Este ex-país está atrapado y dominado cada vez más por el despelote, el brollo o rollo.
De allí que se aluda con frecuencia a ese estar embrollado o enrollado, es decir, enfrentados a una situación muy difícil de descifrar, que no se sabe dónde o cómo surge.
Lo que sí está claro es que el despelote tiene como beneficiario directo a un régimen autoritario, militarista y de clara vocación y andar totalitario, que le ha permitido mantenerse como el único conductor de la política que aquí rige.
En este sentido, se sabe que no es posible determinar hoy cuál será el final de ‘la Crisis Venezuela’, pero se tiene la certeza de que este cuadro histórico no experimentará cambios significativos mientras las llamadas ‘oposiciones’ disfruten del despelote como común denominador de la política.
En ningún otro momento, la legitimación proveniente del supuesto ‘contrario dialéctico’ adquirió mayor espacio y consistencia.
Sin embargo, en medio de tanta confusión, hay un creciente universo que no suscribe las posiciones del oficialismo ni de ‘las oposiciones’.
Porque sólo en el contexto del despelote nos podemos tragar la engañifa de una polarización conformada por un oficialismo, dirigido por un equipo de ‘revolucionarios’ que son, en teoría y práctica, la continuación mejorada de la ‘república anterior’ y unas ‘oposiciones’ de la complicidad y la negociación.
De modo que por el lado de este despelote sólo se percibe el fortalecimiento del régimen. Sin embargo, en esa instancia está montado hoy el más abierto y brutal despelote interno.
Para el momento es evidente que el régimen no cuenta con un partido en términos organizativos, ideológicos y políticos, sino con una banda de seguidores en cuyas mentes prevalece el ofrecimiento, la tarifa y la compra venta de conciencias como objetivos de lucha.
Pero este esquema, que hasta ahora había funcionado, parece haberse complicado a la hora del re-censo de la militancia en el PSUV.
La gente que se vio forzada a plegarse a la línea de la sobrevivencia, se inscribió en atención a los parámetros que establece la oportunidad y el cumplimiento ‘con la revolución’.
La militancia, según fuentes del oficialismo, sobrepasa los 6 millones. Pero el 02D-07 muchos dejaron de votar y a eso se atribuyó ‘la derrota’. Incluso el 15F-09, a pesar del triunfo, no hubo la votación aplastante que se esperaba.
Es por este motivo que surge la orden de la reinscripción. Y quien no la hiciere se auto excluiría de la organización (UN, 02/06/09, p.14)
Pero la situación a la fecha es alarmante. Al momento del cierre del lapso establecido, la reinscripción está por debajo del 30%. Y es materialmente imposible que aun con prórroga pueda llegar al 50%.
Quienes tenían decisión de reinscribirse lo hicieron al inicio del período. Nadie ejerce la acción tarifa fuera del tiempo estipulado.
¿Pero cómo se explica que buena parte de la ‘militancia PSUV’ amenace con decirle adiós a su tolda roja-rojita?
Si estamos contestes de que no hay una conexión político-ideológica, ¿habrá que admitir que comenzó el rompimiento con el ‘mito’ que lejos de cumplir con los ofrecimientos, aumentó el padecimiento de la gente del común?
Nadie duda que estamos en la década del engaño revolucionario, del gran despelote, que comporta, inevitablemente, una respuesta del colectivo que en este caso se concreta en la no reinscripción.
¿Pero significa esto una ruptura con las formas de organización de las que es posible derivar beneficios como misiones, cooperativas, mesas técnicas de agua, de salud, asociaciones, proyectos, consejos comunales?
La gente acusa grandes molestias, no se reinscribe o no vota como 04D-05, cuando se produce una abstención sin precedentes. Rechaza la burocracia y la corrupción que les quita posibilidades a sus aspiraciones.
Y este es un aspecto que examina el exvicepresidente Rangel: “En diez años de gestión pública la burocracia se expandió a todos los niveles hasta convertirse en una carga insoportable para el fisco nacional, y también en una carga, no sólo por su costo, sino por su ineficiencia y corrupción.”
Se expande el clientelismo político y, conjuntamente, el binomio ineficiencia/corrupción.
Y este es un cáncer que desalienta a las personas y les hace perder la fe en las instituciones y en los proyectos políticos. En este terreno no hay mayores diferencias con la cuarta república (UN, 01/06/09, p.18).
Y en el mismo momento en que JVR acusa a los corruptos del PSUV, el historiador Manuel Caballero alude al descarado encubrimiento al robo público ...“obra del capo de la tribu llanera, de los Cabello o los Rangel Ávalos.” (EU, 31/05/09, p.4-8)
Y si estos baluartes de la revolución son acusados públicamente de, al menos, encubrir el robo y guardan silencio ¿quién tiene moral para detener este despelote del hampa? Y ante este cuadro ¿cómo no entender que la gente se muestre reacia a reinscribirse en la nueva tolda de la burocracia y el robo?
¿Pero para dónde va a coger esta gente atrapada por los tantos despelotes?
A la hora del gran despelote petrolero, de la propiedad, la producción, la industria, comercio, inflación, escasez, persecución, represión, desaparecidos, exterminados, abatidos, secuestrados, sicariato, magnicidio, fuerzas armadas, educacional, electoral, institucional, mediático, ético-moral, ¿para dónde va a coger la gente?
¿Hay acaso una instancia que pueda reemplazar la del despelote que destruye hoy lo que queda de Venezuela?
Hoy esta muy claro que mientras no desarrollemos un movimiento capaz de imponer una Tercera Venezuela, que pueda captar a la gente despelotada por los dos monstruos de la llamada polarización, despelotadamente seguiremos en el ir y venir a la instancia de mando-poder-capital establecida en este ex país.
Hoy estamos obligados a trascender los brollos y rollos y construir la Venezuela que detenga el despelote que le imponen al colectivo todas las manifestaciones de la dominación. abm333@gmail.com< El Universal, 05 de junio del 2009.