Luis Marín
jueves, julio 17, 2014
LUIS MARÍN - EL CIERRE DE LA CÁTEDRA PÍO TAMAYO
EL CIERRE DE LA CÁTEDRA PÍO TAMAYO
Luis Marín
Luis Marín
El lunes 14 de julio de 2014 puede ponerse como fecha
del cierre de la CPT de la UCV al no abrirle las puertas de la Sala E de la
Biblioteca Central donde ha cumplido más de 30 años de labor ininterrumpida;
cierre relativo, porque la Cátedra seguirá existiendo y sesionará en cualquier
parte, por ahora en el pasillo, sin por esto subestimar el valor simbólico de
la Sala E como punto de referencia y sede física de la Cátedra.
Este hecho brutal tiene que inscribirse en el proceso
de cierres sucesivos de cuanta ventana de comunicación libre va quedando en
este “ex país”, según expresión acuñada por su secretario ejecutivo, Agustín
Blanco Muñoz; pero tiene algunas peculiaridades que vale la pena destacar.
Algo bueno debe hacer la Cátedra, en medio del
silencio e indiferencia que cerca a sus actividades, para que gobierno y
oposición oficial se hayan puesto de acuerdo para terminar de cerrarla. Quizás
lo más sobresaliente es que se trata de un cierre de la MUD con el modus
operandi del gobierno, esto es: un funcionario de tercera categoría
dicta una medida fulminante supuestamente fundada en razones completamente
espurias e inconsistentes, tras las que se encubren las verdaderas razones que
habrá que adivinar. Como resultado, por un lado, una situación de hecho
cumplido y por otro, la indefensión absoluta de los afectados.
A las víctimas se les impone ejercer el viejo arte de
pelear contra un muñeco de paja porque el funcionario, no importa que sea de la
universidad, actúa como un guardia nacional, cumpliendo “órdenes superiores”,
no se sabe de quién, y los argumentos tampoco se pueden rebatir sin caer en la
trampa de tomar lo falso por verdadero, en este caso, problemas
presupuestarios, que si fuera el caso toda la
universidad debería cerrar.
Lo cierto es que nos enteramos de que la UCV tiene una
muy orwelliana “Gerencia de Información, Conocimiento y Talento”, que oficia el
cierre de la Sala E, adscrita al Vicerrectorado Académico de Nicolás Bianco a
su vez tutelado por la rectora Cecilia García Arocha; pero, por supuesto, la
responsabilidad se diluye en los vericuetos de la burocracia y la crisis
presupuestaria.
Por supuesto que si las autoridades tuvieran el más
mínimo interés en que la CPT funcionara ofrecerían alguna solución alternativa;
pero al contrario, cualquier propuesta choca con los inextricables reglamentos
universitarios que, como la Constitución, sirven para cualquier cosa que se
quiera hacer, pero igual para todo lo que no se quiere hacer.
Entonces, cuando no se entiende qué pasa, cuál puede
ser la tranca, es que asoma la garra la inefable política, en
el mal sentido de la palabra. En un mundo conspirativista perfecto, donde nada
se sabe con certeza, cualquiera puede imaginarse víctima de una negociación:
Para que no cierren la UCV, ni desconozcan a sus frágiles autoridades, para que
uno llegue a rector y otros a diputados, bien: pero éste tiene que salir.
En la CPT se critica a la MUD tanto como al régimen,
no por capricho, sino porque se dice lo que es, sin cortapisas; pero ninguno de
los dos está dispuesto a tolerarlo.
EL VERDUGO BENEVOLENTE
Son tantos los agresores de la UCV que provienen de
sus aulas, que han desempeñado cargos de autoridades universitarias, quienes
suman a sus cuantiosos honorarios en la administración pública pensiones de
jubilación como titulares a dedicación exclusiva con primas de rectores,
decanos, directores, que resultaría extenuante e inútil nombrar unos para dejar
fuera otros tantos, así que cualquier interesado puede elaborar la lista que
mejor cuadre a su memoria y siempre se quedará corto.
Todos comunistas, socialdemócratas, socialcristianos,
es decir, que tienen en común el espíritu “social” que hermana a los líderes
del gobierno con los de la oposición oficial; esto sin añadir el ingrediente
“bolivariano” que los liga sin costuras a una comunidad nacional compacta de la
que son representantes y únicos voceros autorizados.
La triste consecuencia de este mundo perfecto es que
quien no esté de acuerdo con ellos se coloca fuera de esa comunidad sin
fisuras, se convierte en apátrida, enemigo, traidor, que no merece existir y
que de hecho, no existe: es puesto en ninguna parte sin
posibilidad de comunicarse con otros, privado de toda posibilidad de contaminar
con su presencia y su palabra ponzoñosas la sólida unidad de espíritu del
pueblo.
La singularidad del socialismo del siglo XXI es la
absoluta beatitud con que ejecuta sus acciones, la desconcertante
irresponsabilidad de sus agentes que, después de los resultados que están a la
vista, incontrovertibles e irrefutables, admitidos por ellos mismos, no
obstante, siguen siendo tan buena-gente como eran antes de perpetrarlas.
Podríamos detenernos en las cartas de Jorge Giordani o
Héctor Navarro, ambos de la UCV, pero se correría el riesgo de personalizar,
siendo que todos son iguales y puestos a escribir cartas dirían lo mismo y
serían demasiadas como para reseñarlas.
Lo que habría es que detenerse a reflexionar en la
impermeabilidad de la ideología, de cómo ciertas personas pueden revestirse con
un teflón que los hace invulnerables no digamos a los juicios ajenos, los
sufrimientos y la rabia del prójimo, sino al testimonio invencible de la
realidad.
