Cuando se pregunta sobre lo bueno que está pasando se
dice que hay un camino de futuro y progreso que se impondrá a partir del 7-0. ¿Pero
cómo ocurrirá esto? ¿Operará una especie de magia que haga posible la aparición
de una nueva realidad?
¿Quedará atrás la polarización-fanatismo que enfrenta
a las dos grandes posiciones que actúan en la pugna electoral? ¿Los fangos se
convertirán en pozos de paz, tranquilidad y entendimiento?
En ese escenario los derrotados reconocerán la
victoria del adversario, la festejarán y se producirá el olvido de enconos
y diferencias.
Iremos así hacia una mejor democracia establecida
sobre las estructuras de un Estado de Derecho que regresará del aplastamiento a
que fue sometida por lo que se ha dado en llamar ‘la revolución bolivariana y
socialista’ que es hoy hermana y continuación de la cubana.
Se abrirá el espacio para la reconciliación política,
punto de partida para la siembra de un futuro de progreso.
Cesaría la guerra de intereses económico-clasistas y
por todas partes alumbraría la paz, la concordia, el entendimiento entre
fuerzas contrapuestas.
Sin embargo, hay que dejar el registro de que ese
planteamiento comporta una enorme falsedad. El llamado modelo del “progreso socialista”, ha fracasado en todos
sus intentos por imponerse. El modelo que se le opone es una variante de otro
fracaso, el capitalista. Estamos, en consecuencia, ante una pelea entre
derrotados que portan proyectos con más similitudes que diferencias.
A la fecha, para la mayoría de la sociedad no ha
habido un bienestar entendido como progreso ni en el capitalismo ni en el ex socialismo real.
Las experiencias socialistas del siglo pasado, se
devolvieron hacia las relaciones de producción capitalistas. Y la inexistencia
de un nuevo pensamiento condujo a una disgregación mucho mayor, cuyas terribles
consecuencias las podemos advertir en el cuadro mundial actual.
Aquí en Venecuba, el desarrollo del llamado
socialismo del siglo XXI no va más allá de la promesa de construir un
capitalismo menos salvaje.
Aquí prevalecen las estructuras y relaciones de
producción capitalistas y seguirán vigentes, por más que se hable de comunas y ‘trabajo solidario’.
Una práctica que no puede encuadrarse en los
lineamientos de la llamada ortodoxia marxista. Por el contrario se expresa como
una especie de convivencia entre reformismo y revolución, positivismo y
marxismo, que se impone por la vía de la violencia electoral o de las armas.
A la larga, la revolución, como hija de la ‘violencia-partera
de la historia’ no ha triunfado, y por ello el esquema reformista de Augusto
Comte prevalece hoy sobre el de Marx.
Aquí se enfrentan hoy dos maneras de asumir el
capitalismo: de la manera abierta expresada en los contenidos que pondría en
práctica Capriles y la forma encubierta que asume el golpista-presidente (GP).
Las maldiciones del GP al ‘capitalismo salvaje’ son
permanentes. Pero a la vez llama a los ricos a ponerse a su lado porque sólo él
garantiza la estabilidad. En el mejor de los casos apela a la conciliación, alejada
de la dictadura de una clase y del pleno ejercicio de la hegemonía del poder.
Este es el mismo socialismo del siglo XXI,
profundamente antiimperialista que a la vez tiene las mejores relaciones con el
mercado capitalista y al cual desde un
inicio ‘la revolución’ le eliminó la doble tributación.
Es la revolución que alcanzó, al fin, la
independencia y que dice salir (sin salir) del mercado yanqui para caer en lo
que Toby Valderrama, uno de los máximos teóricos de este ‘proceso’, alude como
“ese monstruo del capitalismo emergente que es el mercado capitalista del Sur”…
(Vea, 03/08/12, p. 09) El capitalismo de la potencia brasilera.
¿Pero cuál es la diferencia que marcan las
oposiciones y en particular su candidato?
A estas alturas queda claro que no hay diferencias
esenciales entre los dos proyectos en pugna.
Y para que no
se dude de esto vemos que el caprilismo,
aunque no hace mención de cuestiones doctrinarias, se identifica con los lineamientos
del capitalismo. Y aunque se aparta del disfraz socialista de la ‘revolución
bolivariana’, se pronuncia a favor de la
continuación, marcando algunas diferencias, de las políticas económicas y
sociales de la revolución.
Así por ejemplo, no se regalará ni una gota más de
petróleo a Cuba pero a sus médicos que operan en nuestras misiones se les
pagará un sueldo digno. Se mejorará las misiones para que sean estables, sin
sesgo partidista y se elevará las pensiones.
Otra dimensión del populismo Se olvida que no hay tal
regalo porque hoy somos Venecuba, dos países y sus revoluciones en una sola
unidad geopolítica.
¿Y que hay de
bueno en todo esto?
En los días que siguen cada vez estará más claro y
firme lo que significa un futuro enmarcado en el “capitalismo dependiente”. Se
seguirá sintiendo el peso del petróleo como salvador de todas las situaciones.
Y la sociedad seguirá alejada de lo que debería ser su principal tarea: la
producción.
Seguiremos viviendo del petróleo y bien alejados de la tantas
veces mencionada diversificación de la economía. Los imperios de cualquier
norte o sur seguirán marcando nuestro destino en estos tiempos definidos por la
primacía de una global-explotación que ha puesto en minusvalía los propios
centros del alto capitalismo.
Esto quiere decir que nos esperan tiempos muy
difíciles que no pueden enfrentarse con fórmulas como esa que reza que “yo como
presidente repartiré más”.
El día en que toda la población sea integrada a la
educación para la vida y la producción, comenzará a pasar aquí, al fin, algo
muy bueno. Habrá comenzado la construcción de una Venezuela independiente y el
fin de Venecuba.
Pero mientras estemos anclados en las gastadas y
vacías consignas de siempre, que sólo sirven al engaño y la distracción, nada
bueno pasará. Y el camino estará totalmente ocupado por las huestes y
realizaciones venecubanas. ¡Que historia amigos! Twitter: @ablancomunoz
abm333@gmail.com
Agustín Blanco Muñoz
El Universal, 24 de agosto del 2012.
Profesor, con todo respeto, yo no acepto que se le cambie en nombre a mi país, al que usted, por cierto, tampoco considera un país sino ex país.
ResponderBorrarProfesor, con todo respeto, yo no acepto que se le cambie en nombre a mi país, al que usted, por cierto, tampoco considera un país sino ex país.
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