UN MAGISTERIO CENTENARIO
Omar Hurtado
Rayugsen
Permítannos comenzar
agradeciendo a la Cátedra Pío Tamayo por esta nueva invitación que
nos ha hecho para que nos beneficiemos de la sana confrontación de criterios
que ella estimula. Y a ustedes, respetados escuchas, por su presencia. No
dudamos en cuanto a que, de todas las veces que hemos asistido a este salón,
esta es la más memorable; dada la extrapolación del objeto de este homenaje.
Por otro lado, confesamos el pecado venial de haber escrito varias páginas,
como si de una conferencia se tratase; cuando, en verdad, es un Foro que cuenta
con la participación de una trilogía de distinguidos co-ponentes, incluso más
versados que nosotros en la vida y obra del doctor Miguel Acosta Saignes, cuya
comparecencia en este panel nos honra. En consecuencia, y para no abusar de
ustedes, solo avanzaremos algunos párrafos de nuestra hilvanación, la que hemos
intitulado:
Daremos inicio a la
exposición leyéndoles un párrafo, extraído de la primera obra fundamental que
el centro de este conversatorio nos regaló, el cual dice así:
“En [el] Latifundio atraso es la palabra que más cabe,
porque estas prácticas y las que de ella se derivan
le dan al país características en lo político. [él]
Es conservador [y] enemigo de todo progreso”.
Acosta Saignes, Miguel (1938, 15)
La lectura, como tal, la
organizamos en tres partes; distribuidas así:
I.- El Maestro y sus tiempos:
Al hacer un ejercicio de
imaginación podríamos concordar que si Miguel Acosta Saignes aún se encontrara
entre nosotros hubiese estado celebrando, hace apenas unos diez días, sus
ciento cinco años de fructífera existencia y, probablemente, lo veríamos
certificando, no sabemos si con alegría o con tristeza, cuantas de las cosas
que planteó en su incesante cátedra de más de medio siglo –fueron exactamente
sesenta años- están verificándose. La última parte de este párrafo insiste,
como el epígrafe extraído del libro Latifundio, en lo que queremos destacar de
la obra de este insigne prócer civil: la permanencia de los postulados
centrales que guiaron su actuación.
Como se ha asentado tantas
veces; el hijo de Miguel Acosta Delgado, maturinés, y Adela Saignes Roulac,
caraqueña hija de inmigrantes franceses, nació en San Casimiro, estado Aragua,
el 8 de noviembre de 1808. Su nacencia en la esequiba del Guárico fue casi
incidental y cuando aun no había cumplido un año de edad fue transplantado a su
querido Barlovento, específicamente a Río Chico. Provincia que consideró su
verdadero lar, en la que realizó sus estudios de educación primaria, a la cual le
dedicó sus mejores esfuerzos, y donde –finalmente- fue sembrado, según sus
deseos, cuando abandonó este plano en el segundo mes del año 1989.
En este precursor de los estudios
la negritud y de la cultura de los pueblos originarios de este continente, como
en tantos connacionales destacados, encontramos varios alumbramientos. El
primero, biológico, ya lo reseñamos. Además encontramos que su segundo nacimiento
ocurrió como educador cuando, contando apenas 19 años de edad, realizó labores
vinculadas a la más enaltecedora función que los seres humanos puedan emprender
en la Escuela Federal
Zamora. Esta pasión lo acompañó perennemente y solo dejó de cultivarla cuando,
por fuerza de la enfermedad que lo aquejó, se vio obligado a abandonarla. Así
se lo confesó al autor del libro que nos convoca esta tarde, cuando: “…con
rostro de gente angustiada, profundamente contrariada, y a través de una seña
que incluía tocarse la garganta, nos hizo saber que ya no sería posible grabar,
porque ya no tenía voz”, (Blanco Muñoz, 2012, 17).