El socialismo logra milagros sorprendentes, por
ejemplo: ellos optan a favor de lo universal en contraste con lo particular y
esta toma de partido tiene consecuencias en todos los ámbitos. En materia de
responsabilidad, todos somos responsables de todo, de manera que si usted come,
es culpable de que otros se mueran de hambre; si usted se enriquece, es
culpable de que otros sean pobres y así ad infinitum.
El milagro es que con este punto de partida concluyen
en que ellos no son culpables de nada. Si se encara a cualquiera de estos
prominentes socialistas del gobierno y se les reclaman los doscientos cincuenta
mil asesinatos ocurridos bajo su mandato, los presos políticos, los estudiantes
asesinados, secuestrados, torturados y un largo etcétera, dirán cualquier cosa
menos admitir su responsabilidad.
Al decir de Ramón José Medina, un socialista además
cristiano como son RGA y HCR, jefes de la MUD, su aliado unitario Leopoldo
López está preso por su propia culpa; pero entonces los estudiantes también,
los asesinados no lo hubieran sido si no se meten en manifestaciones, etcétera:
quien culpa a las víctimas, exculpa a los victimarios.
Si fueran vivos como él, si cooperaran, ahora estarían
participando en programas de risa en la televisión, haciendo pésimos chistes de
humor negro, mofándose de las víctimas de la tiranía castrista.
La conclusión que se desprende inevitablemente de esta
posición de la MUD es que ellos no son responsables de nada, aunque impongan
una política y todas estas sean consecuencias directas de esa política.
A la irresponsabilidad burocrática hay que unir la
buena voluntad de los dirigentes socialistas y con ambas el rigor militar, la fría
impavidez con que perpetran crímenes, asesinatos y robos en masa, permaneciendo
inocentes y bienaventurados.
Desafortunadamente para ellos, los hechos no ocurren
en vano, no desaparecen por ser ignorados y cada muerto tiene sus dolientes.
DONDE VENCEN LAS SOMBRAS
Así como no puede decirse que la CPT se cerró en un
día sino que se trata de un proceso que lleva años, hace tiempo que la UCV o,
quizás con mayor precisión, sus autoridades, renunciaron a su función
esclarecedora, optando por el diversionismo y el acomodo.
Por poner un ejemplo inofensivo, denuncian que
la Universidad ha sido víctima en años recientes de cientos de agresiones de
“la violencia”. Pero, ¿qué es la violencia? Una abstracción, una potencia ciega
e indiferenciada que no tiene nombre ni apellido, que no es una persona
imputable, ni una organización identificada, digámoslo de una vez, vinculadas
al régimen.
Este lenguaje ha anidado en la sociedad
venecubana garantizando la impunidad: Ya ni se trata de identificar ni
detener a nadie, todo se imputa a “la violencia”. Incluso, en un exceso
antropomorfista, que no debe existir en ninguna parte del mundo, se dice que
cientos de personas mueren cada mes “en manos” de la violencia.
Cuando vemos casos de estudiantes que han sido
acorralados, golpeados y desnudados para exponerlos al escarnio público, las
autoridades se preguntan: ¿Qué es esto? Y se responden a sí mismas: “¡Esto es
fascismo puro!”
Es decir, que las autoridades de la Universidad
suscriben el lenguaje oficial según el cual toda atrocidad es sinónimo de
fascismo, aunque sea perpetrada por comunistas. El crimen, la violencia y el
atropello son fascistas por antonomasia; luego, no existen crimen, violencia y
atropello comunistas.
En Venecuba el régimen acusa enfermizamente a todo el
mundo de “fascista” y ahora la oposición oficial hace lo mismo contra el
gobierno. Alguien debe estar equivocado, porque si el régimen de Maduro es
fascista, está como un poco cuesta arriba explicar que sea títere de los Castro
que, hasta nuevo aviso, se definen a sí mismos como comunistas y sin ánimo de
ofender.
Lo que ocurre es que este es como un sello de calidad
izquierdista, al que no le viene nada bien el anticomunismo, que es más propio
de la derecha, tan repudiada por el régimen como por la oposición oficial.
Es un hecho sorprendente que en la reciente crisis de
Ucrania, los rusos hayan calificado a los ucranianos como “fascistas” y se
preparan para defenderse de la agresión hitleriana, ¡dentro del territorio de
Ucrania!
Asimismo, los árabes califican de “agresión fascista”
las acciones de defensa de Israel contra los ataques misilísticos de Hamas
desde Gaza. El fascismo es un comodín, un sello de identidad del izquierdismo,
islamismo, terrorismo y cualquier cosa que sea Putin, porque la era
postsoviética los dejó sin argumentos.
Y esto nos lleva al meollo del problema y al rol de la
Universidad. La pregunta: ¿a qué nos lleva la mentira como sistema?, no ha sido
respondida.
Es posible que una población sea movilizada y
organizada con base en mentiras y manipulaciones, pero ¿a dónde se llega por
ese camino? No hay ni un solo filósofo ni guía de la humanidad que reivindique
la mentira como forma apropiada de vida social, ni siquiera que la vida social
sea posible sobre esas bases. Todos exaltan la Verdad.
Entonces, ¿no debería ser función de la Universidad
decir lo que es, develar lo oculto, hacer brillar la luz, vencer las sombras?
No parece que este sea el caso y ahora sí que podemos
decir que entramos de lleno en los “tiempos de oscuridad”.
LUIS MARÍN
17 de julio del 2014
Etiquetas:
Cátedra Pío tamayo,
Cierre julio 2014,
Luis Marín
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario