domingo, diciembre 16, 2012

LUIS MARÍN - LA JUEZ AFIUNI - SEGUNDA EDICIÓN

 



LA JUEZ AFIUNI, SEGUNDA EDICIÓN
 Luis Marín

La Cátedra Pío Tamayo del Centro de Estudios de Historia Actual, lanzó la 2ª edición del volumen 25 de los testimonios violentos, “Chávez me puso presa”, justo al cumplirse tres años de los acontecimientos que dieron inicio a la saga de la juez María Lourdes Afiuni, el 10 de diciembre de 2012.

A esta fecha, todas las interrogantes planteadas en la 1ª edición siguen vigentes, sin que ni el gobierno ni los afectados directos hayan dado ninguna respuesta que permita explicar las razones de esta persecución, pero sobre todo de la saña criminal con que la han perpetrado. Lo que aparecen son detalles cada vez más escabrosos que aumentan la necesidad de una explicación a todo esto, pero nadie parece capaz de darla.

Sigue siendo cierto que en el caso Afiuni lo más importante es lo oculto, lo que no se ve, lo que no se dice. Pero no es éste el único caso. Hay otros igualmente emblemáticos y muy ilustrativos de los que mencionaremos sólo algunos, sin que esto signifique desestimar otros; pero es que sólo mencionarlos ya daría para escribir una enciclopedia.

Quizás un caso tanto o más grotesco que el de la juez Afiuni sea el de los hermanos Guevara, enjuiciados y condenados a la pena máxima permitida en Venezuela, la misma que se pidió para la juez en cadena nacional, a 30 años de prisión, por el asesinato del fiscal Danilo Anderson.


Ahora bien, ningún caso en la historia judicial universal ha sido más desvirtuado y se ha caído tantas veces desde su misma raíz y sin embargo se sostiene. Primero, la historia desopilante del testigo estrella Giovanni Vásquez, que hasta terminó pidiéndoles perdón a los hermanos Guevara por las mentiras que dijo y que los habrían llevado a prisión.

Luego, las escandalosas denuncias del fiscal del caso, Hernando Contreras, quien puso en evidencia las trapisondas del Fiscal General Isaías Rodríguez, el forjamiento de actas y declaraciones trucadas, la fabricación de acusaciones pretaporté. ¿Con cuanto efecto? Ningún efecto, ni legales ni pertinentes, como no fueran contra el denunciante.

Asimismo, las graves acusaciones del magistrado del TSJ Velásquez Alvaray señalando al entonces vicepresidente José Vicente Rangel como autor intelectual del atentado ejecutado por funcionarios de la DISIP, jefe de la hoy olvidada banda de los enanos, las ofertas de dinero y hasta casas a cambio de testimonios contra los hermanos Guevara.

Por último, las insólitas revelaciones del también magistrado Eladio Aponte Aponte, presidente de la sala penal del TSJ, que señala con nombres, apellidos y cargos a los autores de los desaguisados judiciales que pululan por este ex país, puntualmente denunciados por el Frente Nacional de Abogados que agrupa a los Presidentes de los principales Colegios de Abogados acompañados de reconocidísimos juristas.

Unánimemente piden la liberación inmediata de los condenados y el sobreseimiento de los procesados en este caso por falta de fundamentos. La respuesta del régimen ha sido la muy castrista “intransigencia revolucionaría”, la de la oposición el más repugnante y cómplice silencio, lo que impone la pregunta: ¿Por qué están presos los hermanos Guevara? Este es otro gran misterio.

Exactamente como en el caso de los policías metropolitanos y los comisarios, alguien tiene que aparecer como culpable, de manera que el gobierno pueda exculparse de toda responsabilidad en sus crímenes de Estado endosándosela a estos chivos expiatorios.

Si quedan libres la culpabilidad se devuelve contra el régimen, como un boomerang.

SECUESTRO POLÍTICO

Las instituciones de la prisión política y el exilio en Venezuela tienen una larguísima tradición que se remonta al nacimiento de la República. Se inauguran con Páez, el primer presidente y primer electo tres veces, quien conoció ambas en demasía, como corresponde a un temperamento desaforado.

Alguien dirá que son más bien anteriores a la república porque el precursor Francisco de Miranda termino sus días en una prisión que fue a la vez exilio. Ambos parecen haber signado nuestra historia de caudillos militares y violencia.

Tradicionalmente, prisión y exilio eran una pasantía necesaria para los aspirantes al oficio de políticos y casi siempre una antesala para el acceso al poder, al extremo de considerarlos como una credencial de mérito para el pretendiente al solio presidencial.

Siendo esto así, ¿qué tiene de particular la existencia de presos y exiliados políticos en este régimen, si siempre los hubo y probablemente los habrá? Como ocurre con la corrupción, clientelismo, populismo, militarismo, bolivarianismo y tantos otros ismos, pareciera que lo característico de este régimen es la exageración, llevar estos fenómenos endémicos hasta el límite de lo inconcebible.

En el caso de la prisión política y el exilio, los han desbordado tanto hasta afectar a personas que no son políticos, que no aspiran al poder ni se lo disputan al régimen, al punto que ya abarcan prácticamente a toda la población. Nadie está exento de volverse un preso o exiliado por razones políticas, pero por primera vez en la historia, también por razones económicas o de seguridad.

Estos son los casos que hoy día nos ocupan, los de ciudadanos comunes y funcionarios que por disímiles circunstancias se ven privados de su libertad o aventados al exterior sin que a veces ni ellos mismos puedan explicar porqué y sin que nadie precise el móvil de una persecución que la más de las veces luce injusta y caprichosa.

