¿ESTAMOS ESPERANDO AL MUERTO?
Agustín Blanco Muñoz
Esta pregunta retumba por muchas partes: ¿Será verdad que está en estado
agónico y que Venezuela comenzará a ser otra cuando eso termine?
Es frecuente escuchar a mucha gente contraria al ‘proceso’ decir, en
medio de tanta confusión, desinformación y testimonios cruzados, que no se le
desea la muerte. Pero se agrega: hay que aceptar la voluntad de Dios. ¡Él sabe
lo que hace!
Y de producirse ese desenlace es porque el señor ha decidido enviarnos
de su seno otro representante colmado de
luz y poder para conducirnos por las sendas del bien.
Para sus feligreses, este Salvador
vino a defender los pobres de
quienes los agreden y pisotean para llevarlos de su mano misionera y
revolucionaria al pan y la paz. Y por eso hoy existe la disposición de dar la vida por él si eso hiciera falta.
En ambos casos hay un elemento común: buscan al individuo que, poderes
celestiales en mano, proporcione el bienestar del colectivo. Es el personaje enviado por Dios para
que se encargue de la solución de nuestros grandes problemas.
¿Pero es verdad que en plena era global se sigue creyendo en estos
antiguos postulados? El culto al héroe es una expresión directa de esta
conducta. Y esto no se limita a lo nacional. Al nivel internacional prosigue la
veneración al individuo capaz de regir los destinos de cualquiera de los países
por complejo que sea.
En este contexto hay que situarse para entender lo que ocurre hoy en
este expaís con la falta absoluta no declarada del golpista presidente (GP)
reelecto. A la fecha no se ha
juramentado ni tiene posesión real
del cargo para el nuevo período. El TSJ declaró una tal continuidad
administrativa que colocó al régimen en una situación de facto.
¿Y hasta dónde llegará esta situación? A esta hora no vale la pena
proseguir en el jueguito del escondite y la mentira sobre su verdadero estado
de salud. Preferimos detenernos en el escenario de su ausencia absoluta, algo
que el propio enfermo puso en discusión el 08/12/12 cuando señaló que su
sucesor sería el señor Nicolás Maduro.
¿Pero es verdad que si ocurre su desaparición se van a producir cambios
de fondo en la situación venezolana y que este expaís será uno antes y después
de ese acontecer?
Con ese desenlace, que no calificamos de inminente y menos de deseable, estaríamos
ante la liquidación del tantas veces nombrado ‘caudillismo tradicional’. Pensamos
que el GP es la última expresión, la propia síntesis de un tiempo ocupado por
la figura del caudillo como autoridad mayor en todos los aspectos del acontecer
nacional.
Un caudillo, además, que fue
conducido en el contexto de Venecuba y
con el apoyo de su capital petrolero a una figuración internacional que le
convierte en puntal de los esfuerzos por lograr la pervivencia o reestablecimiento
del proyecto socialista en el mundo. Desde entonces el socialismo petrolero e
internacional bolivariano.
A estas alturas estamos ante un caso poco comprensible y lleno de contradicciones.
Difícil entender cómo se puede impulsar
un tal socialismo cuando a nivel mundial se produjo no sólo su caída sino la
propia devolución hacia el capitalismo, al cual se le coloca ahora motes como
el de ‘humanístico, nuevo o solidario’. Nadie se atreve sin embargo a señalar
que la explotación sigue de pie, registrando
cada una de sus hazañas.
Y conste que ante el cuadro de la enfermedad, los beneficiarios de este
socialismo de la renta petrolera, y en particular la alta dirigencia de
Venecuba encabezada por los hermanos Castro,
ha cuidado de arreglar el problema de la sucesión caudillista.
Ante la constatación de que no existe ningún otro líder que posea ni
remotamente los rasgos o cualidades del GP, se ha procedido a instrumentar
mecanismos hasta ahora ajenos y distantes
para poner el peso de la
conducción de la llamada revolución en un tal liderazgo colectivo con visión
horizontal.
Este modelo, que sirve para esconder el conocido verticalismo leninista,
se ha puesto a andar, unido a un plan de
exacerbación del culto heroico-mesiánico, que se expresa en la consigna ‘Todos
somos Chávez’.
Es así como se procede a una supuesta juramentación colectiva del
presidente, en la manifestación del 10E en el centro de Caracas. Esta es una
expresión de lo que ellos llaman ‘poder popular’, una fuerza dispuesta a
cumplir los lineamientos de una superioridad que tiene plena conciencia de que
conduce un colectivo atrapado por un
culto-fanatismo que paga los mejores dividendos.
Estamos así ante una fortaleza, no en el orden ideológico y político,
sino en el del culto-fanatismo que no debe ser ignorada ni subestimada. Esto
apunta hacia lo que algunos críticos han considerado como una necesidad:
conocer la naturaleza, contenido y alcance de los presupuestos chavistas.
Subestimar este poder, que no depende exclusivamente del caudillo,
implica una gran prepotencia de unos opositores que, como ellos mismos han
declarado, no terminan de comprender esta realidad.