Su tercera visión de la luz ocurrió
en el plano del destacado estudiante de disciplinas diversas. En esta suerte lo
encontramos, a mediados de segunda década del siglo pasado, cursando bachillerato
en el Liceo Caracas, para entonces bajo la dirección de un calificado profesor
de matemáticas que empezaba a ser conocido como literato. Luego ingresa a la Facultad de Medicina de la Universidad Central
de Venezuela, de donde fue arrancado por las actividades políticas y la
dictadura. Una década más tarde, ya en el exilio, emprendió estudios de
Economía, los que sustituyó para instalarse, definitivamente, en la Antropología y la Historia ; que
constituyeron –lo sabemos por su propia confesión- su principal altazor para
establecer “…nuevos parámetros para medir los problemas políticos y socio
económicos”, (Trujillo, 1986, 8) y con los fundamentos de los cuales egresó,
desde la Escuela Nacional
de Antropología e Historia de la patria de Benito Juárez, con los máximos
honores Cum Laude para convertirse un verdadero Maestro en estas disciplinas y
sus afines.
Un cuarto alumbramiento
sucedió cuando se vinculó con las actividades políticas. Primero directamente,
aquí lo hayamos, en el plano de activista, “devolviendo la bandera a la UCV ”, en octubre de 1928; lo que le valió su primer carcelazo,
incluyendo un tour por los presidios de La Rotunda , las Colonias de Araira y el Castillo de
Puerto Cabello; donde, en 1929, conoce al Fruticultor Mayor: “Pío Tamayo, de quien
obtuvo muchas enseñanzas en el campo ideológico y político”, (ABM, 13). A
partir de estos actos se convirtió en un asiduo visitante a las oficinas de la Prefectura , acusado de
“sospechoso de recibir libros desde el exterior”, involucrarse en “complots
contra el gobierno” y “hacer alusiones burlistas sobre el geronte en funciones”,
estas últimas le hicieron conocer los calabozos del Rastrillo. En estos años
tuvo que ver con la fundación de organizaciones cómo el PRP y de sindicatos y
gremios como la AEV. Sus
días de activismo concluyeron en el momento que se convenció que “[los partidos
son] lugares en donde [no quería] estar. Porque simplemente todo el mundo
andaba tratando de ver....en que cosa se iba a acomodar”, (ABM, 151).
Alejarse del diarismo partidista no lo hizo
distanciarse de la lucha política, que fue una especie de constante en toda su
existencia. En función de ella lo encontramos canalizando su vocación académica.
Luego de nueve años en México regresa a Venezuela y se dedica, con mayor énfasis
a “sus cuarteles de antropología pura”, (ABM, 30), sin traicionar su compromiso
con la razón fundamental del que hacer humano. La verticalidad de su comprobada
conducta demiente los infundios que sobre él pretende arrojar una obra de
reciente divulgación, (Pérez Rescaniere, 2011, 434). Aquella lo conduce a desarrollar
una vida muy exigente con él mismo. Inaugura cátedras, escuelas e
institutos. Coordina y es actor en
importantes prospecciones investigativas. Propugna novísimos métodos de
inquerimiento social. Se vincula existencialmente
con proyectos revolucionarios, lo que le permite decir en la obra que nos
ocupa: “pienso que no estaban equivocados quienes se fueron a las guerrillas en los 60” , (ABM, 160) y “que los
guerrilleros eran la gente más avanzada en el sentido histórico [para el momento
en que actuaron]”, (ABM, 210), pero “con falta de educación revolucionaria”,
(ABM, 84). Igualmente fue Decano, dos veces, de la Facultad de Humanidades y
Educación, y articulista en prestigiosos medios, orador y polemista de fuste.
Su quinta llegada a este
mundo ocurre en el campo del periodismo. La que inicia cuando, en la década del
30, aparece como colaborador anónimo en La Voz del Estudiante. Luego se suceden sus colaboraciones,
entre otros medios, en El Popular, La Victoria , El Heraldo, El Nacional y Últimas
Noticias, manteniendo su presencia en el rotativo hoy ubicado en La Trilla hasta cuando sus
fuerzas se lo permitieron. En esta línea da lugar al nacimiento de publicaciones
que marcaron época como: Gaceta de América, Archivos Venezolanos de Folklore y la Revista Venezolana
de Sociología y Antropología. Algo que nos ha llamado poderosamente la
atención, como simples lectores que de su tránsito somos, es el desempeño que
tuvo como comentarista deportivo; incluso los estudiosos de estas materias, en
medio de la añeja rivalidad entre Turcos y Leones, con frecuencia citan su
crónica “Vida y milagros del Royal Criollos”, que publicó en El Heraldo en 1933
y donde narra las peripecias de una de las caras de la más añeja confrontación
en el béisbol venezolano. También fue un consumado usuario de los seudónimos,
muchos de los cuales utilizó para resguardar su integridad física. Sin duda su
máxima ejecutoria en este campo ocurre en 1947 cuando funda la Escuela de Periodismo, hoy
de Comunicación Social. No en vano “…siempre decía que nunca dejaría de ser
periodista”, según le confesó Don Antero al Secretario Ejecutivo de la Cátedra Pío Tamayo, (AMB. 2013).
