Comienzo por agradecer esta invitación al debate sobre Reforma Constitucional organizado por este ilustre Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, en momentos en que se achican los espacios para esta actividad consustancial a toda práctica auténticamente democrática.
Y es muy importante esta iniciativa, este espacio porque una reforma como la que se anuncia presupone la confrontación de ideas, opiniones, tesis. En todo caso lo que importa es la suma-síntesis de posiciones, puntos de vista, que terminan por conformar tendencias que, de ordinario, deben actuar bajo la guía de la cooperación y el acuerdo.
No obviamos la consideración relacionada con los claros, específicos y directos intereses de clases que subyacen a esta realidad.
Y en este punto se impone una precisión o determinación para establecer el dónde estamos y qué queremos.
¿Cuál es el objetivo que perseguimos en relación a la sociedad que nos corresponde guiar u orientar?
¿De que se trata hoy y aquí? ¿De crear una nueva realidad social? ¿De producir el ‘salto histórico’ que nos aparte de toda continuidad e imponga una nueva realidad, con un nuevo agente histórico fundamental, una nueva dominación de clases y un hombre nuevo a la cabeza de las nuevas realizaciones?
¿Se impone definitivamente acometer la ruptura histórica?
¿DISENTIR O APROBAR?
En este punto debemos detenernos para ubicar el tema de la reforma constitucional. En principio y para muchos la cuestión fundamental planteada en el momento actual es lo que genéricamente se denomina como reforma de la constitución y más precisamente de la constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Y hay quienes como ustedes, van mucho más allá y piensan que está planteada una reforma que implique a la sociedad y que sea el producto de una consulta del universo venezolano, que cuente con el aporte de todos.
Este es indudablemente un proceder democrático. Mira hacia la armonía y el consenso. Hacia el o los pactos que reclaman las sociedades plurales.
Pero este fondo-sentido del debate que ustedes impulsan ¿es lo que está en la mente de los conductores mayores del quehacer histórico de este momento?
LA CONSTITUCIÓN-COMODÍN
Consideramos que hoy el alto gobierno no tiene planteada la reforma constitucional como tarea prioritaria. Una idea que ha reiterado el propio presidente.
En sentido estricto hay que señalar que, al igual que en los 200 años de historia vista y tenida como republicana, las constituciones, como útiles comodines, han servido para absolutamente todo, como lo hizo saber un conocido ex presidente.
En su nombre se ha aplicado el atropello-vejamen para las mayorías y repartido los beneficios de la libertad, igualdad y fraternidad para los triunfadores y dueños del capital. Se han desarrollado guerras cruentas y realizado todo género de pactos-acuerdos-negociaciones. Ha sido el instrumento para promover una teoría que en la práctica no se cumple.
Pero las constituciones han cumplido una importante función para dar aval y justificación a los modelos democráticos, desde la revolución francesa hasta nuestros días.
Son las herramientas indispensables para presentar la estructura de una sociedad que se basa en la libertad, igualdad y fraternidad. Es el espacio para establecer las dimensiones de estos derechos y deberes, y con ello darle sustento democrático a la sociedad a la cual se aplica.
El problema reside en que las constituciones, hasta el día de hoy, sólo han proporcionado el marco legal para sociedades cuyo funcionamiento y desarrollo se basa precisamente en la negación de estos principios fundamentales.
LA CONSTITUCIÓN-TRAMPA
En síntesis, las constituciones conforman una trampa que permite ocultar lo que está en la esencia misma del quehacer histórico de esas sociedades.
Y esto es a tal punto cierto que aún aquellos gobiernos conocidos y tenidos como dictatoriales-autoritarios, en cualquiera de sus extremos socialistas-revolucionarios o nazi-fascistas, han trabajo en la elaboración de constituciones, reformas constitucionales y marcos jurídicos para darle asiento legal a sus actuaciones.
Aquí, desde la constitución inicial que sella el nacimiento de la república hasta hoy, los diversos gobiernos han sustentado su acción en ella. Las diferencias obedecen a que cada uno adecua, modifica, acomoda la ley a sus propios intereses. De allí ha surgido el gran número de constituciones de que goza este ex-país y el sin fin de reformas constitucionales que buscan el mismo fin.
