A Zaira Andrade
Ese día el sol deambulaba sobre sus oscuridades. Y le ocurría algo que lo incomodaba: chocaba con un rayo muy fuerte, penetrante, conmovedor. Una mirada que perforaba con toques de incendios de rosas de fondo de mar. Y detrás de sus huellas salían otras miradas también llenas de pasos del tiempo que estaremos obligados a ver dondequiera que estemos.
Las miradas crecían con la luz del sonido de su propia mirada. Lirio prefería el silencio para mantener sus adentros. Emilio aumentaba su alumbre y lo lanzaba con fuerza enfurecida. Pero aquellos ojos seguían pegados hasta en las propias heridas de inocentes luciérnagas.
Lirio vio entonces aumentar su alegría. Se le sumaban himnos de luz y hasta resplandores de piedras de imán y azogue. La contraposición avanzaba. Pero llegó el día de la multiplicación de los faros de amapolas y azahares. La transparencia tomaba cielo. Y nadie opacaba el rumbo lirio.
De pronto supimos de la colmena de ojos malabares. Nadie nunca se enfrentó a esta inmensidad de rayos que tocaban el paso de los girasoles. Y fue entonces cuando una voz llamó a unir todas las luces bajo las cuerdas azules de las fantasías de Juan Sebastián. Antonio y Wolfgang se juntaron para saber del llamado que emanaba de las nubes de luces de amor que le dicen adiós al vendaval de ríos y lamentos.
Esa voz le era familiar a Emilio y Lirio. Había salido de una trompeta de la misa en si y hablaba el lenguaje de las gladiolas de todos los tiempos.
Fue impresionante el llamado que a todos envolvió en el tono mayor de las entregas de esa Zaira de todos que ha vivido y vivirá para cultivar florecitas del monte mariano y astromelias de alegrías y luces para los tiempos que construyen los cantos de los niños de espigas de risas, sueños de pan y amor de siempre.
Emilio ya vive hasta en los propios ojos del gato lirio.
Las miradas crecían con la luz del sonido de su propia mirada. Lirio prefería el silencio para mantener sus adentros. Emilio aumentaba su alumbre y lo lanzaba con fuerza enfurecida. Pero aquellos ojos seguían pegados hasta en las propias heridas de inocentes luciérnagas.
Lirio vio entonces aumentar su alegría. Se le sumaban himnos de luz y hasta resplandores de piedras de imán y azogue. La contraposición avanzaba. Pero llegó el día de la multiplicación de los faros de amapolas y azahares. La transparencia tomaba cielo. Y nadie opacaba el rumbo lirio.
De pronto supimos de la colmena de ojos malabares. Nadie nunca se enfrentó a esta inmensidad de rayos que tocaban el paso de los girasoles. Y fue entonces cuando una voz llamó a unir todas las luces bajo las cuerdas azules de las fantasías de Juan Sebastián. Antonio y Wolfgang se juntaron para saber del llamado que emanaba de las nubes de luces de amor que le dicen adiós al vendaval de ríos y lamentos.
Esa voz le era familiar a Emilio y Lirio. Había salido de una trompeta de la misa en si y hablaba el lenguaje de las gladiolas de todos los tiempos.
Fue impresionante el llamado que a todos envolvió en el tono mayor de las entregas de esa Zaira de todos que ha vivido y vivirá para cultivar florecitas del monte mariano y astromelias de alegrías y luces para los tiempos que construyen los cantos de los niños de espigas de risas, sueños de pan y amor de siempre.
Emilio ya vive hasta en los propios ojos del gato lirio.
01 de abril del 2006
ABM
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