jueves, octubre 03, 2013

GUERRA Y POLÍTICA SON LA MISMA COSA





Ester Castro



GUERRA Y POLÍTICA SON LA MISMA COSA

Agustín Blanco Muñoz

¿Quién puede negar que este es un expaís en guerra las 24 horas de cada uno de sus días? ¿Cómo y por qué se origina, mantiene y alimenta esta situación en la cual la fuerza-violencia-coacción está por encima de cualquier otra conducta?

¿Pero qué entendemos por guerra? De acuerdo a la muy conocida tesis de Karl von Clausewitz, la guerra es la continuación de la política por otros medios. Es decir: política y guerra son dos situaciones con sus propias determinaciones.

En 1976 Michael Foucault invierte  la máxima del teórico militar prusiano y afirma que la política es la continuación de la guerra por otros medios. Según esto, la guerra es el punto de partida para las respectivas conquistas y la conformación de las sociedades, de las naciones y, en particular, las europeas, que son las estudiadas por el autor. En ambos casos se produce una acción de continuidad entre uno y otro.

Para Marx lo preponderante en la sociedad de propiedad y clases es la acción de conquistar, tomar. Hacer  posesiones violentas  para ampliar y consolidar poderes imperiales. Pero en ningún caso, que sepamos, hizo el autor separación entre política y guerra.

La guerra, en definitiva, es  expresión de una política que lucha por conquistar o mantener  el poder y se aparta  en lo concreto de toda acción encaminada a  promover la paz.

Y si admitimos que el norte de toda política es el poder y que ésta aplica las armas para la conquista o toma del mismo, no hay “continuación” alguna entre estas dos entidades. Política y guerra son inseparables en el terreno de lo concreto-histórico. Cortes sólo puede haber a nivel teórico-metodológico.

Esa unidad guerra-política está presente a lo largo de los 520 años de invasión que registra la historia de estas tierras-sociedad que fueron bautizadas como América. La guerra ha variado de formas. Hoy, bajo el amparo de la llamada guerra de baja intensidad hay una variedad de expresiones encubiertas destinadas al ejercicio de la fuerza, para ejercer controles destinados a aniquilar las escasas rendijas de libertad. 

Está claro entonces que con el desarrollo tecnológico-nuclear se han multiplicado las armas para la  dominación y que al lado del arma de pólvora-repetición, de la guerra-bomba, está la guerra que no dispara sino que controla, reprime, aquieta a los rebeldes hasta volverlos sumisos y plegarlos a  programas y posiciones político-ideológicas que nunca pensaron suscribir.

Este planteamiento hay que tenerlo en cuenta en el análisis de los movimientos políticos y armados  del siglo XIX hasta el presente  venezolano. Indispensable tocar el binomio desde sus inicios. El 19 de Abril de 1810 queda registrado como un Golpe de Estado en el cual se hace valer la fuerza social por encima de las armas.

Pero  a partir de 1812 estamos ante un discurrir que tiene como protagonista la guerra. Hay una decisión política de los mantuanos  de defender la independencia declarada y asumida y la decisión española de conservar el dominio sobre su colonia.

En ningún momento de este proceso independentista-emancipador que culmina en 1830 quedó abolida la guerra. Y en la continuación del llamado período republicano la unidad guerra-política sigue planteada. Por eso sostenemos que no hay disparo que no sea portador de un mensaje, intención, interés o visión política.

Toda guerra forma parte de un proceso de sometimiento para abrirle cauce a la toma y mantenimiento del poder.

El siglo XX venezolano se ha querido ver como un tiempo caracterizado por la paz, el entendimiento, la concordia, los pactos y acuerdos. Se quiere obviar así la persistencia de dominios coloniales bajo la forma republicana, dado que la llamada independencia sólo alcanzó para los privilegiados actores de arriba.

Esto nos lleva a revaluar  toda rendija de exclusividad entre guerra y paz. No es verdad en nuestro caso que cuando ha habido paz no ha habido ni señales de guerra.

La afirmación de historiadores,  investigadores, políticos y publicistas de que la dictadura de Juan Vicente Gómez  tuvo el acierto de pacificar el país es de un simplismo dimensional. Decir que un régimen de fuerza, represión y muerte tiene algo que ver con paz y ausencia de guerra trasciende lo superficial y valida y justifica la monstruosidad gomera.

Detrás de las ejecutorias gomecistas hay intereses que se analogan a los que se detentan en la  independencia de los independientes. Y el gomecismo supo distinguir estos actores de los que asumían posiciones subversivas y a quienes con mucha frecuencia se les llevaba a la paz sepulcral.

Y quienes quieren hacer ver que desde la muerte de Gómez hay un camino hacia la democracia, caracterizado por la paz, se mantienen en el mismo nivel de superficialidad y engaño. ¿Dónde está y cómo es la paz en el período 35-58? 

¿Quién puede mantener con algún rigor que el Reparto de Punto Fijo que se inicia en 1958 es un tiempo de paz? ¿Paz  en el mismo contexto de la invasión colombina renovada a nivel de la independencia de los independientes y por la "paz de los sepulcros" de dictadores y supuestos demócratas? ¿Paz con persecuciones, torturados, asesinados en el marco de una lucha armada de más de una década? ¿Paz con masacres y todas las demás violaciones de los Derechos Humanos?

Hoy, en medio, de la "guerra social"  en la cual es materialmente imposible diferenciar el ladrón del policía, la supuesta "paz socialista"  ha llevado y lleva miles de ciudadanos a la ya conocida "paz de los mismos sepulcros". Y hasta se ha llegado al descaro de plantear que ahora sí se alcanzó la verdadera, auténtica y revolucionaria independencia.

¿Habrá quedado atrás la independencia de los independientes para dar paso a los independientes de una tal revolución que tiene en la depredación humana, que se expresa en la diaria contabilidad de la muerte y el robo-corrupción, dos de sus más altos logros? 

Todo esto significa que a lo largo del período invasor aquí se ha sentido y padecido la política de la misma  guerra. La llamada paz no ha sido ni es más que otra forma encubierta de esa permanente e inexorable masacre,  base y fundamento de la política invasora, que ya registra poco más de cinco siglos. ¡Qué historia amigos! Twitter: @ablancomunoz  abm333@gmail.com

El Universal, 04 de octubre del 2013.



2 comentarios:

  1. Muy buen artículo. Es una triste historia y comprendo su pesimismo. Yo tengo fé en que será posible escindir la política de ese concepto de guerra en nuestras tierras de América Latina. Tengo fé porque en ciertos lugares del planeta la historia del Hombre ha llegado a ese punto. No todos estamos en el mismo estadío de desarrollo. No es lo mismo Noruega que Venezuela. Pero si miramos atrás, América Latina estaba mucho peor que ahora en su globalidad. Hoy hay grandes ejemplos de democracia como Chile, Uruguay, Brasil y Argentina en los que los problemas propios se enfrentan desde esa perspectiva, aunque hay mucho por hacer, es cierto. Seamos optimistas.

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  2. Anónimo4/10/13

    Profesor, excelente artículo. Una dura verdad esa de que esta humanidad ha sido y es pura guerra. Igual que esta Venezuela.

    José Pinto C

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