Nuestro artículo anterior (¿Cómo cambiar este régimen?) produjo un buen número de comentarios. En ningún caso se descalifica la proposición pero se plantea interrogantes que nos parecen válidas y que contribuyen a enriquecer el debate. En los puntos que siguen y en apretada síntesis respondemos a las cuestiones apuntadas.
1) Hay quienes consideran que no se debe actuar con apego a la ley: ¿Cómo es posible profesor que usted haga una propuesta en el marco de la ley, que proponga organizar al colectivo en grupos, equipos de trabajo, células democráticas ateniéndose al derecho a la libertad de reunión y expresión? ¿Olvida usted que en este ambiente abunda el fanatismo oficialista siempre dispuesto a enfrentar cualquier manifestación que provenga del adversario? ¿Por qué deja de lado otras formas de organización?
2) Mientras el régimen utilice el conocido barniz democrático, es válido actuar en el llamado marco de la constitución y las leyes. La libertad de expresión-reunión ha sufrido amenazas y ataques. Pero el régimen tiene necesidad de venderle a la comunidad internacional que aquí esos derechos se conservan intactos.
Por ello conviene su utilización sin que eso signifique un aval o una manifestación colaboracionista. En este momento, en consecuencia, no parece necesaria la forma clandestina de organización. Porque en la medida en que se estructure el colectivo, al fanatismo le será muy difícil lograr todo tipo de presión, intimidación o inhibición.
3) Y nos exigen una precisión: ¿Por qué usted no se suma a quienes están haciendo un llamado a la insurrección ya? Consideramos que es muy importante el intercambio de ideas con los proponentes del tema, entre quienes se encuentra el doctor Herman Escarrá.
Pensamos que llamar a la insurrección, a la lucha frontal en este momento y circunstancias puede favorecer los planes del régimen que se presentará, una vez más, como una especie de víctima obligada a responder para hacer respetar “la constitución y las leyes”.
Y en este sentido seguirá recordando que la suya es una revolución pacífica pero violenta y que podría sentirse muy ‘dolido’ por tener que cumplir con la obligación de tomar medidas drásticas. En la actualidad no existe en este ex-país la más elemental estructura que pueda hacer frente al ‘aparato de seguridad’ del oficialismo y a su Estado boliburgués.
5) Un movimiento que enfrente a este régimen está obligado a actuar en forma pacífica, a conciencia de que puede ser sobrepasado y obligado a tomar otras decisiones. Sin esa acción, todo llamado a una insurrección ya significa crear falsas expectativas y llevar a la gente a un terreno para el cual no tienen preparación. Una decisión de tal envergadura, por demás, tendría que ser una materia generada por el colectivo. De no ser así, se sigue bajo el privilegio de “la vanguardia”.
6) Es importante señalar que si hoy se hace inevitable reflexionar sobre los llamados ‘procesos revolucionarios’ también se hace obligado decir qué se entiende por insurrección.
En los términos de la conocida ‘ortodoxia’ se dice que las insurrecciones se planifican, organizan e impulsan. Pero nadie sabe previamente dónde llegan y, en definitiva, a quiénes benefician. Cuando pensamos en casos como el ruso, chino, camboyano, vietnamita, coreano o cubano, no tenemos elementos para ir más allá de la valoración del desastre-tragedia.
7) El tema de la inmediatez ocupa muchos mensajes. Una lectora sintetiza el asunto de esta manera: ¿Entonces hay que esperar que el colectivo adquiera conciencia y actúe como una comunidad de hombres y mujeres completos para pensar en quitarnos de encima este régimen totalitario? ¿No se contribuirá también de este modo a mantener a este nefasto gobierno?
8) Y se agrega: El cambio de gobierno debe ser ya y en forma rápida y sencilla. La formación y organización del colectivo es algo que lleva tiempo. Y si seguimos esperando el régimen se afianza más. No importa lo que venga, con tal y salir de esta atrocidad.
9) Este discurso de la inmediatez y la desesperación no puede producir ningún resultado afortunado. Si aquí prosigue el ciclo caudillista-positivista seguirá en el mando-poder cualquier Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez o Rómulo Betancourt. Sólo cambiando la concepción histórica que ha prevalecido hasta el presente y llevando al colectivo a la condición de verdadero agente de la historia, se podrá pensar y concebir otra realidad, otros tiempos, otros hombres y circunstancias.
10) La fuerza-potencia, presión y proyección del colectivo es la única arma que garantiza un futuro diferente. Insistimos: no hay un arma más fuerte y firme en la actualidad que revivirle la fuerza-energía al colectivo. Su potencialidad y capacidad aún no ha sido medida ni ejercida, porque jamás se ha logrado ni conciencia ni organización capaz de darle la palabra y la posibilidad de acción para la construcción de la historia a la que aspira.
Ya no será el régimen de un hombre y su entorno sino de y para una sociedad. Entonces real y verdaderamente desaparecerá la llamada representación. El poder existirá al margen de un mandatario que se lo abroga para adquirir con el mismo cuanto privilegio sea posible.
Actuará, no esgrimido como un bando-instrumento al servicio del autoritarismo, sino como una síntesis para la historia que habrá de ser. Se trata precisamente de poner en movimiento las fuerzas inéditas de la sociedad, cuya capacidad de creación, inventiva, imaginación son claves para una batalla desigual y perversa.
11) Un último grupo plantea que ya no hace falta análisis, discusiones ni líneas táctico-estratégicas. Todo eso es inútil. Lo único que aquí paga dividendos es el radicalismo que esté conteste en que a la culebra se le mata por la cabeza. Inevitable marcar distancia con este planteamiento del absurdo-desesperación. Este es un procedimiento igualmente positivista. Es la mayor afirmación de que la historia es el producto de un héroe-caudillo.
12) Hay quienes consideran que no se debe poner a un lado a ‘las oposiciones’. Consideramos que el deslinde debe ser tanto con los dirigentes de esas fuerzas del pasado que hoy actúan como colaboracionistas, como con el régimen en todas sus instancias.
Hay quienes todavía festejan la unidad nacional lograda alrededor de la candidatura de Manuel Rosales. Fueron agentes del engaño, de la compra-venta. Por ninguna parte hemos visto una revisión crítica de lo actuado el 03D-06. Juntarse con esta dirigencia politiquera carece por completo de sentido para quien piensa promover una política diferente. Organizar el hoy y el mañana es un compromiso impostergable para forjar una historia en la que el colectivo sea el verdadero actor y beneficiario. abm333@gmail.com / http://historiactual.blogspot.com/
1 comentario:
Buenos dias. Lo felicito. Me gustan sus artículos y sus ideas... Semanalmente posteo alguno de sus artículos en mi Blog a ver si la gente despierta.
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