Estas son algunas de las razones por las que es pertinente abandonar en estos casos el rótulo de “presos políticos” a favor del más apropiado de “secuestrados políticos” que expresa mejor la situación de limbo jurídico creada por la extinción del Estado de Derecho en Venezuela, la desaparición no solo de la división y equilibrio de poderes sino de toda garantía de derechos humanos y ciudadanos, por lo que puede declararse con propiedad que no hay constitución.

La situación que se está configurando es la de un régimen empeñado en desmantelar el andamiaje en que está montado, con la creencia completamente absurda de que la destrucción de lo viejo traerá como por milagro algo nuevo. La verdad, siempre demostrada, es que de la mera destrucción no sale nada, como no sean escombros.

La tragedia es que todos estamos montados en el barco que algunos se esfuerzan en hundir.

REALIDAD SOCIALISTA

Otro ejemplo es el caso de Alejandro Peña Esclusa: el terrorismo sin terror. El montaje del que es víctima resulta tan burdo y mal armado que induce a pensar que eso es parte del mensaje que se quiere mandar. No hacen falta razones ni consistencia, sino la  perfecta arbitrariedad.

Algo bueno debía estar haciendo APE para que se desataran contra él los demonios. Quizás fuera su acertada actuación en los sucesos de Honduras, al lado del Presidente Roberto Micheletti; quizás las denuncias contra Evo Morales por la matanza de Pando; quizás la creación de un frente contra el Foro de Sao Paulo a nivel continental; quizás…

Pero nada de esto aparece en los autos del expediente, ni en las declaraciones de los funcionarios del régimen, ni en sus medios de comunicación en que indefectiblemente antes de cada calumnia ponen la etiqueta: “el terrorista Peña Esclusa”.

Pero con este proceso kafkiano APE tiene prohibición de dar declaraciones públicas, es decir, una ley de silencio, una prohibición de salida del país y una espada de Damocles que es un juicio pendiente, que nunca comienza pero que está allí, como una amenaza permanente que de ejecutarse, otra vez a prisión y al limbo jurídico.

Ningún perseguido sabe de qué se le acusa, son obligados a pelear con fantasmas, contradecir falsedades, desvirtuar infundios, lo cual conduce a la completa indefensión.

Y esto nos lleva a la primera cuestión, de si no será para esto que se abren los juicios, para silenciar a los opositores, impedirles salir del país, ponerlos a régimen de presentación periódica, impedirles ocuparse de actividades molestas para el régimen.

La segunda cuestión es advertir la creación de una realidad segmentada o estratificada, en la cual la verdad baja como a un mar de fondo y lo que queda en la superficie es pura mentira, propaganda, manipulación.

Este régimen siempre procede así, poniendo planes inconfesables bajo un revestimiento plausible: si quiere llevar guerrilleros heridos a curarse a Cuba, entonces crea una misión milagro para poner un puente aéreo llevando viejitos a operarse de cataratas.

Si quieren traer para acá al ejército y la policía cubanos, crea un programa de médicos y entrenadores deportivos y los generales llegan como entrenadores de un equipo de esgrima. Nadie habla de registros y notarías, puertos y aeropuertos, el cable submarino, el satélite Simón Bolívar o la CANTV.

Los convenios con Irán son para producir comiquitas o fabricar bicicletas y Mahmoud Ahmadinejah se pega un viaje desde Teherán para pasearse agarrado de manos con el comandante en jefe. Los convenios militares estratégicos, intercambios de inteligencia e hipótesis bélicas son arcana imperii.

Bajo un régimen totalitario todo lo público es mentira; la verdad, es secreto de Estado.

RECONCILIACIÓN

Cuando aparentemente se abre un período de “transición”, no por voluntad política del régimen, sino por imperativo de las circunstancias, entonces comienza otra vez a hablarse de diálogo, unidad nacional, pactos de gobernabilidad, o sea, lo de siempre.

Pero si se quiere dar siquiera la impresión de que la oposición negocia algo más que cargos y prebendas, entonces debe considerarse algo que sea interés “de todos”, para tocar un nervio común, pulsar una cuerda que realmente alcance al cuerpo colectivo.

Esa fibra que recorre todo el espectro nacional es el tema de los secuestrados y exiliados por razones políticas. Este es un punto común en el que no puede haber divergencias ni divisiones, este sí que es un verdadero factor de unidad,  auténtica y no electorera.

Por otro lado, aquí no podrá hablarse de un nuevo comienzo o de una esperanza hacia el porvenir, sin resolver este tema quemante en la conciencia nacional. La liberación de todos los secuestrados y el retorno de los exiliados tiene que ser una conditio sine qua non para que pueda siquiera nombrarse un entendimiento nacional.

El problema es cómo introducir en la agenda pública este tema tan acuciante, cuando los que “saben de política” no tienen ojos ni oídos sino para sus propios y mezquinos intereses. Bueno, la única manera es que esto se vuelva importante para ellos, que sea el prerrequisito mínimo de cualquier conversación seria.

El tema de los secuestrados y exiliados debe ponerse en la palestra, pero el cómo es el problema principal, sobre todo porque, por ejemplo, las huelgas de hambre han caído en descrédito y ninguna forma de autoflagelación toca la conciencia de un régimen y una oposición que se caracterizan por no tenerla.

De manera que aquí la apelación es a la imaginación, a algo que vaya más allá de la tradicional “Navidad sin presos” y trascienda lo casuístico y circunstancial. Cierto que contamos con gente creativa y dispuesta, la cuestión es precisar qué hacer.

El reto es tanto como inventar un futuro que entierre la prisión y el exilio políticos en un pasado que no tenga retorno.

Luis Marín
16-12-12





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