Pablo Picasso
¿TIEMPO DE VIDA
O DE ASESINOS?
Agustín Blanco Muñoz
La pregunta adquiere
cada vez mayor espacio: ¿Es este un tiempo de y para la vida? ¿Es que tenemos
una clara noción de lo que tenemos y llamamos vida?¿Cuántas veces, ante tantas
negaciones, nos ha tocado preguntar si
eso que llevamos es exactamente vida?
¿Nacimos con o sin vida?
Por mucho tiempo
hemos sostenido y sentido que la vida es linda, que los sueños son capaces de
construir nubes de flores que se hacen canciones de existencia. Que vivir es
identificarse cada vez más a la entrega que va más allá de cada uno de nosotros
para ser en los otros. En una comunidad de humanos que por estar unidos al
amor, al sentimiento de la más alta pureza que lleva al sentir de todos por
encima del nuestro, es capaz de asumir la hermandad como máxima expresión de
existencia.
Pero a lo largo del
tiempo advertimos que no es verdad que hacemos gala de esa condición de
humanos. Que en alguna parte lo que pudo haber sido un designio, de dioses, de
naturaleza y de propia humanidad, se quedó paralizado en un territorio del cual
aún no tenemos noticias.
Y llegamos así al
punto en el cual no nos es posible sostener, frente en alto y convicción mayor,
que somos cultivadores y propagadores de la vida y la alegría.
Cada uno de nosotros
tiene sobre sí una carga creciente de tristeza como rasgo mayor de los días por los cuales
transitamos. Son huellas de dolor que nos borran con mucha frecuencia toda risa
de niño, todo cántico de pájaro o cualquier respiración de una flor con intención
de señalar otros caminos.
De este modo, y al asumir
con valor, sinceridad y todo el padecimiento acumulado, llegamos a pensar que la vida es una de las
grandes mentiras de nuestro tiempo. Algo
que cada vez tiene menos correspondencia con la práctica, el hacer.
Y es terminante y
terrible la conclusión: no tenemos vida porque estamos muy lejos de la
condición humana. Hasta hoy hemos escuchado las proclamas. Y hasta fungimos de
alta voces de todo tipo de teoría. Pero eso no significa que apuntemos a la
realización o al toque de vida, a la acción compartida con todos para la
producción de satisfacciones, identificaciones, cercanías, amores de hermanos.
Cada uno de nosotros
y los propios agrupados andamos tras el mismo objetivo: cuidar lo mío, lo tuyo,
lo de cada quien. Lo colectivo y comunitario no pasa del decir. La idea de
tomar, poseer, acumular para el disfrute es lo dominante. Los llamados valores
de la humildad, la igualdad, el compartir, la solidaridad son simples
postulados o recursos para cubrir otros procederes.
Detrás de muchos
filántropos se ocultan intereses difíciles de defender. Y las propias políticas
sociales de muchos demagogos y populistas son simples coberturas para el mejor
ejercicio del mismo sometimiento a los dominios establecidos. De allí que
permanezcan los mismos esquemas de las conocidas mentiras que pregonan una justicia,
libertad, igualdad que sólo existen para algunos.
Lo que tenemos
entonces es una comunidad de propietarios con su correspondiente mentira de
humanidad y otra comunidad de hombres y mujeres sin nada que sea suyo: ni
siquiera humanidad dado que ésta es hoy un artículo, una mercancía, una mentira
con un precio, una marca y un diseño publicitario.
Por eso allá y más
allá se expende la vida. De eso sólo puede disfrutar quien tiene como
garantizarla. Salvo que una vida apuntalada por el dominio, la fuerza y hasta
por la bala tampoco es legítima vida. Es simple subsistencia. Una sociedad que sólo puede ser entendida como ‘una suma
de individuos’ que cumplen con los pasos que les permiten mantenerse un tiempo
indeterminado en lo que se nombra como vida.
Y nos conseguimos con
que por los siglos de los siglos han salido al debate y a un tal combate las
doctrinas encargadas de formar un hombre bueno, a imagen y semejanza de lo
mejor que concibió Dios y cuya representación en varios casos envió a la tierra
para sembrar amor, paz, sacrificio por el prójimo, entrega, entendimiento,
comprensión, hermandad.
Pero a lo largo de
los siglos estas doctrinas, con uno o más Dioses, no han logrado humanidad.
Y en el propio seno de creyentes se
avivan los sentimientos y acciones encontrados que llevan al enfrentamiento, la
violencia, el padecimiento.
Por eso esta sin
humanidad de propietarios está montada sobre muros de defensa. Aparatos y
maquinarias. Y el Estado es el primer gendarme del mundo. Todos los poderes en
lucha de fuerza por su posesión y control.
Por esto la sin
humanidad se identifica con la guerra permanente por la conquista o
mantenimiento del poder. Y todos los siglos de
sin humanidad están llenos de
toda la negación de vida que se sintetiza y concreta en la guerra que no cesa.
Es la permanente
acción destructiva de la no humanidad disfrazada de una humanidad bala, fusil,
ametralladora, bombas para destruirlo todo, sólo mata gente, drones o misiles
para que no quede nada. Este es un tiempo de hombres guerra, hombres muertos y
de niños que no nacen con vida. Un tiempo en el cual rige el asesinato como
máximo estandarte de lo humano.
Y nosotros, hoy aquí
en este expaís, tan llenos de sin humanidad y en medio de una guerra que nadie
se ha atrevido a declarar pero que tiene
un registro de muerte en cada minuto ¿podemos acaso negar nuestra pertenencia a
este tiempo de los asesinos?
¿Y qué se podrá hacer
para asegurar algún nivel de sobrevivencia? La única manera de lograrlo es
mediante una nueva perspectiva de la vida, de la historia y de los hombres.
Algo que no puede ocurrir mientras rija aquí la polarización de dos instancias
de destrucción.
Construir humanidad
es precisamente lo que habría que acometer en esta humanidad sin humanidad. Los
molinos no son de viento sino de
pólvoras llamadas a cumplir con la tarea última de los criminales: acabar con
toda posibilidad de sobrevivencia.
No falta, sin embargo, quien siga aferrado, como tantos millones a
lo largo del tiempo, al eterno Dios y su misericordia, que hasta ahora no ha
logrado el milagro de la aparición del tiempo de la humanidad, de la propia
vida y la desaparición del asesinato de propietarios y aspirantes. ¡Qué
historia amigos! Twitter: @ablancomunoz / abm333@gmail.com
El Universal, 29 de marzo del 2013.