ENRIQUE
BERNARDO NÚÑEZ
DISCURSO
DE INCORPORACIÓN A LA
ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
24 de junio de 1948
JUICIOS SOBRE LA HISTORIA DE VENEZUELA
ENTRE DOS
GUERRAS APENAS HEMOS
VIVIDO UNA TREGUA
Es con fervorosa emoción que llegó a
esta Casa del espíritu venezolano. Desde hace muchos años –desde mis comienzos
en afanes periodísticos-, he sido huésped de su biblioteca y me acostumbré a ser
de la Academia, sin pertenecer a ella, en medio de caros amigos, casi todos
desaparecidos. Se libraban entonces los últimos combates de la primera guerra
de este siglo. Ahora se amontonan sobre el mundo las ruinas de una cultura, de
una civilización. Caen las hojas de un largo otoño. Tenemos ya la perspectiva necesaria
para comprender que entre estas dos guerras apenas hemos vivido una tregua que
parecerá breve a los historiadores de mañana.
LA
HISTORIA APENAS RECOGE UNA PARTE
MÍNIMA DEL DOLOR
HUMANO
Una tregua de inquietudes e incertidumbres
en la cual ha transcurrido lo mejor de nuestra vida. El mundo abandona su vieja
envoltura para adquirir formas nuevas. Estas metamorfosis, estas renovaciones,
se hacen a costa de infinitos padecimientos, y la historia apenas si puede
recoger una parte mínima de dolor humano. Mi antecesor, el doctor Diego
Bautista Urbaneja, no llegó a tomar posesión del puesto a que fue llamado por
sus talentos, sus méritos, hasta por su nombre mismo, íntimamente unido a los
patrios anales. Tocábale suceder al doctor R. Villanueva Mata, hijo de
Margarita, de aquella tierra de gente marinera, incorporado por resolución del
Ministerio de Instrucción Pública de 1ero, de julio de 1918.
UN PAÍS
QUE AMA Y LUCHA POR SU LIBERTAD
Y QUEDA
CUBIERTO DE RUINAS
Dedicose a la política y murió en Roma
mientras desempeñaba una misión diplomática. Era su predecesor el doctor Manuel
Fombona Palacio, poeta y hombre de Estado. En más de una ocasión llevó la pluma
en defensa de los intereses de Venezuela. Su discurso de incorporación, “Los
caracteres épicos en la guerra de la Independencia”, trata de la epopeya como
género histórico. Se dirige a señalar con tales elementos las fuentes de un
poema nacional. La poesía fuente de historia, o la historia fuente de poesía,
como lo es Homero entra los griegos. En efecto, hay allí las fuentes de un
poema eterno: el de un país que ama y lucha por su libertad y queda cubierto de
ruinas. Por último, debo recordar al doctor Andrés A. Silva, del número de
miembros fundadores, hijo también de Margarita, liberal, del partido que se
ufanaba de haber conquistado en sus luchas derechos inherentes a la existencia
de los pueblos.
LA PRENSA
COMO MAESTRA DE LOS PUEBLOS
Y LA
MEJOR FORJADORA DE HISTORIA
Yo, en cambio, vengo de las legiones
de la prensa. Mis trabajos de historia tienen más bien carácter periodístico,
informativos para los de mi generación. Sería, pues, del caso, hablar aquí del
papel que ha desempeñado esta maestra de los pueblos. La prensa, si no abandona
su misión, si no la mixtifica, es el más eficaz instrumento en la creación de
un país. Por lo mismo, la mejor
forjadora de historia. Típicos ejemplos pueden hallarse en el Correo del Orinoco y la Gaceta de Caracas, dirigida por José Domingo Díaz. El primero
hace historia, la segunda se propone detenerla
o desconocerla. Pero el tema de este discurso es la historia de
Venezuela, o mejor dicho, será un reportaje en torno de esa historial.
VIVIMOS UNA ÉPOCA DE
GRANDES
IMPERIALISMOS
A nosotros toca asistir a la última
etapa de lo que fue colonización española, en el umbral de otra
edad, cuando otra raza, otras civilizaciones, vienen a establecerse en nuestro
suelo. Una vez más el oleaje de la historia universal se hincha y azota
nuestras costas. Vivimos una época de grandes imperialismos y nuestro país ha
de librar una terrible batalla por su existencia. Nuestro espíritu ha de estar
tenso como el arco de los habitantes primitivos. Por eso, estudiar historia no
significa en modo alguno apartarse de la lucha en busca de temas para
insustanciales declamaciones, sino acudir a ella armados de una razón poderosa.
Es saturarse de la realidad que la ha inspirado y ha de inspirarla en el sucesivo.
UN PUEBLO
SIN MEMORIA DEL PASADO
SUFRE YA UNA ESPECIE
DE MUERTE
Y aunque se ha dicho –y así puede
comprobarse en nuestros días- que la historia de nada sirve a los pueblos en
sus crisis, y es más necesaria a nuestro
país hacer historia que escribirla, no
podemos renunciar a ella sin decir al mismo tiempo que nuestra existencia
carece de fundamento, sin renunciar a una herencia moral y material. Un pueblo
sin anales, sin memoria del pasado, sufre ya una especie de muerte. O viene a ser como aquello tribu que sólo andaba
por el agua para no dejar sus huellas.
A PESAR
DE SUS MUCHOS CULTIVADORES
IGNORAMOS
LA PROPIA HISTORIA
A pesar del número de sus cultivadores
puede decirse que ignoramos la propia historia. No de otro modo se explica la
carencia de sentido histórico en nuestra política territorial. Porciones de
territorio, la más preciada herencia, han pasado con magnifica imprevisión a
manos extraña. Las relaciones entre hombre y naturaleza han sido más desastrosas
para esta última. Por carecer de una política fundada en la historia de nuestro
país no es hoy que debía ser. Una nación es lo que son sus hechos, afirma Hegel
en su Introducción a la filosofía de la
Historia. [1]
LA
HISTORIA ES PASIÓN DE ACTUALIDAD
Y ese territorio nos dice cuáles han
de ser nuestros hechos. La inmensa variedad de los que pasan por el paisaje
histórico en tan distintas épocas y latitudes, de tan diversos tipos y
caracteres, nos ofrece la experiencia acumulada de la humanidad. Tal
experiencia nos revela la identidad del alma humana. Tucídides escribe la
guerra del Peloponeso, no sólo porque la
consideraba la más importante de cuantas habían ocurrido hasta entonces, sino
porque deseaba dejar a los siglos futuros la moral sacada de los
acontecimientos, convencido de que por la naturaleza de las cosas humanas,
habrían de repetirse en forma más o menos semejante. [2]
Maquiavelo no estudia historia y no
trae a su época los ejemplos de la antigüedad sino con el pensamiento puesto en
la liberación de Italia. Así la historia es pasión de actualidad.
NO
HABLAMOS DE HISTORIA ENTECA O AMAÑADA
DE
HISTORIA AL DETAL
Cuando estudiamos historia
comenzamos a comprender lo que propiamente significa la causa de Venezuela.
Esas palabras que a menudo se escriben o leen con indiferencia, como si
carecieran de sentido. Lo tienen, sin
embargo, y hoy como ayer es la causa única y verdadera de la historia nuestra.
No en vano, al recorrer los caminos de Venezuela, a veces bajo el más humilde
techo, se oyen palabras que son eco vivo de historia. No historia enteca o
amañada, o cubierta de afeites, esas amaneradas exposiciones que suelen
llamarse historia, historia escrita al detal, verdadera baratillo de historia,
sino esa otra que brota con la sangre misma de las entrañas de un pueblo.
HAY UNA HISTORIA
QUE ESTÁ POR ESCRIBIRSE
Y esta causa de Venezuela es la
misma de América. En el siglo pasado solía decirse que nuestra historia no
estaba escrita. Hay, en realidad, una historia no escrita, o que está por
escribirse. Una historia inspirada en los grandes ríos, las llanuras y
cordilleras, obra de un pueblo fuerte y numeroso. Una historia sin mentalidad
colonial, aunque con ímpetu colonizador. En esa historia el Orinoco vendría a
ser como el Nilo para los egipcios y Venezuela el don del río.
Tal vez hallaríamos entonces sus
fuentes remotas y desconocidas. El mismo débil trazado de la colonización
española que todavía mantiene sus ataduras sería apenas un accidente entre nosotros y un pasado
inmemorial. Al que escribe historia se le exige imparcialidad.
LA
HISTORIA ESCRITA POR RAZAS DOMINADORAS SERÁ SIEMPRE DISTINTA A LA DE LOS PUEBLOS
VENCIDOS Y OPRIMIDOS
Podrá serlo el que escribe de
países, de hechos o épocas remotas, o de las facciones de su propia nación sin
pertenecer a ninguna. No así cuando se considera la causa, el propio destino.
La historia escrita por razas dominadoras será siempre distinta a la
interpretación que puedan darle los pueblos vencidos u oprimidos. Hemos de ser
parciales por nuestro país. Pero este propósito reclama al mismo tiempo la
mayor veracidad.
La verdad, cuya madre es la
historia, según Miguel de Cervantes, hace que siempre estén de su parte la razón y la justicia.
Para los economistas la historia sólo existe en cifras. Los pueblos tienen la
fisonomía, el carácter de sus producciones. Para esta clase de historiadores Venezuela
no será hoy sino un país productor de petróleo. Pero los pueblos tienen otras
razones más allá de contingencias economistas. Tras esa historia económica o de
los economistas puede hallarse la pasión de un pueblo por su libertad.
LA
CONQUISTA NO CONCLUYE EN EL SIGLO XVII NI LA COLONIA EN LA INDEPENDENCIA
Tres son los períodos más definidos
de la historia de Venezuela a partir de su descubrimiento por los europeos:
Conquista, Colonización e Independencia, formas todas de un mismo proceso.
