PARA LA LIBERTAD
El ansia o aspiración de libertad nace el día en el cual un hombre se sintió aprisionado, golpeado, negado, sometido. Había llegado el reino de unos pocos y el padecimiento de muchos. Desde entonces es la lucha por adquirir lo que se convirtió en parcela-propiedad de los privilegiados. Y en muchos momentos se ha dicho que, al fin, se alcanzó la libertad. Porque los propietarios tuvieron la suficiente habilidad para hacer de la libertad una mercancía de precio inalcanzable.
De modo que para ‘los de abajo’ lograr aquel estadio se convirtió en un deseo-consigna de todas sus luchas. Pero es inevitable partir de una concreción histórica: en esta sociedad de dueños y servidores, no tiene espacio la libertad sino los acuerdos mediante los cuales, los primeros permiten a los segundos vivir de acuerdo con las normas que ellos establecen.
La pelea se constriñe entonces a alcanzar este objetivo: el respeto a los acuerdos relacionados con La libertad que se le permite a cada clase o a cada integrante de la sociedad.
Y situados en la práctica se entenderá cabalmente que la libertad otorgada, prestada, concedida o derivada está llena de limitaciones.
En lo material no llega a permitir la creación de situaciones en las cuales pueda satisfacerse plenamente las necesidades primarias del hombre.
En lo subjetivo-espiritual no hay libertad para sentir, para expresar lo que se quiere, las opiniones, las aspiraciones. Todo está limitado al pensamiento, postulados, intereses y filosofía de los dueños.
ESCRIBIR CON ELUARD LA PALABRA
LIBERTAD
Por ello en esta sociedad, como lo recuerda Paul Eluard, todos hemos escrito alguna vez, en nuestros cuadernos escolares, en nuestros libros de notas, en el envés de una hoja de acacias, o en la vastedad de la arena, la palabra libertad. Y lo hacemos porque sabemos lo que significa y porque carecemos de ella, en la limitada condición de nuestra existencia.
Y por esto, la escasa libertad que se nos confiere la hemos visto en términos personales. Y hemos luchado por ella cuando algún extraño o cercano nos quiere poner fronteras o le pone frenos a nuestras ansias permitidas. Y entonces hasta nos vestimos de rebeldes y somos capaces de gestos heroicos.
La falta de libertad que padecemos la admitimos como parte de las reglas de una sociedad injusta, desigual y violenta.
Recibimos un salario, una ganancia o una prebenda por la firma de un contrato que nos quita la libertad de pensar y de ser, para convertirnos en los escribanos o productores de ideas y acciones que otros establecieron como vigentes.
Los dueños pretenden llevar toda rebeldía al control de un precio establecido en una cuenta bancaria o una tarifa periódica.
PERO NO NOS ATAÑE
Cuando nos enteramos de que en algún lugar distante la falta de libertad es capaz de matar a mucha gente de hambre, de guerra, de luchas fratricidas, de maltratos, pensamos que es un problema que hay que resolver, y que existen entes encargados de hacerlo. Nos conmueve pero no nos atañe. Hasta que nos toca!
Aquí junto a nosotros, convive toda la negación de la libertad que podamos imaginar. En el niño que no tiene derecho a crecer. En el que delinque porque sus opciones de libertad estaban cercadas por maltratos. En el que es detenido y enviado al depósito de desechos humanos.
En el que sólo tiene la opción del hambre, la desolación y la miseria. En el que, teniendo resuelta la sobrevivencia, ha debido hipotecar la poca libertad de que disponía, para intentar una vida que no garantiza el vivir.
En el que queda atrapado por las gigantescas redes del consumo, la compra y venta de libertades al detal y al mayor, para satisfacer la ganancia de capitales o la avaricia del poder.
LA LIBERTAD HA SIDO SUSTITUIDA OR EL EJERCICIO
ILIMITADO DE LA VIOLENCIA
En el que vende sus carencias al falsificador de sueños que nunca se realizan. En el que le han sustituido toda libertad por el ejercicio ilimitado de la violencia.