Su sexta inserción entre
nosotros ocurre a través de su extraordinaria producción bibliográfica. Sus
biógrafos consideran que llegó a
escribir veintitrés libros, todos de ellos considerados clásicos en su
especialidad. No obstante le confeso al doctor Blanco Muñoz que “lamentaba irse
con sus ciento y pico de libros en la cabeza”, (ABM, 35). De la misma manera
nos legó decenas de discursos, prólogos, reseñas y centenares de artículos;
amén de sus numerosas conferencias, charlas y abundantes cursos. Por seguir
esta riquísima veta es que nos encontramos ante ustedes.
II.- El libro que nos reúne:
Esta tarde fuimos convocados para celebrar la cristianización editorial
de El siglo que yo viví. Habla Miguel
Acosta Saignes; el número 24 de la Colección Testimonios
Violentos que el doctor Agustín Blanco Muñoz nos ha venido entregando en una
tesonera labor de muchas décadas. Lo primero que diremos en torno al libro es
que nos ha parecido una Rosa de los Vientos, muy útil para guiarnos, sin la
unidireccionalidad de la brújula, a través de los 80 años de múltiple existencia
del centro de esta elaboración; sin que por eso sus 443 páginas de texto nos
impidan otear a través de los años precedentes o en los casi cinco lustros
transcurridos desde su partida.
Debe quedarnos claro, entonces, que el
entrevistador tuvo siempre presente que el entrevistado era una figura
histórica; integrante principal de la generación más historiografiada de
nuestra reciente evolución cubierta, que supo diferenciarse de sus otrora compañeros
de ruta y marcar su propio sendero a través de la vida académica comprometida
con las causas más nobles, y que ese fue el trato que le prodigó a través de
las 14 entrevistas efectuadas a lo largo de ocho años, con sus intermitencias,
y que cubren más del 86 % del libro.
El texto que nos ocupa se
distribuye en 990 ítems, de los cuales 68 corresponden a la Introducción y 61 a la especie de Apólogo
constituido por la intervención del doctor Acosta Saignes, en mayo de
1985, en las Jornadas sobre “La Crisis. Responsabilidades
y salidas”. De toda esta compleja trama, representada por las 861 cuestiones que
se le plantearon y las enriquecedoras respuestas que él dio, son muchos los
aspectos que nos llamaron la atención; pero, para no irrespetar la majestad de la
trinidad de padrinos que nos honran compartiendo el proscenio y no pecar de
exhibicionistas ante tan distinguido auditorio, nos referiremos a doce de
ellos; los que –por supuesto- seleccionamos de una manera muy subjetiva y por
la cual asumimos toda la responsabilidad.
1º.- Recuerdo de un admirado docente: El autor nos ubica, (p. 11), en su primer
contacto con el objeto de sus entrevistas, ocurrido en los comienzos del año
1957 cuando, contrastantemente con lo actual, “el Profesor de Inglés… [les]
puso como tarea asistir a la conferencia sobre las Áreas Culturales
Prehispánicas de Venezuela que dictaría Miguel Acosta Saignes…” / “… [la que
constituyó] una auténtica novedad por el contenido de la exposición y por la
forma dinámica… [y que] lo impactó profundamente”. La interacción, entre el
expositor y el estudiante de bachillerato, que no llegó a completarse, fue
transvasada al “Profesor Benito Pérez Ramos…egresado del Pedagógico Nacional… [que]
era parte del grupo de investigadores que se había propuesto trabajar con miras
[a la] superación de los niveles de conocimiento…sobre nuestra realidad… [con cuyas]
explicaciones se nos clarificaron algunas cosas y nos aumentaron las dudas en
otras”.
En este aparte destacaremos que Benito Pérez Ramos es para nosotros,
aunque no llegamos a conocerlo personalmente, un paradigma del docente de
Ciencias Sociales consustanciado con la misión de educar creando conciencia e
identificado con su comunidad. Así nos lo han presentado educadores de la talla
de Luis Amengual Hernández, Ezequiel Alfonso Camacho Calderón y nuestro Maestro
Ramón Tovar. Por lo que encontrarlo en este libro constituye todo un hallazgo.