Estas palabras son piedras mágicas con las cuales es posible abarcar el pasado y el presente de nuestro país. La Conquista no concluye en el
siglo XVII. Ni la Colonia propiamente dicha finaliza en la Independencia. Fluye de todo esto una
permanente actualidad. La historia contemporánea nos hace volver los ojos hacia
la plenitud de estos términos. Conquista, Colonización e Independencia. Son
tres etapas que se prolongan hasta nuestros días. Se diría que todo nuestro
pasado fuese presente. No nos sería dado, sin desconocer la historia, o
defraudarla, hablar de ellas como de un lejano pretérito. Como si ya los hubiésemos sobrepasado. Por
eso nos pagamos tanto del juicio que el historiador, el político o el periodista,
merezca de ese pasado.
NO
PODEMOS HABLAR DE LAS MISERIAS
DE AYER Y
CALLAR LAS DE HOY
No nos sería dado hablar de la
colonia española sin referirnos a otras colonizaciones posteriores. Hablar de
las miserias de ayer y callar las de hoy. De la inversión de capitales
coloniales será preciso escribir
voluminosos libros. Dos estilos o dos maneras en el fondo semejantes.
NO
DIFIEREN MUCHO LA GUIPUZCOANA Y LAS
EMPRESAS
PETROLERAS
En tal sentido la Real Compañía Guipuzcoana no difiere
mucho de las compañías explotadoras del petróleo, por ejemplo. Extraen la sustancia, la riqueza de la tierra. El
manifiesto escrito por aquélla en octubre de 1749[3],
después de la insurrección de Juan Francisco de León, para demostrar sus
beneficios, abunda en razones semejantes a los que hoy empleaban las últimas.
Hoy como ayer se levantan pueblos, se construyen caminos, se introducen
cultivos. Se trata del bienestar de la Provincia. El impuesto pagado por la
explotación sustituye en cierto modo al papel de intermediaria que desempeñaba la Compañía. Hay un contraste
permanente entre la riqueza del suelo y la pobreza de sus habitantes.
En el siglo XVI el obispo Rodrigo de
la Bastidas, al dar cuenta de oro sacado y de la pobreza de sus moradores, la
considera castigo de Dios por las crueldades cometidas. El esquilmo de la
tierra no les había producido ningún beneficio. Y cita el caso de Antón de
Jaén, dueño de Cubagua de un tonel de perlas, a quien se vio pedir limosna en
Santo Domingo [4] . Fue
por lo común la suerte de estos saqueadores de la tierra. El año de 1779 el
Cabildo de Caracas dirige al Rey una exposición para pedirle una vez más la
gracia del comercio libre, ya concedida a Yucatán, Buenos Aires, Chile, Perú y
Guatemala. En esa exposición se describe la riqueza y extensión de Provincia,
en contraste con la miseria y abatimiento a que la había reducido la Compañía
Guipuzcoana.
El país produce cuanto puede
desearse para las necesidades de la vida y para mantener un comercio opulento,
dicen los capitulares [5].
Cacao, tabaco, algodón, café, azúcar, ganados, pieles, añil en tan prodigiosa
cantidad que en sólo cinco años de cultivo se han recogido 150.000 arrobas.
Vainilla, zarcerilla, raíz de China, bálsamos, brasil y caoba, además de otras
preciosas maderas, y grama silvestre que comparan por su belleza con la más
fina de Nitesca. Cristales tersos y puros, y oro, plata, cobre, plomo, entre
otros minerales. Los capitulares presentan al Rey el ejemplo de la isla inglesa
de Barbados que con sólo veinticinco leguas de territorio contaba entonces cien
mil habitantes y mantenía en su comercio seiscientos bajeles. Con pocas
variaciones es el mismo lenguaje que hoy empleamos. El sistema inglés difiere
bastante del sistema español.
SÓLO
RUINAS SEÑALAN EL PASO DE TODAS
LAS
DOMINACIONES
El mismo Hegel intenta darnos la
clave, cuando al tratar de las cosas de América, la del Norte y la del Sur,
incluyendo en éstas a México, de los distintos modos de discurrir su historia,
atribuye esta diferencia al hecho de que Norte América fue colonizada y Sur
América conquistada. Sea lo que fuere, en esto de la Colonia es preciso
establecer más de una distinción. La Colonia en el sentido de suelo explotado
por lejanas metrópolis cambia de formas,
como cambia el mundo en torno nuestro. Tales colonizaciones dejan sus huellas,
sus aluviones, sus ruinas. Sólo ruinas señalan el paso de toda las dominaciones. La otra, la que
puede llamarse doméstica, está siempre pronta a recobrar su imperio. Nuestra
existencia nacional se desenvuelve en medio de esas dos fuerzas, una interna y
otra externa. A veces estas dos fuerzas tratan de apoyarse una a otra. De ello
es una muestra la secreta indicación que
en tiempos de la Guerra Federal se hizo
a Inglaterra para que se apoderase de toda la Guayana [6]
.
Otras se hallan en franca oposición. Tal es la Independencia.
Resulta muy complejo este proceso. La Colonia es una lucha entre el espíritu
feudal de la Conquista y la Corona absorbente y
despótica. En su seno se libra al mismo tiempo otra no menos decisiva: la de ese
espíritu feudal contra los siervos y las castas consideradas inferiores. Desde
esta última se vislumbra ya la que ha de librarse en el siglo XIX. Al mismo
tiempo otra describe círculos más vastos en torno de aquellos establecimientos.
Tal es la que libran Inglaterra, Holanda y Francia contra España, de la cual
sale a la postre la libertad de América. Los corsarios pueden saquear ciudades,
apoderarse en el mar de las naves que conducen la riqueza de América, pero
aseguran a los colonos privados de
comunicaciones frecuentes con la metrópolis, una vía de comercio. Puede decirse
que durante el siglo XVI es casi la
única que existe[7].
A LA
COLONIA HAY QUE ESTUDIARLA SIN AÑORANZAS
El corsario viene a ser un agente
todavía remoto de la libertad. Es la señal en el horizonte de la lucha que
entonces se libra sobre el mundo. No es difícil trazar la línea divisoria del
momento en que esa lucha favorece la libertad y aquel en que sustituye a los
dominadores anteriores. A la Colonia hay que estudiarla para mostrarla tal cual
es, sin añoranzas, como una etapa de la formación de la nacionalidad, y para
comprender y justificar, si todavía fuere preciso, el movimiento emancipador.
La mirada del hombre blanco cae
sobre nuestro continente al mismo tiempo que en Europa se exhumaban estatuas y
manuscritos de la antigüedad, y los cosmógrafos y navegantes trazaban nueva
ruta oceánica. Las formas del mundo se dibujaban imperfectas en aquellos mapas
de tierras ignotas. Aparecían entonces los primeros anuncios de la edad presente.
En Italia, un hombre trataba de hallar el secreto o la ciencia del vuelo. Aquel siglo de tan decisiva influencia
en la liberación del espíritu humano, es para América el comienzo de su esclavitud, o de su lucha por la libertad. Cuando el inca
Atahualpa señala sobre su cabeza el precio de su rescate, no hace sino invocar
con su gesto a un libertador. El nombre de Venezuela es contemporáneo de
aquella época.
EL PRIMER
RASGO DE ESTA TIERRA ES LA
RESISTENCIA
Y LA ESCLAVITUD DEL INDÍGENA
Las viviendas indígenas sobre las
aguas de un lago recuerdan Venecia a los descubridores[8].
Pero luego este nombre se aparta de su
origen. Ya no recuerda más a Venecia. Es la tierra que va desde el Cabo de la
Vela hasta Macarapana, o desde el Coquivacoa hasta el Paraguay o el Orinoco. Y
esa tierra revela desde el primer momento carácter propio. Su primer rasgo es
la resistencia y la esclavitud del indígena. Apenas descubierta, Carlos V
urgido de dinero, hace merced de su conquista y población a los alemanes Enrique
Ehinger y Jerónimo Sailer [9].
Por la tierra de Venezuela pasan los caballeros del Dorado y más tarde los que
van en busca de la Libertad. Son dos grandes objetivos llamados por algunos
mitos o espejismos.
Dos rutas que se entrecruzan y
pueden hallarse bajo las capas de la historia nuestra. Al cabo de tres siglos
se produce un movimiento a la inversa. En el primero se trata de sujetar la
tierra a una Corona de allende el mar. En el segundo de
conquistarla para la Libertad. Ambos son igualmente
devastadores y sangrientos. Ambos guardan más de una sorprendente semejanza. Hasta
los mismos episodios de uno parecen reproducirse en el otro.
En la batalla de los Omeguas, por
ejemplo, 139 europeos luchan contra 15.000 indios. En la de las Queseras del
Medio, 150 jinetes llaneros se enfrentan al ejército de Morillo. La férrea
voluntad de los liibertadores puede
equipararse a la férrea voluntad de los conquistadores. Las expediciones del
Dorado y las expediciones de la Libertad nos parecen igualmente
fabulosas. No lo son, con todo, y de una vez lo quiero dejar sentado. El “mito”
de la Libertad resulta mas humano.
Bolívar en el Potosí encuentra que la libertad conquistada vale más que los tesoros
hallados por sus plantas. En la lucha del hombre por su libertad el oro ha llevado la mejor parte. Pero el oro tiene sus
falacias. Todos los tesoros de América no sirvieron a España para subyugar a
Europa. Tampoco sirvieron para detener su decadencia, y en nuestros días hemos
visto grandes naciones hundirse bajo el peso de todas sus riquezas. En cambio,
otras han resistido por su amor a la libertad.
EL DORADO
Y LA LIBERTAD SON DOS MANERAS
DE
CONCEBIR LA HISTORIA
Es indudable que los pueblos
necesitan de una fuerza superior a la del oro. El Dorado y la Libertad son dos maneras de concebir la Historia. Tal vez ambas puedan
identificarse. Tal vez la lucha que hoy se desarrolla sobre el planeta no tiene
otro significado. La lucha entre el oro y el hombre. Entre el oro y la voluntad
o el espíritu. De estos dos objetivos sale el orden de los conquistadores y el
orden de los Libertadores en los que realmente puede dividirse este período de
la historia de Venezuela. La ruta del Dorado nos pone en comunicación con el
hombre primitivo. En su horizonte destella un mundo poético de inmenso valor humano.
