La sentencia es de Elías
Manuitt Camero, capital del ejército venezolano, desertor, en 1962, para unirse
al frente guerrillero José Leonardo Chirinos, en el estado Falcón. Años
después, en desacuerdo con la llamada “política de repliegue táctico” del PCV,
se fue a Cuba, donde permaneció alrededor de una década. Volvió a Venezuela a
fines de los setenta, casado con una médico cubana, con un hijo, para
establecerse en su pueblo natal, Altagracia de Orituco.
No consigue ninguna ocupación
estable, tampoco su esposa, porque para entonces los médicos cubanos no podían
ejercer en Venezuela sin revalidar el título. Así terminó sus días vendiendo
frutas y verduras por las calles del pueblo en un camión desvencijado. La
situación fue tan desesperada que a fines de los ochenta ella lo abandona para
volver a Cuba con su hijo. Entonces tomó la determinación final de suicidarse.
Los vecinos advirtieron su
ausencia por el olor a frutas podridas que desprendía el camión destartalado
frente a la que fuera su casa; quizás esa fue la última visión que el capitán
tuvo de este país, de allí lo irónico de su sentencia: Venezuela, un país
podrido.
Pero ¿con qué derecho se puede
hacer un juicio tan duro sobre su propio país, tanto menos por quien es un
perfecto fracasado, por cualquier ángulo que se le juzgue?
LA HISTORIA COMO FRACASO
Se tiende a creer que la
historia está hecha por los grandes hombres, los héroes, pintada en momentos
estelares, grandiosas batallas; pero, no. La historia también está llena de derrotas
que ni siquiera son grandes derrotas. De pequeños personajes que pululan por
los rincones, que nadie recuerda y algunos hasta se esfuerzan en olvidar.
No se debe menospreciar el
fracaso porque acompaña a toda acción humana como su reverso inseparable, de la
misma manera que la muerte acompaña a la vida como su cara oscura e insondable.
Esta singular circunstancia es
lo que permite que el suicidio esté siempre allí, como una puerta trasera del
teatro, que nos permite abandonar la escena de la vida en cualquier momento en
que nuestro papel nos resulte particularmente intolerable.
Incluso, a muchos grandes
hombres los recordamos más por sus fracasos que por sus éxitos. Por ejemplo, la
única batalla que la gente recuerda de Napoleón es Waterloo. Su destino es
Santa Elena, no ser el emperador de los franceses.
El nacimiento de Venezuela es
producto del fracaso monumental de la Gran Colombia. La imagen más conmovedora
de Bolívar es la de Santa Marta y sus frases: “Vámonos, José, que de aquí nos
echan. ¿A dónde iremos?”
El Che Guevara debe su
condición de “guerrillero heroico” a la imagen de traicionado, prisionero y
ajusticiado, en el más absoluto desamparo; no a la triunfante de Santa Clara u
ordenando fusilamientos en La Cabaña.
El verdadero Miranda es el de
La Carraca, repudiado y entregado a sus verdugos por sus propios camaradas
republicanos; no quien frecuentara a Catalina II de Rusia.
El mismísimo Marx nunca vería
su revolución mundial del proletariado y moriría en el exilio, en la más
aplastante miseria, incapaz incluso de alimentar a sus propios hijos.
Jesucristo no es esa imagen de
“triunfador sobre la muerte” que alguna iconografía nos quiere vender; sino el
otro, mancillado, escupido, azotado, coronado de espinas y crucificado.
Podríamos remontarnos a
Sócrates, pero esto ya nos llevaría demasiado lejos.
Son los que aquí llamamos
“héroes trágicos”, buenos para el sacrificio, completamente ineptos para la
victoria, como diría Pío Tamayo, quienes realmente tocan el corazón de la gente
sencilla.
En conclusión: Hay una
devoción de la Humanidad por el fracaso; una identificación sentimental con el
vencido.
OLVIDO VOLUNTARIO
Razones para recordar gente
como el capitán EMC son las mismas que otros
tienen para empeñarse en olvidarlos. Porque son como un dedo acusador contra
los figurones, los dirigentes de aquellos que cometieron el error de creer y no
entendieron a tiempo las maniobras, los bruscos cambios de rumbo, los
sorpresivos golpes de timón.
Los que fueron engañados,
utilizados y luego abandonados a la vera del camino, esos que causan una
embarazosa incomodidad cuando se presentan a pedir una ayudita en las lujosas
oficinas de sus antiguos “camaradas”.
Cuantos han deslizado un
billetico furtivo, dado una palmadita en el hombre y dicho como por descuido:
no vuelvas por aquí, tú sabes, no me conviene. O diplomáticamente, no vengas
sin avisar y luego a la secretaria: si vuelve o me llama, estoy en una reunión.
