viernes, octubre 06, 2006

PARA CLEMENTINA TAMAYO


El 02 de octubre pasado, en los paisajes de la antigua Hacienda El Callao, propiedad de la familia Tamayo Rodríguez, esparcimos como si fuese un polen sagrado, la dulce sonrisa de Clementina Tamayo, la última hermana de Pío en ir a acompañarlo a sus residencias solares.

Días atrás se había despedido de todos nosotros, con lucida paciencia. Tal vez quería aguardar a Pío para acompañarlo en el recorrido que hace cada año, los cinco de octubre, evocando el que hiciera aquel año de 1935, cuando el pueblo de El Tocuyo lo llevó, en medio de tamunangues, a sembrarlo en aquellas tierras de las que nunca se desprendió.

Clementina fue para nosotros un hermoso regalo desde hace más de dos décadas cuando la encontramos mientras andábamos tras las huellas de Pío. Desde entonces se nos hizo un ritual permanente dejar en su regazo pedacitos de memorias que ella luego hilvanaba hasta convertirlas en un manojo de florerías.


Su dulzura nos acompañó a la hora de instalar la Cátedra Pío Tamayo, cuando ingresamos por primera vez al Castillo de Puerto Cabello, al calabozo al cual fue aherrojado Pío, a la hora de los 50 años de su asesinato. Con ella hicimos travesía por El Tocuyo, hasta la casa paterna, a la plaza en la que Pío entabló su eterna alianza con Rosa Eloísa, y pudimos recorrer la cresta de los montes que sirvieron de refugio a sus tristezas.


Fuimos hasta Namur, donde su ternura acompañó a Pío, junto con el calor de la madre, hasta ese octubre de su despedida. Y luego regresamos una y otra vez para que su voz suave y dulce nos descifrara las letras de Pío rescatadas de todos los olvidos. Ella se convirtió en su más perseverante depositaria. Y con generoso amor, nos fue revelando la historia, los versos, las cartas, las memorias y los inmensos pesares de aquellos tiempos que nunca pasaron.


Y nosotros le fuimos entregando el corazón, porque entre los pliegues del suyo, habitaba un solar resplandeciente, en el que siempre brotaban las confituras de piña y los dulces de membrillo, que nos obsequiaba en amoroso gesto. Nos enamoramos de su soledad, de su nostalgia, de su alada esperanza. Y allí anclamos nuestros afectos para siempre.


Por eso, hoy en este el primer aniversario de su partida, nos vamos de nuevo de su mano a recorrer los paisajes titiriteros en los que recitaba versos de Pío, y donde ahora enciende de nuevo los fogones de la vieja casa para seguir repartiendo entre todos las eternas acemas de su alegría.


mery sananes



Algunos enlaces para acercarse más a Clementina



Clementina en el adiós de las embusterías mayores
Recuerdo de mi infancia en la Hacienda El Callao
Pío Tamayo a su hermana Clementina
Tu regreso a El Callao

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