¿Hasta dónde alcanza el contrato de libertad? A veces no tenemos siquiera la libertad de pensar en ser libres. Hemos dejado de mirar el vuelo libre de las aves en el cielo, regido por las leyes de sus migraciones y su procreación.
Hemos subvertido la libertad del pez que cumple ciclos trastocados por las redes que los atrapan. Hemos asesinado la libertad de los bosques para darnos oxígeno, y la belleza de las flores para darnos su aroma.
HEMOS ENCERRADO LA VIDA
EN LAS FRONTERAS DE UNA LIBERTAD FICTICIA
Hemos extinguido la libertad del agua de correr por sus cauces, la de los canales subterráneos de la tierra para nutrir sus solares internos. Hemos encerrado la vida en las celdas de un zoológico particular en el cual el hombre es el actor de una tragedia que no le es dada la libertad de aprehender.
Y nos perdemos en los engranajes de una libertad ficticia que otros crean para atrapar nuestro asombro, nuestra utopía, nuestro sueño de alcanzar algún día un territorio para la libertad colectiva.
Hasta las palabras ejercen su poder conminatorio y nos restringen el habla, el discurso, el contenido de lo que quisiéramos ser, y nos lo sustituyen por coberturas sonoras de libertades desconocidas.
Y SIN EMBARGO RECLAMAMOS
LO INÉDITO
Y sin embargo, en el interior de nuestro diminuto tiempo, algo reclama lo inédito, lo que tiene resonancias de acordes musicales, lo que devuelve la risa a la sal de la tierra, a la libertad que reside en la pupila de los niños que tejieron sus primeros alborozos en el regazo amoroso de la madre.
Y decimos como Pío Tamayo, que la libertad está hecha de alturas, que el eco de su voz es de acero azul, y que hay que salir a buscarla, donde quiera que esté, que hay ir a construirla, en cada espacio, que hay que rescatar lo que quede de ella, para armar con sus pedazos rotos, una vida que valga la pena vivir.
De no hacerlo, de quedarnos detenidos en las trampas que otros configuran para establecer una libertad ficticia, que se levanta sobre la celebración de las miserias y la exaltación de las mayores perversiones, nos convertiremos en cómplices de la muerte que avanza impaciente sobre los devastados campos de la vida posible.
ES HOY AHORA Y AQUI
Es hoy, no es mañana, ni después. Es ahora y aquí, en este congestionado, convulso, terrible momento de la historia que aún no conoce de libertad.
Y no se trata de elegir entre las limitadas libertades que otorga el capital de los otros, ni las menguadas libertades que predican las revoluciones que no han sido, sino de imaginar la libertad del hombre, sobre una tierra libre, cada uno en el desarrollo y crecimiento de su fuerza potencial, cada cual hermanado con el otro, en la tarea de rescatar la alegría colectiva del hombre, esa pequeñísima entidad de la vida que no se reconocerá a sí misma hasta que se integre a la alegría del otro.
CONSTRUIR UN PORVENIR A LA MEDIDA DE LA
GIGANTE TERNURA DEL HOMBRE
Para un tiempo de convivir y compartir, de repartir y construir, de elegir entre escudriñar las profundidades de las aguas, o la vastedad de los paisajes estelares, entre el maíz o el trigo, entre las confituras de merey o los manjares de guayaba. Entre el estruendo de la risa o la explosión mayor de los violines. Entre excavar o ascender. Para entre todos construir un porvenir a la medida de la preterida ternura gigante del hombre.
Ojalá y así sea, más allá de conjuros y amenazas, de sobornos y chantajes, de mentiras y trampas, de la muerte que no cesa, del golpe que no se detiene, del dolor que crece, con Vallejo, una hora por minuto, de la ausencia que nos maltrata, de lo violentados que somos y los violentadores en que nos hemos convertido.
UN LUGAR PARA LA MESA SERVIDA DEL HOMBRE
CON LA FLOR DE LA VIDA
Ojalá y encontremos un lugar para la mesa del hombre, sin puestos designados de antemano, sin exilados ni excluidos, sin desertores ni condenados, sin flagrancia ni complicidades, sin odios ni cesantías, sin olvidos ni cobros. Sólo con la flor de la vida!
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