La actitud de la izquierda
parlamentaria frente a la lucha armada es un tabú, un no hablemos más de eso. Sí,
fue un error, nos equivocamos, pero vamos a pasar la página. La cuestión es que
el problema sigue allí, sin resolverse, sin ser plenamente asumido.
En el fondo está la tesis
stalinista de cambiar el pasado, que es la forma socialista de “hacer la
historia”. La expresión tan repetida de que “los pueblos hacen la historia” se
traduce en la osadía de que la historia puede inventarse.
Como todas las cosas para los
socialistas, también la historia está sometida al Poder. La escriben los
vencedores, pero además, a su manera y poniendo en ella lo que les dicte la
conveniencia política del momento.
Ya sabemos de sobra que esto
no puede ser así y que el mecanismo no funciona; pero nos impone casi que el
deber de mostrar la otra historia, la verdadera, que generalmente es la que
nadie quiere oír porque está llena de miserias, mezquindades, infamias y
bajezas, como éstas que exhibe sin pudor el capitán EMC.
MÚSICO, POETA Y LOCO
El capitán EMC pretende ser
comunista y acusa al PCV de no ser auténticamente comunista; pero su ruptura se
produce por su concepción alucinada de la revolución, que contrasta
catastróficamente con las tesis del partido, ese adefesio positivista
vulgarmente llamado “comunismo científico”, según el cual la revolución puede
planearse como quien proyecta un edificio sobre una mesa de ingeniero.
La transformación de la
sociedad exige condiciones objetivas, observables y medibles, que pueden en
todo caso crearse si no han madurado espontáneamente, pero sin las cuales toda
lucha resultará estéril.
El capitán EMC cree que lo que
hace falta es voluntad y cojones. Por eso tercamente sigue dando cabezazos
contra muros de incomprensión cada vez más altos y termina automarginándose. Además
es orgulloso, no se arrastra a pedir limosnas, ni busca el acomodo, como hacen
tantos.
En sus palabras no puede
encontrarse el menor rastro de teoría. Le repugnan los que se embuchan con
rebuscada terminología marxista (como dialéctica, praxis, histórico-concreto,
alienación), que ni entiende ni quiere entender. Mejor pela por el cuatro e
improvisa una tonada o compone un himno para la lucha.
Quienes lo conocieron en la
Escuela Militar lo recuerdan como cantante y bailarín, capaz de dar saltos de
vuelta canela incluso con el uniforme de suboficial puesto, lo que es contrario
al reglamento. Así como es inusual desplazarse en un carro sucio hasta lo
inconcebible, donde el pasajero no tiene lugar donde sentarse.
Su verdadera vocación era para
la poesía, que practicaba con la misma ingenuidad, espontaneidad y desparpajo
con que se orientaba en política.
Desde la antigüedad se ha
separado la poesía del conocimiento, ella apunta desde el sentimiento, no desde
la Razón. El poeta no explica nada, ni describe, que es lo que se supone que
hace el científico. Sólo siente y dice lo que siente, a despecho de la gente
sensata.
Quizás por eso es
irresponsable, en el sentido de que no puede pedírsele cuentas; al contrario
del político, del administrador, que son, tienen que ser, responsables. El
poeta, no; porque nadie responde por sus sentimientos. Los poetas, como los
niños y los borrachos, ni dicen mentiras ni callan verdades; por eso son tan
terriblemente incómodos para los políticos maniobreros.
No obstante, a veces la pura
intuición hace revelaciones sorprendentes. El capitán EMC previó en 1977 la
caída del socialismo real, básicamente por los groseros privilegios de la casta
burocrática; mientras el derrumbamiento del bloque socialista sorprendía a
todos los servicios de inteligencia y analistas que disponían de información
privilegiada.
La reflexión final con que
cierra el libro que le dedicó la Cátedra Pio Tamayo del Centro de Estudios de
Historia Actual, FACES-UCV, no puede ser más inquietante: Un país podrido hasta
los tuétanos, en lo económico, en lo político, lo social, lo militar, lo moral,
en lo educacional. “Una crisis violenta, que no resuelve sino la
violencia”.
“¿Nos espera entonces una
mortandad? Sí, indudablemente y lamentablemente.”
Luis Marín
24-06-12
Exposición en la CPT, el
lunes 18 de junio del 2012, en el marco de la presentación del Tomo No. 23 de
los TV de Agustín Blanco Muñoz, Venezuela, un país podrido. Habla Elías Manuitt
Camero. Caracas, CPT-CEHA-UCV,
2012, en la Sala E de la UCV.
Información sobre el libro
Tlfs: 0414 333 6515 / 0416 638 7320 / 212 605 2536
abm333@gmail.com / dbarrolleta@gmail.com / merysananes@gmail.com
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