¿ASESINATOS REVOLUCIONARIOS A MANSALVA?
Agustín
Blanco Muñoz
Los llamados
revolucionarios, portadores del mensaje y la acción violentos para impulsar la
transformación de la sociedad, hacen de la muerte algo necesario y desde todo
punto de vista justificable. En este sentido es bien conocida la legión de
muertos de cualquiera de los nombrados ‘procesos de cambios y transformaciones’
del siglo XX. No distintos, por cierto, a los que acometen los imperios del
capital.
Por eso la
llamada revolución bolivariana y socialista del siglo XXI se presenta, en
principio, como pacífica aunque de inmediato se agrega ‘pero armada’. Una treta
para esconder el verdadero carácter violento de esta experiencia que se
califica como revolucionaria.
En este
contexto tenemos que ubicarnos para examinar la cuestión carcelaria
caracterizada por la supuesta inexistencia del control del Estado.
A lo largo
del tiempo la “delincuencia carcelaria” se ha manejado con el código de las
conocidas mafias que operan permisivamente en estas instituciones. Ahora la
revolución quiere lograr la “regularización del sistema carcelario”, lo que
significa quitarle control a las mafias.
Pero no dice la revolución que enfrentar las mafias conlleva a una refriega entre sus propias
fuerzas. En los 14 años de este proceso la muerte carcelaria no se detuvo sino
que se incrementó. Si ayer prevaleció la corrupción democrática, hoy se volvió revolucionaria.
De modo que
cuando el Ministerio Penitenciario planifica una acción en cualquiera de las 32
cárceles sabe de antemano que debe pelear con su propia gente por el manejo y
dominio de cualquiera de esas instituciones. Sabe que la mafia carcelaria tiene
su base, asiento, administración y beneficiarios en el propio Estado.
Esto quiere
decir que la delincuencia carcelaria es creada, alimentada y mantenida por un
Estado que no puede eludir su condición de delincuente y que la mantendrá a lo
largo de su existencia.
Por ello, la
tal ‘regularización de las cárceles para
que sean gobernadas por las leyes revolucionarias’ pasa por la aplicación de la
violencia del Estado. En este escenario no puede haber humanización alguna ni soluciones
en el marco del entendimiento, acuerdo o conciliación.
La decisión es aplastar, someter, estrangular a
quien no atienda las directrices del
Estado Revolucionario. Y en este cuadro de agresión no se puede concebir
un preso con una conducta pacifista.
A él se le
ha condenado a la simple sobrevivencia en medio de la negación de todo derecho
humano.
En el caso
de la cárcel de Uribana se actúa en plan de mafia y corrupción. Por ello se
comienza con la mentira de la requisa. La propia ministro declara en rueda de
prensa (27/01/13) que este centro
carcelario constituía un ícono de la violencia donde no se podía
entrar porque lo impedirían los ‘líderes negativos’.
Esto quiere
decir que es imposible que alguien pensara que la mafia estatal o ‘Madre de las Mafias’
podría ingresar tranquila y cordialmente a sus espacios a practicarle una
requisa a los miembros de su estructura que han decidido tomar un camino propio
y separado de su progenitor.
Por tanto,
resulta elemental que cualquier incursión se haría a partir de un plan encabezado por la ‘necesaria
e indispensable masacre’. Según la
ministro ‘el grupito violento de los líderes negativos’ generó una situación de
violencia y los funcionarios se replegaron para defender sus vidas. No dice,
pero está claramente expresado en la escena, que el repliegue se hizo
disparando a mansalva. De ahí la cifra oficial de 58 muertos y 80 heridos.
Ante una
población penitenciaria de “alta peligrosidad” estaba dada la orden de actuar
en ‘plan de defensa’. Y no tiene ningún
asidero el señalamiento de que no se pudo alcanzar el objetivo de la requisa
porque Globovisión y el Impulso dieron la noticia anticipadamente.
Y queda
claro entonces que, el plan de acabar con ‘el grupito violento de los líderes
negativos’, era previo al objetivo final que se perseguía del desalojo de esta
cárcel, a menos que se admita que el nivel
de improvisación de la Mafia Mayor
le permite alcanzar un desalojo y reubicación
de una población de 2445 procesados en menos de 24hs.
Pero ¿cómo
se armó la población carcelaria que ahora se
masacra? ¿Cómo se convierte en población de ‘alta peligrosidad’? ¿Cómo
se instauran las mafias y se conforma el poder de los ‘pranes’? ¿Quién nutre y
alimenta la situación delincuencial? ¿A quién sirve esta violencia promovida y
desatada?
La respuesta
es obvia: en las cárceles aplican los
mecanismos de corrupción y violencia propios de un Estado Delincuente. Las
balas de lado y lado cumplieron su función y se impuso el arsenal del Estado.
Un Estado que
no detendrá su ‘marcha triunfal’ para transformar el sistema carcelario que, según
la ministro, es la estrategia que
preside esta acción.
Esto quiere
decir que la ‘lucha revolucionaria’ por
lograr la regularización o apego a la ley por parte de las cárceles, será cada vez más intensa y profunda.
No importa
el número de muertos en cada caso, sino lograr el propio triunfo de un Estado
cada vez más revolucionario que no puede ni podrá desprenderse de su inmanente
condición de delincuente.
Mientras se
trafique con los hombres, vistos y tenidos como piezas capaces de dar
beneficios, mientras se tome la sociedad como una ‘suma de individuos’ que puede ser puesta y dispuesta para la
utilización de cualquiera de las miserias de un Estado como este que se
autocalifica de revolucionario, estaremos en el propio abismo de un hombre
que tendrá que aspirar, como mínimo, la
conquista de la condición de humanidad.
Un hombre sobre
el cual recae la condición de desecho revolucionario que no se aparta de lo que ocurre en tiempos
de la corrupta y perversa república de la democracia
representativa. ¡Qué historia amigos! Twitter: @ablancomunoz abm333@gmail.com
El Universal, 01 de febrero del 2013
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