2º.-Impresión de la muerte de Honorio: Al leer las páginas 40 y 41 encontramos como
el doctor Acosta Saignes se deslinda de las falsas conceptualizaciones en torno
a la Revolución
del 58 y sus usufructuarios al afirmar: “Todo aquello que se ha llamado la
‘luna de miel’ de 1958 y 1959 fue el resultado de la ignorancia de parte de
personas que han debido saber lo que estaba ocurriendo. Y naturalmente, el
partido que más se benefició de esto,…, fue Acción democrática que,…, aprovechó
la situación para construir el gran mito del perezjimenismo como una dictadura
horrenda”.
Diremos que, aunque se ha afirmado muchas veces, no podemos dejar de insistir
en lo que realmente ocurrió entre 1945 y 1959 y como allí se configuró el asalto
al poder por la Burguesía ,
el doctor Acosta destaca como “…el diario ‘Últimas Noticias’ mostraba que el
gobierno [de Pérez Jiménez] le debía a los comerciantes 4.500 millones. Así que
cuando Eugenio Mendoza dio una pequeña contribución [se dice que un millón de Bs.] fue para
recobrar 1.000.000.000 o 1.500.000.000 que el gobierno pagó íntegramente” (ABM,
72), señala que “…con los partidos la democracia se entiende [como] el régimen
electoral…ellos han creado la democracia electoral… (p. 70) y que “…un régimen de elecciones liberales no
es necesariamente un régimen de libertades…” (ABM, 39).
3º.- Deslindes y necesidad del programa: El doctor Acosta Saignes se pronuncia contra la
costumbre impuesta por la democracia electoral de desarrollar las ferias
comiciales sin que la generalidad de los candidatos, a la mayoría de los
cargos, hagan conocer sus propuestas. En este sentido nos dice: “¿Cómo es
posible que la izquierda no vaya a una elecciones con programa?... Yo le dije a
la gente… que si no había un programa yo no iba a participar”, “Y eso aplica a
todos, porque tampoco [los que se han separado de la ortodoxia] tienen programa
electoral. Claro allí hay un problema genético: los grupos que se separan de
los Partidos Comunistas son los peores enemigos posteriormente… porque después
de haber sido un pro soviético fervoroso, pasan a ser gente de militancia
antisoviética”. (ABM, 88).
A estas alturas resaltaremos
como la ausencia de líneas programáticas continúa siendo un serio problema en
nuestros días; y que ella, para nosotros, tiene dos aristas muy preocupantes:
(a) la carencia de propuestas serias tiende a ser sustituida por mecanismos
cada vez más banales, y (b) cuando algún
candidato, independientemente de la naturaleza del cargo al cual aspire,
presenta sus ilaciones éstas tienden a ser descalificadas por intelectualoides,
pesadas e inoperantes y poca veces consigue lectores y/o analistas realmente
interesados. Verbigracia, la desertización que en esta área caracteriza a las
instituciones académicas es pasmosa.
4º.- Análisis de las incidencias
personales: Es sorprendente
la manera como procura mantener la rigurosidad, que no la objetividad, en el
manejo del método histórico al referirse a incidencias que lo involucran con
antiguos compañeros. Verbigracia de Rómulo Betancourt afirma: “fue quien [en
1936] dio el paso hacia [la instalación] del congreso [gomecista]”, luego lo
diferencia “Fue equivocación de muchos…no reconocer…{[lo] que había sucedido
con él que traía unas ideas totalmente distintas para aplicar[las] en
Venezuela”, para terminar retratándolo “Es una cosa verdaderamente insólita que
a un líder de formación moderna…se le pueda llamar caudillo…aunque si se
recuerda su frase de ‘disparar primero y
averiguar después’ (ABM, 164). A Teodoro Petkoff lo enjuicia al señalar: “ese
caso es distinto, pues se trata de un individuo que se ha enrumbado hacia el
viejo camino de Acción Democrática. Incluso los camaradas hacían un buen
diagnóstico de él…” (ABM, 92), De Pérez Jiménez nos dice “[su] régimen se
convirtió en un régimen de asalto económico, estructuró sus propios mecanismos
como gobierno independientemente de la burguesía… [que] tendía a crear sus
propias bases aunque estuviesen penetrados por las transnacionales…Su
nacionalismo se puede explicar como una rivalidad entre socios” (ABM, 73).