EN
AMÉRICA EL DERECHO SE FUNDA EN EL
DESPOJO
DE UNA RAZA POR OTRA
De la Conquista se habla todavía con veneración.
Ella trae lengua, costumbres, fe religiosa. Prodiga su sangre y sus tesoros
para civilizar unas poblaciones bárbaras de este lado del mar. Tal es el
sentido de la historia a que nos han acostumbrado, y todavía gran parte de los
americanos se halla conforme en esto. Se quiere presentar la Conquista como
fuente de bienes para el vencido. Los métodos de la Conquista parecen más bien
los de una barbarie que se opone a otra. Una barbarie que dispone del arcabuz,
del caballo y del perro de presa. El diálogo entre el “bárbaro” y el
“civilizado” es un admirable y complejo drama. El “bárbaro” aparece lleno de
buen sentido, armado de su razón, de su derecho ante el “civilizado”. A veces
hace enmudecer a este que no tiene otra razón sino la de su fuerza.
En América, como tantas otras veces,
el derecho se funda en el despojo de una raza por otra. No es preciso acudir a
la “leyenda negra”, ni a los enciclopedistas a quienes tanto debe el
pensamiento humano. Basta el testimonio de las reales cédulas, de los juicios
de residencia, las cartas de gobernadores y obispos, las protestas de los
frailes, los mismos reglamentos de la explotación de minas, el sistema de
encomiendas y el cobro de los tributos. A Oviedo y Baños no se podrá creer propagandista de la leyenda
negra. Oviedo nos dice cómo Venezuela era uno de los países más densamente
poblados [10].
LA
CONQUISTA HACE EL EFECTO DE LA HOZ
EN UN
CAMPO DE HENO
La Conquista hace el efecto de la
hoz en un campo de heno. A los indios
hay que convertirlos. Toda la razón moral de la conquista es la de esa
conversión, pero se les lleva caritativamente a las minas. Se les denomina
“piezas” y como tales son herrados y vendidos. Se le sujeta a encomiendas, a
fin de que sirvan al sustento de los nuevos dueños de la tierra. Muy difícil
les era seguramente entender una doctrina que les ataba los cuerpos a fin de
salvarles el alma. Los mismos encomenderos se niegan a explotarlos en las
minas, no obstante el interés de los gobernadores en los quintos reales, por
temor de que se les muriesen del todo. Por el contrario, protestan contra las
leyes que los emancipan del “servicio personal” y alegan que así se volverán a
su idolatría. Una emancipación irrisoria, puesto que el llamado “servicio
personal”, suprimido al cabo de varia generaciones, será apenas un cambio de
palabra o de esclavitud [11].
LAS
MISIONES IMPRIMEN EN EL HOMBRE AMERICANO
LAS
SEÑALES DE SU ESCLAVITUD
Al final de la Colonia apenas quedan
indios en el territorio, aparte de las pequeñas comunidades que pagan tributo
bajo el látigo del Corregidor, o los que se hallan sujetos a las Misiones. Este
régimen imprime en el hombre americano las señales de su esclavitud. Será en lo
sucesivo el hombre triste y degradado que nunca se resignó a trocar su libertad
por los hábitos de la servidumbre. La Conquista quiere hacerlos algo menos que
esclavos. No sólo los despoja de la tierra. Quiere también privarlos de su
alma, de su pensamiento.
CON LA
PÉRDIDA DE SU LIBERTAD LA INTELIGENCIA
DEL ABORIGEN
SE EXTINGUE
Antes de la Conquista el aborigen
daba nuestras de su capacidad. Lo dicen las civilizaciones del Perú y de
México, legado venerable de una remota antigüedad. Con la pérdida de la
libertad su inteligencia se extingue. En el ocaso del imperio un viajero teutón
franquea las regiones secuestradas del resto del universo y sometidas a un
régimen monástico. Humboldt refiere –aunque declara que no siente inclinación
por tales historias-, la de la madre que da nombre a una piedra en medio de las
aguas del Atabapo. La piedra de la madre o de la guahiba. La madre que separada
de sus hijos por una de aquellas expediciones llamadas de conquista espiritual
o conquista de almas, atraviesa distancias inmensa, cubiertas de selvas a fin
de rescatarlos. Para castigar su intento la condenan a ser azotada con varas de
manatí sobre aquella roca. [12]
. Piedra ésta realmente simbólica. La historia de Venezuela tiene ese mismo
sentido de maternal heroísmo.
EL CONQUISTADOR
TRAE CONSIGO SU
CIVILIZACIÓN
PARA VIVIR DENTRO DE ELLA
Al hablar de la civilización
transplantada a esta tierra se oye decir a menudo “nos trajeron”, como si
nosotros fuésemos en realidad aquellos indios o sus descendientes. El
conquistador trae consigo su civilización para vivir dentro de ella en la
tierra conquistada y a expensas de sus moradores. Trae sus leyes, su casa, sus penates, su codicia, su
intolerancia. Una civilización que se transplanta, pero que no llega a
convencer a los naturales. Desaparecen, pero no son “civilizados”. En el resto
de América vegeta la raza vencida, extraña siempre a esa civilización. Todavía
hoy se llama “racionales” -así lo leemos
en nuestros diarios- a los que persiguen esos miserables restos de las antiguas
naciones en las selvas de Maracaibo o del Orinoco. Los apologistas citan el
caso de Garcilaso en prueba de los benéficos efectos de la civilización
transplantada.
CONTRA EL
HOMBRE GENUINAMIENTE AMERICANO
SE HA
LEVANTADO LA MÁS TERRIBLE REQUISITORIA
El inca mestizo a quien disputan la
verdad de su historia, el que escribió en la lengua de los vencedores el pasado
de su raza. Los dominadores prohibieron sus libros después de la rebelión de
Tupac Amaru. Nuestros indios no escribieron libros, pero igualmente vivieron
prisioneros en su nostalgia. Contra el indio, contra el hombre genuinamente
americano, se ha levantado la más terrible requisitoria. Era preciso hacerlo
para justificar la Conquista o
desvanecer los escrúpulos del monarca, como lo hace Pedro Sarmiento de Gamboa
en su historia de los Incas. O los fundadores de Caracas en el memorial enviado
a la Corte con el procurador Simón Bolívar.
NADA
INDICA EN ELLOS UNA RAZA INFERIOR
No hay crimen o vicio que no se le
haya imputado. Es un acusado a quien no se oye y por quien responden sus mismos
acusadores. A juzgar por estos cargos, los hombres del otro lado del mar
estaban exentos de manchas [13]
. Los aborígenes dieron pruebas de grandeza
humana. Coraje, lealtad y sacrificio. Todo lo que más encarece la raza
vencedora, todo lo que ennoblece al hombre, puede hallarse entre los vencidos.
Nada indica en ellos los signos de una raza inferior.
El valor para defender el sueño
nativo, el cumplimiento de las nobles leyes de la hospitalidad, el mismo
desprendimiento por el oro, tan encarecido y contradicho por el cristiano o
civilizado. Palabras que son verdaderos poemas pueden hallarse en los restos de su lenguaje. Se hallaban
repartidos en muchas naciones como los galos y germanos. Era el hombre antiguo,
en fin, que divinizaba las cosas e interpretaba la naturaleza con imágenes o
símbolos, destellos o revelaciones de su propio espíritu. Se dirá que de esa
conquista se deriva nuestro ser. En la lengua de los conquistadores ha de expresarse
nuestra raza americana.
SOMOS
AMERICANOS AUNQUE HABLEMOS
LA LENGUA
DE CASTILLA
Es una de las paradojas de nuestra
historia. Pocas escenas tan llenas de significado como esa de Angostura, cuando
el Libertador, al describir la situación de América, expresa en esa misma
lengua que somos una “especie media” entre los conquistadores y los verdaderos dueños de la tierra [14] . Es ya nuestra lucha con la misma realidad
histórica. A pesar de todo Bolívar es hombre americano. Trescientos años han
impreso el carácter, una sensibilidad propia. Ya Platón decía que los ríos
adquieren la naturaleza del terreno por donde corren. Somos americanos aunque
hablemos la lengua de castilla.
DESDE
NUESTRO PUNTO DE VISTA LA CONQUISTA ES UN HECHO FUNESTO
Hoy se trata por todos los medios de
rehabilitar la Conquista. El escritor de hoy, sobre
todo si es europeo puede considerarla del modo que le es peculiar, como un
derecho de Europa sobre razas y pueblos que considera inferiores. Y desde su cómodo
gabinete de trabajo hablar con desdén de los que escriben historia “desde sus
cómodos gabinetes de trabajo”. Este es el punto de vista de las razas
conquistadoras. Nosotros no. Desde nuestro
punto de vista no podemos considerarla sino como un hecho funesto. El
cristianismo en América pasa por esa prueba de sangre de la Conquista. Deja esa
figura de indio en cruz, Cristo indio, sobre las cimas más altas de la historia
americana. El dolor de esta raza es parte inseparable de nuestra herencia
espiritual.
LA
CONQUISTA AHOGÓ EN SU CUNA AL GENIO AMERICANO
Cuando en Europa se nos hace a los
americanos de esta parte del continente el reproche de no haber dado aporte
original a la cultura, olvidan que no podemos ser sino lo que ella hizo de
nosotros. Los europeos después de haber explotado y humillado a esta parte del
mundo que llamamos América, después de haberla envilecido, encuentran muy
natural reprocharle su falta de capacidad creadora. No parece muy atinado
contestar esa crítica con aspavientos de vanidad herida. Antes bien, conviene detenerse
a meditarla para conocer su parte de verdad. América no dio lo que pudo o debía
dar, porque fue agotada por los europeos. La Conquista fue funesta, porque
ahogó en su cuna al genio americano.
