martes, mayo 30, 2006

WALT WHITMAN: 1819-1892

31 DE MAYO DE 1819 / 26 DE ABRIL DE 1892

Whitman sabía que su poesía, sus Hojas, sus signos de advertencia, eran para el futuro, para el porvenir. Que eran su contribución a los tiempos que vendrán y que era el llamado a los hombres para que se incorporaran también a la construcción del nuevo orden. Sabía que de ese nuevo orden surgirían las canciones más vigorosas y entregó sus Hojas en nombre de ellas.

Sabía que prefiguraba un orden para ser instaurado y lo celebró de antemano, porque celebró al hombre que debía levantarlo, y porque celebró el orden interno de cada uno. Y Whitman sabía que aún cuando no fuera para él la alegría de entrar de último en la ciudad conquistada, perduraba la visión profética, la alegría de ser mecido en el bravo torbellino de su tiempo, con la orgullosa conciencia de que fuere cual fueren las nubes, las seducciones o las claudicaciones del corazón fatigado, no había desertado jamás, no había desesperado, jamás había abandonado la fe. (Perspectivas Democráticas, p 77)

Esa conciencia de la batalla que se da en nombre de una alegría que es sólo visión profética de una victoria que no se vivirá; esa entrega total a nombre de los tiempos que vendrán, y el no haber desertado jamás en los tiempos de tinieblas, en los tiempos difíciles en que le tocó vivir, el no haber perdido jamás la fe y haberse aferrado a su canción, que es la canción del hombre a través del tiempo, esa conciencia le otorga al hombre el sitio más alto que puede ocupar.
Es la plenitud que se alcanza no en la realización de nuestra propia plenitud sino en la conciencia de estar salvaguardando la plenitud de los otros.

Es la alegría de los tiempos difíciles, más alta que cualquier otra forma de alegría porque contiene su propia tristeza y sin embargo no claudica no desespera jamás. Es la plenitud de los tiempos de insurrección, más extraordinarios que cualquier otra forma de plenitud, porque es una entrega que se hace a cambio del porvenir para entregárselo puro y limpio a los hombres que vendrán.

Y en ese instante en el cual el hombre es capaz de colocarse en la entrega de sí mismo, la ofrenda más alta, en ese momento es ya el hombre que vendrá. Y es ya el anuncio y la presencia de la plenitud y la libertad, la alegría y el amor del porvenir. Es la plenitud y la libertad del hombre que elige ser combatiente para vencer hasta la muerte porque él se prolonga como la hierba, en los otros hombres, hasta los hombres de los tiempos que vendrán.

Ese es el signo del poeta y esa es su canción. Es hierba y colina, sonido de mar, fruta fresca, la sal de la tierra y es el signo de advertencia, canto de insurrección para fomentar toda rebeldía.

Walt Whitman cumplió su misión. Nos entregó las señales para subvertir y nos anunció el nuevo orden. Es tiempo de transformar el mundo para hacer ese porvenir posible. ¿Cumpliremos nosotros?

mery sananes
Whitman, poeta de los tiempos que vendrán.
Caracas, desorden, 1973.
WALT WHITMAN HABLA SOBRE SUS
HOJAS DE HIERBA

Resultado de siete u ocho etapas y conflictos que se extienden a través de casi treinta años (según me acerco a los setenta, vivo más y más del recuerdo), considero a Hojas de Hierba, terminadas ahora y agotadas sus oportunidades y energías, como mi tarjeta de visita definitiva para las generaciones futuras del Nuevo Mundo, si se me permite decirlo así.

Que no he obtenido la aceptación de mi propia época, y que he echado mano de seductores sueños del porvenir –anticipaciones- (“vive aún la canción, pero Regnard ha muerto”); que, desde el punto de vista mundano y lucrativo, Hojas de Hierba han sido algo peor que un fracaso; que las críticas públicas del libro, y de mí como su autor, muestran marcadamente todavía la cólera y el desdén, sobre todo –“Encuentro una hilera apretada de enemigos de usted en todas partes”. (Carta de W.S.K. Boston, 28 de mayo 1884)-; y que sólo por haberlas publicado he sido objeto de dos o tres ataques especiales del gobierno, bastante graves; todo esto, probablemente, no es más que de lo que yo debía esperar.

Yo pude elegir cuando empecé. No he buscado ni melifluos panegíricos, ni cuantiosas ganancias, ni la aprobación de las escuelas y convencionalismos existentes. Tal como está realizado, o parcialmente realizado, el mejor consuelo de todo este negocio (aparte de un pequeño grupo de los más queridos amigos y defensores que haya tenido jamás un hombre o una causa, sin duda tanto más leales y firmes -¡diminuta falange!- por ser tan pocos) es que, libre y ajeno de toda influencia extraña al espíritu de mi ser, he dicho lo que quería decir, enteramente a mi manera, y he dejado puntualmente constancia de ello. El tiempo decidirá sobre su valor.

Al calcular esta decisión, William O’Connor y el doctor Bucke, son mucho más dogmáticos que yo. Como base de todo lo demás que pueda decirse, yo considero que Hojas de Hierba y su teoría son experimentales., como, en el más profundo sentido, considero que lo es nuestra misma república norteamericana, con su teoría. (Creo que tengo al menos la suficiente filosofía para no absolutamente estar seguro de nada, ni de ningún resultado).

En segundo lugar, el libro es, tomando la palabra en su significado militar, una salida –si para quedar triunfante, y conquistar su campo y objetivos de escape y construcción, no lo sé: habrán de pasar no menos de cien años para que se tenga la respuesta categórica.*

Walt Whitman
“Mirada retrospectiva a los caminos recorridos”, Prefacio a la edición de 1888.
Hojas de Hierba.
Buenos Aires, Ediciones Marymar, 1977, pp. 66-67.


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