Se ha creado una Escuela Chavista, programada y consciente, que cuenta, además de los elementos propios del fanatismo,
con la concentración y dominio de poderes, de capital. Y lo que es crucial, con
el apoyo irrestricto de unas oposiciones cuya realidad no va más allá de la
denominación y que constituyen la base y
fundamento sobre los cuales se despliega el llamado proyecto bolivariano.
Por ello, no puede extrañarnos el triste espectáculo que conforman tanto este ‘proceso’ como las oposiciones que
desarrollan su acción con una sola mira: Esperar la Muerte del Caudillo a ver si pasa algo.
Después de 27 años de dominio, prosiguió el gomecismo sin Gómez. ¿Qué
pudiera impedir la continuación del chavismo sin Chávez, cada vez más reforzado
con renta petrolera, una plataforma neoliberal recubierta de socialismo y un
inmenso y creciente culto-fanatismo?
¿Quién puede sostener con fundamento que es fácil decirle adiós a esta llamada
revolución del atrasado esquema
neoliberal-rentista y socialista del “héroe
inmortal” de todos los tiempos? ¿Cómo negar que, de lado y lado, la acción se
limita aquí a la espera del muerto, signo y norte de una política forjada desde
los designios del flamante marxismo-positivista? ¡Qué historia amigos! Twitter:
@ablancomunoz / abm333@gmail.com
El Universal, 01 de marzo del 2013
El Universal, 01 de marzo del 2013
Le remito esta asertiva opinión del Dr. Anibal Romero publicada en el periódico EL NACIONAL del 27FEB13. DR. ANIBAL ROMERO
ResponderBorrar¿Merece el pueblo la verdad?
PUBLICADO EN EL NACIONAL
27 de febrero 2013 - 00:01
En medio de la incertidumbre que existe en Venezuela, políticos y comentaristas de oposición enfatizan que “el pueblo merece conocer la verdad” acerca de la situación de Hugo Chávez. Es posible que cuando estas líneas sean publicadas ya esa verdad, cualquiera que sea, haya sido anunciada por los voceros del régimen. No obstante, ello no afecta la sustancia de lo que plantearé.
El punto es simple: Pienso que el pueblo, entendiendo por tal a la masa empobrecida que ha sostenido a Chávez durante catorce años de oprobio, no valora el peso de la verdad y por lo tanto no “merece la verdad”. Es más, lo que merece, luego de votar reiteradamente por un personaje ruin y funesto como Chávez, y de avalar las tropelías, abusos y mentiras, aparte de la crueldad contra Franklin Brito, Iván Simonovis y María Afiuni, entre miles de otros, lo que merece ese pueblo –repito– es a Maduro y Cabello. Al fin y al cabo estos sujetos representan la continuidad de lo que el pueblo ha respaldado durante años de decadencia y dolor.
Aborrezco la cultura de la victimización que recorre el mundo y acá se traduce en ese tratamiento complaciente e hipócrita, que tanto Gobierno como oposición asumen hacia la mayoría empobrecida y dependiente. Semejante actitud pone de manifiesto menosprecio hacia la gente, el deseo de manipularles y hacerles servir los propósitos de poder y engaño de los inescrupulosos que hunden al país.
Lo que en Venezuela se hace es malcriar al pueblo, profundizar su sujeción a las dádivas del Gobierno, alentar sus peores rasgos y suprimir los anhelos de superación personal que quizás todavía albergan en sus corazones. La revolución “bolivariana” ha estimulado la pereza, la indisciplina, el irrespeto a las normas, la irresponsabilidad hacia los demás y hacia la nación en su conjunto. Pero al coro hipócrita del régimen se suma, por desgracia, una oposición que multiplica las promesas, y que en medio de la bancarrota del país a raíz de los disparates del régimen lo que procura es ofrecer más misiones, más dádivas y regalos. La competencia populista no cesa.
La revolución creó una ley del trabajo que acaba con el trabajo, una ley de alquileres que aniquila la vivienda de alquiler, unos controles de precios que aumentan los precios y la escasez, una política agrícola que asfixia la producción de alimentos. Han sido catorce años de mentiras, de gansterismo político y de división deliberada entre los venezolanos, fomentando el odio y los delirios utópicos.
Me termo que buena parte del pueblo venezolano ha apoyado este horror. Y como creo que el mérito no es algo que se obtiene de gratis, sino que se conquista con esfuerzo, perseverancia y dignidad, reitero mi convicción de que ese pueblo, a menos que cambie, a menos que reflexione y deje de lado el nefasto realismo mágico bajo el que ha vivido y aparentemente aspira a vivir, no “merece la verdad” (aparte de que seguramente no quiere saberla). Tampoco merece otra cosa que lo que tenemos y a diario constatamos: un país en ruinas, del que se van los mejores talentos, que sólo ofrece a sus jóvenes el destino de contribuir al deterioro y esterilidad espiritual y material en que nos deslizamos, centrando nuestras menguantes energías en contener el torbellino destructivo desatado por un hombre ruin y sus enceguecidos seguidores.
La demagogia y la condescendencia hipócrita están malogrando a las democracias occidentales. Pero el caso venezolano es singular y desgarrador. Nos hundimos llevados de la mano depredadora de la Cuba castrista. ¡Qué vergonzoso destino!