Preferible es, pues, aceptar como
más cierto el testimonio de los hombres de 1810. La historia nuestra estará
siempre mejor considerada con la visión y el interés propio del hombre
americano. Las imágenes o emblemas de que se valieron los independientes, las
que adornaron por mucho tiempo sus impresos y estandartes, no son simple mercadería
de abalorios ni romántica fraseología, como se oye decir a menudo. Tienen su
explicación en razones más profundas. En esas corrientes misteriosas que se
apoderan del hombre e inspiran su pensamiento. Los descendientes de los
conquistadores o los criollos salían en busca del espíritu americano. Y esta
parte de su aventura tiene hoy la mayor vigencia[15].
LOS
RECIÉN LLEGADOS REPRODUCEN LA ORGANIZACIÓN DE LA PATRIA LEJANA
Los recién llegados reproducen la
organización de la patria lejana. Con ellos vienen los Ayuntamientos. La Santa Hermandad, el Santo Oficio, La Real Hacienda. La
vida se rige por las leyes de Castilla y por las leyes de India. El Rey por
medio de su Consejo dirige la marcha de instituciones y costumbres. Niega o da
su aprobación a los fondos propios de las ciudades. Reglamenta el número de
buques que pueden venir. La parte que corresponde a los vecinos en la carga de
los navíos. El precio de los fletes y el precio de los frutos. El permiso para
la importación de africanos destinados a la agricultura. Hasta los asientos de
los funcionarios en las iglesias están sometidos a la más minuciosos
reglamentos. Hasta el luto y alegría de los vasallos. Si el Rey está de bodas o
ha declarado la guerra. O necesita formar una armada, les exige donativos. Los
vasallos aprietan la bolsa contra el pecho o gimen a veces bajo el peso de los
tributos.
También los exige para construir
fortalezas o perseguir a los corsarios, a los enemigos de Dios y del Rey,
porque paternalmente advierte que las fortalezas son para la defensa de sus
propios bienes y personas. También ha de ver si conviene o no el
establecimiento de una escuela o de una cátedra, edificar un templo o un
hospicio. Lo que se ha de ganar en una fiesta. El mundo que se traslada a estas
Indias se ofrece de modo más patente en las páginas realistas de la literatura
española que ceñido con el pomposo manto de la historia oficial. El mundo que
cae bajo la mirada irónica y penetrante de Cervantes. El mundo de aquella
España medieval descrita en Marcos de Obregón. El Lazarillo de Tormes y El Gran
Tacaño, y más tarde en Gil Blas de Santillana.
Reconocerlo es de un hispanismo más
auténtico. ¿Qué otra cosa es el Quijote sino la imagen del pueblo español
arrastrado con palabra altisonantes y lisonjeras a la aventura de su amor? En
los polvorientos documentos de aquellos siglos pueden hallarse las huellas de
los mismos personajes. Aquel encomendero que tiene su piragua con tal arte
dispuesta que puede sacar “piezas” ocultas para el mercado, y en breve ve
despoblada su encomienda. Aquel escribano requerido por no anotar la
declaración de un testigo, que dice: “Mejor es detallo que anotallo”. Aquel
juez pesquisidor que cobra a los encomenderos hermosos ducados, o su valor en
oro fino, por sentenciar a su favor, lo cual era justo. Aquellos funcionarios
que encuentran el modo de burlar toda la ley que con tanto rigor quieren
aplicar a los demás.
LOS
BENEFICIOS DEL REGIMEN COLONIAL SE HACÍAN CON EL SUDOR Y EL TRABAJO DE LOS
CRIOLLOS
Que reciben propinas y reclaman
recompensas, sobre todo si se ha descubierto una conspiración o ahorcado un
rebelde. Aquellos piojosos hidalgos de capa rota que ocultan bajo ella su sed
de oro y su horror al trabajo. Su hambre de cielo y de tierra. Aquellos vasallos
que comercian clandestinamente con
piratas herejes, saqueadores de iglesias. Aquellos tesoreros que comenten
quiebras fraudulentas con los fondos de la bula de la Santa Cruzada. Aquellos clérigos,
doctos en amor divino y humano, que practican en la tierra recién hallada la
filosofía del Arcipreste. Bueno es recordar, cuando se habla de los beneficios
del régimen colonial que éstos no se hacían con el oro y el sudor y el trabajo
de los dominadores, sino con el de los criollos.
Los dominadores los acusaban de
perezosos [16] , pero
el trabajo era de los criollos. Las obras públicas se hacían con fondos
municipales y las concesiones que el Rey hacía de ciertos impuestos. Entre la
obligaciones de la Compañía
Guipuzcoana estaba la del resguardo de costas. Una retribución a la Corona, a cambio de los privilegios recibidos. Pero este
resguardo lo pagaban los propios cosecheros. La compañía hacía un recargo en
sus fletes. Aquella compañía cuyo predominio define el Ayuntamiento de Caracas,
como cincuenta años de esclavitud. El oro de los criollos iba al real erario o
al “erario hidrópico” como decía Jovellanos al referirse a la época más oscura
de la historia de España [17].
Venezuela comienza a imprimir su
carácter a todas esas cosas venidas de España. La vida sabe burlar donosamente
esa organización que pretende ser tan rígida. Los que abren los ojos ante el
nuevo paisaje comienzan a pensar de un
modo distinto. Los intereses de la metrópoli no son los suyos propios, o son francamente
opuestos. Los descendientes de los conquistadores llamarán a éstos “infelices
mendigos” [18].
EL
LLAMAMIENTO DE LA TIERRA A LA FIDELIDAD DE LOS HIJOS
Los señores del Cabildo se titularán
a sí mismos “Padres de la Patria”[19].
El reducto oligárquico del Ayuntamiento
viene a ser el mismo de los intereses nacionales. Pero también otra razón fluye
no fundada en intereses materiales, o en intereses de casta. Los del otro lado
del mar comenzarán a parecer forasteros. Doña Paula de Ponte, perseguida por
los jueces eclesiásticos, le reprocha a un clérigo encargado de perderla, por
medio de una estratagema, su conducta. “Ellos, le dicen, son extraños, pero tú has nacido aquí” [20]
es decir, que ellos le hagan, no importa. Tú, en cambio eres de los nuestros.
Esto lo dice cierta noche de 1643 a través de una reja,
frente al cementerio de la Catedral. Y esta voz de mujer tiene profundo eco en
nosotros. Parece algo más que voz humana. Hoy como ayer es un llamamiento. El
llamamiento de la tierra a la fidelidad de los hijos. Estamos unidos por
vínculos poderosos a la tierra en que hemos nacido.
LA
HISTORIA DE VENEZUELA ES UNA LENTA REVELACIÓN
Esa tierra tiene en nosotros súbdita
revelaciones, y los que la desconocen arrastran una expiación inexorable. La
historia de Venezuela es una lenta revelación. Páez no tenía a su espalda sino
el horizonte, y dirá más tarde en su autobiografía, que “mientras existan
pampas, llanuras y sabanas, se mantendrá vivo en el hombre el sentimiento de la
Independencia”[21]. Esto
no es simple expresión literaria interpolada por los secretarios. Páez lo
sentía realmente, aunque no hubiese llegado a expresarlo. Es decir, lo sentían
muchos como él.
En cierta ocasión, al tratar de
bolivarianismo, de su verdadero significado, y de la necesidad de rescatar la
figura del héroe del frío culto oficial, decía yo: “Venezuela dio a Bolívar, no
Bolívar a Venezuela”[22]
. Pero he aquí que el mismo Libertador lo dice cuando a su regreso del Perú
parece hallarse de nuevo con Venezuela, con la verdad que hay en él: “Ella es
mi madre, de ella ha salido mi ser y todo lo que es mío”[23].
Y a la esclava que lo amamantó con sus pechos llama también madre [24].
Toda una imagen verídica de Venezuela en esa esclava Hipólita que da el pecho a
Simón Bolívar y él llama luego madre. El Libertador y Venezuela esclava. El destino
de Venezuela ha sido superado por su propio Libertador y a veces Venezuela ha
estado en lucha con él como los héroes de los tiempos fabulosos.
El licenciado Miguel José Sanz
escribía una historia de Venezuela que se perdió con él en la jornada de Maturín.
Aquella historia transportada a lomo de mula desde su hacienda de Capaya a las
playas de Oriente. En ella sintetizaba los trescientos años que conducían hasta
él o a su generación. De todas las historias de Venezuela, acaso fuera ésta de
Sanz la más interesante. Porque ni escribía bajo el dictado de las autoridades
realistas, como esa de Andrés bello cuyo fragmento conocemos por Juan Vicente
González, ni bajo el de las autoridades republicanas. Todo lo que era en su
tiempo injusticia y tiranía. Lo que escribe
Sanz no bien seguramente de su imaginación, ni de los libros que ha
leído, es resultado de la observación del medio en que vive. Ni es tampoco
menosprecio o desconocimiento del pasado, como suele decirse. Su crítica se
dirige a combatir errores. Él ve en torno suyo el atraso de la provincia. La
riqueza estancada, porque ahí conviene a los fines de la administración. El odio de casta. La fortaleza de
privilegios erigida sobre la miseria común.
CON SANZ
DESPUNTA EL PENSAMIENTO REFORMISTA
El mismo ha recibido su parte de
halago y su parte de injusticia. Con Sanz despuntaba el pensamiento reformista
que podía hallarse tanto en España como en América. La convicción de que esa reforma no podía hacerse sin que
se operase un cambio fundamental en la
sociedad de su tiempo. Sanz es el mismo
que dos años antes ha dado a Miranda, en vísperas de su infeliz capitulación,
este consejo sacado del discurso de Maquiavelo sobre Tito Livio: “Querer cosas
extraordinarias con medios ordinarios es un desatino: es indispensable emplear
los extraordinarios”. Son las mismas palabras que hoy nos dice la Historia. Sanz es un adelantado de la
causa social, como lo es Roscio. Como lo son todos aquellos que en 1811 sirven
la causa de un gobierno libre. No son, como se dice, repetidores de oficio,
hombres que persiguen abstracciones, quimeras.
