Ester Castro
GUERRA Y POLÍTICA SON LA MISMA COSA
Agustín Blanco Muñoz
¿Quién puede negar que este es un
expaís en guerra las 24 horas de cada uno de sus días? ¿Cómo y por qué se
origina, mantiene y alimenta esta situación en la cual la
fuerza-violencia-coacción está por encima de cualquier otra conducta?
¿Pero qué entendemos por guerra? De
acuerdo a la muy conocida tesis de Karl von Clausewitz, la guerra es la
continuación de la política por otros medios. Es decir: política y guerra son
dos situaciones con sus propias determinaciones.
En 1976 Michael Foucault
invierte la máxima del teórico militar
prusiano y afirma que la política es la continuación de la guerra por otros
medios. Según esto, la guerra es el punto de partida para las respectivas
conquistas y la conformación de las sociedades, de las naciones y, en
particular, las europeas, que son las estudiadas por el autor. En ambos casos
se produce una acción de continuidad entre uno y otro.
Para Marx lo preponderante en la
sociedad de propiedad y clases es la acción de conquistar, tomar. Hacer posesiones violentas para ampliar y
consolidar poderes imperiales. Pero en ningún caso, que sepamos, hizo el autor
separación entre política y guerra.
La guerra, en definitiva, es
expresión de una política que lucha por conquistar o mantener el poder y se aparta en lo concreto de toda acción encaminada a promover la paz.
Y si admitimos que el norte de toda
política es el poder y que ésta aplica las armas para la conquista o toma del
mismo, no hay “continuación” alguna entre estas dos entidades. Política y
guerra son inseparables en el terreno de lo concreto-histórico. Cortes sólo
puede haber a nivel teórico-metodológico.
Esa unidad guerra-política está
presente a lo largo de los 520 años de invasión que registra la historia de
estas tierras-sociedad que fueron bautizadas como América. La guerra ha variado
de formas. Hoy, bajo el amparo de la llamada guerra de baja intensidad hay una
variedad de expresiones encubiertas destinadas al ejercicio de la fuerza, para
ejercer controles destinados a aniquilar las escasas rendijas de
libertad.
Está claro entonces que con el
desarrollo tecnológico-nuclear se han multiplicado las armas para la dominación y que al lado del arma de
pólvora-repetición, de la guerra-bomba, está la guerra que no dispara sino que
controla, reprime, aquieta a los rebeldes hasta volverlos sumisos y plegarlos a
programas y posiciones político-ideológicas que nunca pensaron suscribir.
Este planteamiento hay que tenerlo
en cuenta en el análisis de los movimientos políticos y armados del siglo XIX hasta el presente venezolano. Indispensable tocar el binomio
desde sus inicios. El 19 de Abril de 1810 queda registrado como un Golpe de
Estado en el cual se hace valer la fuerza social por encima de las armas.
Pero a partir de 1812 estamos
ante un discurrir que tiene como protagonista la guerra. Hay una decisión
política de los mantuanos de defender la
independencia declarada y asumida y la decisión española de conservar el
dominio sobre su colonia.
En ningún momento de este proceso
independentista-emancipador que culmina en 1830 quedó abolida la guerra. Y en
la continuación del llamado período republicano la unidad guerra-política sigue
planteada. Por eso sostenemos que no hay disparo que no sea portador de un
mensaje, intención, interés o visión política.
Toda guerra forma parte de un
proceso de sometimiento para abrirle cauce a la toma y mantenimiento del poder.
El siglo XX venezolano se ha querido
ver como un tiempo caracterizado por la paz, el entendimiento, la concordia,
los pactos y acuerdos. Se quiere obviar así la persistencia de dominios
coloniales bajo la forma republicana, dado que la llamada independencia sólo
alcanzó para los privilegiados actores de arriba.
Esto nos lleva a revaluar toda
rendija de exclusividad entre guerra y paz. No es verdad en nuestro caso que
cuando ha habido paz no ha habido ni señales de guerra.
La afirmación de historiadores, investigadores, políticos y publicistas de
que la dictadura de Juan Vicente Gómez
tuvo el acierto de pacificar el país es de un simplismo dimensional.
Decir que un régimen de fuerza, represión y muerte tiene algo que ver con paz y
ausencia de guerra trasciende lo superficial y valida y justifica la
monstruosidad gomera.
Detrás de las ejecutorias gomecistas
hay intereses que se analogan a los que se detentan en la independencia de los independientes. Y el
gomecismo supo distinguir estos actores de los que asumían posiciones
subversivas y a quienes con mucha frecuencia se les llevaba a la paz sepulcral.
Y quienes quieren hacer ver que
desde la muerte de Gómez hay un camino hacia la democracia, caracterizado por
la paz, se mantienen en el mismo nivel de superficialidad y engaño. ¿Dónde está
y cómo es la paz en el período 35-58?
¿Quién puede mantener con algún
rigor que el Reparto de Punto Fijo que se inicia en 1958 es un tiempo de paz?
¿Paz en el mismo contexto de la invasión colombina renovada a nivel de la
independencia de los independientes y por la "paz de los sepulcros"
de dictadores y supuestos demócratas? ¿Paz con persecuciones, torturados,
asesinados en el marco de una lucha armada de más de una década? ¿Paz con
masacres y todas las demás violaciones de los Derechos Humanos?
Hoy, en medio, de la "guerra
social" en la cual es materialmente imposible diferenciar el ladrón
del policía, la supuesta "paz socialista" ha llevado y lleva
miles de ciudadanos a la ya conocida "paz de los mismos sepulcros". Y
hasta se ha llegado al descaro de plantear que ahora sí se alcanzó la
verdadera, auténtica y revolucionaria independencia.
¿Habrá quedado atrás la
independencia de los independientes para dar paso a los independientes de una
tal revolución que tiene en la depredación humana, que se expresa en la diaria
contabilidad de la muerte y el robo-corrupción, dos de sus más altos
logros?
Todo esto significa que a lo largo
del período invasor aquí se ha sentido y padecido la política de la misma
guerra. La llamada paz no ha sido ni es más que otra forma encubierta de
esa permanente e inexorable masacre,
base y fundamento de la política invasora, que ya registra poco más de
cinco siglos. ¡Qué historia amigos! Twitter:
@ablancomunoz abm333@gmail.com
El Universal, 04 de octubre del 2013.
Muy buen artículo. Es una triste historia y comprendo su pesimismo. Yo tengo fé en que será posible escindir la política de ese concepto de guerra en nuestras tierras de América Latina. Tengo fé porque en ciertos lugares del planeta la historia del Hombre ha llegado a ese punto. No todos estamos en el mismo estadío de desarrollo. No es lo mismo Noruega que Venezuela. Pero si miramos atrás, América Latina estaba mucho peor que ahora en su globalidad. Hoy hay grandes ejemplos de democracia como Chile, Uruguay, Brasil y Argentina en los que los problemas propios se enfrentan desde esa perspectiva, aunque hay mucho por hacer, es cierto. Seamos optimistas.
ResponderBorrarProfesor, excelente artículo. Una dura verdad esa de que esta humanidad ha sido y es pura guerra. Igual que esta Venezuela.
ResponderBorrarJosé Pinto C