jueves, febrero 28, 2013

¿ESTAMOS ESPERANDO AL MUERTO?






¿ESTAMOS ESPERANDO AL MUERTO?

Agustín Blanco Muñoz

Esta pregunta retumba por muchas partes: ¿Será verdad que está en estado agónico y que Venezuela comenzará a ser otra cuando eso termine?

Es frecuente escuchar a mucha gente contraria al ‘proceso’ decir, en medio de tanta confusión, desinformación y testimonios cruzados, que no se le desea la muerte. Pero se agrega: hay que aceptar la voluntad de Dios. ¡Él sabe lo que hace!

Y de producirse ese desenlace es porque el señor ha decidido enviarnos de su seno otro representante  colmado de luz y poder para conducirnos por las sendas del bien.

Para sus feligreses, este Salvador  vino a defender  los pobres de quienes los agreden y pisotean para llevarlos de su mano misionera y revolucionaria al pan y la paz. Y por eso hoy existe  la disposición  de dar la vida por él si eso hiciera falta.

En ambos casos hay un elemento común: buscan al individuo que, poderes celestiales en mano, proporcione el bienestar del colectivo. Es el  personaje enviado  por Dios para  que se encargue de la solución de nuestros grandes problemas.

¿Pero es verdad que en plena era global se sigue creyendo en estos antiguos postulados? El culto al héroe es una expresión directa de esta conducta. Y esto no se limita a lo nacional. Al nivel internacional prosigue la veneración al individuo capaz de regir los destinos de cualquiera de los países por complejo que sea.

En este contexto hay que situarse para entender lo que ocurre hoy en este expaís con la falta absoluta no declarada del golpista presidente (GP) reelecto. A la fecha no se ha  juramentado ni tiene  posesión real del cargo para el nuevo período. El TSJ declaró una tal continuidad administrativa que colocó al régimen en una situación de facto.

¿Y hasta dónde llegará esta situación? A esta hora no vale la pena proseguir en el jueguito del escondite y la mentira sobre su verdadero estado de salud. Preferimos detenernos en el escenario de su ausencia absoluta, algo que el propio enfermo puso en discusión el 08/12/12 cuando señaló que su sucesor sería el señor Nicolás Maduro.

¿Pero es verdad que si ocurre su desaparición se van a producir cambios de fondo en la situación venezolana y que este expaís será uno antes y después de ese acontecer?

Con ese desenlace, que no calificamos de inminente y menos de deseable, estaríamos ante la liquidación del tantas veces nombrado ‘caudillismo tradicional’. Pensamos que el GP es la última expresión, la propia síntesis de un tiempo ocupado por la figura del caudillo como autoridad mayor en todos los aspectos del acontecer nacional.

Un caudillo, además, que  fue conducido en el contexto de Venecuba  y con el apoyo de su capital petrolero a una figuración internacional que le convierte en puntal de los esfuerzos por lograr la pervivencia o reestablecimiento del proyecto socialista en el mundo. Desde entonces el socialismo petrolero e internacional bolivariano.

A estas alturas estamos ante un caso poco comprensible y lleno de contradicciones. Difícil entender cómo  se puede impulsar un tal socialismo cuando a nivel mundial se produjo no sólo su caída sino la propia devolución hacia el capitalismo, al cual se le coloca ahora motes como el de ‘humanístico, nuevo o solidario’. Nadie se atreve sin embargo a señalar que la explotación sigue de pie,  registrando cada una de sus hazañas.

Y conste que ante el cuadro de la enfermedad, los beneficiarios de este socialismo de la renta petrolera, y en particular la alta dirigencia de Venecuba encabezada por los hermanos Castro,  ha cuidado de arreglar el problema de la sucesión caudillista.

Ante la constatación de que no existe ningún otro líder que posea ni remotamente los rasgos o cualidades del GP, se ha procedido a instrumentar mecanismos hasta ahora ajenos y distantes   para poner el peso de la conducción de la llamada revolución en un tal liderazgo colectivo con visión horizontal.

Este modelo, que sirve para esconder el conocido verticalismo leninista,  se ha puesto a andar, unido a un plan de exacerbación del culto heroico-mesiánico, que se expresa en la consigna ‘Todos somos Chávez’.

Es así como se procede a una supuesta juramentación colectiva del presidente, en la manifestación del 10E en el centro de Caracas. Esta es una expresión de lo que ellos llaman ‘poder popular’, una fuerza dispuesta a cumplir los lineamientos de una superioridad que tiene plena conciencia de que conduce un  colectivo atrapado por un culto-fanatismo que paga los mejores dividendos.

Estamos así ante una fortaleza, no en el orden ideológico y político, sino en el del culto-fanatismo que no debe ser ignorada ni subestimada. Esto apunta hacia lo que algunos críticos han considerado como una necesidad: conocer la naturaleza, contenido y alcance de los presupuestos chavistas.

Subestimar este poder, que no depende exclusivamente del caudillo, implica una gran prepotencia de unos opositores que, como ellos mismos han declarado, no terminan de comprender esta realidad.