QUE
HUBIESEN CIUDADANOS PARA QUE HUBIESE REPÚBLICA
No eran tan cándidos para desconocer
la realidad. Quieren oponer a la división la realidad. Comprenden que es preciso responder a la
fuerza con la fuerza[25].
En definitiva, Bolívar no hace sino abrir camino al pensamiento de aquellos
republicanos. Ellos luchan por un Estado más justo. Quieren librar la sociedad
de la miseria, la ignorancia y la esclavitud. Desean convertir los fieles
vasallos en ciudadanos responsables. En
otras palabras, que hubiesen ciudadanos para que hubiese Republica. En ellos
comenzamos a oír nuestra propia voz. No se oye ésta en las aulas de la Universidad real y pontificia, en las
manifestaciones de adhesión al monarca. En esa afectada compostura que es
preciso adoptar cuando se mencionan palabras concernientes a grandes temas
humanos. El pueblo podía existir antes.
El pueblo podía existir antes. Hace acto de presencia en las
ejecuciones y en las juras reales. Se
hace mención de él en el acta de Cabildo.
Un pueblo dividido en castas, sin voz ni voto. Si ellos perseguían
quimeras, son hermosas quimeras, y nada malo hacemos en perseguirlas a nuestra
vez. Pusieron, es cierto, limitaciones a la soberanía popular. Pero cuando
hablan de pueblo de Venezuela, cuando encabezan la Constitución con estas
palabras. “Nos el pueblo de los Estados Unidos de Venezuela” le dan existencia
política indiscutible. Abren la puerta a una aventura a un tiempo oscuro y
luminoso.
HA FLORECIDO
UNA ESCUELA DE HISTORIADORES QUE HALLAN EN LA COLONIA UN
RÉGIMEN JUSTO
En los últimos tiempos ha florecido
toda una escuela de historiadores que pretende hallar en la Colonia, no sólo motivos estéticos, la poesía del tiempo
desvanecido, los mismos orígenes de la nacionalidad, sino un régimen justo, el
más apropiado que pueda concebirse para los pueblos americanos. Sólo espíritus
extraviados por las pasiones pudieron desconocerlo. De otro modo, aseguran, no
habría surgido de aquel mundo en sombras
una generación tan extraordinaria como la del movimiento emancipador. Pero
aquella generación lo fue porque obedeció su signo histórico, el de romper con
el pasado. Rompía con el pasado y al mismo tiempo le era obediente. Se
emancipaba en primer término de las rancias disciplinas con que habían querido
sujetarla.
Para conocer lo que fue realmente el pasado colonial habría que
preguntarlo a la misma España. Y España respondería por boca de sus
hijos más esclarecidos. Los que allá como aquí han combatido el error, la miseria, el atraso de
España. Los que allá como aquí han sentido y sienten la necesidad de una
renovación de la vida española. Los que allá como aquí han fracasado en ese
intento liberador. A ese espíritu
español hecho para resistir a todos los vientos y a todos los siglos, que lucha
y se exalta en medio de sus góticas penumbras, en sus prisiones y
encantamientos. Y habría que preguntarlo a nosotros mismos.
EL PUEBLO
NO PODÍA SER SINO TAL COMO LA COLONIA LO HABÍA HECHO
Cuando se mira en torno nuestro es
fácil caer en observaciones más o menos semejantes a las que puedan hacerse en
España. Basta tener abierto el entendimiento. Así, cuando se habla de la
inmovilidad, del letargo, de las ruinas de la vida española, creemos hallar el
espejo de nuestra propia existencia. Y es que ésta ha continuado
desenvolviéndose dentro de ese molde arcaico. Síntomas de la enfermedad de
allá, nos revelan la misma que padecemos. Las observaciones de Sanz que han
llegado hasta nosotros con poca diferencia pueden hacerse hoy. Fernando de Peñalver
se asombraba en el Congreso de Angostura del trabajo, de la cruenta lucha que
había constatado, lo que él llamaba el triunfo del entendimiento sobre la alianza
del despotismo con la superstición. Miseria, ignorancia y superstición son los
frutos del régimen colonial. El pueblo
no podía ser sino tal como la Colonia lo había hecho.
LA
COLONIA ES EL EJERCICIO DE TODAS LAS TÁCTICAS DEL
DESPOTISMO
Los que hicieron la Independencia
fueron a buscar sus razones en la historia de América y España. Sometieron a la
crítica todo el andamiaje colonial. Si era justo o no esa crítica, lo dicen los
alegatos de los americanos ante las autoridades de la metrópoli. Y hasta los
mismos peninsulares que hicieron causa común con la Independencia. Consideran los colonialistas que
todo el proceso colonial es un ensayo de libertad. Que los americanos eran preparados paternalmente para emanciparse. Y la Colonia es todo lo contrario.
El ejercicio de todas las tácticas del despotismo.
Ya Oviedo y Baños en su mesurado
lenguaje de fiel vasallo, al narrar lo acaecido con los regidores de
Caraballeda en la elección de alcaldes de 1586, nos dice que “en las Indias no
hay acción por justificada que sea, que no se califique por delito y gradúe por
desacato, si se opone aunque sea en
sombras a la más mínima insinuación de un superior”[26].
Este es el sistema que prevalece en la Colonia.
Los ayuntamientos casi siempre
terminan por inclinar la cabeza, y con razón la Junta Suprema de Caracas dirá a la Regencia de España, al exponer la razones que ha tenido para
establecer un gobierno propio, “que el ministerio español no había hecho otra cosa con los cabildos americanos,
sino deprimirlos, despojarlos de la confianza
pública y someterlos a la vara despótica de sus agentes”.[27]
En esta respuesta, fecha 3 de mayo de 1810, se cita parte de la famosa proclama
por la que se declara a los españoles americanos “elevados a la dignidad de
hombres libres”.[28]
Se atribuye la relajación de los
vínculos que sujetaban el imperio a la difusión de las luces, a la expulsión de
los jesuitas, al comercio con las Antillas o colonias extranjeras, a la
adquisición de Trinidad por los ingleses, al confinamiento de unos reos de
Estados con ideas republicanas a la guayra. A la independencia de las colonias
norteamericanas y a la invasión de España por Napoleón. Tanto es el empeño de buscar los motivos de la Independencia fuera del régimen colonial. Estas
causas, sobre todo las dos últimas, pudieron crear el momento, el clima
propicio a la emancipación.
Pero mucho más que los libros
enseñaron a los americanos los impuestos
y monopolios y las trabas comerciales, las cargas que pesaban sobre sus
hombros. Fueron éstas, y no precisamente los libros las que indujeron a la
rebelión a Tupac Amaru. A la propia
defensa o a la “la guerra defensiva”, como el inca desventurado la llamaba. Lo
fueron de la rebelión de los comuneros o de los comunes del Socorro que intentó
propagarse a Venezuela. De la de Juan Francisco de León contra los guipuzcoanos
y de la de los negros de Coro en 1795.
LA
OPRESIÓN ES EL AGENTE MÁS EFICAZ DE LA LIBERTAD
Algunos historiadores quieren darle
a estos movimientos un significado completamente ajeno a la idea emancipadora.
Pero tienen razón los que ven en ellos sus antecedentes lejanos o inmediatos. La
lucha por la libertad de comercio y las contribuciones abrumadoras socavan
como ninguna otra fuerza las bases del
régimen colonial. Si se repasa la historia de todos los pueblos se verá que no
necesitaron de libros o de reos de Estado cuando se les ofreció la ocasión de
sacudir el yugo. La opresión es el agente más eficaz de libertad.
Ese régimen que juzgan por sus leyes, sus institutos, por la
existencia de una clase ilustrada, de una sociedad refinada en contraste con la
miseria de las clases bajas, aparece menos brillante cuando se lo examina con
ayuda de sus propios testimonios. En julio de 1781 el Ayuntamiento de Caracas
describe al Rey el estado en que se halla Venezuela. La agricultura y el
comercio languidecientes. Casi toda la
riqueza en poder de manos muertas. Las cosechas destinadas en su mayor parte a pagar diezmo y contribuciones.[29]
Y esto en la época de la visita del
conde Segur que los historiadores citan a menudo cuando quieren describirnos
“la increíble y dichosa situación de la Provincia”.[30]
Segur nos trasmite en sus memorias lo que a menudo se cuidan de citar los colonialistas.
Las críticas que hacen los mismos funcionarios a su inepta y negligente
administración. El contraste se observa entre las costas inglesas del norte y
las españolas del sur.[31]
El mismo deliberado estancamiento que puede observarse en algunos períodos contemporáneos.
BARALT NO
ES UN ‘FRASEÓLOGO DEL PASADO’
Baralt ha trazado con exactitud y en
sus grandes lineamientos, el cuadro de la Provincia en los años que preceden a la Revolución.
No es Baralt como ha dicho otro ilustre historiador, un “fraseólogo del
pasado”. A pesar de sus vaguedades y timideces,
de sus errores y deficiencias, de las limitaciones y del escaso tiempo
de que dispuso para escribirlo, el resumen sigue siendo el mejor ensayo de
historia venezolana hasta 1830. Lo es por el culto a la verdad que lo inspira y
por la expresión que allí se acendra.