Le asignamos una enorme importancia
a la forma como es capaza de diferenciar lo individual y personal de lo colectivamente
histórico. Sabemos que en esta coyuntura muchas obras de proyección pierden
calidad porque sus autores no logran separar la paja del grano.
5º.- Valor de la formación ideológica y
mentís a la difundida Generación del 28: Muestra su convicción en cuanto a que “sin conciencia revolucionaria no hay
movimiento revolucionario”, ejemplificándolo tal aseveración con la labor de Salvador
de La Plaza
quien “pregonó la necesidad de fundar un partido amplio en el cual pudieran
entrar los comunistas” (ABM, 67), y “sugirió la fundación una Junta Patriótica”,
manteniendo la consigna: “”Agitación y propaganda para la organización” (ABM,128).
Igualmente niega la significación, tan hagiografiada, de la Generación del 28, que
para él “…no existe, sino como un movimiento que junta a determinada cantidad
de personas ocasionalmente en ese momento y después comenzaron a salir
individuos de todas clases”, sostiene que quienes destacaron de esos grupos lo
hicieron por razones políticas y no por haber formado parte de ella,
[quienes además] siguieron una ideología
combatida por mucha gente de [esa misma generación] [de la que también
egresaron también burgueses”. (ABM, 251
y 252)
Consideramos que en los tiempos
que vivimos adquiere adquieren mayor significación y trascendencia la, aún débil, formación ideológica en la
lucha política. Tal connotación la reforzamos como un reclamo urgente ante la
creciente estupidización de esa confrontación y de la vida misma.
6º.- La memoria y la historia
diferenciación con la historia contrafractual: Sugiere que el investigador se maneje con cuidado ante
el manejo interesado de las fuentes, frente a las cuales “[él] como
Antropólogo…y como Historiador ha aprendido… a tener absoluta desconfianza de
la gente y [de su] propia memoria. Porque a veces se producen falsos recuerdos,
en parte porque el individuo se da mucha importancia, [lo que lo lleva] a crear
mentiras que cree de buena fe que son verdades” (ABM, 137)
Este es un problema de gran
vigencia. Debemos tener cuidado con la llamada Historia Contrafractual, que nos
puede hacer creer que son ciertas afirmaciones como: “si mi mama tuviera ruedas
sería bicicleta”. En este sentido nos parece muy útil la apertura del, hasta
ahora, único tomo publicado de las Memorias de Gabriel García Márquez, (2002),
cuando afirma: “La vida es lo que uno recuerda para contarla”.
7º.- Rescate del Método Histórico y
convicción del valor de su obra:
Se declara un cruzado en la defensa del Método Histórico y reconoce méritos a
quienes lucharon junto a él por reivindicarlo. Al respecto señala: “…a Brito
Figueroa, Arcila Farías y a mi nos tocó introducir en Venezuela métodos
diferentes para estudiar la historia que antes se hacía de una manera más
rudimentaria” (ABM, 134) Destaca los aporte de un joven Carlos Irazabal, quien
apenas frisaba la treintena cunado publicó Hacia la Democracia , a quien “
no se le puede exigir que tuviera la misma maduración de un historiador
profesional”, se pretende desconocer que “Esa limitación le confiere mayor
valor a su aporte por suministrarnos la primera interpretación materialista
dialéctica”. Sostiene que “Esos libros [incorpora a la repuesta el suyo,
Latifundio] tienen su lugar en la producción del conocimiento venezolano” “Se
les objeta que no están metodológicamente consagrados. Eso es lo que dicen los metodologistas perfectos”. (ABM,
225 / 255 y 256 ).
Así mismo se muestra
convencido acerca de la solvencia de su producción. En cuanto a su primer libro
sostiene “…lo publicó Salvador de la
Plaza en 1938…y no me he podido explicar…porque
constantemente se repite [que no fue el primero] no es una cuestión de
prioridad, simplemente es cuestión de metodología rigurosa, que no se pueden
tener incongruencias…nunca tuvo la pretensión de ser histórico…mostraba la
realidad de la cuestión agraria en aquel momento”. Denuncia que “ha sido
voluntariamente olvidado” (282)…Pero, sostiene con orgullo, que “...fue hecho
con una precisión extraordinaria respecto a todo lo que era realmente
esencial…Sorprende que aún hoy permita
una visión de cómo era la
Venezuela de esa época…” (ABM, 128).
