domingo, julio 20, 2014

NO PODRÁN MATAR LA CÁTEDRA PÍO TAMAYO



NO PODRÁN MATAR LA CÁTEDRA PÍO TAMAYO

Manlio Sardi


para Agustín, Mery y Daniela             
                        
Las noticias que en estos días abruman mis oídos acerca de la Cátedra Pío Tamayo, me la hacen imaginar como una nave con tres motores, que ha venido atravesando diversas tormentas en su incansable viaje por la ruta trazada para las instituciones universitarias, en los  diversos artículos de la Ley de Universidades.

 La tarea de profesores y estudiantes, según esa carta, es buscar la verdad y afianzar los valores trascendentales del hombre (art. 1). La contribución doctrinaria en el esclarecimiento de los problemas nacionales (art. 2). El papel rector de las Universidades está en la educación, la ciencia y la cultura (art. 3). El espíritu democrático de la enseñanza, la apertura a todas las corrientes del pensamiento universal; la libertad de iniciativa, la atención a las necesidades del medio (art. 6).

“Cosas veredes Sancho amigo”, una conocida frase del Quijote, que nos advierte sobre la posibilidad de estar en presencia de lo insólito, lo increíble o lo condenable, la cual, pensamos, se puede aplicar para lo que está viviendo la Cátedra Pio Tamayo.



Cuando enemigos externos  de la UCV la atacan con el fin de asesinar su esencia, contenida en los artículos ya citados, en su interior algunas personas prevalidas de sus posiciones académicas o administrativas, están disparando por mampuesto contra la Cátedra, sin darle el derecho a la defensa y con olvido del debido proceso, de tal manera que ella perezca gracias a la inmovilidad, la tristeza, el abandono.

Estos francotiradores, posesionados de sus guaridas burocráticas, poseen una particular comprensión de lo que llamamos la “democracia universitaria”. Para ellos, la pluralidad expresada en la frase “Aquí cabemos todos”, es entendida de este modo: Si, pero estaremos más holgados si nos desprendemos de las personas que malqueremos.

La transparencia puede soportar ciertos resquicios traslúcidos,  para que los autores intelectuales de la embestida permanezcan en las sombras, sin pagar sus maldades. El trabajo limpio y tesonero, respaldado por las libertades de cátedra, de conciencia y de expresión, creen ellos que puede ser echado por la borda si sus creadores son aislados, se quedan solos, nadie acude en su defensa y finalmente son olvidados.

Cuando los funcionarios académicos y  administrativos se alejan del “camino recto” (Dante), aflora la injusticia y se desdibuja la democracia universitaria, sin la cual, no es posible “afianzar los valores trascendentales del hombre”.

En nuestra contemporaneidad, los antivalores han venido ganando terreno en las estructuras de las instituciones, con dolor los presentimos permeando la vida académica de la UCV, no obstante, confiamos en la capacidad de lucha y rectificación de aquellos que en sí,  albergan genuinamente el espíritu de la UCV de siempre.

Un espíritu ucevista que se manifiesta con mucha nitidez en  actuaciones como las de Francisco De Venanzi,  Jesús María  Bianco, Miguel Acosta Saignes, Joaquín Gabaldón Márquez, Juan David García Bacca, Pedro Beroes, Rafael Pizani, D.F. Maza Zavala, Rafael José Neri, Antonio Muskus, Carlos Alberto Moros Ghersi, Ángel  Hernández, Eduardo Castillo, Rodolfo Quintero,  los estudiantes actuales y pasados (y otros tantos, que sin nombrarlos, conservo en mi memoria). Es esa UCV perenne en su existencia, la que nos exime de llorar la muerte (todavía lejana) de la Cátedra Pio Tamayo.  

Mis amigos, les escribo más que por los sentimientos de amistad, por el impulso de mi orgullo de ucevista, herido, al pensar que quizás haya hecho de mi Institución una idealidad.

Manlio Sardi
julio 2014





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