EL CIERRE DE LA CÁTEDRA PÍO TAMAYO:
¿OPERACIÓN MADURO?
Jorge Delgado
Los ucevistas no
salimos del poco asombro que aún conservamos, al enterarnos de la
desafortunada noticia según la cual las
autoridades de nuestra máxima casa de estudios: la Universidad Central de Venezuela, cuyo eslogan
es: “La casa que vence la sombra”, han
decidido cerrar la Cátedra
Pío Tamayo.
La noticia cogió
revuelo inmediatamente. Y por todas partes se difunde el comentario: “¿cómo es
posible que las autoridades de la UCV ,
de la casa que vences las sombras, se dediquen ahora a perseguir a la Cátedra Pío Tamayo y apagar
su brillo al más puro estilo represivo de un Nicolás
Maduro cualquiera?”
De inmediato la
indignación y rabia no se hicieron esperar. Y esto ocurre
en una universidad totalmente postrada, caída a pedazos, en la academia,
investigación, extensión, planta física, aéreas verdes, inundada de basura. Moral,
ética y políticamente devastada. Arrastrada por una gran batería de grupos o
“mafias académicas” que se colocan materialmente al lado de los respectivos
momentos en busca del avenimiento del “poder del conocimiento” y el
gubernamental. Ambos se necesitan y complementan.
Y por esto es
explicable que ambos -régimen y mafia académica- no tengan mejor ocupación que perseguir
entidades como la Cátedra
Pío Tamayo, cuya existencia por académica e íntegra, es una de
esas instituciones que justifica la existencia
de la universidad misma.
Esta Cátedra Libre es
el único espacio abierto verdaderamente plural y democrático de esa
universidad, donde la libertad de pensar, decir y actuar es realmente
protagonista.
Una Cátedra con una
obra en la calle. Son más de treinta
años ininterrumpidos de servicios, cosa que muy pocos en la UCV y en el país puedan
ostentar. Una labor que no está acompañada de inversiones o presupuesto ni mancha alguna de corrupción en su hoja de
vida.
Pero a diferencia de
esta actuación, todos sabemos que hay una universidad donde, lamentablemente,
se esconden valores y acciones de perversión.
En ese micro universo se esconde
el verdadero crimen, que es aquel en el cual se hace las más oscuras
negociaciones, encaminadas a la consecución de posiciones y privilegios. Hasta
doctorados Honoris Causa se pueden
lograr por este oscuro camino.
Por esto, si algo no
podemos negar es la existencia en nuestra universidad de personas sin honor y
sin causas, antiacadémicos y corruptos de oficio que hicieron de la universidad
una parcela para el enriquecimiento personal, grupal y partidista. Y por eso -y
es un ejemplo- nos encontramos a quienes, hoy por hoy, amasan tremendas
empresas educativas e ingentes fortunas
en paraísos fiscales como Panamá.
Pero por encima de
esta realidad están los universitarios
cuyo único compromiso ha sido con la posibilidad de construir una universidad,
un país y un mundo mejor.
Por ello estamos y
estaremos alertas para dar la batalla en cualquier terreno contra esos que se
esconden en los espacios mafias y detrás de su rentable mediocridad para, desde
la jerarquía de su cargo, ejercer lo que mejor saben hacer: el despotismo, el
atropello y la antidemocracia.
Lejos estaremos
siempre de estas caras de tablas que, de manera permanente dicen tener en mira
exigirle democracia, pluralismo y respeto al gobierno o renegar del modelo
educacional vigente, pero en la realidad lo que exhiben como gestión está en la
línea de los valores del chavismo. Y por ello decimos que el cierre de la CPT parece formar parte de una
Operación Maduro.
Nada tiene de raro esta acción en el pacto que puede ser
subyacente entre un gobierno malandro como este y unas autoridades que
mansamente se han dedicado a mantenerse indefinidamente en el poder-privilegio
universitario que les ha sido concedido y el cual en nada puede perjudicar al
desarrollo de esta revolución que todo lo destruye.
La cuestión difícil de responder tiene que ver
con aquello de si al fin y al cabo los verdaderos universitarios salvaremos la UCV de las malignas sombras,
que en el caso que nos ocupa parecen haberse unido con el solo propósito de
aplastar y silenciar la Cátedra Pío
Tamayo. ¿Permitiremos que logren ese perverso objetivo?
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