Nos parece altamente
significativa la manera como marca distancia con el manejo maniqueísta de la
historiografía nacional. No podemos olvidar como durante siglos hemos estado
signados por esos criterios. Tal distorsión ha sido criticada por Denzil Romero,
(1990), en sus estudios sobre Vargas y Carujo, al decirnos: “La historia
oficial consagra y destruye, exalta y minimiza de acuerdo a sus conveniencias”.
8º.- Crítica del metodologismo: Se muestra como un duro crítico de la llamada
Metodología Histórica a la que califica como “algo horrendo”, porque “la
rigidez metodológica no enriquece la historia”, (ABM, 258), insiste en que ella
esta diseñada para promover individualidades reaccionarias de manera egoísta en
detrimento de los más jóvenes y estudiosos, lo que desdibuja los perfiles de la
ciencia histórica, escondiendo un anti bolivarianismo (ABM, 101), y los sustituye
por lo que dicen las voces interesadas o sus epígonos (ABM, 105). Asevera que
Carlos Irazabal y él mismo han sido víctimas de esa manera de estudiar la Historia (ABM, 281) por
quienes deberían-más bien- dedicarse a cultivar otras disciplinas que son más ligeras,
como la Gastronomía ,
y para las cuales tienen comprobadas habilidades. (ABM, 283) y dejarse de
encasillar a los autores más reconocidos y desde una pésimo uso del castellano,
dentro de parcelas que se corresponden mucho más con su cuestionado proceder. (ABM,
320).
En esta serie de afirmaciones
encontramos una sólida posición de defensa del materialismo histórico y un
deslinde frente a la difundida tesis que propugna la confusión entre las
técnicas y el método y que pretende equiparar los procedimientos con la
metodología.
9º.- Fustiga la incompetencia del liderazgo
en situaciones clave y reivindica la guerrilla: Desarrolla la
muy vigente tesis de que las masas suelen encumbrarse por encima de quienes se
dicen integrantes de la élite dirigente si éstos no están a la altura de sus
responsabilidades. Para ello se apoya en lo sucedido en 1936 cuando se confió,
tal vez desmedidamente, en quienes regresaban del exilio por creerlos más
capacitados, la experiencia demostró que no era así y el pueblo fue conducido
al fracaso de la vivencia (ABM, 159). Más adelante afirma que algo parecido
ocurrió en 1958 cuando “la burguesía llenó al país de ilusiones” (ABM, 76) y lo
condujo a un enorme desengaño que, en buena medida, justifica la insurgencia
armada de los sesenta. Se identifica con quienes se sacrificaron en esta época de quienes dice “que fueron portadora de un
ideal de emancipador pero que carecían de educación revolucionaria (ABM, 84) y
pide que “se respete la donación de vida que hicieron los guerrilleros”.
No debemos abundar mucho
sobre la pertinencia de estos señalamientos. En la actualidad algunos sostienen
que vivimos la era de las confrontaciones;
nosotros no estamos muy convencidos de que sea así, pero en todo caso
podemos preguntarnos: ¿Hacia donde nos encaminamos?. ¿De verdad hayamos
discutiendo los problemas esenciales de la vida nacional?. ¿Qué es lo nuevo en
el acontecer cotidiano? Entendemos que existe una ausencia de sindéresis en la
evaluación tanto del pasado como del presente; que se pretende esconder con la
descalificación del adversario, independientemente del tiempo histórico que le
haya tocado vivir. Eso aumenta la
trascendencia de las afirmaciones del doctor Acosta Saignes.
