CENTRO DE ESTUDIOS DE HISTORIA ACTUAL
UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA
DEL ANTICOMUNISMO AL NEOSOCIALISMO
¿SALTO ADELANTE?*
La Cátedra Pío Tamayo y el Centro de Estudios de Historia Actual del IIES/FACES/UCV, invitan al foro titulado Del anticomunismo al neosocialismo: ¿salto adelante? cuyo objetivo central es promover el debate en relación a la reciente declaración del presidente, según la cual ‘el proceso ha comenzado su etapa radical’. Esto marcha parejo al asumir que el camino de la ‘Revolución Bolivariana Pacífica pero Armada’ es el Socialismo y más concretamente el Neosocialismo del siglo XXI, que se erige como la más contundente de las armas para enfrentar el neoliberalismo salvaje y criminal.
A pocas horas de haber asumido el Socialismo como meta, el mismo actor dejó claramente establecido, una vez más, que nunca ha sido ni será comunista y que esa es su diferencia con Fidel Castro quien sí lo es. En realidad, no parece haber una clara conciencia de lo que se dice. Si SE habla en términos del marxismo, el socialismo es la vía que conduce al comunismo. Y esto es algo que no se ha hecho realidad hasta el presente. Lo que se conoció como ‘socialismo real’ no es un laboratorio en el cual se aplicó la doctrina de los clásicos.
Tal vez el presidente esté pensando en el llamado “socialismo democrático” que no tiene nada que ver con marxismo ni con revolución violenta antipropiedad privada. Pero ésta, a su vez, es una evidente contradicción con su empeño en calcar día a día la realidad cubana y acercarse a todos los países que marcan diferencias con el capitalismo USA.
Y en este punto hay que señalar lo que hemos denominado como las dos grandes etapas de este ‘proceso’. Primero fue la ‘Revolución Made in USA’, que se extiende hasta el 31 de octubre del 2004, y durante la cual hubo las mejores relaciones con un imperio que obtuvo los mayores beneficios. Pero cuando le caen en sus manos todos los poderes, el presidente anuncia el inicio de una nueva etapa en el ‘proceso revolucionario’.
A lo interno los radicales-fundamentalistas señalan que ya no hay pretextos para no avanzar en la profundización de la revolución. Desde entonces se traza la estrategia del acercamiento a todo lo que parezca contrario a los intereses del capitalismo y en particular a los EEUU. Se busca alianzas con China, los países petroleros del oriente, las izquierdas latinoamericanas. El propósito: establecer un gran bloque antiimperialista.
Pero ¿de qué se habla? ¿De dónde se colige que la China actual milita en antiimperialismo alguno? ¿Se desconoce los acuerdos y marchas que realizan juntos hoy en el mercado la China de los “dos sistemas” y USA? ¿De dónde se saca que Brasil o Chile pueden producir un gran enfrentamiento a los Estados Unidos? ¿Cómo puede concebir el presidente que “él puede convertirse en un líder mundial contra el ‘imperialismo yanqui’? ¿Le cuesta comprender que la política del reparto petrolero no crea vínculos más allá del aprovechamiento? ¿Qué países se suman hoy a la cruzada antiimperialista del presidente?
Y en este contexto hay que examinar la anunciada aplicación del ‘Salto Adelante’. ¿Qué quiere decir esto? ¿Se refiere al salto programado por los chinos para pasar a otro estadio de la guerra? ¿Estamos en consecuencia en un momento en el cual lo significativo es el estado de guerra contra el imperialismo y sus aliados internos y externos? ¿Una guerra asimétrica que tendrá que producir los mejores resultados? ¿Una guerra obligada a vencer definitivamente a USA y que tendrá al presidente como el principal dirigente-caudillo-héroe?
En realidad, este expaís vive hoy la tragedia más profunda de su historia. Como suele ocurrir en los momentos de crisis, el ansia de poder sustituye toda razón. No hay la intención de abordar el pasado-presente con miras a comprender de qué es resultante. Se le toma como viene, se le tipifica con el mismo simplismo-dogmatismo de la historia reduccionista y se avanza sobre ella, con banderas cuyo único fin es el de domesticar conciencias y voluntades para un proyecto que aparece como ‘socialista’ o ‘revolucionario’, y que sin embargo no trasciende el afán heroico-caudillista de un hombre y sus acólitos.
Sin embargo, este proceso es complejo y difícil. La mentira y la confusión adquieren tanta fuerza que se convierten en epicentro de una sociedad, que se va despedazando sin saber a ciencia cierta por qué. ¿Se ha estudiado en profundidad la experiencia socialista para aprehender cuáles fueron las verdaderas causas de su fracaso? ¿Se advirtieron sus signos? No podemos olvidar que en el siglo pasado, en un momento dado, casi la mitad de la geografía mundial sostenía las banderas socialistas. ¿Qué ocurrió? ¿Por qué si ese sistema habría de generar felicidad e igualdad a los hombres no se impuso sobre las leyes explotadoras que han regido y rigen el polo del capital?
