martes, junio 21, 2016
NO VALE, YO NO CREO - LUIS MARÍN
NO VALE, YO NO CREO
Luis Marín
Dice Orlando Urdaneta
Hola Luis, así referí a los míos tu importante trabajo:
Consideró muy importante q mi familia lea y guarde para la posteridad éste análisis.
Esto quiero q conozcan mis descendientes, sobre mi:
La frase se asocia inmediatamente con
Orlando Urdaneta aunque él no la decía, más bien al contrario, se cansó de
escucharla como respuesta a sus profecías sobre lo que ocurriría en Venezuela
bajo la tiranía de Chávez: Tú sabes que el tercio es comunista, ahijado de
Castro, le va a agregar a tu bandera la estrella solitaria de la bandera
cubana, va a uniformar de rojo a los empleados públicos y a poner a desfilar a
todo el mundo el 4F o cuándo le dé la gana y… no vale, yo no creo. Y como
corolario: “Venezuela no es Cuba”.
Lo inquietante de la frase es su
versatilidad, los sucesos y declaraciones inconcebibles que se han sucedido en
este país en diecisiete años son innumerables, al punto que cualquiera puede
hacer su propia lista de Ripley “aunque usted no lo crea” y nadie
quitaría una sino que agregaría otras más, por lo que podemos ahorrarnos ese
esfuerzo.
La Cátedra Pío Tamayo y el Centro de
Estudios de Historia Actual de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de
la Universidad Central de Venezuela le ha dedicado todo un volumen de 450
páginas a recoger el testimonio del conocido actor y humorista venezolano, hoy
exiliado en Miami, con la esperanza manifiesta de que “lo que interesa es que
esta experiencia va a quedar registrada y que alguien algún día nos va a leer y
cuando nos lea entenderá muchas cosas que le contaron de otra manera” (p. 307).
OU mide con la misma vara al gobierno
que a su alternativa, al dúo Maduro Cabello como a Ramos Allup Capriles
Radonsky, lo que lo convierte en una refutación viviente de la polarización, la
mentira más repetida y consolidada tanto al interior como al exterior, de que
Venezuela está dividida en “dos mitades”, con un tercero excluido que no existe
ni puede existir, falacia bendecida por la Conferencia Episcopal.
Esta postura tiene garantizada la
censura, no sólo que ninguno quiera oírlo sino que se esfuerzan por impedir que
alguien lo escuche, por un lado, los rojos con su hegemonía comunicacional, por
el otro, la agendapink: “no te ponen en sus canales de
televisión, no te publican en sus periódicos, no te llevan a sus web, porque
también te están censurando las web” (p.179).
Tanto el gobierno como su alternativa
comparten la firme convicción de que lo que no aparece en sus medios objetiva y
materialmente no existe y actúan en consecuencia, ambos socialistas,
bolivarianos, despóticos y totalitarios en escalas respectivas.
Sin proponérselo OU evidencia el hecho
de que los venezolanos estamos atrapados en una operación de pinzas entre dos
internacionales, la roja comunista de Castro y la rosa de la Internacional
Socialista.
Su exilio entraña un doble
extrañamiento, uno, de su geografía, de su espacio familiar, de la comunicación
con el público por causa de la censura; otro, de sí mismo, ¿hicimos lo correcto?
¿Podía hacerse otra cosa? ¿Qué hubiera pasado si…? Nunca se sabrá. Esto es lo
esencialmente grave de la experiencia humana: cuando se toma un camino se dejan
atrás los demás, una decisión implica abandonar en el acto las otras opciones.
Los judíos, que ya lo han vivido y
sufrido todo, pensado y escrito todo, dicen: “Junto a los ríos de Babilonia
estábamos sentados y llorábamos, recordando a Sión”.
¿Cómo no sucumbir a la tristeza de la
que, según Baruch Spinoza, no puede surgir nada bueno? La alegría es la fuente
del bien. Pero, ¿cómo separar el llanto del recuerdo?
HUMOR Y POLÍTICA
OU no tiene una Teoría del Humor, no
puede exponerla y en realidad no es necesario que lo haga, así como los
políticos prácticos no tienen que tener una teoría de la política. Sin embargo,
hace una distinción entre el cómico, que se limita a hacer reír, del humorista
que tendría una dignidad que aquél no tiene. En particular el humorismo
político envuelve intenciones a veces ocultas o bien explícitas de denunciar o
esclarecer, como ocurre con los caricaturistas cuyas viñetas no rara vez
resultan ser tan o más ilustrativas que el editorial del periódico.
Los filósofos no ayudan mucho porque por
razones completamente obvias ninguno se ha ocupado de reflexionar seriamente
sobre un objeto que, por definición, no es serio. Todos los comentarios de los
pensadores son despectivos y como al pasar, la mayoría desecha la comedia como
un género menor inferior a la tragedia, así como el lamento es a la gravedad lo
que la risa es a la ligereza, a la frivolidad.
Los textos clásicos como el chiste y su
relación con el inconsciente es una digresión de Freud; La risa, de Henri
Bergson, es un libro terriblemente desafortunado que no define nada de lo que
promete y ni siquiera aclara el por qué reímos.
En Venezuela quizás el primero que se
tomó el humor en serio fue Pedro León Zapata, que no había sino que verlo para
advertir con admiración cómo hacía y decía las cosas más desternillantes con
una perfecta cara de palo, sin que se le moviera ni un músculo.