10º.- Reivindicación del papel
de la mujer en las luchas políticas: Se declara partidario de
revisar el papel que se le ha asignado a la mujer en los estudios sobre la
evolución política venezolana. Por ejemplo, dice que en los sucesos del 14 de
febrero de 1936 “nombré a al grupo de las mujeres [que han sido olvidadas]”. (ABM, 177) Al contar sus vivencias nos narra:
"el día que me capturaron me agarraron en la esquina de Sociedad…porque
tenían órdenes de capturar a la gente con boinas…Nos pasaron de Sociedad a San
Francisco…en ese trayecto había un banco y Carmen Clemente travieso, que era
empleada en él, logró que los empleados del banco salieran a gritar a favor nuestro para que nos
liberaran. (ABM, 127). Incluso en los sucesos del 1928 pide que se incorporen
“…dos nombres sumamente importantes: Eumelia Hernández e Isabelita Jiménez
Arraíz, que no sabe porque van quedando afuera de muchas menciones. Hay que
incorporarlas junto con las otras luchadoras porque su participación es muy
importante (ABM, 295)
Mencionaremos que para nosotros
se está produciendo un interesante movimiento
a escala mundial, que ha venido rescatando para la memoria histórica aquellos
personajes que habían sido ignorados en el relato dominante. Entre ellos, están
adquiriendo relevancia las mujeres y su participación, mayoritariamente
silenciada, en los procesos significativos de las nacionalidades. No nos debe temblar
la voz para señalar que en esta materia el doctor Acosta Saignes, también,
marco rumbos.
11.- Tesis sobre la soberanía: Sostiene que la negación de la soberanía es
algo que ocurrió muy temprano dentro de nuestra evolución. Ejemplificándolo así
“…cuando aparecieron las compañías petroleras, [los dueños de la tierra] comenzaron
a negociar con las mismas para dejarles el terreno…[a pesar de que] la corona
española sostuvo siempre el principio del derecho sobre el subsuelo...[y que]
Al crearse las Repúblicas se conservaron estos derechos…la compañías trataban
con el propietario a quien le pedían que les diera la tierra y ellos les daban
una regalía que era mínima, pero que podrían significar enormes fortunas si se
trataba de grandes latifundios”.ABM, 130 / 131).
Su partida no le permitió
vivir suficientemente la consolidación de sus investigaciones en esta vital
materia, pero ahora lo estamos comprobando. Las exploraciones acerca de la
importante materia petrolera ocuparon sus primeros desvelos. Conviene en que
parte de esos materiales fueron profundamente discutidos con Salvador de la Plaza , quien posteriormente
utiliza algunos de ellos en su Desarrollo Económico e Industrias Básicas,
(1965), en la que, por ejemplo, destaca la
importancia de los decretos del Libertador en Quito el año 1829.
12.- Optimista frente al futuro: Finalmente destacaremos como, ante una
provocadora pregunta del inquiridor, responde tajantemente: “El pueblo
venezolano no está frustrado, está engañado y está falsamente educado contra el
proceso revolucionario. Que la gente [como individuos] se sienta frustrada eso
es otra cosa. Pero nosotros no podemos decir que el pueblo está frustrado. El
pueblo no sabe que se están reuniendo elementos que lo van a llevar a superar
su situación actual y eso es lo que nosotros [como investigadores] sabemos,
para no aplicar el término frustrado. Lo que pasa [le confiesa al
entrevistador] es que yo a la interpretación de los términos corrientes también
le pongo objeciones. [y me pregunto] ¿Por qué el pueblo está frustrado? Está
frustrado el pueblo que puso sus esperanzas en los copeyanos. Está frustrado el
pueblo que puso sus esperanzas en los adecos. …”, (ABM, 433).
Pero el pueblo como unidad colectiva nunca se
plantea el problema de que está frustrado. Siempre sigue luchando. Y si le
cortan todas las posibilidades de que su lucha triunfe, el pueblo [seguirá]
luchando porque las condiciones económico – sociales lo conducen a superar lo
que se podría llamar, en un momento determinado, frustraciones, (ABM, ibidem).
Obviamente en esta última
idea extraída de El Siglo… resaltaremos como un hombre, gravemente
enfermo y fuertemente golpeado por el reciente fallecimiento de su esposa, no
se arredra frente al porvenir, lo que marca una diferenciación cualitativa con
los llorones profesionales del desastre, que viven augurando grandes
catástrofes, para quienes. “Nunca antes se había visto”, lo que supuestamente
los asombra y/o quienes constantemente muestran su estupefacción ante algo que
“Primera vez ocurre”, según su interesada desmemoria; frente a ellos el doctor
Acosta Saignes entona todo un canto de fe en un futuro mucho más justo, es
decir más humano; que nos lleva a incrementar nuestra admiración por él.
III:- Unas acotaciones (muy)
personales:
Con vuestra anuencia
concluiremos estas notas resaltando unas apreciaciones que nos incumben,
estrictamente, en lo personal. No se angustien son solo dos.
