viernes, abril 27, 2012
¡ESE CÁNCER NOS TIENE LOCOS!
La historia de esta ‘revolución socialista y
bolivariana, pacífica pero armada’ es una antes y después del cáncer que se
afirma contrajo el jefe, líder, caudillo y golpista-presidente.
Antes de este avatar (sin necesidad de detenerse si
es real o no), todo transcurría sobre la base de un proceso a cuyo frente estaba una especie de
ser supremo, invencible y perfecto-infalible. Todo un ídolo-caudillo, a la
usanza de Bolívar o Maisanta, pero aún superior.
El asunto debe ser visto en términos históricos. A
partir de 1958, se creó e impulsó una ficción de democracia y libertad que
sirvió para hacerle creer a muchos que estábamos en presencia de nuevas e
innovadoras políticas. La representación se vendió como una historia del
colectivo.
Sin embargo, ya en el mediano plazo, se hizo evidente que el viejo y el
todopoderoso caudillismo seguía con vida. El 27F-89 es el mayor reconocimiento
del fracaso de esos gobiernos.
El modelo económico petrolero-rentista democrático
queda agotado y al perderse el control social, se abre el camino de la abierta
represión. Con la mayor masacre de la llamada historia republicana concluye
esta experiencia que se vendió como democrática.
En este marco de derrota democrática, lo primero fue la reivindicación del dictador derrocado el 23 de Enero de 1958, quien es elegido
senador en el proceso electoral de 1968.
Pero una vez instalada en la memoria la masacre del
27F-89, el inconsciente colectivo deja de creer en las instituciones llamadas
democráticas, incluyendo los partidos políticos, lineamientos, dirigentes, y
lanza su mirada hacia un aspirante a caudillo.
Una figura que toma cuerpo con la actividad
conspirativa que se desarrolla desde los inicios de los 80 y que tiene como
cabeza y organizador principal a quien se presentará el 04F-92 como jefe
golpista fracasado en su intento de derrocar el gobierno de Carlos Andrés Pérez
.
Desde este momento entra en escena política una figura que se convierte
progresivamente en la síntesis del
histórico caudillismo que ha controlado el quehacer venezolano a lo largo del
llamado período republicano. Un vengador cuya misión es rescatar la
institucionalidad del antiguo autócrata
y darle un ropaje de entidad renovada.
De allí que en un inicio se trate de presentar como
la copia-síntesis de tres raíces: Bolívar, Zamora y Simón Rodríguez. Pero al advertir
el simplismo de esta fórmula tan
identificada con el caudillismo
decimonónico, se acoge la orientación y recomendación de Fidel Castro de
adelantar aquí una revolución socialista siglo XXI, copia ampliada y corregida
de la que él fundó en Cuba.
Y es así como
suma a su atuendo la condición de revolucionario a la cubana, en cuya dirección llega hasta aceptar,
convalidar y promover la constitución de Venecuba, dos revoluciones con un solo
camino, un único sentido político e ideológico y un solo gobierno.
Un caudillo que asume los rasgos de la llamada
‘tradición heroica’, simbolizada en Maisanta, pero que da el paso hacia una
supuesta revolución, que se adelanta, no con la clase obrera, sino a punta de
negocios o conexiones petroleras.
El ‘proceso’ está costeado por los precios del crudo,
y no para desarrollar una economía sino para vivir el día a día en base al reparto,
la compra-venta, la negociación. Un caudillo que sumó a su poder una economía
que en el marco global-capitalista ocupa puesto privilegiado.
Este es el héroe-caudillo mesiánico y nuevo Simón Bolívar, que dice hoy estar
afectado por un cáncer que califica de controlado pero que muchos agentes de
las oposiciones consideran terminal.
La verdad sobre esta materia no puede ser dilucidada
por falta de información confiable. Por ello no nos queda sino jugar a los
escenarios, entre ellos la muerte inmediata o la sobrevivencia.
Nos acogemos al último, sin descartar lo
imponderable, a sabiendas de que cualquiera sea el nivel y veracidad de la
enfermedad, no se puede poner en duda los esfuerzos y grandes
recursos-inversiones en la curación que pone a prueba la ‘clínica fidelista’.
A la vez es necesario entender que para una buena parte del colectivo, sumido en la
pobreza, es indispensable la salvación que le permita continuar en el
mando-poder.
Esto significa que la enfermedad, lejos de restarle
seguidores le suma voluntades, por ser vista como la única posibilidad de que
siga el reparto petrolero extendido a través de Misiones y demás formas de
mantener conforme y participativo al colectivo.
Por ello el
cáncer adquiere al lado del petróleo el rango de jefe de campaña del
golpista-presidente (GP). Por todas partes la información y la
contra-información para una conclusión: ese cáncer tiene loco a este ex país.
No estamos entonces ante una simple enfermedad, sino
frente a un mal que aqueja al “hombre-culto-historia”, que todo lo ocupa y sin
el cual nada sería igual. El colectivo, las oposiciones y los medios están
controlados por el cáncer del GP. Todas las demás noticias vienen después. En
pocas horas, por ejemplo, el affaire Aponte Aponte será un vago recuerdo.
Y frente a este panorama ¿hay posibilidad real de
confrontar-derrotar a este GP que controla la suma de individuos que somos, con
petróleo y hasta con la más agresiva manipulación que toma la enfermedad como
objetivo central?
Para muchos políticos estamos hoy ante una especie de
vigilia necesaria, como la que se hace en diciembre del 35 dada la convicción
de que sólo la “muerte natural” podía acabar con el dictador.
Y de nuevo preguntamos: ¿Por qué no admitir que
estamos anclados hoy en esa fecha y circunstancias? ¿Es qué nuestra política
hoy ha ido más allá del grito indescifrable de la generación del 28: ¡Sacalapatalajá!?
¡Qué historia amigos! T: @ablancomunoz
El Universal, 27 de abril del 2012.
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