sábado, enero 23, 2010

SIEMPRE LA ESPERANZA



La esperanza es la última
vez
cuando por delante y por detrás
no queda otro camino
que la realidad golpeante
y golpeable
palpitante y palpitable
como un vals
sobre los cinco sentidos.

La esperanza es el fin
de la esperanza
y el comienzo
del destino
de la esperanza.

PEDRO MIR
Concierto de esperanza para la mano izquierda



Este tiempo demanda de nosotros mucho más que contemplación y misericordia.

La historia ejercida y escrita por otros se propone exonerarnos de la presencia en el centro de los conflictos que hoy estremecen el planeta con más fuerza que nunca.

No hay manera de ser ajenos. Somos parte de este todo y lo que hacemos o dejamos de hacer tiene un costo y dinamita una acción en alguna parte, a veces sin siquiera nosotros advertirlo.

Pero esta historia no es distinta a la que impone el hombre al planeta desde casi el inicio de su existencia.

Es la continuación y el desarrollo del sufrimiento, el horror y la miseria, sin que haya teoría o práctica alguna dispuesta para cambiar esta realidad.

Los desheredados, desmantelados, exterminados y expuestos a todo tipo de dolor y de carencias, deambulan en su soledad, sin siquiera advertir que son mayoría y que la tristeza es una sola, aunque tenga infinitos matices.

Y esta es una realidad que ha sido comprendida, captada, sintetizada por muchos hombres, ha sido recogida en el combate sin tregua que concluye en el olvido, en la muerte que se arremolina como un manto sobre quienes han querido erguir su voz, su garganta y su frágil humanidad para señalar un camino distinto.

Convocar esa palabra y esa acción tal vez ayude a desenmarañar la nuestra, tan atosigada y desprovista de acordes. Tal vez contribuya a colocarnos de nuevo en el sitial de la esperanza, desde la desmesura del combate.

Es tiempo de la voz y la presencia, de encender la música, lanzar al desahucio la muerte, levantar la vida y con ella la canción, la palabra erguida y vertical, que llegue más allá de las fronteras, de las líneas divisorias.

Es el momento de de abrir las manos para alcanzar la del hermano que nos busca sin saberlo, a sabiendas de que lo propuesto no puede ni debe ser una repetición del horror vivido y que se vive, sino una brecha hacia el porvenir, un tránsito hacia la vida y la alegría compartidas.

Es imprescindible, en esta hora, aprehender, más allá de lo superficial y lo externo, la verdadera tragedia del hombre atrapado entre los escombros de un vivir sin existencia. Esta tarea es y debe ser colectiva.

Por ello invitamos a todos, a cada uno, a convertir su propio espacio en un espejo resplandeciente, en una convocatoria, en un imán, en un territorio sonoro, en un cuero templado, en unas cuerdas en pleno repique, en un expediente y en un camino sin rigolas, que toque en primer lugar este ex-país vulnerado y destruido, y atraviese el planeta en toda su extensión.

Como si fuésemos capaces de soltar millones de papagayos en el solar del viento, para que comience a escucharse el latido de la vida que aguarda aún a este planeta insomne.


mery sananes

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