Reproducimos, sin permiso de nadie, esta entrevista que Adriana Chirinos Castro le hiciera a Anarkaly Jiménez de Rovain, para El Carabobeño. Y lo hacemos porque su testimonio, en apenas pocas líneas, dice mucho más que los análisis políticos o los discursos de la polarización, sobre los juegos con la democracia y el autoritarismo, de lo que es la verdadera tragedia de este expaís, lanzado a todas las inconsistencias, injusticias y penas.
¿Quién recuerda a Héctor Rovaín? Los muy pocos que le han seguido y siguen el curso a las atroces injusticias, silenciosas, ocultas, que cada día ocurren y se mantienen en este expaís, tomado por la rabia, la venganza, el odio, la más absoluta indiferencia ante la vida.
El drama cotidiano de Anarkaly, que es el de muchas madres, es una tragedia silenciosa que sigue su curso sin que nada parezca detenerla. La injusticia no es algo nuevo ni en este expaís ni en parte alguna de este planeta. Lo grave es que hemos aprendido a convivir con ella, sin que se sacudan los cimientos de la vida, sin que se desordene el orden casi natural en el que ocurre, sin que el grito ni la lágrima logre convertirse en una fuerza que la detenga.
Está allí, a la libre, caminando sin contraparte ni antagonismo. Se fracciona de tal manera que cada uno lleva como mejor puede su caso, su dolor, sin que puedan juntarse tantas lágrimas, para inundar los cimientos criminales y corruptos sobre los que se sostiene.
La reproducción de esta entrevista es sólo una manera de expresar nuestra solidaridad con Anarkaly, y con todos los que como ella, llevan su no vivir atado a una injusticia decretada por la soberbia, el poder, el odio y la fuerza de la violencia encubierta, aún más detestable, porque destruye lenta y perversamente.
Es sólo una manera de clamar, una vez más, por la construcción de una fuerza colectiva, consciente y organizada, pacífica, poderosa, que pueda incidir en el cambiar este status de horror con el cual convivimos, a veces sin siquiera advertirlo.
mery sananes
01 de julio del 2013
(Foto Carlos Blanco)
Adriana Chirinos Castro
Guerrera. Esa es la primera palabra que piensa quien ve a Anarkaly Jiménez de Rovaín. En su moto, la guapa dama con jeans, lentes de sol y casco, nos guió a su casa en Guatire. “Esta es la última entrevista que hago”. El complemento a esa afirmación se evidenció después, cuando las lágrimas corrían por su rostro mientras contaba la historia de su esposo, el inspector jefe de la extinta Policía Metropolitana, Héctor Rovaín.
Héctor ya tiene 10 años privado de libertad, dando tumbos de recinto en recinto, recuerda su esposa. La impotencia se apodera de ella. “Uno habla en las entrevistas y termina con una rabia encima”.
Sus primeros cuatro años fueron en Cotiza, duró un mes en la sede del Sebin en El Helicoide, luego lo pasaron a la Zona 2 de la antigua Policía Metropolitana y hace cuatro años lo enviaron a Ramo Verde.
Pero la guerrera que se ve hoy en Anarkaly no estuvo hace diez años cuando su esposo fue detenido. “Pensé que el mundo se me venía encima y no iba a poder. Veía a mi chamo y eso era lo único que me daba fuerza. Estuve hospitalizada y todo. Si no tuviese a mi hijo creo que hace tiempo me hubiese rendido”.
Héctor Luis es el único hijo del matrimonio, que ya cumple 19 años, de los cuales 10 los han pasado separados. Estaba a punto de cumplir cinco cuando detuvieron a su papá. No fue sino hasta los nueve cuando se enteró de la verdad. “¿Cómo le explicaba que estaba preso? Le podía tener miedo”. Durante años justificaron la ausencia en la familia diciendo que Héctor estaba haciendo cursos de la policía y salía mal. Cuando lo sentenciaron, la noticia al niño vino acompañada de las visitas al psicólogo, como lo hacía regularmente su madre.
Como adolescente de 15 años, Héctor Luis es muy maduro, asegura Anarkaly, muy orgullosa de su trabajo. Buen promedio y deporte es lo que caracteriza al que quedó como hombre de la casa. “No es que aceptó la situación, pero entiende que su papá es un preso político”.
Anarkaly era también funcionaria de la PM, pero al hacer el cambio a Policía Nacional Bolivariana dejó de trabajar y espera su jubilación. “No quiero nada con la policía y bolivariana menos”. Su vida cambió tan rápido que vendió los carros y compró una camioneta para hacer transporte escolar. Con eso mantiene sus dos casas: la de Guatire y la de Ramo Verde.
Todos los sábados que pueden y los domingos viajan a Los Teques a ver a Rovaín, a quien nombra por costumbre por su apellido. La celebración de los 15 años de Héctor Luis fue en el recinto porque, por suerte, cayó en domingo.
Anarkaly resiente la falta de apoyo. “La única ayuda es la señora Ruth de Súmate. Les lleva frutas, comida. No sabemos cómo agradecerle todo lo que ha hecho. Es un ángel que mandó Dios”.
Varias peticiones en demanda de las medidas alternativas que le corresponden han introducido. No hay respuesta. “Le han hecho los exámenes varias veces y nada”. Su esperanza no se disipa pero tras varios desánimos, como la derrota de Henrique Capriles en abril, se resignó a pensar que su esposo será libre cuando al Gobierno “le dé la gana. Si hubiese justicia estuviese libre”.
A pesar de que Anarkaly y Héctor Luis hablan con él dos veces al día, el vacío nunca se llena. “Me hace falta en todo momento, como pareja, como padre, en los juegos del chamo a los que asisten todos los papás y las mamás. Trato de evadir el tema porque me pongo demasiado mal. Tanta rabia la dreno llorando”.
Para Anarkaly uno de los errores que han cometido algunos de los familiares de los presos políticos es “tirarle” al Gobierno públicamente.
Compara su situación con la de los compañeros de Rovaín que salieron en libertad y la diferencia que ve es el rechazo de los abogados y familiares a los medios de comunicación.
Todas las noches Anarkaly duerme con Héctor Luis. Tras un día largo que comienza a las 4 de la mañana, su hijo va a “su cuna”.
Antes va al colegio, pasa todo el día en su cuarto o practicando beisbol, Solo una noche en estos 10 años fue distinta. Hace un mes Rovaín recibió permiso para ir al entierro de su madre. Los tres ocuparon la cama deseando volver a ser una familia como cualquier otra. http://www.el- carabobeno.com/
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Héctor Rovaín.
De 38 años de edad fue sentenciado a 30 años de prisión. Fue condenado por haber aparecer en un video en donde hizo dos disparos al aire con un revolver 38. Sin embargo las experticias determinaron que su arma no se correspondió con los proyectiles hallados en los cuerpos de las dos víctimas por las cuales lo condenaron o alguno de los lesionados.
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