HUMBOLDT
ENCUENTRA YA LA SOCIEDAD DIVIDIDA EN DOS PARTIDOS
Bolívar nace cuando ya la historia
que las generaciones anteriores han experimentado en carne propia está ya
pronta. El orden fundado por los conquistadores estaba caduco. Humboldt
encuentra ya la sociedad dividida en dos partidos. Los que quieren la
conservación de sus privilegios en la perpetuidad del orden viejo y los que
desean el advenimiento de otro que asegure a los americanos la posesión de sus derechos, sin la
intervención de la Metrópoli. En su misma familia, Bolívar
podía encontrar las dos tendencias. Antes de su nacimiento, ya su padre Juan
Vicente Bolívar junto con Martín Tovar Ponte y Francisco Mixares de Solórzano,
le han escrito a Miranda que están prontos a seguirlo como a su caudillo, y le
prometen derramar su sangre “en causas honrosas y grandes”.[32] En cambio, su primo don Juan Félix
Aristeguieta le prepara un mayorazgo.
BOLÍVAR
NO ESTÁ NI MÁS ACÁ NI MÁS ALLÁ DE SU ÉPOCA
Los acontecimientos se encargan de
burlar tanta previsión. El heredero del vínculo no será el vasallo fiel, de
ilustre estirpe, en una ciudad perdida en los inmensos dominios de la corona
española, sino el caudillo de la Revolución americana. Bolívar
recoge al nacer una herencia más espléndida que la de los caudales paternos. Se
ha escrito mucho acerca de la prioridad de Bolívar sobre el medio. Se ha
querido presentarle en dramático contraste. Por el contrario, responde
completamente a sus necesidades y apremios. Su contradicción es sólo aparente. Ni está más allá, ni más acá de su
época. Obedece a la señales, a la voces que vienen del fondo de los tiempos. Precisamente
en Bolívar, su genio y su fortuna caen cuando ya no responde a las necesidades
del medio.
EL ORDEN
DE LOS LIBERTADORES EN CONTRAPOSICIÓN AL DE LOS CONQUISTADORES
Esta clase de hombres –caudillos,
profetas, intérpretes, hombres históricos, o como quiera llamárseles- no han
estado nunca desligados de su medio, de su país o de su época. Uno y otro se
expresan en ellos. Bolívar comprende al momento lo que hay que hacer. Comprende
que ante todo es necesario unidad. La misma unidad que hoy nos exige la
historia. He ahí el genio de Bolívar, simple y complejo como una gota de agua.
La obra encomendada por el pasado, la razón histórica de su país, valdrá más a
sus ojos que las plantaciones de cacao y azúcar de los Valles del Tuy y de
Aragua. El Libertador aparece en un
marco de ruinas simbólicas. El orden de
los libertadores en contraposición al de los conquistadores. El libertador
encarna desde entonces al pueblo venezolano con todas sus excelencias y
defectos. Titulo éste difícil de llevar. Es el momento de mayor audacia en la
vida de Bolívar. Aceptarlo es un reto al tiempo, a la fortuna. Bolívar lo ciñe
como una diadema y en lo sucesivo ya no será sino el Libertador.
TRAS
BOLÍVAR SE HALLA UN PUEBLO ENTERO
También se habla de Bolívar como de
un hombre sin pueblo. Pero ésta como tantas otras es una observación
superficial. Pues ¿de dónde salen esos
soldados desnudos, descalzos, que no reciben paga, que acampan al raso en marchas
interminables; los que acompañan al Libertador en las Antillas, en los congresos
y en los consejos, todos esos hombres y mujeres que tanta constancia demuestran
en la adversidad, tanta vocación de sacrificio? A poco que se reflexione se
verá que tras de Bolívar se halla un pueblo entero.
No era sólo en las clases elevadas
de la sociedad donde se manifestaba el descontento. En la época pre
revolucionaria puede advertirse una sorda fermentación en todas las castas. Los
llanos se hallaban prácticamente en rebelión antes de 1810. En 1797 ha
estallado la conspiración de Gual y
España, bastante subestimada por los historiadores. No es todavía la revolución
encabezada por los patricios. En ella se hallaban comprometidas personas de
todas las clases. Había en ella médicos, ingenieros, abogados, sacerdotes,
comerciantes, marinos, herreros, carpinteros, albañiles, zapateros, sastres,
labradores, soldados, esclavos. Los patricios hicieron entonces manifestaciones
de lealtad al monarca. En cambio la revolución de 1810 hallará en contra suya a
un gran número de estas clases.
En su Biografía de Rivas, Juan
Vicente González, señala en parte las
causas de esa división. “La revolución -dice
González-, debió parecer una secta de pensadores audaces: la servían las
inteligencias más distinguidas, los personajes más notables”. Eran, en efecto
muchos de ellos, los ricos, los propietarios, los nobles o mantuanos. El
pueblo, una gran parte de la sociedad,
creía ver en ellos a sus naturales opresores. Hay todavía esta otra
citada por el mismo González, de lo cual hablaba a Roscio, desde Londres, en
1811, el español J. M. Blanco White. “El país estaba lleno de europeos,
propietarios poderosos, de empleados que dependían de sueldos y esperaban
ascensos, de gente que amaba los empleos, porque no conocían los beneficios de
la industria, de hombres, en fin que preferían la muerte al triunfo de la
independencia”… Los Realistas, en efecto, fomentan la conspiración, las decepciones, la guerra civil. Ofrecen a
los esclavos insurrectos el botín de los blancos. Propagan que la Independencia
es impiedad y herejía. Dios estaba de parte del Rey.
JUAN
VICENTE GONZÁLEZ LLAMÓ A BOVES EL PRIMER JEFE DE LA DEMOCRACIA VENEZOLANA
Bajo la monarquía se decía Dios y el
Rey y hasta se les identificaba bajo la denominación de “ambas Majestades”.
Nuestro Dios y Federación es una reminiscencia de esas viejas fórmulas. En
campos y ciudades se oye hablar de la diablocracia,
“de las seducciones y engaños de los rebeldes”. Con Monteverde y Boves se
lanzan sobre la ciudad donde estaba encendida la luz del espíritu. Bueno es
recordar que no todos en las huestes de Boves, lo seguían espontáneamente.
Bolívar a quien siempre hay que acudir como a uno de los historiadores de la Revolución,
dice que por el terror Boves hizo godos a los patriotas. Y añade con su
peculiar sinceridad que también por el terror se hacía a los godos patriotas. [33]
Sin embargo, al hacer el retrato de
Boves, Juan Vicente González deja caer
esta expresión: “el primer jefe de la democracia venezolana”. Los cesaristas ha
hecho a menudo buen uso de esta frase. Vistas así las cosas, la guerra de la
Independencia sería en primer término una lucha de clases. Es decir, la
resistencia de las masas tendría también un sentido de libertad.
Durante trescientos años la Colonia
acumula el combustible de ese vasto incendio. Hay, no obstante en esa expresión
algo más que atisbo genial en las tinieblas de la guerra y la muerte. Juan
Vicente González escribía esto en los mismos días de la campaña de Barinas,
cuando los ejércitos constitucionales eran batidos por Zamora en Santa Inés. O
tal vez le añadió a ese rasgo al publicar la Biografía en 1865.
El retrato de Boves en la Biografía
tiene bastante semejanza con el que en distintas ocasiones hace de Zamora. Este se le aparecía como el legítimo
sucesor de Boves. La insurrección de las llanuras en 1859 evocaba en su mente
la de 1814. Cerníase sobre él la sombra del movimiento popular que ha combatido
con obstina vehemencia en los años que precede y siguen al período de los
Monagas. En cierto modo representaba un papel semejante al de José Domingo Díaz
en la Independencia. Porque no hay mucho de Díaz en nuestro Juan Vicente
González. Podría decirse que es un Díaz
republicano.
Un Díaz ya convertido a la causa de
la misma pasión, el mismo fuego. Un Díaz que a
la postre ha comprendido su
carácter profundamente venezolano. Uno se inclina a creerlo al familiarizarse
con su obra, aunque le forme proceso,
como él mismo dice, al autor de los Recuerdos.
Y no precisamente por el juicio que hace de algunos patriotas. Diríase que su
protesta por aquellos acontecimientos se alimenta de otras más ocultas. Es el
destino patético de los que quieren oponerse a la historia. Díaz va a morir en
España, suspirando por la tierra que lo vio nacer, “el país más hermoso del
universo”, según declara al final de su libro. Juan Vicente González, sin salir
de Caracas será también un desterrado que va a sentarse con el pasado difunto
bajo el árbol melancólico de las Mesenianas.
BOVES ES
EL ESPÍRITU COLONIAL CONTRA EL CUAL VENEZUELA HA LIBRADO SU LUCHA
De 1814 a 1846 el espíritu
venezolano ha ganado terreno. Juan Vicente González combate a veces el espíritu
colonial. Su propio espíritu. Con todo, Boves no puede ser el primer jefe de la
democracia venezolana, aunque sus soldados lo llamen taita e inscriba en sus banderas la palabra igualdad. Boves es la
reacción colonial, el espíritu colonial, contra el cual Venezuela ha librado su
lucha. Lo fue en todo caso Bolívar, aunque no creyese en la democracia, y
aún la considerase funesta como sistema
de gobierno.
EN CAMBIO
ZAMORA SÍ ES LA DEMOCRACIA VENEZOLANA
La mayor gloria de Bolívar está en
haber quebrantado esa resistencia. En cambio, Zamora sí es la democracia
venezolana, el pueblo que lucha por su liberación. Zamora recoge en sus
banderas los ideales de 1811. [34]
Boves es el principio antagónico de la libertad, o es, en todo caso, como dice con más exactitud Juan Vicente
González, la libertad negativa. En
esa lucha la historia precipita la fusión de castas, la creación de un tipo, de
un carácter. La traslada del marco estrecho de las ciudades un teatro realmente
americano, el de la llanura y los grandes ríos, donde adquiera su verdadero
sentido y grandeza verdadera.
LA TEORÍA
CESARISTA DEL LIBERTADOR
En esa resistencia se ha creído
hallar una predisposición atávica al despotismo. Los mismos liberadores
encuentran que el pueblo no se halla preparado para gobernarse. Es preciso,
aseguran, combatir primero los hábitos de la servidumbre. Es la teoría
cesarista del Libertador. La gran mayoría de nuestros hombres públicos, salidos
de las guerras civiles o de las conmociones populares ha estado conforme en
esto. El pueblo invocado en las horas de prueba se convierte en blanco de las
acusaciones de sus dirigentes.