Se ha creado una Escuela Chavista, programada y consciente, que cuenta,  además de los elementos propios del fanatismo, con la concentración y dominio de poderes, de capital. Y lo que es crucial, con el apoyo irrestricto de unas oposiciones cuya realidad no va más allá de la denominación y  que constituyen la base y fundamento sobre los cuales se despliega el llamado proyecto bolivariano.

Por ello, no puede extrañarnos el triste espectáculo que conforman  tanto este ‘proceso’ como las oposiciones que desarrollan su acción con una sola mira: Esperar la Muerte del Caudillo  a ver si pasa algo.

Después de 27 años de dominio, prosiguió el gomecismo sin Gómez. ¿Qué pudiera impedir la continuación del chavismo sin Chávez, cada vez más reforzado con renta petrolera, una plataforma neoliberal recubierta de socialismo y un inmenso y creciente culto-fanatismo?

¿Quién puede sostener con fundamento que es fácil decirle adiós a esta llamada revolución del  atrasado esquema neoliberal-rentista y socialista  del “héroe inmortal” de todos los tiempos? ¿Cómo negar que, de lado y lado, la acción se limita aquí a la espera del muerto, signo y norte de una política forjada desde los designios del flamante marxismo-positivista? ¡Qué historia amigos! Twitter: @ablancomunoz / abm333@gmail.com

El Universal, 01 de marzo del 2013

1 comentario:

Anónimo dijo...

Le remito esta asertiva opinión del Dr. Anibal Romero publicada en el periódico EL NACIONAL del 27FEB13. DR. ANIBAL ROMERO
¿Merece el pueblo la verdad?

PUBLICADO EN EL NACIONAL
27 de febrero 2013 - 00:01
En medio de la incertidumbre que existe en Venezuela, políticos y comentaristas de oposición enfatizan que “el pueblo merece conocer la verdad” acerca de la situación de Hugo Chávez. Es posible que cuando estas líneas sean publicadas ya esa verdad, cualquiera que sea, haya sido anunciada por los voceros del régimen. No obstante, ello no afecta la sustancia de lo que plantearé.
El punto es simple: Pienso que el pueblo, entendiendo por tal a la masa empobrecida que ha sostenido a Chávez durante catorce años de oprobio, no valora el peso de la verdad y por lo tanto no “merece la verdad”. Es más, lo que merece, luego de votar reiteradamente por un personaje ruin y funesto como Chávez, y de avalar las tropelías, abusos y mentiras, aparte de la crueldad contra Franklin Brito, Iván Simonovis y María Afiuni, entre miles de otros, lo que merece ese pueblo –repito– es a Maduro y Cabello. Al fin y al cabo estos sujetos representan la continuidad de lo que el pueblo ha respaldado durante años de decadencia y dolor.
Aborrezco la cultura de la victimización que recorre el mundo y acá se traduce en ese tratamiento complaciente e hipócrita, que tanto Gobierno como oposición asumen hacia la mayoría empobrecida y dependiente. Semejante actitud pone de manifiesto menosprecio hacia la gente, el deseo de manipularles y hacerles servir los propósitos de poder y engaño de los inescrupulosos que hunden al país.
Lo que en Venezuela se hace es malcriar al pueblo, profundizar su sujeción a las dádivas del Gobierno, alentar sus peores rasgos y suprimir los anhelos de superación personal que quizás todavía albergan en sus corazones. La revolución “bolivariana” ha estimulado la pereza, la indisciplina, el irrespeto a las normas, la irresponsabilidad hacia los demás y hacia la nación en su conjunto. Pero al coro hipócrita del régimen se suma, por desgracia, una oposición que multiplica las promesas, y que en medio de la bancarrota del país a raíz de los disparates del régimen lo que procura es ofrecer más misiones, más dádivas y regalos. La competencia populista no cesa.
La revolución creó una ley del trabajo que acaba con el trabajo, una ley de alquileres que aniquila la vivienda de alquiler, unos controles de precios que aumentan los precios y la escasez, una política agrícola que asfixia la producción de alimentos. Han sido catorce años de mentiras, de gansterismo político y de división deliberada entre los venezolanos, fomentando el odio y los delirios utópicos.
Me termo que buena parte del pueblo venezolano ha apoyado este horror. Y como creo que el mérito no es algo que se obtiene de gratis, sino que se conquista con esfuerzo, perseverancia y dignidad, reitero mi convicción de que ese pueblo, a menos que cambie, a menos que reflexione y deje de lado el nefasto realismo mágico bajo el que ha vivido y aparentemente aspira a vivir, no “merece la verdad” (aparte de que seguramente no quiere saberla). Tampoco merece otra cosa que lo que tenemos y a diario constatamos: un país en ruinas, del que se van los mejores talentos, que sólo ofrece a sus jóvenes el destino de contribuir al deterioro y esterilidad espiritual y material en que nos deslizamos, centrando nuestras menguantes energías en contener el torbellino destructivo desatado por un hombre ruin y sus enceguecidos seguidores.
La demagogia y la condescendencia hipócrita están malogrando a las democracias occidentales. Pero el caso venezolano es singular y desgarrador. Nos hundimos llevados de la mano depredadora de la Cuba castrista. ¡Qué vergonzoso destino!