LOS EDITORIALES
DE LA CPT
LA RADICALIZACIÓN
¿ÚNICA MANERA DE IMPONER
EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI?
Para Carlos Marx lo radical significa ir a la raíz, al fondo, a lo más
profundo para transformar la realidad. Y esta es una acción que,
indefectiblemente, se adelanta por la vía de la violencia, por medio de la
fuerza-imposición.
Pero el problema hoy tiene que ver con esta pregunta: ¿dónde, cuándo y
cómo se ha adelantado esa acción que toca las raíces para transformar la
realidad? ¿Acaso se puede mantener con solvencia que en los casos de la
Unión Soviética y China, Vietnam o
Cuba se ha producido cambios radicales para el mejor vivir de la sociedad?
Hasta ahora, lo que se ha vendido como cambios radicales han terminado
en la implantación de sociedades que contienen una fuerte carga de las
estructuras del pasado. Por ello, nos encontramos con un llamado socialismo
montado en el porta-aviones del mercado capitalista mundial.
Esto quiere decir que los cambios llamados radicales no sirvieron para
crear un nuevo modo de producir y de vivir. Y ante la suma de fracasos en el
campo económico y social se produce la caída de esas falsas experiencias
socialistas y su tránsito al capitalismo del cual, materialmente no llegaron a
salir.
Por esto, cuando el Golpista Presidente llama a la radicalización no se
puede menos que entender que ha llegado a la convicción de que el
consejero gubernamental Allan Wood tiene razón cuando lo insta a radicalizar el
proceso como única vía para mantenerse en el mando-poder revolucionario.
Y esto tiene una explicación muy clara: este régimen cada vez cuenta con
menos apoyo popular. El soberano ya no tiene la fe ciega y carbonaria en su
mesías. La inflación más alta del mundo atenta contra la mayor parte de nuestra
población. Todas las miserias se acumulan. Y no cuenta el régimen con un
partido coherente en lo organizativo para ordenar la respuesta política al
descontento cada vez más creciente.
Y a esto se agrega el peligroso cuadro del narcotráfico que invade hoy
todos los espacios de este régimen. Walid Mackled es hoy una acusación
terminante. Su testimonio es impactante: su inmensa fortuna fue creada en el
marco de esta revolución y con la ayuda de muchos funcionarios civiles y
militares, cuestión que el ejecutivo no ha podido procesar, más allá del
intento de limpieza por la vía del otorgamiento de credenciales que hagan
aparecer a implicados en altos delitos como decentes servidores públicos o
militares.
El caso del ahora General en Jefe Rangel Silva es la mejor evidencia de
lo que decimos.
Y ante este cuadro de tan profunda descomposición, en el que cuesta
trabajo saber como puede mantenerse un régimen tan vapuleado por la opinión
pública, surge el llamado a la única vía de escape: la radicalización, la
fuerza, la imposición. La violencia cada vez más abierta `para exterminar a los
Walid Makled que atentan contra la estabilidad del proceso y a toda disidencia
con miras a imponer el pensamiento y la acción únicos.
Sólo y de esta manera podrá mantenerse este régimen que ahora intenta
imponer el ya también fracasado socialismo del siglo XXI.
Y esto sin duda abre la discusión sobre el llamado proceso de
radicalización, es decir, sobre la forma de impulsar la fuerza, la imposición,
la violencia para alcanzar el objetivo supremo: la implantación del llamado
socialismo del siglo XXI, que se quiere hacer pasar por una novedad, aunque su
base-fundamento es la misma doctrina
marxista-leninista-stalinista-troskista-maoista-fidelista-guevarista.
Una doctrina que ha sido supuestamente “adaptada a nuestra realidad” con
la incorporación del pensamiento bolivariano, zamorano y robinsoniano. El
resultado es bien conocido: se ha creado el nuevo y gran pasticho
político-ideológico de y para la ‘nuevas revoluciones.
Pero en ningún caso, como lo hemos dicho en muchas oportunidades, se
produce un verdadero cambio (de raíz) en la forma-condición de vida de las
mayorías que se sienten representadas por el proceso de radicalización que, en
teoría, debía quitar la riqueza a las minorías para repartirlas entre las mayorías.
Lo ocurrido en este ex país desde 1999 es otra expresión de ese
engaño revolucionario que tanto espacio ha tomado en los últimos tiempos.
Las estructuras burocráticas y el poder del Estado asumen el papel
de las minorías dominantes que ahora forman parte de la nueva clase
revolucionaria: los boliburguerianos.
Pero ante la inexistencia de un gobierno eficiente, que sea capaz de
adelantar obras indispensables en el campo de la seguridad social, con
infraestructuras y para el tratamiento de los grandes problemas
asistenciales, habitacionales, de inseguridad, el apoyo va disminuyendo y
la necesidad de radicalización deja de tener relación con cambio de
estructuras, sino con la aplicacion del control y la represión necesarios para
mantener el colectivo en sus límites.
Esa es la temática a discutir: La radicalización: ¿Fuerza y represión
para imponer el socialismo? ¿Podrá esta radicalización contener el malestar que
se generaliza y acrecienta? ¿Servirán las medidas extremas de control para
acallar las denuncias sobre “una revolución” tomada por el narcotráfico y de lo
que el caso Makled es una evidencia que da una firme idea del nivel
reinante de descomposición?
¿Se fortalecerá el régimen a partir de la radicalización o crecerá la implosión
que ya amenaza con llevarse por delante la propia organización del PSUV?
Y frente a lo que para muchos es la proximidad de un nuevo reparto de poderes
¿quiénes se mantendrán al lado del régimen para seguir en el disfrute del
“imperio de la corrupción”?
¿Estamos ante una triste historia de sucesión de poderes entre
minorías, que deja con vida el pasado y que constituye una nueva desesperanza
del colectivo? ¿Hasta cuándo aguantará este colectivo esta historia de
burla-engaño-padecimiento y frustración? ¿Transición hacia el socialismo del
siglo XXI o hacia una nueva y remozada forma de miseria?
Exposición
inicial en la VIII Sesion del Seminario: ¿Qué hacer con y por Venezuela después
del 26S-10? Realizada el 29 de noviembre
del 2010, en la Sala E de la UCV: