NO PODRÁN MATAR LA CÁTEDRA PÍO TAMAYO
Manlio Sardi
para Agustín, Mery y Daniela
Las noticias que en estos días abruman mis
oídos acerca de la Cátedra
Pío Tamayo, me la hacen imaginar como una nave con tres
motores, que ha venido atravesando diversas tormentas en su incansable viaje
por la ruta trazada para las instituciones universitarias, en los diversos artículos de la Ley de Universidades.
La
tarea de profesores y estudiantes, según esa carta, es buscar la verdad y
afianzar los valores trascendentales del hombre (art. 1). La contribución
doctrinaria en el esclarecimiento de los problemas nacionales (art. 2). El
papel rector de las Universidades está en la educación, la ciencia y la cultura
(art. 3). El espíritu democrático de la enseñanza, la apertura a todas las
corrientes del pensamiento universal; la libertad de iniciativa, la atención a
las necesidades del medio (art. 6).
“Cosas veredes Sancho amigo”, una conocida
frase del Quijote, que nos advierte sobre la posibilidad de estar en presencia
de lo insólito, lo increíble o lo condenable, la cual, pensamos, se puede
aplicar para lo que está viviendo la Cátedra Pio Tamayo.
Cuando enemigos externos de la
UCV la atacan con el fin de asesinar su esencia, contenida en
los artículos ya citados, en su interior algunas personas prevalidas de sus
posiciones académicas o administrativas, están disparando por mampuesto contra la Cátedra , sin darle el
derecho a la defensa y con olvido del debido proceso, de tal manera que ella
perezca gracias a la inmovilidad, la tristeza, el abandono.
Estos francotiradores, posesionados de sus
guaridas burocráticas, poseen una particular comprensión de lo que llamamos la
“democracia universitaria”. Para ellos, la pluralidad expresada en la frase
“Aquí cabemos todos”, es entendida de este modo: Si, pero estaremos más
holgados si nos desprendemos de las personas que malqueremos.
La transparencia puede soportar ciertos
resquicios traslúcidos, para que los
autores intelectuales de la embestida permanezcan en las sombras, sin pagar sus
maldades. El trabajo limpio y tesonero, respaldado por las libertades de
cátedra, de conciencia y de expresión, creen ellos que puede ser echado por la
borda si sus creadores son aislados, se quedan solos, nadie acude en su defensa
y finalmente son olvidados.
Cuando los funcionarios académicos y administrativos se alejan del “camino recto”
(Dante), aflora la injusticia y se desdibuja la democracia universitaria, sin
la cual, no es posible “afianzar los valores trascendentales del hombre”.
En nuestra contemporaneidad, los antivalores
han venido ganando terreno en las estructuras de las instituciones, con dolor
los presentimos permeando la vida académica de la UCV , no obstante, confiamos en
la capacidad de lucha y rectificación de aquellos que en sí, albergan genuinamente el espíritu de la UCV de siempre.
Un espíritu ucevista que se manifiesta con
mucha nitidez en actuaciones como las de
Francisco De Venanzi, Jesús María Bianco, Miguel Acosta Saignes, Joaquín
Gabaldón Márquez, Juan David García Bacca, Pedro Beroes, Rafael Pizani, D.F. Maza
Zavala, Rafael José Neri, Antonio Muskus, Carlos Alberto Moros Ghersi, Ángel Hernández, Eduardo Castillo, Rodolfo
Quintero, los estudiantes actuales y
pasados (y otros tantos, que sin nombrarlos, conservo en mi memoria). Es esa
UCV perenne en su existencia, la que nos exime de llorar la muerte (todavía
lejana) de la Cátedra Pio
Tamayo.
Mis amigos, les escribo más que por los
sentimientos de amistad, por el impulso de mi orgullo de ucevista, herido, al
pensar que quizás haya hecho de mi Institución una idealidad.
Manlio Sardi
julio 2014
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