lunes, octubre 23, 2006

EL ARTE: COMBUSTIBLE PARA LA VIDA


La Cátedra Pío Tamayo y el Centro de Estudios de Historia Actual del IIES/FACES/UCV, invitan al ENCUENTRO CON MATEO MANAURE, A LOS OCHENTA AÑOS DE SU ANDAR POR LOS COLORES DEL MUNDO. Una actividad necesaria e indispensable para exaltar un artista, un creador, cuya obra, como la de muchos, es retenida en el cerco de las galerías, los museos y las salas, sin que su verdadero contenido logre alcanzar la dimensión del vuelo que las hace nacer.

Por ello, con asombro, o tal vez sin él, advertimos que los 80 años de Mateo Manaure, pasaron desapercibidos en las noticias venezolanas e incluso en esta ilustre institución, cuyos pasajes llevan grabados su nombre y su obra. Algo que no es de extrañar que ocurra, en un expaís demasiado ocupado en otras cosas. El arte, su significado vital, la fuerza que emana de él, rara vez funciona como motor para una sociedad. Lo que no quiere decir que no lo posea, y en alto grado.

En los tiempos de profunda crisis, es el artista muchas veces quien logra traspasar lo subalterno, lo accesorio, lo circunstancial, para dejar en su obra, las señales de los tiempos que vendrán. Y no es que trabaje a espaldas de lo que ocurre, sino que, por el contrario, rescata la esencia de lo que somos y deja su huella.



Si tuviésemos ojos para ver, advertiríamos que de los lienzos brota una fuerza inédita, que se trasmuta en certidumbre, en esperanza, en utopía, en visión de lo que somos, más allá de lo que han hecho de nosotros. El arte, cuando no está al servicio de parcialidades, tiene ese rasgo de ser portavoz de la humanidad. Lo que revela, refiere, testimonia es la capacidad que tiene el hombre de erguirse sobre dificultades, padecimientos, carencias y la propia muerte, para dejar las señales de su creación.

Y cuando esa creación se interpreta, se aprehende, no como un producto de la estética, sino como expresión de la batalla de la vida, se convierte en instrumento de transformación, en herramienta para construir, en cauce navegable para los sueños más altos.

Es decir, recupera la dimensión exacta de la alquimia mediante la cual se produce y se genera. Porque no es el creador, aunque así muchos lo quieran creer, alguien dotado de un particular goce estético, que se plasma en lienzos para adornar palacios o fachadas. Es un interpretador, como ninguno, de la realidad y un prestidigitador que la convierte en pasteles y colores, en movimiento y en líneas, para rehacer el tránsito primigenio del hombre hacia la vida.

Quien se acerque a la obra de Mateo Manaure verá esto reflejado sin mayor dificultad. Nacido en Uracoa, el 18 de octubre de 1926, cuando apenas tenía 21 años, ganó el Premio Nacional de Artes Plásticas. De allí salió rumbo a París, donde contribuyó a fundar, en 1950, el Grupo de los Disidentes, entre los cuales hay que mencionar a Jesús Soto, Alejandro Otero, Carlos González Bogen, Nena Palacios, Pascual Navarro, Alirio Oramas, Aimée Batistini, Omar Carreño, Luis Guevara Moreno y Narciso Debourg.

En ese marco, el Manifiesto de los Disidentes, señaló: “Nosotros no vinimos a Paris a seguir cursos de diplomacia, ni a adquirir una “Cultura” con fines de comodidad personal. Vinimos a enfrentarnos con los problemas, a luchar con ellos, a aprender a llamar las cosas por su nombre y por eso mismo no podemos mantenernos indiferentes ante el clima de falsedad que constituye la realidad cultural de Venezuela”. Sesenta años después, se han multiplicado los indiferentes y con ellos la falsedad de una realidad que lejos de construir, se empeña en destruir.

Quien se asome a los murales, policromías y vitrales que le dan sonoridad y trascendencia a este campus universitario, realizados en 1952, quien haga el recorrido por sus Suelos de mi Tierra, su Ofrenda a mi raza, sus Orinoquias, sus cuvisiones, sus juegos cromáticos, sus líneas y sus curvaturas, encontrará un libro indispensable para entender este país, su gente, su tierra, sus sueños, su porvenir. Sus rojos y ocres conducen a soliviantar la carencia de color. Las sinuosidades de sus líneas dan cuenta de los caminos sin fin. Sus visiones son acordes musicales de gran escala que resuenan mucho más allá de los pinceles.

Cuando Mateo reproduce el lenguaje de los pájaros, el resplandor de las luciérnagas, el torbellino de los deltas, el rostro del hombre, está escribiendo en colores una historia de amor, que no se detiene al concluir el lienzo, sino que se prolonga y extiende en quien la recibe de sus manos encantadas.

Convoca a la magia del espectador para que a su vez se haga creador y deletree en sus propios códigos la magnificencia de la vida, y el deber del hombre por conservarla, protegerla, cultivarla, multiplicarla como el pan nuestro de cada día.

No es un ejercicio teórico ni intelectual. Es un trabajo de orfebrería a través del cual el artesano recupera la capacidad colectiva del hombre de ser pintor de su propia vida. Y se convierte en compromiso, en alerta, en anuncio, en despertar, en futuro.

Por esa razón los lienzos son atrapados en los museos. Y los murales quedan en un diálogo solitario con el viento. Y los colores pierden su fulgor cuando se cierran las puertas que los contienen. Y el artista queda en el silencio o en el olvido. Sin embargo, allí hay combustible para la vida que alguna vez, y en algún momento, retomará su vuelo azul.

Sabemos que ese tiempo no ha llegado. Que éstos son tiempos difíciles, en los que la vida ha sido relegada a los confines del nunca y en los que los hombres han sido llevados a remolque de una historia que otros hacen en su nombre. El ruido no permite distinguir el acorde. Y el ojo ha perdido su capacidad de asombro. La vida ha tenido que cederle su puesto a los sepultureros.

En esas circunstancias ¿quién se va a atrever a abrirle las compuertas a los colores de Mateo? ¿Quién a traducir el código que emana de sus líneas, sus sugerencias, sus horizontes quebrados, sus infinitos verticales?

Este Encuentro con Mateo Manaure es entonces un acto de fe, de militancia en el porvenir, de afecto, con el cual reivindicamos la creación como el elemento que distingue la humana condición. Y nos atrevemos esta noche a romper el cerco del silencio y del olvido, como una provocación, para ver si por los laberintos solares se cuela su persistencia e incendia algún amanecer oloroso a fruta fresca.

Lo saludamos e invitamos a seguir trabajando, a seguir usurpándole a las mariposas, las lluvias, los cielos su meticuloso tejido cromático, para convertirlo en cobijo de la alegría del hombre. Que hoy, cuando lo designamos MAESTRO FLORICULTOR, que constituye la más alta distinción que otorga esta cátedra de idealidad avanzada y escuela de sabiduría popular, sepa Mateo que le trajimos un gajito de futuro a sus días para entregárselo como muestra de la ofrenda que los hombres del mañana reconocerán en el libro de la vida, que son sus obras.


LUNES 23 DE OCTUBRE DEL 2006
SALA “E” / 6 PM

Responsables
Agustín Blanco Muñoz, Mery Sananes, Danielita Barrolleta
Tlfs 6052536 / 6052563 / fax 5518529
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