Seguimos atrapados por la historia invasora de la
que no hemos podido o querido deslastrarnos. De allí que nos
aguarden tiempos aún más difíciles.
No hemos adquirido conciencia de nuestro compromiso
como sociedad y nos quedamos, para decirlo con Pío Tamayo, en ser y actuar como
simple suma de individuos, aferrados al
mantenimiento de nuestros respectivos intereses.
Y de aquí se derivan situaciones muy difíciles, por
contener en sumo grado los signos del enfrentamiento y la confrontación que se
extiende hoy en el escenario llamado socialista.
Estamos frente a la acción de una militancia supuestamente revolucionaria y de
una tal contra-revolución que viene de admitir su condición de moribunda, y que está empeñada
en reconquistar las fuerzas que le acompañaron a la hora de la democracia
representativa que detentó.
Una posición que sigue presente en el derrotado
incapaz de reflexionar sobre su estado de minusvalía y sin ideas propias para
entender la naturaleza del monstruo que tiene por delante.
Y por ello, mientras el poder autocrático-autoritario
y de firme vocación totalitario-dictatorial, crece, las fuerzas opositoras
siguen en el apego a reglas democráticas inexistentes.
Con estas carencias no tienen posibilidades reales de
enfrentar a quien tiene control de todo el poder del Estado, de las
instituciones, el ingreso petrolero y la totalidad de la maquinaria electoral.
Y frente a este poderío se juega a la política de
ganar adeptos del campo contrario. Por ello se impulsa una Ley de Misiones para
que los millones de votantes que gozan de una tarifa, sepan que las oposiciones
están dispuestas a respetar y mantener
ese logro, tal y como lo manifestó en su momento otro aspirante cuando propuso la
Tarjeta ‘Mi Negra’.
Y este reconocimiento a la manipulación-tarifa pone
en evidencia el poderío de la revolución estranguladora y pisoteadora. Se
quiere vender ahora que aquí seguirá en lo fundamental la revolución
bolivariana, pero por vía de la paz, el amor y la tolerancia. Sin odio ni separación entre los venezolanos.
Olvidan que para el golpista-presidente (GP) y la
cúpula chavista la política es una guerra. Ya lo que denominan pacífico es un
discurso violento y en la práctica están dispuestos a toda acción armada para
defender sus posiciones que califican en el orden de la propiedad
intransferible.
Pero la falta de ideas convertidas en política le
impide a estas oposiciones ir más allá del cerco electoral armado por el propio
régimen. Así su única y gran preocupación es el 7-0 y buscar que aparezcan
señales de debilidad en el régimen que
incidan en las elecciones.
Por eso los señalamientos de que el régimen tiránico
quiere suspender los comicios para diciembre debido a la enfermedad del GP. No
captan que la maquinaria dominante ha hecho del cáncer del GP un arma electoral
en tanto que ha tocado la sensibilidad-endiosamiento de una masa que se siente identificada con el proceso.
Se trata de un universo de votantes controlado que le
guarda fidelidad al todopoderoso y salvador que los puso en el camino de la
reivindicación y con quien se irá hasta la muerte. Y si él no llega a estar
tendrá que surgir dentro del propio chavismo quien siga sus pasos.
Presentarse como contendor sin serlo no tiene
sentido. El problema del nivel de vida de la gente del común, por ejemplo, no
se resuelve ofreciendo millones de empleos sino exhibiendo un nuevo Modelo
Productivo que vaya más allá de la renta petrolera sobre la cual se construye
la mentira del tal socialismo del siglo XXI o de la continuación, por otras
vías, del capitalismo de esta era global.
Un contendor que asume las banderas del adversario lo
dimensiona y fortalece.
Y para el razonamiento común todo es muy claro: si la
propia oposición se copia lo que hace el gobierno no se puede decir entonces
que es malo. Tiene sus problemas, grupos internos enfrentados por los dominios
de la corrupción y hasta del narcotráfico. Es un régimen que tiene mucho de
tiranía pero nadie puede decir que cerró todas las ventanas democráticas porque
permite las elecciones y la libertad de expresión.
Por ello reiteramos que sin un nuevo modelo
organizativo que responda a una nueva manera de concebir la política, se proseguirá en el círculo del fracaso y en
la realización de los conocidos actos de negociaciones.
A esta hora es ‘público y notorio’ que hay sectores
de las oposiciones en conversaciones con el régimen. La motivación está dada
por la preocupación de que se pueda llegar a la violencia abierta ante la
posibilidad de que por sus fuerzas el
triunfo gubernamental se perciba cada vez como más inminente.
Frente a ese escenario ya hay los “desprendidos”
dispuestos a reconocer la primacía gubernamental y, en consecuencia, a llegar a
un arreglo que les permita obtener algunos beneficios que se traduzcan, por
ejemplo, en el aseguramiento de un número importante de gobernaciones y
alcaldías. Y en todo esto el gran jefe negociador es el inefable J. V. Rangel.
Y frente a estos manejos que apuntan hacia el
aseguramiento del triunfo oficialista, no se trata de poner a andar propuestas
violentas e inconstitucionales. Pensamos, como lo hemos reiterado, en la
organización de la fuerza social en términos de una conciencia-acción para la
construcción de otra realidad.
De esto hemos hablado en artículos anteriores al referir la Disidencia12 y la proposición del
Movimiento de Movimientos para enfrentar colectivamente a este régimen. Una
tarea que no es comandada por un caudillo, sino que debe ser asumida horizontalmente
por un colectivo consciente, organizado y autónomo.
De no ser así, no se podrá pasar del casa por casa, al colectivo de casas
dispuestas a crear un modelo político de liderazgo y organización horizontal,
apartado del caudillismo.
Y así, mientras prevalezca la política del
descendiente invasor y sus poderes, este régimen no caerá aunque cambie de
caudillo. ¡Qué historia amigos! T:@ablancomunoz
Agustín Blanco Muñoz
El Universal, 11 de mayo del 2012.
El Universal, 11 de mayo del 2012.
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