PASAR DE
LA SERVIDUMBRE PASIVA A LA TIRANÍA ACTIVA Y DOMÉSTICA
Sobre él descargan la
responsabilidad de sus actos, hasta sus propios extravíos. No se puede pasar
repentinamente, afirman, de la servidumbre a la libertad. Antes, indican, es
preciso crear la costumbre. Se trata de pasar de una servidumbre a otra. O como
decía el mismo Libertador, de la servidumbre pasiva a la tiranía activa y doméstica.
Se establecía así entre el gobierno y el pueblo la misma separación que entre
la Corona y el pueblo. De aquí una división tanto o más importante que la de
patriotas y realistas. Y es la de los
primeros entre los partidarios del poder sin restricciones, a no
ser las que puedan crear leyes más o menos ficticias, y los civilistas,
legalistas o constitucionales. La de los teóricos de la libertad y los teóricos
del despotismo. Consideran estos que nos hallamos sometidos a leyes
inexorables. A caminos ya trazados por los sociólogos que han definido las
causas de la tiranía y la libertad entre los pueblos. Clima, raza, herencia,
deponen contra nosotros. Llaman a los primeros teóricos, ilusos, ideólogos,
“constructores de quimeras”, lo
cual es salir de una teoría para caer en
otra. Unos y otros podrían señalarse iguales o parecidos fracasos.
UN PUEBLO QUE PASA DE UN DESPOTISMO A OTRO NO PUEDE ADQUIRIR HÁBITOS DIFERENTES
Las costumbres no se adquieren sino
con el ejercicio de ellas, y si un pueblo sale de un despotismo para caer en
otro no puede adquirir hábitos diferentes. Francisco Xavier Yánez se refiere a
esta división al reseñar los acontecimientos de 1814. Es el momento en que la
República proscrita se halla en las playas de Oriente y Bolívar se embarca para
la Margarita en uno de los veleros de Bianchi. “Los que seguían de buena fe la
retirada, dice Yánez, se dirigieran a Carúpano y Maturín arrastrando trabajos
increíbles. Los adictos al poder sin restricciones, al gobierno militar,
siguieron a Bolívar y a Mariño. Entonces se manifestaron sin rebozo ideas
contrarias a los principios del gobierno popular representativo, proclamados
desde 1810 en todos los Estados” [35]
pero ésta es observación fugaz en la pluma de Yanes. Por lo común los
historiadores omiten esta división. Los que siguen la tendencia militar van hasta el Cuzco.
Venezuela desaparece en esa expedición continental. En la otra se confunden
luego republicanos y realistas. De ella se deriva la reacción contra Bolívar.
Los historiadores en su mayor parte
han demostrado predilección por los primeros. Han dejado casi en olvido a esos
proscritos que en patíbulos y prisiones, en Caracas y en Guadualito, en las costas
de la Guiria y de Cariaco, en la Margarita y en Río Hacha mantienen bajo sus
tiendas el fuego de las ideas republicanas. El congreso de Angostura es, en suma, una concesión a esta opinión
dispersa. Peñalver lo aconseja al Libertador a orillas del mismo río Orinoco. [36]
EN
ANGOSTURA SE CREÍA NECESARIO DEMOSTRAR LA INEFICACIA DE LA CONSTITUCÓN DE 1811
En Angostura se creía necesario
demostrar la ineficacia de la Constitución de 1811. Contra ella Bolívar
emplazaba su dialéctico. Roscio, que ha escrito en su discurso de los derechos
del hombre y del ciudadano: “Conferir a uno solo el poder es precipitarse en la
esclavitud, con intención de evitarla”, se hallaba en el Congreso. Allí escucha
de labios de propio Libertador estas palabras, dirigidas sin duda a los
contrarios, algunos de ellos promotores del congreso de Cariaco: “Pisitrato usurpador
y tirano fue más saludable a Atenas que sus leyes y Pericles, aunque también
usurpador, fue le más útil ciudadano”. Este debate alcanzo su fase más descollante entre Bolívar y Santander en
lo postreros días de Colombia.
LA RAZÓN
DE BOLÍVAR ERA LA ANARQUÍA
LA DE
SANTANDER ERA QUE LA VIOLENCIA DE LAS LEYES
HARÍA
CRECER LA ANARQUÍA
Viene a ser como la puerta de marfil
y la puerta del cuerno por donde según los antiguos salen los sueños falsos y
los sueños verdaderos. [37]
La razón de Bolívar era la anarquía que amenazaba devorar los países recién
constituidos. La razón de Santander era que la violencia de las leyes existentes
daría mayor fuerza a la anarquía.
Justificaría un golpe después de otro, y esa violación amenazaba la
propia gloria del libertador. Este no tenía mayor confianza en las leyes
existentes. Pensaba que la dictadura era
la tabla o arco de salvación. Destetaba los congresos que consideraba reunión
de pedantes y de necios.[38]
Frente a su idea dictatorial está el gran movimiento de las ideas liberales que
se ha extendido en Colombia. Santander se oponía a la presidencia
vitalicia de la Constitución Boliviana.
Consideraba que cuando más podía serlo el Libertador. Ninguno más después de él.
A Bolívar le sorprendía que esos viejos realistas, o “los esclavos
de Morillo”, como los llamaba, que eran
antes enemigos de la libertad, la invocasen ahora contra sus propios
libertadores. Creía que todo volvía al caos. Lo que llegaba era la lucha de un
pueblo por constituirse. Mientras este debate se proseguía en los campos de
batalla, con breves interregnos de paz, se efectuaba en todos los dominios de
la técnica y del pensamiento humano una revolución de incalculables
consecuencias.
HOY COMO
AYER SE LIBRA UNA BATALLA ENTRE EL PASADO Y EL FUTURO
Henos aquí en la ruta de la libertad. “Un
orden de más grandes hechos se abre delante de mí.[39]
El observador superficial vera en nuestro siglo XIX una época fecunda en tiranías que se suceden
con terrible fracaso. No lo que es, en realidad, la liquidación de la Colonia y
de su etapa final, la guerra a muerte. En medio de tantos desastres e
infortunios, los de aquella generación llegaron a pensar que la patria concluía
en ellos. Pero este siglo que se prolonga hasta en nuestros días despierta ya
en nosotros apasionado interés. Venezuela heroica no está sólo en las batallas
de la Independencia, sino también en ese largo y oscuro combate que le sigue.[40]
Hoy como ayer se libra una batalla entre el pasado y el futuro. Hoy como ayer
se trata de la libertad. Pero la libertad no es la anarquía. No es mortal
disgregación. La libertad ha de tener un objetivo y una conciencia para defenderla.
LA
LIBERTAD SÓLO PUEDE SER OBRA DE UN PUEBLO, ESA
MAGNÍFICA FUENTE DE HISTORIA
Libertad es la conquista de la
tierra abandonada. Es pan, campos labrados, industrias, arte, ciencias,
trabajo, desenvolvimiento de las facultades humanas, voluntad de vivir,
preparación del futuro, lucha y continuo deber. La libertad sólo puede ser obra
de un pueblo, esa fuente magnifica de historia. Miseria, ignorancia y
esclavitud, decían los hombres de 1811 cuando señalaban sus más obstinados
enemigos. Todavía tales monstruos señorean en medio de nosotros, y el que los
combate realiza un acto de libertad.
Poseemos todos los elementos que
necesitan los pueblos en su lucha por la existencia, sin disponer de ninguno.
Aquellos solitarios investigadores dispersos en ciudades y aldeas de Venezuela a fines del siglo XVIII, de cuyas
vigilias nos llega un rumor de noches estrelladas, no hacían con sus
rudimentarios trabajos si no expresar un deseo de libertad. Lo es también la
sed de vedados conocimientos que se halla en el fondo de la Colonia. Bolívar
habló un día de vencer a la naturaleza. Sí, es preciso someter la naturaleza.
Esa victoria, que no significa destrucción, requiere suma inmensa de trabajo, y
de ciencia.
EL IDEAL
DE LIBERTAD ES LA HISTORIA MISMA DE VENEZUELA
Así brillarán a nuestros ojos
las puertas del Dorado. En los grandes
combates que han de librarse, mayores todavía que los de los siglos XVI y XIX,
la causa de Venezuela no puede estar sino al lado de la libertad. Ella es como
el árbol maravilloso hallado por los conquistadores en las selvas tropicales.
El árbol que cura las heridas. Tácito advierte la relación entre los grandes
historiadores de Roma y los tiempos de
libertad, cuando la historia fue la obra del pueblo romano. La desaparición de
aquellos, cuando la condición de la paz vino hacer el poder de uno solo. [41]
Este ideal de libertad es la historia
misma de Venezuela. Y he aquí que
nosotros debemos proseguirla.
[1] Hegel dice: “Las naciones son lo que son
sus hechos”. Un inglés dirá: somos un pueblo de navegantes y disponemos del
comercio del mundo; las India orientales nos pertenecen; tenemos un parlamento,
jueces, etc. Antes de Hegel, Montesquieu desarrolla este pensamiento en la
siguiente forma: “Aunque todos los estados tienen por lo común un mismo objeto,
el cual no es otro sino el de su conservación, cada uno tiene en sí mismo uno
que le es peculiar. Roma el de su engrandecimiento; Lacedemonia el de la
guerra; la religión el de las leyes judaicas; Marsella el del comercio; la
tranquilidad pública el de las leyes de China; la navegación el de las leyes Rhodianas; la libertad natural
el objeto de la política de los salvajes; en general, las monarquías su gloria y la del estado; la independencia
de los particulares es el objeto de las
leyes de Polonia, de lo cual resulta la opresión de todos. “De L´Esprit des
Lois, lib. XI, cap. VI.