Y es muy importante esta iniciativa, este espacio porque una reforma como la que se anuncia presupone la confrontación de ideas, opiniones, tesis. En todo caso lo que importa es la suma-síntesis de posiciones, puntos de vista, que terminan por conformar tendencias que, de ordinario, deben actuar bajo la guía de la cooperación y el acuerdo.
No obviamos la consideración relacionada con los claros, específicos y directos intereses de clases que subyacen a esta realidad.
Y en este punto se impone una precisión o determinación para establecer el dónde estamos y qué queremos.
¿Cuál es el objetivo que perseguimos en relación a la sociedad que nos corresponde guiar u orientar?
¿De que se trata hoy y aquí? ¿De crear una nueva realidad social? ¿De producir el ‘salto histórico’ que nos aparte de toda continuidad e imponga una nueva realidad, con un nuevo agente histórico fundamental, una nueva dominación de clases y un hombre nuevo a la cabeza de las nuevas realizaciones?
¿Se impone definitivamente acometer la ruptura histórica?
¿DISENTIR O APROBAR?
En este punto debemos detenernos para ubicar el tema de la reforma constitucional. En principio y para muchos la cuestión fundamental planteada en el momento actual es lo que genéricamente se denomina como reforma de la constitución y más precisamente de la constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Y hay quienes como ustedes, van mucho más allá y piensan que está planteada una reforma que implique a la sociedad y que sea el producto de una consulta del universo venezolano, que cuente con el aporte de todos.
Este es indudablemente un proceder democrático. Mira hacia la armonía y el consenso. Hacia el o los pactos que reclaman las sociedades plurales.
Pero este fondo-sentido del debate que ustedes impulsan ¿es lo que está en la mente de los conductores mayores del quehacer histórico de este momento?
LA CONSTITUCIÓN-COMODÍN
Consideramos que hoy el alto gobierno no tiene planteada la reforma constitucional como tarea prioritaria. Una idea que ha reiterado el propio presidente.
En sentido estricto hay que señalar que, al igual que en los 200 años de historia vista y tenida como republicana, las constituciones, como útiles comodines, han servido para absolutamente todo, como lo hizo saber un conocido ex presidente.
En su nombre se ha aplicado el atropello-vejamen para las mayorías y repartido los beneficios de la libertad, igualdad y fraternidad para los triunfadores y dueños del capital. Se han desarrollado guerras cruentas y realizado todo género de pactos-acuerdos-negociaciones. Ha sido el instrumento para promover una teoría que en la práctica no se cumple.
Pero las constituciones han cumplido una importante función para dar aval y justificación a los modelos democráticos, desde la revolución francesa hasta nuestros días.
Son las herramientas indispensables para presentar la estructura de una sociedad que se basa en la libertad, igualdad y fraternidad. Es el espacio para establecer las dimensiones de estos derechos y deberes, y con ello darle sustento democrático a la sociedad a la cual se aplica.
El problema reside en que las constituciones, hasta el día de hoy, sólo han proporcionado el marco legal para sociedades cuyo funcionamiento y desarrollo se basa precisamente en la negación de estos principios fundamentales.
LA CONSTITUCIÓN-TRAMPA
En síntesis, las constituciones conforman una trampa que permite ocultar lo que está en la esencia misma del quehacer histórico de esas sociedades.
Y esto es a tal punto cierto que aún aquellos gobiernos conocidos y tenidos como dictatoriales-autoritarios, en cualquiera de sus extremos socialistas-revolucionarios o nazi-fascistas, han trabajo en la elaboración de constituciones, reformas constitucionales y marcos jurídicos para darle asiento legal a sus actuaciones.
Aquí, desde la constitución inicial que sella el nacimiento de la república hasta hoy, los diversos gobiernos han sustentado su acción en ella. Las diferencias obedecen a que cada uno adecua, modifica, acomoda la ley a sus propios intereses. De allí ha surgido el gran número de constituciones de que goza este ex-país y el sin fin de reformas constitucionales que buscan el mismo fin.