La amiga Lillian Kerdel Vegas nos envió hoy fotos del Avila. El balcón al cual nos asomamos cada día, el mismo que dejamos arder, o deforestamos hasta convertirlo en sendero de vaguadas.
Caricatura de Weill
La mágica montaña que circunda esta ciudad caótica, como queriéndola guarecer de todo peligro.
El bosque de la vida que nos nutre en oxígeno, en flora, en fauna, pero sobre todo en verdeceres que se quedan grabados para siempre en las células, como un paisaje que nos identifica, nos señala, nos moldea.
Foto de Cristóbal Alvarado
Tal vez valga la pena que detengamos un instante esa permanente carrera por llegar a ninguna parte que nos convierte en seres de a prisa, que nos impide ver la montaña pero peór aún no nos deja vernos a nosotros mismos ni aquello en que nos hemos convertido.
Foto de Adrian Matteo
El Ávila tiene los poderes de devolvernos nuestra naturaleza de hierba y amanecer, nuestra ternura de auroras, nuestros sentimientos de fraternidad.Foto Lillian Kerdel Vegas
El Ávila tiene infinitas maneras de hablarnos. Escuchemos sus mensajerías que nos llegan a través de los pajaros, los árboles, las mariposas, los insectos, las florerías. Tal vez masticando ese nutriente, logremos dejar lo instrascendente, lo superfluo, lo accesorio y rescatemos, antes de que la quema nos arrase por completo, lo esencial que es el vivir con la majestuosidad y la sabiduría de la montaña.
Foto mery sananes
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