1ª.- Evidentemente nunca se logrará una redacción
definitiva de la interpretación que se haga de lo que los cultores de la Geohistoria denominamos
la evolución cubierta por los pueblos. Pero el convencimiento sobre tal
limitación no evitará que nos sorprendamos al encontrar inventarios exageradamente
incompletos sobre el desenvolvimiento de los actores cuyo devenir existencial,
interpretándolo como derivada de su tránsito vital, intentamos colegir. Por
ejemplo, los biógrafos del doctor Miguel Acosta Saignes no parecen concederle
suficiente importancia a la organización del Grupo Cero Teoréticos, (ABM, 378),
en el estudio de la ruptura que el reconoce haber establecido con la militancia
partidista a mediados de los treinta. Efectivamente, este movimiento, en el que
participaron connotados compatriotas del posterior devenir nacional como:
Carlos Eduardo Frías, Inocente Palacios, María Teresa Castillo, Josefina
Juliac, Ricardo Razetti, Pablo Rojas Guardia y Luis Castro, entre otros, produjo
un fuerte cuestionamiento a las motivaciones reales de los movimientos
políticos que actuaron a partir de ese año en la vida nacional. Por cierto, que
entre los más destacados representantes de este grupo estuvo el profesor
Francisco Tamayo, a quien la historiografía oficial no dedica muchas líneas; no
obstante haber sido uno de sus más calificados conductores tanto en Mérida como
en Caracas.
2ª.- Sin pretender equipararnos con el invitante a esta
sesión, contaremos que nosotros, igual que él, también conocimos al doctor
Acosta Saignes cuando éramos estudiantes de bachillerato. Ocurrió en el año de
1965, cuando la administración de nuestro paisano Raul Leoni Otero, a nombre de
la democracia representativa, allanó la Universidad Central
para impedir la realización del II Congreso Estudiantil, que fue presentado por
el gobierno como un cónclave de guerrilleros. Mientras las fuerzas del orden
sitiaban el campus el evento se instaló en el Auditórium de la Facultad de Humanidades y
Educación, en lugar de hacerlo en el Palacio de los Deportes como inicialmente
se había previsto. El discurso inaugural,
vibrante y cargado de historia comprometida, fue pronunciado por el ciudadano Decano
de la Facultad ,
el doctor Miguel Acosta Saignes; a quien nunca habíamos visto y el que, merced
a su pieza de magistral oratoria y por las gestiones de la directiva del Centro
de Estudiantes del liceo donde cursábamos el último tramo de la secundaria que
asistíamos como delegados, se convirtió, por unanimidad, en el Padrino de la Promoción de Bachilleres
en Ciencias y Humanidades que ese año lectivo egresó del Briceño Méndez, sito
en las profundidades de las mesas orientales; la cual tampoco aparece
registrada en los inventarios que sobre tan ilustre compatriota se han hecho.
Por razones como esas
asumimos como una deferencia, sin duda inmerecida, estar aquí esta tarde /
noche.
¡¡¡Muchas
gracias!!!
IV.- Referencias:
Acosta Saignes,
Miguel (1938) Latifundio: el problema agrario en Venezuela. México.
Blanco Muñoz, Agustín
(2013, noviembre 16) “Miguel Acosta Saignes y Don Antero”. Últimas Noticias.
Blanco Muñoz, Agustín
(2012) El siglo que yo viví: Habla Miguel Acosta Saignes. Caracas. Ediciones de
la Cátedra
“Pío Tamayo”. Universidad Central de Venezuela.
De la Plaza , Salvador (1965)
Petróleo e Industrias Básicas. Caracas. Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central
de Venezuela.
García Márquez,
Gabriel (2002) Memorias. Vivir para contarla. Barcelona. Editorial Planeta.
Pérez Rescaniere,
Gerónimo (2011) De Cristóbal Colón a Hugo Chávez Frías. Caracas. Fondo Editorial
del Ipasme. Tomo II.
Romero, Denzil (1990)
La Carujada. Barcelona.
Editorial Planeta.
Trujillo, Manuel
(1986, noviembre 30) ‘Miguel Acosta Saignes. La Antropología como
pasión política’. “Suplemento Cultural”
Nº 971. Últimas Noticias.
Caracas, 18 / 11 / 2013.
OHR/ef.
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