Las miradas crecían con la luz del sonido de su propia mirada. Lirio prefería el silencio para mantener sus adentros. Emilio aumentaba su alumbre y lo lanzaba con fuerza enfurecida. Pero aquellos ojos seguían pegados hasta en las propias heridas de inocentes luciérnagas.
Lirio vio entonces aumentar su alegría. Se le sumaban himnos de luz y hasta resplandores de piedras de imán y azogue. La contraposición avanzaba. Pero llegó el día de la multiplicación de los faros de amapolas y azahares. La transparencia tomaba cielo. Y nadie opacaba el rumbo lirio.
De pronto supimos de la colmena de ojos malabares. Nadie nunca se enfrentó a esta inmensidad de rayos que tocaban el paso de los girasoles. Y fue entonces cuando una voz llamó a unir todas las luces bajo las cuerdas azules de las fantasías de Juan Sebastián. Antonio y Wolfgang se juntaron para saber del llamado que emanaba de las nubes de luces de amor que le dicen adiós al vendaval de ríos y lamentos.
Esa voz le era familiar a Emilio y Lirio. Había salido de una trompeta de la misa en si y hablaba el lenguaje de las gladiolas de todos los tiempos.
Fue impresionante el llamado que a todos envolvió en el tono mayor de las entregas de esa Zaira de todos que ha vivido y vivirá para cultivar florecitas del monte mariano y astromelias de alegrías y luces para los tiempos que construyen los cantos de los niños de espigas de risas, sueños de pan y amor de siempre.
Emilio ya vive hasta en los propios ojos del gato lirio.
ABM
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