que nunca te han correspondido?

Hoy, ignoramos esa ausencia que nos has impuesto, y nos vamos al recuerdo de las ilusiones que se tejen  allá, a la hora de irse al río o al mar, para asumir el sabor de los días en medio de los festejos, los bullicios y las tenidas de  aquella Plaza llena de sueños y debates.

Entonces eras el llanero que se detuvo risa en ristre en el liceo donde regía la espontaneidad de aquella juventud de la que nunca te desprendiste.

Después, todo un profesional, nos hablabas de tus peripecias, para  dejar en descanso tanto diente roto, tantas cavidades por reparar, tanta quejadera, como solemos hacer tus amigos que más que pacientes éramos impacientes e indóciles sobre tu silla de taladrar. Y se te iluminaba el rostro para señalarnos que aún ibas al mar a hacer brindis de amistad y porvenir.

Y esto lo juntabas a tu ir y volver sobre el dominó, ese juego en el que aún no perdías, en medio del cual te sabías de memoria las noticias aún antes de que se difundieran.

Y en cada ocasión te gastabas esa sonrisa de ingenuidad, cariño y cercanía que a uno se le quedaba  grabada en el alma.  Y aún ante las dificultades dejabas deslizar la broma, porque mantenías que la vida es como un juego que siempre hay que ganar.

Por eso te recordamos que no tenías  autorización para zafarte de nosotros, para interrumpir el diálogo que estaba entablado desde antes de que apareciéramos, y que no habrá de cesar, aunque te hayas puesto a  decidir las cosas por tu cuenta.

No puede ser, Anibal, no hay manera que entendamos ni aceptemos que te fuiste en unas vacaciones más largas que todas las demás, dejándonos sin los lunes para echar los cuentos, para decirnos si el río subió y atravesó la carretera o si el mar se encaramó hasta la puerta de la casa.

No, Anibal, aquí estamos peleando con las palabras, porque a tí no se te puede llorar. Y no te lloramos, aunque un río de sinsabores se aglomere en las sístoles. Aunque reclamemos con fuerza nuestro derecho a protestar tu partida, a no aceptar que te fuiste y mucho menos a no esperarte los lunes para ponernos al día con las últimas vagabunderías de este expaís.

Dejamos montadas las piedras sobre la mesa para aguardarte, con un doble seis guardado bajo la manga, Anibal. Dejamos enfriar el brindis entre los hielo. Nos vamos  a buscar el pescado más fresco que salga del mar para el sancocho.

Preparamos la masa para hacer las granjerías, los ritos para un festejo mayor y la música del arpa llanera que se mete en el golpe aragüeño para armar la celebración de la vida y el amor.

Nos pondremos entonces camisas vistosas y los mismos sueños de juventud.  Y cuidaremos de  recibirte en medio de las fanfarrias de tu risa en la  resurrección de marzos imborrables

Te fuiste cuando la primavera anunciaba sus florerías. ¿Qué te estarás inventando, Anibal, por esos predios azules?

Sólo podemos decirte, heridos como estamos en el interior de la vida, que mejor que sea leve y corto tu viaje, porque te aguardamos en cada mesa donde falta uno para comenzar el juego.

En cada orilla en la que una barca aguarda para hacer sus correrías de peces. En cada lugar donde nacen retoños.

Y que mejor será que te apersones pronto, que no te nos vayas a enamorar de alguna estrella lejana, que no se te ocurra caer en las provocaciones de la luna, ni dejarte enceguecer por los rayos luminosos de un sol en extinción.

Aún hay mucho entuerto que desandar. Muchas tareas que cumplir. Mucho oficio que realizar hasta que este expaís sea reconstruido. Los caminos recobren su verdor y los días su resplandor de amaneceres.

Pero entonces y ahora seguimos con tu compañía. De eso no te vas a salvar, aunque creas que nos puedes burlar con algunos de los juegos que se anidan en las magias de tus manos.

Anibal,  la huella de tu risa quedó  estampada en cada uno de nuestros pasos, a ver si aprendemos contigo a iluminar de vida los días que nos faltan en este andar dispuesto para quitarnos la alegría y obligarnos a reinventarla en cada amanecer.

Te nombramos entonces Maestro del reír de siempre y todavía. Y olvídate, que ni hoy ni mañana ni nunca te aprobaremos despedida alguna!


agustín y mery 
29 de marzo del 2011



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