Fue precisamente un Zapatazo el que
marcó el punto de inflexión de las relaciones de Orlando con la tiranía de
Chávez. Era el dibujo de un sable que decía: “A mí la sociedad civil me gusta
firme y a discreción”. Es imposible saber por qué le molestaría tanto una
caricatura tan inofensiva pero lo cierto es que Chávez, que ya daba ostensibles
muestras de soberbia, le preguntó desafiante: ¿Cuánto te pagaron, Zapata?
La respuesta de Zapata es impecable y
debería estar escrita en bronce: Si a mí me pagan por criticar al gobierno, a
los que lo apoyan también y deberían pagarles más porque es más difícil.
Quizás por allí comenzó a agriarse la
corta luna de miel del régimen comunista con El Nacional, el Ateneo de Caracas,
en fin, con el mundo de la cultura que hasta ese momento se ufanaba de
izquierdista y fidelista, pasando a una oposición cada vez más enconada y
radical, al punto que todavía expresan la ansiedad de que pase esta pesadilla
para volver a ser de izquierda sin vergüenza.
Los pocos intelectuales que permanecen
del lado del régimen afrontan una paradoja insoluble: ¿Se puede ser humorista
desde el gobierno, tanto menos si éste es una tiranía militar? Por lo pronto es
contrario a toda la tradición venezolana en que siempre se ejerció desde la oposición,
por lo que cabe preguntarse si esto será un rasgo esencial al humorismo o una
coincidencia histórica.
En principio, el humor se asocia con el
juego, con la broma, la chanza, lo que no debe tomarse en serio; al contrario,
el poder está indisolublemente ligado a la seriedad, al trabajo, pero sobre
todo a la solemnidad que acompaña a las formas, nada puede ser menos
humorístico que el protocolo propio de la burocracia, del Estado.
El humorismo venezolano se construyó con
un pie en la cárcel y el otro en el exilio, muchos humoristas pagaron con la
vida sus ocurrencias; por otra parte, resulta grotesco y no es nada gracioso
que alguien pretenda hacer chistes y reírse de quienes son maltratados y
humillados por autoridades arrogantes e insensibles.
Aquí la lucha es del ingenio contra la
fuerza y el humor tras un parapeto militar y policial resulta más bien una
mueca o un remedo ofensivo, encubridor y cobarde.
Quizás el humor sea el último recurso
del débil, que opere como compensación de la impotencia, que sea el anti-poder
por excelencia.
ORLANDO CON ORLANDO
En Venezuela se ha hecho popular el mito
de Casandra, referido a quienes tienen el don de predecir el futuro pero están
condenados a que nadie les crea. De lo ocurrido nunca podrá decirse que no se
sabía, si hasta los planes estrafalarios de Chávez los confesó él mismo; pero
nadie ve sino lo que quiere ver, ni escucha sino la música que le gusta.
Aún en ese ambiente de mutua
complacencia, de no pisar callos y cada uno a lo suyo, se tropieza con límites,
como en eso de ir a elecciones, llamar a votar, competir con criminales, eso es
hacerse cómplice y entonces es inevitable deslindarse, aunque cueste.
“Mira, yo entiendo que Teodoro Petkoff
actúe de esa manera y haya estado en cuanta campaña electoral haya podido como
candidato o jefe de campaña, buscando siempre posiciones para mantener su
difícil y lamentable figuración, pero que se lleve en los cachos a Laureano
(Márquez), un tipo con la formación política, intelectual y religiosa de él, es
algo que no puedo entender. Si papá Dios está de acuerdo con eso yo ese día no
fui al catecismo. De allí que terminas tú trazando una raya dolorosa,
porque aunque yo quiero mucho a Laureano y lo admiro mucho, es necesario
trazarla. Si cree en los Teodoro, yo lo lamento” (p.180).
“Kiko Bautista ha resultado para
mí una desagradable sorpresa. Estábamos un grupo, me puso la mano en el hombro
y dijo: éste es el hombre que va a poner de acuerdo a Venezuela, chavistas y no
chavistas, porque la oposición y el gobierno están de acuerdo en que la única
manera de unir a Venezuela es ¡matando a este carajo!” (pgs. 183, 184 y 251).
Sería muy arduo pasar revista a todos
los personajes y anécdotas que desfilan por la memoria de Orlando Urdaneta y
que quedan aquí registrados para la otra Historia, la que hoy se omite
deliberadamente; pero, cómo dejar pasar que “hay que reconocerle a José Antonio
Abreu que ha sido uno de los corchos más importantes
que ha tenido la política venezolana, porque ha sobrevivido a todos los
presidentes venezolanos, inclusive estos dos últimos. Y sí Dudamel ha sido su
arma más poderosa, pues lo ha utilizado muy bien. JAA fue y es un burócrata
palaciego, con una gran habilidad para sobrevivir en cualquier agua” (pgs. 164
y 167).
O bien que “Jimmy Carter es un bandido,
que Gaviria es un sinvergüenza” (p. 181).
Filosóficamente, la memoria no es menos
prodigiosa que la imaginación, ha escrito JL Borges en el Informe de Brodie,
que es la reseña ficticia de un texto fantástico; habría que añadirles el
olvido, igualmente sorprendente y sin duda más extenso, porque son más las
cosas que olvidamos que las que recordamos.
En Venezuela se acuñó la consigna
“prohibido olvidar”; pero ya no recordamos qué era lo que no debíamos olvidar.
Orlando Urdaneta ya ejerció las artes de
la profecía y de la memoria, ahora sigue su lucha personal contra el olvido.
Luis Marín
19-06-16
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yo no creo
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