[2] En el siglo XIX, Buckle ha de expresar
lo que era ya evidente a Tucídides: “las acciones humanas bajo las mismas
circunstancias, tendrán los mismos resultados”.
(Buckle,
History Of. Civilization in England, vol. I,
cap. I)
[5]
Representación al Rey del Cabildo, Justicia y Regimiento de la ciudad de
Caracas, 10 de mayo de 1779.
[6]
Doctor José Santiago Rodríguez, Contribución
al Estudio de la Guerra
Federal en Veniezuela,
tomo II. Este documento está fechado en Caracas, a 22 de noviembre de
1861. Los redactores invocan el ejemplo de la intervención europea en México y
aseguran que “los propietarios y los hombres de inteligencia” son partidarios
de este traspaso del territorio, pero no lo hacen por el temor que los inspiran
los demagogos y el desenfreno de las masas. En su lógica los autores encuentran
vituperable que un pueblo quiera oponerse a la desmembración de su territorio.
[7]
En 1682, Juan Sánchez Borrego, vecino de Caracas, en comunicación
dirigida a Madrid, informa que una de las causas de las invasiones del enemigo
son los caminos abiertos por los habitantes en las costas para la compra de esclavos y el trato ilícito.
(Archivo del Ayuntamiento)
[8] Ya otra ciudad de México, Quitavacla,
había recibido por la misma causa el nombre de Venezuela. ANTONIO DE SOLIS, Historia de la Conquista de México, Lib. III, cap, IX.
[9] Esta capitulación se efectúa en Madrid a
27 de marzo de 1528, Ehinguer y Sailer la traspasan a Bartolomé y Antonio
Belzar. V. Historia de Venezuela por
Fray Pedro de Aguado. Prologo y notas de Jerónimo Becker. Madrid, 1918.
[10] “Al tiempo de su conquista era habitada
esta provincia de innumerable gentío de diversas naciones, que sin conocer
monarca superior que las dominase todas, vivían rindiendo vasallaje cada pueblo
a su particular cacique; pero después de las mudanzas del tiempo y de la
continuada extracción de indios, que por espacio de más de veinte años se hizo
para las islas de Barlovento, y otra partes, la consumieron de suerte, que el
día de hoy en ochenta y dos pueblos, de bien corta vecindad cada uno, apena mantienen
entre las cenizas de su destrucción la memoria de lo que fueron.” (OVIEDO Y
BAÑOS, Historia de la Conquista y
población de la
Provincia de Venezuela, Lib. I, cap. I) El obispo Rodrigo de la Bastidas dice al Rey que los indios “han venido en tanta disminución que
las dichas islas y tierras están despobladas”. (Doc. Cit. Bibl. de la Academia
NAC. De la Hist.)
[11] El servicio personal de los indios, o
sea el tributo directo a sus encomenderos, dura hasta el 20 de mayo de 1686,
cuando se dirige real cédula al gobernador Diego de Melo Maldonado para
oprimirlo en la provincia, “por los graves daños y perjuicios que se seguían de
él”. Habían pasado unas cuantas generaciones de indios que no supieron sino de
dicho “servicio personal”, causa de tantos “graves daños y perjuicios”. El Rey
fija el tributo de los indios en seis pesos a los que habitasen en las
cercanías de Caraca y diez lenguas en sus contornos. Y cuatro pesos a los que
habitasen la tierra adentro, pudiendo haberlo en dinero y en fruto. De este
tributo se habría de pagar la Doctrina o doctrinero, además de cuatro reales al
año para el salario de los corregidores españoles. La tasa o jornal del trabajo del indio se fija
en dos reales al día por cada indio. Los varones pagarían el tributo desde los
18 años hasta los 60 y las mujeres desde 18 hasta 50. Y así pasan otras muchas
generaciones. Los caciques estaban encargados de recaudar el tributo y de
pagarlos a los corregidores. Debía pagarse por San Juan de junio y pascua de
Navidad. El indio soltero o viudo -para
mayor equidad- pagaría medio tributo. De este también se apartaría para la
pensión general del presidio de La
Guayra y la clase de gramática. La Junta del 19 de abril de 1810 abale el
tributo de los indios. Bolívar lo restablece en 1828.
[13]
Los europeos se escandalizan de los sacrificios humanos acostumbrados en
México. Pero en la misma época, en Europa, se queman herejes con la mayor naturalidad, sin asombrar a
nadie. Carlos V y Francisco I rivalizaban en esto y Felipe II inaugura su
reinado con el más pomposo acto de fe que jamás se haya visto. Efectuose en
Valladolid el 8 de octubre de 1559. (V. Historia
de España, por la Fuente, cap. II, lib. II) Las persecuciones religiosas en
Europa con sus quemas de herejes y vandálicas devastaciones, rivalizan con
cualesquiera otras de los pueblos llamados bárbaros.
[14]
“No somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los
aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento y europeos por derecho,
nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de
posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer contra la opresión de
los invasores; así nuestro caso es el más extraordinario y complicado” Bolívar,
Discurso de Angostura.
[15]
Carlos Pereyra se mofa del pañuelo que Miranda distribuía durante su
invasión de las costas de Venezuela en 1806. En este pañuelo se hallaban
estampados letreros, retratos y alegoría. “¡Todo esto cabía en aquel
maravilloso pañuelo!”, dice Pereyra, Breve
historia de América.
[16] V. entre otras Instrucción General y
Particular del estado de la Provincia de Venezuela en los años 1720 y 21,
dedicada al Excmo. Señor don Jorge de Villalonga, conde la Cieba, y compuesta por don Pedro Joseph de
Olavarriaga juez de comiso y otras intendencias del Real servicio, etc.
[18] Actas de Cabildo, Informe del regidor
Francisco Antonio Arrieta con motivo de los repartos del tribunal de contaduría
mayor a las cuentas del mayordomo de rentas y caudal de propios. 17 de junio de
1782.
[19] Esta expresión “Padres de la Patria” o “Padres de la
República”,
se encuentra mucho antes de la Intendencia en las actas de Cabildo de Caraca. V.
Actas de 1 de enero de 1715, 10 de mayo de 1776 y 18 de enero y 8 de junio de
1782. También se lee en la de 28 de enero de 1799.
[20]
Andrés Ponte, Fray Mauro de Tovar, 1945.
[21]
Páez, Autobiografía, Int. IX.
[22]
E. B. N., Bolivarianismo (Signos
en el Tiempo). El Universal, 8 de marzo
de 1939.
[23] Vicente Lecuna, Cartas del Libertador. Bolívar a Páez. Bogotá 15 de noviembre, tomo
VI.
[24] Id. Id.
Bolívar a su hermana María Antonia. Cuzco, 10 de julio de 1825, tomo V.
[25] Juan Germán Roscio, Discurso sobre los
derechos del hombre y del ciudadano. Documentos para la Vida Pública del Libertador, tomo III.
[27] Lo mismo se dice en el Acta de la
Independencia: “Para sofocar y anonadar los efectos de nuestra representación,
cuando se vieron obligados a concedérnosla, nos sometieron a una tarifa
mezquina y diminuta, y sujetaron a la voz pasiva de los Ayuntamientos
degradados por el despotismo de los gobernadores, las formas de la elección…”
Esto de la degradación de los Ayuntamientos no es una frase. Puede comprobarse
con numerosos documentos de tres siglos.
[28] Proclama de la Regencia de España a los
americanos, 14 de enero de 1810. V. Documentos, tomo II , pág 409.
[29] La renta eclesiástica en la sola
provincia de Caracas alcanza a 150.000 pesos. El convento de las Concepciones
acumula más de 510.000 pesos. Los valles donde se cultivan dos, cuatro y seis
leguas a costa de indecibles trabajos y fatigas producen de ocho a diez mil
pesos de diezmos. Para pagarlos se ponen en subasta casas, alhajas y haciendas,
y no hay quien las compre. Los habitantes emigran para escapar a tantas
obligaciones. De 1772, cuando se establece el comercio libre del mar del sur,
la exportación de cacao disminuye de veinte mil a dos mil fanegas y deja de
entrar medio millón que se giraba por este comercio, etc. Informe del
Ayuntamiento de la pretensión de los trinitarios para venir a establecerse en
Caracas. (Arch. del Ayuntamiento) V. La Ciudad de los Techos Rojos, por E.B.N.
[30] Juan Vicente González, Biografía de
Martín Tovar.
[31] Conde Segur, Mémories ou Souvenirs et
Anecdotes, 5ª ed., París 1843. Segur llegó a Caracas a fines de febrero de
1783, pero no hay razones para creer que en dos años la situación hubiese
cambiado. Otros informes del Ayuntamiento la describen en términos más o menos
semejantes a la de 1781. Dauxion anota la misma diferencia entre las colonias
españolas y las francesas, holandesas e inglesas. (J.J. Dauxion Lavayse, Voyage
aux iles de Trinidad, de Tobago, de Marguerite et Venezuela, París, 1813.
[32] Archivo Miranda, tomo I.
[33] Bolívar a Páez. Caracas, 20 de marzo de
1827. Cartas del Libertador, tomo VI.
[34] En su orden general de 23 de febrero de
1859, Zamora invoca la Constitución de 1811. Lo mismo hace en su manifiesto del
7 de marzo al ejército y la armada. “Viva para siempre la memoria de los patriarcas de la Independencia, de los
hombres de 1811, los que en la acta gloriosa dijeron a los pueblos ¡Federación!
¡Que se cumpla, pues, después de tantos años!”.
[35] Yánes, tomo I.
[37] Virgilio, Eneida, lib. VI.
[38] Bolívar a Santa Cruz. Pasto, 14 de
octubre de 1826 (Cartas del Libertador) A Santander, Ibarra, 8 de octubre de
1826. A Santander, Pasto, 14 octubre. A Santander, Neiva, 5 de noviembre de
1826, tomo VI, etc.
[40] Notas sobre Historia Contemporánea, E.B.
El Universal, agosto de 1942.
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