¿Por qué no se fue capaz, como lo pidió reiteradas veces el Che, de construir un mercado paralelo, ‘socialista’, que cambiara el valor del intercambio por el de la solidaridad entre los pueblos? ¿Por qué no se extinguieron los instrumentos del terror, la violencia, la represión y la masacre? ¿Por qué no fue posible reestructurar una concepción del hombre, la historia y el mundo, que no estuviese regido por los dioses, sino que se alimentaron los peores fanatismos y apegos a instrumentos negadores de la esencia humana?
¿Por qué siguió prevaleciendo el héroe por encima del colectivo, el dirigente por encima de la comunidad, las elites por encima de la gente? ¿Dónde fue a parar la riqueza acumulada del trabajo de esos colectivos ‘socialistas’? ¿Qué concepción prevaleció que el capital pudo penetrar, materialmente sin barreras, para imponer, una vez más, su reinado? ¿Y qué hemos hecho para entender tanta tragedia, masacre y dolor? ¿Quién habla por los millones de muertos de las revoluciones? ¿La de allá y la de aquí? ¿La de esos jóvenes, hombres y mujeres, dispuestos a morir por la causa de la solidaridad, la fraternidad, la justicia y la igualdad que nunca llegaron a desplegarse como las verdaderas leyes de la sociedad?
¿Acaso ese material, bueno como combustible, no hubiese servido para fundar la sociedad de hermanos que subyace a toda utopía revolucionaria o socialista? ¿Y qué quedó en cambio? Sociedades fragmentadas, enfrentadas, por nacionalismos, religiones, costumbres, territorios, todos signados por el símbolo de la propiedad, el capital y el horror que conlleva toda negociación con el hombre.
No se detiene la tragedia del mundo ante ninguna muerte ni masacre. Vimos avanzar el imperio nacional-socialista que dejó tras de sí cerca de 20 millones de muertos en una guerra que lejos de modificar la historia, parece haberla marcado para el futuro. Al menos ese es el fruto que advertimos a todo lo largo del planeta. Y mientras prevalece una contienda que divide y escinde al hombre, lejos de juntarlo como especie humana, crece desmesuradamente, minuto a minuto, la miseria, el hambre, la insalubridad, la exclusión, la marginalidad, la muerte evitable.
Si no nos hemos detenido a comprender esos procesos, si no preguntamos qué le ocurre a esto que se denomina sociedad, qué coordenadas rigen esto que se llama historia ¿cómo podemos dar un salto adelante? ¿Cómo podemos adoptar banderas que ni siquiera conocemos? ¿No sería más sensato convocar a la gente de esta y otras tierras a la solidaridad, la fraternidad como producto de una sociedad que reparte sus riquezas, que otorga a sus ciudadanos condiciones de vida y de trabajo y sobre todo de conciencia? ¿No valdría más bien ponerle torniquetes a la muerte en vez de nutrirla y alimentarla con falsas dicotomías, que dejan bien a salvo los intereses de siempre, los más perversos valores de la acumulación y del aprovechamiento, la descomposición, la corrupción y el crimen?
Hoy, el cuadro de este expaís deja ver las huellas de toda esta tragedia, y de la decisión de emprender una batalla que sin embargo no se libra al interior. Por el contrario, se ha escindido a la gente en dos polos del mismo atraso y negación. Un gobierno que ha manejado los mayores recursos de la historia, con los que sólo ha querido comprar conciencias y liderazgos internos y externos que en nada han favorecido al colectivo. Una oposición, empeñada en negociar sus cuotas de poder, sin que el destino de esta tierra y su gente parezcan importarle para nada. En el medio la gente, luchando por la sobrevivencia, en una realidad de guerra, creyendo algunos que aquí se libra el futuro del mundo.
Los ‘no alineados’ cada día crecen. Y son los que tendrán que salir a responder por este caos. ¿Cuál socialismo o neosocialismo se nos quiere hoy vender? ¿Cuál democracia? La realidad aquí tiene el nombre de Danilo Anderson o el de los cuatro soldados asesinados por el fuego que alguien atizó. El del hambre y la inseguridad, el de la retaliación y la impunidad, el del crimen y la masacre, el del reparto de migajas y la compra tarifada de conciencias, el de la rebatiña y la toma de espacios para el ejercicio del poder absoluto y autoritario.
Y mientras esto siga así, mientras no se produzca un despertar y una conciencia, veremos de nuevo el triste espectáculo de una oposición avalando nuevos fraudes electorales, con la esperanza de agarrar aunque sea algo. Y veremos al gobierno fundamentar su existencia hasta el año 2100. Veremos a la gente violentarse y al orden defenderse, como siempre lo hace, socialista o democrático, con la fuerza de las armas y la represión. Eso nos aguarda. Y eso es lo que debemos discutir y debatir. ¿Vamos hacia un socialismo a la cubana? ¿Venimos del anticomunismo y vamos hacia el neosocialismo? ¿Seremos una vez más llevados a remolque de una historia hecha por y para otros?
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